martes, 8 de mayo de 2012

Jean Philippe Goude - Aux Solitudes (2008)



Ha pasado ya bastante tiempo desde que le dedicamos una entrada al músico francés Jean Philippe Goude, uno de nuestros compositores favoritos de los últimos tiempos y creemos que es hora de hablar algo más de su obra que merece toda la atención del mundo. En su momento ya apuntamos algunas cosas de su carrera como sus inicios en la periferia del grupo Magma, concretamente en Weidorje y alguna de sus colaboraciones con otros músicos. Obviamos en aquel entonces toda la parte correspondiente a su formación previa en el conservatorio donde conoció la música de Philip Glass y Terry Riley, principales influencias para su carrera en solitario a partir de 1992.


Imagen del compositor.


Goude no parece tener un particular interés en construir una carrera discográfica extensa. De hecho, sólo una pequeña parte de su música ha sido publicada en formato físico; así, la mayoría de sus trabajos para cine, teatro y televisión permanecen inéditos hoy en día y, para ilustrar este hecho, no hace falta nada más que señalar que entre el primer disco suyo que comentamos aquí, “Rock de Chambre”, y el que hoy nos ocupa, “Aux Solitudes”, transcurrieron siete años de silencio discográfico lo que nos permite disfrutar de una obra madura, de un estilo sobradamente personal y depurado. La música de Goude tiene muchas influencias de corrientes contemporaneas pero no es, en absoluto, difícil de asimilar. Al contrario, su sencillez y sus cualidades melódicas le convierten en un compositor realmente asequible (lo que no quiere decir que su música sea ligera en ningún caso). A lo largo de los años, cada disco que Goude nos ha regalado, supera a su antecesor lo que nos coloca ante el que, probablemente, sea su trabajo más completo y que pasamos a comentar.

“Prolégomènes” – Abre el trabajo un breve tema ambiental interpretado íntegramente por Goude a los sintetizadores. Un comienzo muy oscuro que no presagia en absoluto la linea por la que se va a mover el trabajo en general.

“Market Diktat Song” – De entre las sombras de la pieza introductoria surge un luminoso quinteto de cuerda de gran dinamismo y brillantez con el sello personal de su autor presente en cada una de sus notas. En sus apenas cuatro minutos de duración encontramos momentos de gran expresividad rítmica, breves pausas para tomar aire, momentos contrapuntísticos e ideas por doquier.



“Embarqués dans les pentes” – Como si de una extensión de la pieza anterior se tratase, volvemos a tener al quinteto en acción pero reforzado por una plétora de vientos, percusiones e incluso un piano para reforzar la intervención del contratenor que hace su primera aparición en el disco. El calificativo de minimalista que, en ocasiones, se ha querido aplicar a la música de Goude se queda muy corto para describirla en su plenitud.

“l’Homme dévasté” – Nueva pieza basada fundamentalmente en las cuerdas, con la única excepción del fagot, utilizado muy en la linea de Wim Mertens, casi como elemento rítmico más que melódico. Hacia la parte central del tema escuchamos una preciosa melodía electrónica a cargo de Christine Ott, virtuosa intérprete de Ondas Martenot a quien es frecuente escuchar en discos de diversos artistas franceses. Nosotros la hemos tenido por aquí, al margen de junto a Goude, acompañando a Yann Tiersen.

“Prolégomènes II” – Casi retomandolo donde lo dejó el primero de los “prolegómenos”, Goude nos deja otra inquietante pieza ambiental de breve duración de camino, nunca mejor dicho, a la segunda parte del disco.

“No hay camino, hay que caminar” – Se indica en los textos que acompañan al disco que el título en casellano de la pieza está inspirado en una inscripción que el músico vio en un monasterio en Toledo durante una visita en 2003. Parece evidente que se trata de una referencia al poema de Antonio Machado. En lo musical, la pieza se separa del estilo de las anteriores. Ahora el piano es el instrumento que lleva la voz cantante y no podemos obviar la clara influencia del desaparecido líder de la Penguin Café Orchestra, Simon Jeffes en toda la pieza. La propia instrumentación, en la que se incluye un armonio (instrumento al que Jeffes dedicó su pieza más famosa) parece confirmar lo dicho. No es, por otra parte, el único homenaje de Goude a la orquesta del café del pingüino puesto que en “Rock de Chambre” podemos encontrar un tema titulado “A Penguin’s Tribute”.

“A nos rêves évanouis” – Continuamos con una preciosa canción para piano y voz que aprovecha a la perfección el precioso registro de contratenor de Paulin Bundgen. Un delicado cuarteto de cuerda ofrece el apoyo justo sobre el que reposa la canción en su segunda mitad sirviendo para cerrar de alguna forma otro segmento del disco.

“Prolégomènes III” – Otra pieza electrónica marca la transición hacia la siguiente etapa. En esta ocasión, la composición es más expresiva que en los casos anteriores y con un cierto corte futurista.

“L’intranquillité” – Son los ritmos electrónicos los que introducen de modo sutil la siguiente composición para maderas, piano y trio de cuerdas en la que los instrumentos van intercambiando el papel principal, centrado en el clarinete al principio, en el violín y el piano más tarde y poco después en el contrabajo y el fagot. Otra de las grandes piezas del disco en la que podemos disfrutar del Goude más personal.

“Là où les mots nous laissent” – Regresamos a los cortes intimistas con esta pieza para piano y clarinete, de gran belleza y aires melancólicos. Sin grandes florituras ni efectismos de ningún tipo, el compositor nos demuestra que también en este tipo de registros es capaz de hacer grandes cosas.

“Fermer les yeux pour voir” – La melodía que sigue nos recuerda mucho a otra que bajo el título de “Deep Peace”, utilizó Bill Douglas en su disco “Jewel Lake”. Aquella estaba basada en un texto tradicional gaélico y es posible que la música tuviera también una base tradicional. Intencionado o no, el parecido es sorprendente.

“De la consumation” – El último tema de transición interpretado por Goude al sintetizador vuelve a los ambientes oscuros de los dos primeros mientras oímos lo que puede ser el crepitar de las llamas en una chimenea sobre un tenue coro que se aleja en la distancia.

“Madeleine auf dem Weg” – Goude repite la formación instrumental de “L’Intranquilite” en uno de los cortes finales del album que va ganando en intensidad y alegría poco a poco en una lúcida demostración de facultades.

“Le diverti se ment” – Volvemos al formato de quinteto de cuerdas para escuchar otra pequeña joya llena de ritmo y alegría de vivir y es que, ciertamente, cuando compone a este nivel, el músico no tiene nada que envidiar a otros artistas más populares como los ya citados Tiersen, Mertens u otra de sus influencias como es Michael Nyman.

“Aux solitudes” – Para cerrar el disco, Goude nos reserva la pieza más larga del mismo que combina buena parte de los elementos que hemos escuchado anteriormente. Comienza con una serie de ritmos y sonidos electrónicos a los que se van sumando las cuerdas, el piano y la voz, en esta ocasión, la de la soprano Isaure Equilbey quien recibe la réplica, no por parte de otra voz sino de las Ondas Martenot. El canto va alternandose con fragmentos de piano, ocasionales notas de vibráfono y raros efectos electrónicos.

Participan en la grabación de «Aux Solitudes» el Ensemble Jean Philippe Goude integrado por Hervé Cavelier (violín), Miwa Rosso (cello), Catherine Delaunay (clarinete), Gilbert Audin (fagot) y Eric Ferrand-N’kanua (piano). Además, intervienen Sebastien Surel (violín), Jean-Marc Phillips (violín), Michel Michalakakos (viola), Cyril Lacrouts (cello) y Philippe Noharet (contrabajo) como quinteto de cuerda, Paul Meyer (clarinete), Bruno Fontaine (piano), Christine Ott (ondas martenot), Alain Ranval (mandolina), Paulin Bundgen (contratenor), Isaure Equilbey (soprano) y Laurence Masliah (recitado). Jean Philippe Goude se reserva los sintetizadores y la dirección.

Una de las críticas que aparecieron tras la publicación del trabajo decía lo siguiente: “Esta es una obra majestuosa, profunda, en la que es imposible no perderse. Apela tanto a los amantes de la música barroca como a los seguidores del minimalismo de Moondog o Philip Glass, a los seducidos por los caprichos de Erik Satie y a los incondicionales de Arvo Pärt, a los admiradores de Gabriel Faure y a los de Robert Wyatt. “Aux Solitudes” es un disco para disfrutar olvidandose de los géneros y clasificaciones”. Nos resulta difícil añadir nada más a esta descripción salvo para insistir en la idea de la extraordinaria calidad de la música de Goude a la que, quizá, sólo le falte el impulso que una película como “Amelie” le dio a Yann Tiersen, quizá el músico más similar estilísticamente a Goude de los que han aparecido por La Voz de los Vientos en estos meses. Con una promoción como aquella, creemos que Jean Philippe sería hoy un músico extremadamente popular en todo el mundo.

Para los que querais darle una oportunidad al disco, os dejamos un par de enlaces en los que adquirirlo:




Nos despedimos con el Jean Philippe Goude Ensemble interpretando una de las piezas del disco en directo:

domingo, 6 de mayo de 2012

Philip Glass - A Madrigal Opera (2009)



Hacer una lista a estas alturas de todos los conceptos clásicos a los que Philip Glass ha dado la vuelta como al proverbial calcetín sería un ejercicio a plantearse sólo en el caso de que se dispusiera de una cantidad considerable de espacio (y de tiempo). Es por ello que nadie debería sorpenderse si afirmamos que la obra que hoy nos ocupa, titulada “A Madrigal Opera” no es un madrigal ni tiene nada que remotamente nos evoque lo que hoy conocemos por ópera, ni siquiera ampliando el concepto hasta que englobe obras tan radicales como la propia “Einstein on the Beach” del mismo autor.

Fue precisamente el éxito de “Einstein on the Beach” el que llevó al director de la Ópera de Rotterdam, Hans de Roo, a encargar a Glass la composicion de una ópera “de verdad”, con su argumento, su orquesta, su linea narrativa, sus coros, etc. De ahí nació “Satyagraha” pero también cambió algo en la manera en que Glass se iba a plantear su aproximación a la música en un futuro. Si repasamos su carrera hasta 1980 nos daremos cuenta de que, con alguna pequeña excepción, el compositor no había escrito piezas para orquesta. Ni siquiera para formaciones instrumentales más o menos convencionales (existe un cuarteto de cuerda y alguna obra para piano que podrían encajar en esa categoría pero son las menos). Sencillamente no se lo había planteado porque el grupo con el que trabajaba (la Philip Glass Ensemble) cubría perfectamente el espectro sonoro en el que se movía el músico hasta aquel momento.

Este encargo, con lo que conllevaba de giro hacia el clasicismo hizo que Glass volviese la vista atrás hacia las primeras obras seculares, especialmente los madrigales que fueron la mayor expresión de la música no religiosa hasta entrado el siglo XVII con la aparición de la ópera como género de la mano de Monteverdi como es comunmente aceptado. Así, y simultaneamente a la composición de “Satyagraha”, Glass comenzó a componer un madrigal para seis voces y el pequeño acompañamiento instrumental de un violín y una viola. Faltaba un pequeño detalle que era el texto. No había. Pero la ausencia de tan importante elemento narrativo no fue óbice para que la idea siguiera adelante. Así pues, tenemos un madrigal que no termina de ser un madrigal pero ¿a qué viene lo de la “ópera” a la que se alude en el título de la obra? Pues es una puerta abierta que deja el compositor por si alguien se anima a escribir el libreto y a llevar la obra a los escenarios. Todo un reto cuando la forma habitual de obrar en estos casos es precisamente la inversa: partir de un texto para escribir una música que la ilustre.

Con esta premisa, la obra se ha representado en muchas ocasiones en estos años y con diferentes temáticas escénicas, desde la primera en Holanda en 1980, subtitulada “Attaca” hasta la grabación que nos ocupa pasando por representaciones en New York y Houston con un texto titulado “The Panther” o la de 1986 en Los Ángeles. La grabación que hoy comentamos, recoge la adaptación de un poemario del finlandés Lauri Otonkoski titulado “Cameo” (2005). Otonkoski no sólo es poeta sino también músico,  graduado en la prestigiosa Academia Sibelius como flautista. La obra del escritor se mueve siempre alrededor de temas como la búsqueda de la identidad propia, el viaje como medio antes que como fín o la anécdota como elemento fundamental de la vida por encima de los grandes proyectos. En el libreto del CD se incluye un pequeño extracto de “Cameo” que nos permitimos traducir:

“Acepta el viaje, deja tus pensamientos vagar; la respuestano estará, seguramente, en el destino buscado sino en la espera, en el viaje en sí. Cuando arribes finalmente al puerto, habrá dejado de parecerte importante”.

El pequeño texto nos recuerda otros textos clásicos como “Ítaca” de Cavafis, que redunda en esta misma idea:

(…) “Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca:
llegar allí, he aquí tu destino.
Mas no hagas con prisas tu camino:
Mejor será que dure muchos años,
Y que llegues, ya viejo, a la pequeña isla,
Rico de cuanto habrás ganado en el camino.
No has de esperar que Ítaca te enriquezca:
Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje.
Sin ellas, jamás habrías partido;
Mas no tiene otra cosa que ofrecerte. (…)


Portada del libro de poemas de Otonkoski.



La grabación que recomendamos es una producción de la Ooppera Skaala de Helsinki y en ella intervienen: Petri Bäckström (tenor), Essi Luttinen (mezzo-soprano), Vikke Häkkinen (baritone), Laura Heinonen (soprano), Satu Jaatinen (mezzo-soprano), Riku Pelo (bajo) además de Max Savikangas (viola) y Linda Hedlund (violín).

“Part I – Opening” – Comienza la obra con un largo solo de viola que anticipa lineas melódicas y estructuras que luego serán muy habituales en la música de Glass en obras como “Koyaanisqatsi” en las que las notas vienen y van como las olas en una playa, acercándose para retroceder poco después y volver más tarde a aproximarse al oyente.

“Part I” – Con el primer giro melódico entran por primera vez las voces interpretando distintas variaciones sobre grupos de dos notas recogiendo alguno de los avances presentados por Glass en alguna de sus obras anteriores, especialmente en “Another Look at Harmony” o en piezas más breves como la música que escribió para los breves cortometrajes de motivos geométricos que muchos pudimos ver de niños en “Barrio Sésamo”. Conforme va avanzando la pieza, las voces van separandose y ejecutando distintas secuencias de notas hasta conformar una polifonía de una gran belleza.

“Part II” – Siempre bajo la dirección que marca el instrumento solista (en este caso el violín) se van desarrollando los cuatro movimientos de la obra con una precisión monolítica. En el segundo de ellos, el coro de seis voces subraya cada una de las lineas trazadas por las cuerdas cantando al unísono la mayor parte del tiempo en contraste con los juegos cromáticos del final del primer movimiento.

“Part III” – Volvemos a hacer referencia aquí a la banda sonora de la película “Koyaanisqatsi”, una de las obras más populares de Glass y más concretamente al segmento titulado “Pruit Igoe” que encuentra en este tercer movimiento de “A Madrigal Opera” un claro antecedente en forma de solo de viola. Tras los minutos iniciales, Glass retoma la melodía de la introducción de la primera parte de la obra que sirve para enlazar con el último movimiento.

“Part IV” – Con la entrada de la sección vocal, incorporandose progresivamente sobre la melodía del movimiento anterior, entramos en la parte final de la obra en la que, como es habitual en el compositor, se hace una especie de recopilación de alguno de los momentos más importantes de los movimientos anteriores resaltando secciones concretas. Encontramos aquí una vuelta al lenguaje vocal de “Einstein on the Beach” con recitados a modo de solfeo. La importancia del violín (y en su caso de la viola) no hace sino reforzar esa referencia. Recordemos que es precisamente el violín el instrumento fundamental de aquella obra al jugar el rol del propio Albert Einstein.

“Part IV – Closing” – El segmento final del cuarto movimiento ha sido separado en la edición en CD en una pista independiente como sucedía con la introducción aunque no encontramos motivo para ello puesto que se desarrolla con naturalidad a partir del anterior y la única diferencia que podemos apreciar es un papel algo más secundario de las voces que se van apagando poco a poco hasta dejar a la viola todo el escenario en las últimas repeticiones de la melodía que abría la obra minutos atrás.




Habitualmente escondida en el repertorio “glassiano” como una obra menor, “A Madrigal Opera” esconde, sin embargo, una importante pieza de transición sumamente útil para ilustrar la evolución entre el Glass puramente minimalista de los años 60 y 70 y el más popular que empezaba a ser conocido para el gran público en los 80. Las referencias que hemos hecho a obras claves de ambos periodos no son anecdóticas y es que, en cierto modo, podemos hablar de ésta obra como el eslabón perdido que pone en relación los dos estilos que adornan esta etapa del músico. Con una duración, además, muy inferior al mamotreto (dicho sin intención peyorativa) de 1976, creemos que puede ser un buen acercamiento para el oyente más remiso a entrar en las partes más duras del repertorio del músico de Baltimore.

Como siempre, os dejamos un par de enlaces en los que comprar el disco:


fnac.es

martes, 1 de mayo de 2012

Yes - Fly From Here (2011)



No hace mucho tiempo comentabamos la historia de cómo Jakko Jakszik recorrió la trayectoria que va desde fan de un grupo hasta cantante del mismo o, para ser más exactos, de algo parecido al grupo al grabar con Robert Fripp, legendario lider de la banda a la que nos referíamos, King Crimson en uno de sus ProjeKcts. Ese sorprendente recorrido lo ha hecho también el canadiense Benoit David, vocalista de la banda Mystery pero también de Close to the Edge, grupo tributo del gran dinosaurio del rock progresivo: Yes.

Tras verle en acción a través de youtube, Chris Squire se puso en contacto con él para ofrecerle reemplazar a Jon Anderson en la gira de 2008 por los problemas de salud de éste, lo que David aceptó. Aunque la gira no se completó por una leve enfermedad del propio Squire, el nuevo vocalista fue nombrado miembro oficial de la banda y como tal, intervino en los conciertos de los años siguientes y grabó con ellos el primer disco de estudio de Yes desde 2001 (si bien, actualmente también David ha sido sustituido por el cantante de Glass Hammer, Jon Davison).

La idea inicial era que el teclista del grupo fuese Oliver Wakeman, hijo de Rick Wakeman, miembro insigne de la banda en sus años gloriosos pero a pesar de tocar con ellos en varios conciertos y de participar en las sesiones iniciales del disco, fue expulsado del grupo durante las mismas, ocupando su lugar Geoff Downes, quien ya fue teclista de la banda el el disco “Drama” de 1980. Junto con Downes llegó su compañero en los Buggles, Trevor Horn, aunque para el disco se limitaría a labores de producción.

Así pues, tenemos a la que sería la duodécima formación distinta de Yes para un disco de estudio, a saber: Chris Squire (bajo), Steve Howe (guitarras), Alan White (batería), Geoff Downes (teclados) y Benoit David (voz) aunque no dejan de ser los mismos músicos que intervinieron en el citado “Drama” con el único cambio del nuevo vocalista. Con el ingreso de Downes y Horn, la banda regresaba en cierto modo a donde lo habían dejado en los primeros ochenta y, de hecho, buena parte de las composiciones del nuevo disco eran demos compuestas para “Drama” e incluso grabadas por los Buggles en aquellos años.

“Fly from Here” – Como en los mejores tiempos de la banda, abre el disco una larga suite dividida en seis partes. La obertura, obra de Horn y Downes, breve, como corresponde en estos casos, es una brillante exposición de lo que tenemos por delante. Contundente y al grano, deja paso pronto al segmento titulado “We Can Fly” procedente de las antiguas demos de la primera reunión de los músicos en la época del citado “Drama” y escrita por el mismo dúo de la obertura junto con Chris Squire. Lo primero que destacamos es la voz de David, en un registro indudablemente similar al de Jon Anderson pero sin caer ni mucho menos en la imitación (algo que sí le reprochamos al Trevor Horn de 1980 cuando tuvo que afrontar el reto de reemplazar a la personalísima figura del vocalista clásico de la banda). El único “pero” que le podemos poner a la canción es lo impecable y limpio del sonido, casi aséptico, al que no habría venido mal un poco de dureza para situarse en el lado correcto de la finísima linea que separa el rock progresivo del AOR. La segunda parte, “Sad Night at the Airfield” también procede de las sesiones de la primera etapa del dúo Horn-Downes y una versión preliminar llegó a aparcer como material extra en una reedición del “Adventures in Modern Recording” de los Buggles. Podemos comprobar de esta forma que la pieza es prácticamente la misma de entonces dejandonos un cierto regusto a obras de otros músicos como Alan Parsons, tanto en los arreglos para teclado como en los juegos de voces. Una llamada al tema que sonaba en la obertura nos mete de lleno en la siguiente parte, subtitulada “Madman at the Screens”, quizá nuestra pieza favorita, no ya de la suite sino de todo el disco con un excepcional trabajo de toda la banda, incluídas las voces. Un extraño interludio un tanto fuera de lugar titulado “Bumpy Ride” (que nos recuerda a las extravagancias que de cuando en cuando salpicaban los discos de Emerson, Lake and Palmer) ocupa los minutos previos a la conclusión con una vuelta al tema central de la suite.

“The Man You Always Wanted Me to Be” – Tras la larga pieza inicial, el disco entra en la segunda etapa más convencional con una serie de canciones cercanas al estandar. La primera de ellas, escrita por Chris Squire, Gerard Johnson (quien también toca el piano en la grabación) y Simon Sessler pertenece originalmente a una colección de canciones destinadas a “Squackett” trabajo conjunto del bajista de Yes junto con el guitarrista de Génesis, Steve Hackett y que no termina de ver la luz a pesar de haber sido largamente anunciado. No es una canción que nos enamore particularmente aunque se deja oir.

“Life on a Film Set” – Una canción escrita para los Buggles pero que no tuvo sitio en ninguno de los discos de la banda por lo que los músicos aprovechan para recuperarla ahora. La primera parte tiene ciertas ínfulas épicas que no nos atraen demasiado. Puede sonar a sacrilegio pero los primeros dos minutos de la canción podrían haber formado parte de cualquier balada de los alemanes Scorpions. Otra cosa es la segunda mitad de la pieza en la que los nuevos Yes se redimen de sus pecados anteriores (veniales en todo caso) consiguiendo un final que raya a gran altura.

“Hour of Need” – No podían faltar en el disco un par de composiciones de Steve Howe aunque no se trate de las más inspiradas del guitarrista. La primera de ellas tiene buenas intenciones y hay momentos interesantes con las guitarras acústicas. Suenan muy artificiales las intervenciones de los teclados, muy alejados de la estética del tema. Pero obviando ese detalle, la canción termina por funcionar bien.

“Solitaire” – No podemos decir lo mismo del instrumental que viene a continuación. Howe es un músico sobresaliente y eso no lo vamos a poner en duda pero este tipo de piezas nos parecen fuera de lugar en un disco como éste. No aportan nada al conjunto de la obra y terminan por ser totalmente anticlimáticas.

“Into the Storm” – Afortunadamente, nos queda la última canción del trabajo, firmada por todos los participantes en la grabación (incluído Oliver Wakeman) con la excepción de Geoff Downes. Se trata de una preciosa composición que aúna lo mejor de los Yes de los ochenta en cuanto a intensidad y claridad de ideas, con unas interpretaciones brillantes y una producción digna del prestigio en esas lides de Trevor Horn.

 Cuando una banda supera ampliamente los 40 años de trayectoria (y mucho antes, en realidad) cada nuevo disco es esperado con una mezcla de deseo y aprensión. El hecho de que Yes hayan sufrido innumerables cambios en su formación hasta el punto de que en sólo uno de sus miembros ha pertenecido a la banda en todas sus encarnaciones no mitiga esta sensación. Con “Fly From Here” no podemos decir que hemos recuperado a los Yes que todos admiramos tiempo atrás. Tampoco era razonable buscar eso ya que la alineación nos remitía a tiempos no demasiado bien valorados por los seguidores del grupo en comparación con su época dorada. Sin embargo, el resultado es más que digno y mucho más interesante que el de otros discos de los años noventa que no merece la pena mencionar. Poco tenemos que añadir sobre los músicos ya que todos ellos son sobradamente competentes para dudar de ellos a estas alturas pero sí queremos hacer hincapié en la figura de Benoit David, quien tenía ante sí el reto imposible de sustituir a Jon Anderson. Cuando aparecieron las primeras imágenes promocionales de la nueva formación, no pudimos evitar la sensación de estar viendo el clásico autobus de turistas jubilados con el conductor al frente en la figura de David, visiblemente más joven que el resto de la banda de un modo que llamaba la atención. Curiosamente esto no se nota en absoluto en la grabación. Benoit hace un trabajo sensacional en el que, como decíamos más arriba, no se dedica a imitar la voz de Anderson (cosa que sabe hacer a la perfección como ha demostrado con su grupo Close to the Edge) sino que desarrolla un registro propio y personal muy válido. Cuando hablamos de Yes, es imposible saber por dónde irán los tiros en el futuro por lo que la especulación al respecto es un ejercicio estéril pero si la linea a seguir es la de este “Fly From Here” creemos que aún tienen cosas que decir.

Alineación de Yes para el disco
 Os dejamos los habituales enlaces por si os animais a adquirir el trabajo:

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Nos despedimos con el videoclip oficial de "We Can Fly":