En la larga serie
de músicas escrita por Philip Glass para acompañar a expresiones artísticas no
musicales encontramos pocos terrenos que el músico no haya explorado. El
compositor ha escrito óperas, música para teatro, ballets, bandas sonoras de
películas y documentales, piezas para ceremonias de todo tipo (incluyendo
Juegos Olímpicos), miniaturas para acompañar juegos geométricos en “Barrio
Sésamo”, música para cuentos infantiles y un largo etcétera. Dentro de ese
contexto, no sorprende en absoluto en encargo que recibió por parte de la
sección de lanzamientos para uso doméstico de la Universal en 1998: escribir
una banda sonora para el Drácula clásico de Tod Browning protagonizado por Bela
Lugosi de cara a su inclusión como una opción más en la reedición en DVD de la
cinta de 1931 como lanzamiento estrella de una colección dedicada a los
clásicos de terror de su catálogo.
A pesar de que en
1931 el cine sonoro llevaba ya varios años en las salas, Browning optó por no
acompañar a su película de música alguna salvo tres pequeños fragmentos de
música clásica (“El Lago de los Cisnes” de Tchaikovski en los créditos
iniciales, una obertura de Wagner integrada en la acción y la sinfonía
inacabada de Schubert más adelante). Por ello, el solo encargo de una banda sonora
completa a un músico actual suponía por sí mismo un motivo de polémica aunque
no es el primer caso de película clásica a la que se añade nueva música
posteriormente.
El reto tiene una
doble vertiente muy interesante. Por una parte, parece más sencillo escribir
una banda sonora de una película ya terminada, en la que no corres el riesgo de
que determinada escena para la que has escrito una música maravillosa quede
eliminada del montaje final o sea modificada. En ese sentido, se trabaja sobre
seguro pero también existe un lado negativo: estás escribiendo algo que va a
acompañar e, inevitablemente, a modificar, una película clásica y eso,
independientemente de lo bien o mal que lo hagas, no va a contentar a buena
parte de la gente.
En ese sentido,
es destacable el gran respeto de Glass hacia las imágenes de Browning ya desde
el mismo momento en que escoge el formato del cuarteto de cuerda para plasmar
su música en lugar de una orquesta que habría tomado un mayor protagonismo
dentro del conjunto. Se nos antoja que una formación de cámara es la más
adecuada para acompañar los tétricos ambientes de la película. Quizá un único
violín interpretando algunos solos fuera una de las escasas alternativas que
pudieran superar al cuarteto en cuanto a poder de evocación. Vaya por delante
que este tipo de experimentos y de adiciones posteriores a una obra de otro
tiempo y autor no nos llaman la atención por lo que tienen de impostura. Por
ello, nuestra aproximación a la partitura escrita por Glass para la película es
exclusivamente musical e independiente de las imágenes a las que acompaña. Uno
de los mayores atractivos del disco es la participación del Kronos Quartet con
su formación más recordada: David Harrington (violín), John Sherba (violin),
Hank Dutt (viola) y Joan Jeanrenaud (violonchelo). La colaboración del cuarteto
y Philip Glass se remonta a la participación de éstos en la banda sonora de la
película “Mishima”. En ella, el compositor mezclaba teclados electrónicos,
batería y todo tipo de instrumentos con secciones de cuerda que más tarde
fueron extraídas de la banda sonora y reorganizadas como su cuarteto de cuerda
nº3. Poco después, el grupo de David Harrington incorporó el segundo cuarteto
“glassiano” a uno de sus discos dedicado a compositores contemporáneos llegando
la colaboración a su momento más interesante con la grabación de un disco
completo en el que se recogían los cuartetos que van del 2 al 5 del repertorio
del de Baltimore, siendo el último de ellos el primer encargo de la formación
al músico.
Las peculiares
características de la banda sonora de “Dracula”, con temas extremadamente
cortos (10 de los 26 no llegan a los dos minutos de duración) aconsejan
comentar la obra como un todo sin detenerse en exceso, salvo en los pasajes más
interesantes de la misma.
El Kronos Quartet acompañado de Glass y Riesman en una interpretación en directo de la obra. |
Comienza la obra
con el típico estilo de su autor: el violín principal y el violonchelo ejecutan
dos acordes prominentes mientras el resto del cuarteto interpreta los clásicos
arpegios por debajo. La narración musical continúa en un tono reposado por unos
instantes y se anima con la llegada del cuarto movimiento, “The Inn”, en el que
escuchamos ya uno de los motivos más bellos del disco. Ensaya Glass en el
siguiente fragmento una de sus características melodías circulares antes de
llegar a “Carriage Without a Driver” en la que los diálogos entre los distintos
instrumentos alcanzan los momentos de mayor inspiración, complementándose unos
a otros continuamente. “The Castle” abre una serie de piezas de transición
hacia la segunda mitad del disco. Son momentos en los que las imágenes de la
pantalla reclaman todo el protagonismo y en los que, por tanto, la parte
musical se resiente quedando en un segundo plano. Con “The Storm” el cuarteto
sale de su letargo y suena, por unos instantes, lleno de energía. Más tarde
llegan una serie de arabescos tumultuosos, cuerdas pellizcadas con nervio y
mucha inquietud como preludio de disonantes sonidos de violín en el más agudo
de sus registros en uno de los fragmentos menos “glassianos” y con un sonido
más cercano a las vanguardias de la primera mitad del siglo pasado. Vuelve el
compositor a su estilo más personal de narración con “In the Theatre” que nos
devuelve a los ambientes de “Mishima” por unos momentos y se torna dramático
poco después cuando llegamos a uno de los momentos claves de la historia en
“Lucy’s Bitten”. Regresamos al pizzicato en “Seward Sanatorium” en lo que es
una de las partes más bellas de la obra y nos prepara para la segunda parte de
la misma, en la que se concentran las piezas de mayor duración y, por tanto, de
más rico contenido musical comenzado por la romántica “Renfield” y llegando a
esa maravillosa miniatura que es “In His Cell”, de un lirismo extremo y que
podría codearse con las mejores composiciones de su autor sin problema alguno.
“Or a Wolf” combina formas minimalistas con una melodía lenta que toma las
riendas y nos hechiza como lo hizo “Façades” años atrás en su primera parte
para transformarse en una serie de fraseados en pizzicato por unos instantes
antes de retomar el tema principal. Una nueva pieza “de relleno” nos conduce a
otra más poderosa en su comienzo que se transforma paulatinamente hasta llegar
a un final lleno de disonancias que ejercen un efecto mágico en el oyente que,
como nos ocurre a nosotros, queda fascinado por las sonoridades etéreas que el
Kronos arranca a sus instrumentos.
Casi como prolongación del tema llegamos a “Dr.Van Helsing and Dracula”, el que podríamos considerar como el movimiento central de la obra, dominado por los “glissandi” del violonchelo que sostienen al resto del conjunto mientras éste ejecuta a la perfección una inconfundible melodía cuya autoría es indiscutible. Desde ahí hasta el final, asistimos a una sucesión de temas cuya intensidad es pareja a la del desenlace de la acción y que culminan en “The End of Dracula”, fragmento final en el que se resume lo mejor del trabajo de su autor para la película.
Casi como prolongación del tema llegamos a “Dr.Van Helsing and Dracula”, el que podríamos considerar como el movimiento central de la obra, dominado por los “glissandi” del violonchelo que sostienen al resto del conjunto mientras éste ejecuta a la perfección una inconfundible melodía cuya autoría es indiscutible. Desde ahí hasta el final, asistimos a una sucesión de temas cuya intensidad es pareja a la del desenlace de la acción y que culminan en “The End of Dracula”, fragmento final en el que se resume lo mejor del trabajo de su autor para la película.
Paralelamente al lanzamiento del DVD con la nueva banda sonora tuvo lugar una serie de conciertos en los que el cuarteto tocaba en directo mientras se proyectaba la película tras ellos. En unas ocasiones, lo hacía el Kronos Quartet sólo y en otras acompañado del propio Glass al piano y de Michael Riesman al órgano. También hubo algunas representaciones en las que se tocaba el arreglo para piano de la partitura completa a cargo del compositor en solitario y una adaptación más para instrumentos de viento gracias a la cual el Philip Glass Ensemble incorporó la obra a su repertorio. La versión para piano de “Drácula”, adaptada por el propio Riesman, fue publicada también en disco unos años después. Aunque es raro que alguien recomiende esta obra concreta dentro del extensísimo repertorio de su autor (de hecho, colecciona críticas elogiosas y negativas a partes iguales), tenemos que reconocer que es una de nuestras debilidades sin que encontremos un motivo concreto que lo justifique. Si estáis interesados en el disco del Kronos Quartet o, ¿por qué no? en la película con la banda sonora, están en los siguientes enlaces:
Nos despedimos
con un fragmento en el que el propio Philip Glass habla del proyecto:
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