jueves, 29 de octubre de 2015

John Adams - The Dharma at Big Sur / My Father Knew Charles Ives (2006)



Hay ocasiones en las discográficas, a la hora de publicar música se permiten raras excentricidades para las que no encontramos una explicación fácil. El disco que comentamos hoy es uno de esos casos. Se trata de un lanzamiento de 2006 del sello Nonesuch que contiene dos obras escritas por John Adams en 2003, poco después de haber creado “On the Transmigration of the Souls”, composición que le valió el premio Pulitzer. La rareza es que, pese a la aparente similitud de las dos obras en lo que se refiere a una posible catalogación, cada una de ellas viene en un disco separado a pesar de que ninguna alcanza los 30 minutos de duración. Tenemos, por tanto, un disco doble con un material que podría haber entrado sobradamente en uno solo. El trabajo tiene, además, dos portadas diferentes, cada una de ellas aludiendo a cada una de las dos obras contenidas en el trabajo.

Anécdotas aparte, estamos ante dos composiciones notables de la etapa más reciente de su autor, considerado por muchos como el gran sinfonista contemporáneo. La primera de las dos, “The Dharma at Big Sur” fue compuesta para la inauguración del Disney Hall en Los Angeles, un espectacular auditorio obra de Frank Gehry en su inconfundible estilo. Adams decidió organizar la obra como la narración de un viaje de costa a costa de los EE.UU. que terminaría en Los Angeles. A la hora de buscar una referencia poderosa de ese viaje pensó en Jack Kerouak y en su “Big Sur”, novela que habla de un lugar en la costa californiana en el que la costa es muy abrupta y se pueden ver varias cascadas que vierten sus aguas directamente el Océano Pacífico. Adams buscaba recrear la sensación de “shock” del viajero cuando, tras atravesar todo un continente, se enfrenta a la inmensidad del océano. También una colección de cartas del escritor que fueron publicadas de modo póstumo bajo en título de “Some of the Dharma” tuvieron una clara influencia en Adams cuya idea inicial era que varios de esos textos fueran recitados por un actor acompañado a la orquesta (llegó a pensar en Willem Dafoe). El plan cambió por completo cuando nuestro compositor escuchó tocar en un club de jazz al violinista Tracy Silverman, intérprete virtuoso formado en la Juilliard School pero que abandonó el repertorio clásico cansado de repetir una y otra vez las mismas obras. Su forma de interpretar el violín eléctrico de seis cuerdas cautivó a Adams y le hizo pensar en otras culturas musicales en las que el espacio entre notas, la transición de una a otra suele hacerse mediante “portamento” y no enlazando notas una detrás de otra con el correspondiente silencio entre ellas. Cada uno de los dos movimientos de la obra está dedicado a un compositor de la costa oeste norteamericana: el primero a Lou Harrison y el segundo a Terry Riley adoptando en ellos parte del estilo característico de uno y otro respectivamente.

La segunda obra vuelve a estar centrada, ahora de forma más evidente, en otro compositor norteamericano: Charles Ives. El título, sin embargo, es ficticio ya que el padre de John Adams no conoció (formalmente) a Ives aunque pudieron coincidir en más de una ocasión ya que vivían muy cerca el uno del otro. “My Father Knew Charles Ives” se divide en tres movimientos relacionados con la zona geográfica en la que residían los dos “protagonistas”, alguno de los cuales dio nombre a una de las obras más conocidas de Ives, aunque aclara Adams que el suyo y el de Charles no eran el mismo lugar pese a denominarse igual.

Un disco. Dos obras. Dos portadas.


Las dos obras que contiene el lanzamiento que hoy comentamos están interpretadas por la BB Symphony Orchestra bajo la dirección del propio John Adams. En la primera, Tracy Silverman es el solista al violín eléctrico y en la segunda, es Bill Houghton a la trompeta.

THE DHARMA AT BIG SUR:

A New Day” - Adams se toma con mucha calma el comienzo de la obra con un largo pasaje “pianissimo” que va creciendo poco a poco en intensidad. En él, las cuerdas van elaborando una sólida base, muy meditativa, sobre la que comenzamos a escuchar el violín de Silverman que ejecuta una melodía igualmente cadenciosa. Aunque la dedicatoria de la obra es a Lou Harrison, no podemos evitar acordarnos de Gavin Bryars durante su escucha. En el siguiente tramo es el violín el que toma el mando con lineas melódicas más activas, de aire cuidadamente improvisado como indica Adams en las notas del disco. Silverman calla unos instantes y las cuerdas toman el relevo replicando el largo pasaje de violín que acaba de sonar antes de volver a darle paso al mismo. El segmento final del movimiento es brillante y en él Silverman nos muestra todo de lo que es capaz en una interpretación intensa a la que da la réplica una plétora de instrumentos en “tintinnabuli” (arpas, campanillas, piano e incluso “samples” electrónicos) para culminar de forma espectacular la primera parte de la obra.

Sri Moonshine” - El segundo movimiento retorna a las raíces minimalistas de Adams. Aparentemente se trata de un tributo a Terry Riley pero en nuestra opinión está mucho más presente el Adams de “Shaker Loops” que cualquier otra referencia al autor de “In C”. Silverman tiene mucho más espacio para desplegar su virtuosismo aquí y la orquesta incorpora a las cuerdas, de fuerte presencia en toda la obra, las percusiones y los metales que otorgan una mayor amplitud a la paleta sonora de Adams. Teniendo en cuenta las palabras del compositor sobre la concepción inicial de la obra y el cambio que esta sufrió al decidir la inclusión del violín, nos cuesta mucho hacernos una idea de cuál podría haber sido aquella habida cuenta del importante rol de Silverman en toda la composición.



MY FATHER KNEW CHARLES IVES

Concord” - Un vibrante colchón de cuerdas con el apoyo del piano abre el primer movimiento de la obra aunque no tarda en aparecer la trompeta de Bill Houghton ejecutando el primer solo de la pieza que representa también la más clara referencia a Ives. De un modo similar a lo que ocurría en el final del primer movimiento de la obra anterior, arpas, percusiones metálicas y algún sintetizador comienzan a escucharse pero no para poner fin al mismo sino para transportarnos al siguiente estadio: los metales interpretan una rítmica secuencia a ritmo de marcha. Inconfundiblemente americano, no podemos negarlo. Adams siempre ha sido un compositor tremendamente versátil pero no le recordamos muchas piezas en este tipo de registro.

The Lake” - Adams lo describe como el paisaje de una noche de verano con el suave rumor del agua y la presencia de los mosquitos que vuelan mientras las luces lejanas se reflejan en la superficie del lago. Más o menos algo así es lo que suena hasta que aparece el oboe ejecutando una melodía que el compositor afirma haber escrito con el sonido de la flauta shakuhachi en mente. Es el movimiento más breve de la obra y se hace demasiado corto, especialmente cuando intuimos las posibilidades de desarrollo que ofrecía.

The Mountain” - De las aguas del lago anterior pasamos a la descripción musical de una inmensa mole granítica que Adams sitúa en un monte californiano al que solía ir de excursión con su hijo. El manejo de las diferentes secciones orquestales es verdaderamente magistral y creemos estar en presencia del movimiento más contundente y expresivo de toda la obra. Un cierre fantástico a la altura de las mejores composiciones de su autor.



Aunque pronto se salió de la corriente principal del minimalismo, en muchos ambientes se sigue citando (quizá de modo erróneo) a John Adams como uno de los nombres claves de ese movimiento. Es posible que por ello su popularidad no es tanta como la de un Glass o un Reich aunque en círculos académicos su prestigio iguala, cuando no supera al de ambos. Aquí no nos atrevemos aún a poner a Adams a la altura de cualquiera de los otros nombres pero seguimos siguiendo su carrera con gran interés convencidos de que estamos ante otro de los grandes artistas de nuestro tiempo. Las dos obras que hoy comentamos dan testimonio de ello.

jueves, 22 de octubre de 2015

Michael Nyman - Michael Nyman (1981)



Aunque existe una grabación en "cassette" que en muchos sitios consideran la segunda de la discografía de Michael Nyman y la primera con la Michael Nyman Band, lo cierto es que dentro del material accesible hoy en día del músico, el segundo disco cronológicamente hablando sería la grabación de 1981 que hoy comentamos en en blog (el propio Nyman obvia la música para “The Masterwork' Award Winning Fish-Knife” incluida en la citada cinta a la hora de referirse a su discografía).

Nyman es un compositor cuya vocación tardó en despertarse bastante más de lo habitual. Su estudios, centrados en la música barroca, fueron culminados con la consecución del Howard Carr Memorial Price a la edad de 20 años. Curiosamente, desde ese momento abandonó la composición por completo durante varios años. En 1968, cuatro años después, empezó a escribir sobre música dedicándose durante los ocho siguientes años a la crítica, etapa en la que firmó algunos ensayos que dieron origen al término “minimalismo” para englobar el que hoy parece ya consolidado como uno de los movimientos capitales en la música culta de las últimas décadas. No fue hasta 1976 que el músico sintió de nuevo inquietud por crear e interpretar música con la composición de un par de bandas sonoras y la creación de la Campiello Band, el germen de lo que luego sería la Michael Nyman Band. Todo comenzó como una banda que exploraría un imaginario repertorio de música veneciana del S.XVIII y que no era sino una tapadera para los propios experimentos sonoros de Nyman.

La chispa se encendió cuando el músico estaba estudiando una partitura de Mozart al piano, en concreto, una de las “arias” de la ópera “Don Giovanni”. En un momento determinado, Nyman comenzó a interpretarla con el frenético estilo de Jerry Lee Lewis, algo que no debía estar muy alejado de las modernas interpretaciones de la Michael Nyman Band en la que el piano, martilleado sin compasión, se convierte en la locomotora que canaliza toda la fuerza rítmica de la música del compositor británico. En “Michael Nyman”, escueto título del disco, se recopilan una serie de obras del músico pertenecientes al periodo 1977-1981, entre otras, las primeras piezas que éste escribió para películas de Peter Greenaway.

Michael Nyman en la puerta de "The Kitchen". Legendario local neoyorquino en el que se gestó buena parte del nacimiento del minimalismo.


La formación de la Michael Nyman Band en su disco de debut estaba integrada por Rory Allam (clarinetes), Alexander Balanescu (violín), Anne Barnard (trompa), Ben Grove (guitarras), John Harle (saxo soprano), Nick Hayley (violín y rabel), Ian Mitchell (clarinetes), Michael Nyman (teclados), Elisabeth Perry (violín y viola), Steve Saunders (trombón, tuba y eufonio), Roderick Skeaping (violin y rabel), Keith Thompson (flautas y saxofones) y Doug Wootton (banjo y bajo).

“Bird Anthem” - El disco comienza con una pieza de 1980 con una fuerte presencia de la guitarra eléctrica y los instrumentos de viento. El texto es una simple sucesión de nombres de aves, al igual que sucedía en una pieza anterior del músico que sonará más adelante en el disco. A pesar de su corta duración, todos los elementos sonoros y rítmicos de la Michael Nyman Band están ya presentes en esta pieza.



“In Re Don Giovanni” - La pieza que lo empezó todo, por así decirlo. La adaptación del aria citada anteriormente de “Don Giovanni” se convirtió en 1977 en la primera composición de Nyman para la Campiello Band. Peter Greenaway se prendó de ella y eso hizo que contase con el compositor a partir de entonces. También hizo indicaciones muy precisas para que la banda sonora de “El Contrato del Dibujante” siguiera una linea muy similar a esta obra, algo que resulta evidente cuando se escuchan ambas piezas juntas.



“Initial Treat / Secondary Treat” - En 1978 el estilo musical de Nyman comenzaba a estar ya muy definido y su forma de trabajar a partir de breves pasajes sacados de obras de otros tomaba forma. Uno de los primeros ejemplos fue “5 Orchestral Pieces, Opus Tree” basada en la obra casi homónima de Anton Webern (el “tree” del título no es una errata sino un juego de palabras con el opus three original). Aquí escuchamos dos de los movimientos de esa obra que aparecieron como “cara b” de un single cuya “cara a” estaba ocupada por “In Re Don Giovanni” bajo el título de “Mozart”. El movimiento inicial sería el primer apunte del Nyman más melódico y alejado de los ritmos vertiginosos que suele acompañar a su versión más popular mientras que el segundo anticipa al autor de obras como “Prospero's Books” por poner un ejemplo cercano en cuanto a estilo.

“Waltz” - Quizá la composición más experimental del disco sea esta cacofonía escrita por Nyman entre 1978 y 1981 en la que dos músicos de jazz (saxo soprano y clarinete) improvisan extrañas melodías por encima de un vals que va creciendo en intensidad desde un discreto segundo plano hasta ocupar toda la atención del oyente. Es un claro anticipo del Nyman de “Drowning By Numbers” sin ir más lejos.



“Bird List Song” - En 1979 el compositor británico escribió esta canción para la cinta “The Falls” dirigida por Greenaway. Como mencionamos más arriba, el texto es un mero recitado de nombres de aves. El tono extremadamente agudo requerido de la vocalista es una constante en la obra posterior del músico, especialmente a partir de la incorporación de Sarah Leonard a su banda. Practicamente cada tema de este disco es un precedente de alguna obra posterior, más conocida. En este caso creemos que la música de “The Kiss and Other Movements” era muy cercana en todos los aspectos a lo que podemos oir aquí.

“M-Work” - Cierra el disco la pieza que en el vinilo original ocupaba toda la segunda cara. Hablabamos al comienzo de una obra que Nyman escribió en 1979 para una instalación o “actuación escultórica” a cargo de dos artistas visuales británicos que llevaba el título de “The Masterwork Award Winning Fishknife”. La partitura de Nyman se extendía a lo largo de cerca de dos horas de duración y, aunque ninguno de los miembros de la banda había tenido la oportunidad aún de escuchar la ópera de Philip Glass, se solían referir a su música como “el Einstein on the Beach” británico en tono jocoso. En 1981, Nyman compuso una adaptación de aquella música de mucha menor duración que es lo que podemos escuchar aquí. La composición combina movimientos solemnes con interludios mucho más vivos en los que la flauta piccolo unas veces y los violines otras, alternan el papel de solistas.


Aunque el sonido no está aún tan pulido como en el futuro (la maquinaria de la Michael Nyman Band estaba sin engrasar) todos los ingredientes de la música del grupo están ya aquí presentes. Sólo unos retoques como el recorte de las guitarras eléctricas o la desaparición del rabel, así como el establecimiento del piano como instrumento rítmico principal convertirían este ruidoso invento que suena aquí en una locomotora imparable que alcanzó momentos verdaderamente gloriosos años más tarde. Sólo por su valor documental, este disco ya valdría mucho la pena. Si a eso añadimos la factura de muchas de las piezas, no creemos que ningún seguidor de Nyman se arrepienta de añadirlo a su colección.

domingo, 18 de octubre de 2015

Jean Michel Jarre - Electronica Vol.I - The Time Machine (2015)



Tras muchos años de espera, por fin llegó el nuevo disco de Jean Michel Jarre. Con ocasión de su lanzamiento, los amigos de Fairlight Jarre nos pidieron que hiciéramos una reseña del mismo que fue publicada allí en el día de ayer. Ese es el motivo de que el texto sea algo más extenso que los que suelen aparecer en el blog. Os dejamos con el mismo:

“Me gustaría trabajar con Stewart Copeland (batería de The Police)” declaró Jarre a mediados de los años 80. “Me encanta el trabajo de Jeff Mills. Quizá hagamos algo juntos relacionado con la película Metrópolis de Fritz Lang” decía el músico en una entrevista años después. En 1997, Jarre afirma “Me gustaría trabajar con Vangelis algún día. Ambos tenemos raíces latinas aunque él tiene un enfoque más sinfónico”. La lista de artistas con los que Jarre ha mostrado su interés por colaborar en algún momento es muy larga y, si dispusiéramos de una máquina del tiempo para revisar todas ellas, podemos añadir nombres como los de Underworld, les Rythmes Digitales, The Chemical Brothers, Enya y un larguísimo etcétera.

Aquellos que llevamos siguiendo un tiempo la carrera del músico francés no le dábamos a ese tipo de declaraciones mayor credibilidad que a sus reiterados anuncios de conciertos y giras en cualquier lugar del mundo que su interlocutor de turno tuviera a bien sugerirle. Quizá sea un deseo de agradar o un indisimulado afán por colmar las expectativas de sus seguidores pero es un hecho que un porcentaje muy amplio de los proyectos que Jarre anuncia de una u otra forma, no llegan nunca a cristalizar en algo real. Por ese mismo motivo, las reiteradas insinuaciones de un posible trabajo en colaboración con otros artistas no recibían demasiado crédito entre la comunidad de seguidores del Francés por mucha confianza que se depositara en él.

Sin embargo, el río empieza a sonar con más fuerza durante la extensa gira del músico de los años 2009 y 2011 en la que la locomotora de Jarre recorrió toda Europa para ofrecer más de cien conciertos. Como es lógico, a lo largo de la misma, el músico ofreció un buen número de entrevistas en las que hablaba de sus planes de futuro. Ya en 2009 se menciona una colaboración con Moby. En 2010, al coincidir en Oslo, Jarre y los integrantes de Royksopp comentan entre elogios mutuos la posibilidad de hacer algo juntos. Tras terminar uno de los conciertos de la gira, Jarre se reúne durante varios minutos en el camerino con el DJ holandés Armin Van Buuren. Ese mismo año, Jarre habla en un periódico lionés de un posible disco junto con Vitalic, Sebastien Tellier, Air, Moby (de nuevo), Daft Punk o The Chemical Brothers. Algo más desapercibidas pasan unas declaraciones de David Lynch en las que afirma, ya en 2011, que ha hecho algo con Jean Michel Jarre: que el músico francés le envió una composición en la que trabajó completando un tema musical del que no había vuelto a saber nada desde entonces. El lanzamiento del recopilatorio “Essentials & Rarities” en ese mismo año ayudó a que la información sobre ese supuesto disco de colaboraciones quedara en un segundo plano.

Con la finalización de la gira surgen pequeños proyectos en los que aparecen nuevas pistas. En 2012 Jarre patrocina una instalación sonora en su Lyon natal bajo el título de “Gone”. En ella participan los miembros de Acid Washed que remezclan una pieza clásica del repertorio de Jarre. En aquel momento estos indican que tienen planes para una colaboración con Jarre en un nuevo trabajo en la que intervendrían, además, otros artistas de su mismo sello. Entre ellos tenemos nombres como los de John Carpenter, Kavinsky o Sebastien Tellier. Más o menos por aquellas fechas, el propio Tellier habla de una colaboración en marcha con Jean Michel Jarre ¿Y si...? pero no. No merece la pena hacerse ilusiones. ¿o sí?.

Continúan apareciendo indicios. En 2013 Jarre realiza una selección de músicas de un sello francés que aparece bajo el título de “InFine JMJ”. Entre los artistas seleccionados hay uno que aparece en dos ocasiones: Rone, a quien Jarre elogia en aquel momento. Nuevas entrevistas con el artista dejan caer nuevos nombres como el de Christophe, vieja gloria de la canción francesa junto a quien Jarre dio alguno de sus primeros pasos dentro de la industria. El músico hablaba de un trabajo muy especial junto a él. Más o menos por la misma época el nombre de Sebastien Tellier vuelve a relacionarse con el de Jarre para un proyecto común. De hecho, el cantante está grabando parte de su nuevo disco en el estudio de Jean Michel. El propio Jarre habla ya sin rodeos de que tiene pensado publicar dos discos, uno de colaboraciones y un segundo en solitario a la vieja usanza.

A partir de aquí, los rumores se desatan y ya no es el propio Jean Michel quien los alimenta sino otros artistas. DJ Loco afirma haber escuchado algo que Jarre ha hecho junto con Richie Hawtin y que “suena increíble”. Hans Zimmer publica en Facebook una foto junto al músico francés que retira horas después. El cineasta John Carpenter habla en una entrevista de un tema que ha grabado junto a Jarre y que saldrá en un próximo disco en el que también participan Trent Reznor y David Lynch. Ambos nombres se repiten en un artículo aparecido en Polonia que añade a la lista los nombres de Gary Numan y Vince Clarke. Los nombres empiezan a formar un elenco realmente impresionante que dispara ya la imaginación de los seguidores de Jarre que vuela ya libre en estado de total ingravidez.

En el mundo como el actual en el que internet transmite de modo automático la información a cualquier parte del globo, la aparición de fotos de Jarre con cualquier otro artista desata todo tipo de especulaciones. Comienza así a desplegarse un importante álbum de imágenes del músico francés con otros colegas, desde la inglesa Little Boots hasta Tangerine Dream pasando por Bob Sinclair o Carmen Rizzo. Algunos empiezan a desempolvar otras instantáneas de Jarre con otros colegas aparecidas en los últimos años: Brian Eno, Herbie Hancock, Nile Rodgers, Fatboy Slim... Imposible que estén todos en un solo disco. Mientras tanto, comienzan a confirmarse algunos nombres de forma más o menos oficial. Los primeros: Tangerine Dream, Massive Attack, Armin Van Buuren, Hans Zimmer y Pete Townshend. Poco después el miembro de Yello, Boris Blank, afirma que también ellos participan en el disco y aporta otros nombres a la lista: Portishead, Air y Laurie Anderson. La revista DJ Mag deja caer un par de artistas más: Gesaffelstein y the Chemical Brothers. Otros nombres como los de John Talabot, Justice, Rone o el siempre presente Tellier se dan por seguros en diversas webs. Aparentemente el disco de colaboraciones aparecerá a finales de 2014. En los círculos de seguidores de Jarre las “quinielas” con nombres de colaboradores circulan con rapidez. Cualquier mención del músico a otro artista en su cuenta de Twitter o en Facebook desata la locura y rápidamente nombres como los de Fuck Buttons o Bernard Szajner se incorporan al listado de “posibles colaboradores”.

Juguemos al "¿quién es quién?" ¿Alguien se atreve a localizar a los colaboradores del disco?


¿Alguien duda a estas alturas de que habrá disco? Para acabar con cualquier sospecha aparecen en la página web de la SACEM (la sociedad de autores francesa) veinticinco títulos de nuevas composiciones a nombre de Jean Michel Jarre. Poco después se les unen otros once. Nada de esto pasa desapercibido para los fans del músico que, así las cosas, están vigilantes y atentos a cualquier movimiento alrededor de este. Más o menos por estas fechas, Jarre deja aparcado aquel proyectado disco en solitario y se habla ya de que el disco de colaboraciones será doble.

¿Cómo hemos llegado a este punto? Cerremos los ojos un momento y volvamos a 2007. Jean Michel Jarre acaba de publicar su disco más controvertido, “Teo & Tea”, que, de modo casi unánime, es considerado el punto más bajo de su carrera. El momento en que el espejo se rompe y le devuelve a Jarre una imagen que no le gusta nada. La aparición poco después de una “regrabación” del clásico “Oxygene” no mitiga el mal sabor de boca de los fans e incluso le acarrea algunos problemas legales con su antigua discográfica. Este declive no es un hecho casual. Jarre es un artista de un talento inmenso. Tanto que, durante un buen tramo de su carrera, le bastó con él para grabar un buen número de discos inolvidables sin necesidad de dedicarles todo el esfuerzo que estos requerían, esfuerzo que muchas veces se repartía entre las grabaciones y la organización de esos colosales espectáculos en directo que le han dado una fama pareja a la reportada por los propios discos.

De cara a los aficionados, y pese a la buena acogida de las giras de los últimos años, la imagen de Jarre comenzaba a parecerse peligrosamente a la de un músico con más pasado que presente y dispuesto a vivir de las rentas (algo muy legítimo, por otra parte). Sin embargo Jarre es un tipo orgulloso, alguien capaz de hacer de la recuperación de su prestigio una cuestión de honor, casi una deuda de sangre por la herencia recibida y el peso del apellido Jarre en la música. Así, una vez concluidos los conciertos se puso a trabajar en el estudio como quizá no lo hacía desde mucho tiempo atrás. Así, comenzó a componer nueva música, arreglándola, deshaciendola y volviendo a empezar cuando algo no era de su agrado. Si iba a regresar al primer plano lo iba a hacer a lo grande y eso implicaba un nivel de esfuerzo superlativo. También un punto de humildad. Humildad necesaria para ponerse en contacto con otros artistas que le aportasen puntos de vista nuevos, más frescos en el caso de los más jóvenes; con otra perspectiva en el de sus colegas de generación.

Jarre en estos años mantiene una importante actividad al margen de la estrictamente creativa. Cada vez se significa más en la lucha por los derechos de los músicos y por la obtención de una remuneración justa por su trabajo en la era de internet. Ayuda a esto el hecho de vivir por primera vez en mucho tiempo sin estar sometido a la presión de un contrato discográfico una vez extinguida su relación con EMI en 2010. De este modo se explican los ocho años transcurridos desde el infausto “Teo & Tea”. Cada aparición de Jarre en una nueva gala, en un acto de cualquier tipo es interpretada por los fans como la confirmación de un dulce retiro y sus declaraciones sobre nuevos proyectos son recibidas con una media sonrisa de incredulidad. De modo paralelo y casi en secreto, Jarre se embarca en una serie de contactos con muchos de los músicos citados en la primera parte de este texto. Expone sus ideas sobre el nuevo trabajo y las comparte con ellos. Les manda los bocetos de los temas (creados con el estilo de cada colaborador en mente) y viaja a los estudios de cada uno de ellos para trabajar cara a cara, sin intermediarios. El contacto es personal desde el primer momento. Los asuntos legales entre los representantes y abogados de cada uno vienen después. No son importantes. Son años en los que Jarre pasa más tiempo en las cintas transportadoras de los aeropuertos de medio mundo que en el sofá de su casa.

A partir del mes de marzo de este 2015, las noticias se suceden y todo hace indicar que la aparición de un nuevo disco de Jean Michel Jarre es inminente. Aparece en Facebook una foto anunciando “un nuevo disco en el horizonte” sobre lo que parece un fragmento del cartel de la película “Interstellar”. ¿Una pista? Algo así. Muy poco después aparece un primer extracto con música nueva en los créditos de un cortometraje que forma parte de una especie de secuela del film. El tema lleva el título de “Glory” y está realizado en colaboración con M83. Desde este momento se suceden los lanzamientos de todo tipo con un ritmo muy irregular. Aparece sin aviso previo el single “Conquistador” de Jarre y Gesaffelstein en una tienda digital, se anuncia la salida a la venta de tres maxis en vinilo entre los que se encuentra el citado “Conquistador” y sendas colaboraciones con Robert del Naja, alias “3D”, de Massive Attack y con Tangerine Dream en lo que sería una de las últimas grabaciones en las que participó el poco antes fallecido Edgar Froese. Semanas más tarde aparece un EP digital con las remezclas de los tres maxis citados y varias nuevas de “Glory”. El resto es historia conocida y podríamos seguir hablando hasta que se ponga el sol de una cronología que se hace interminable por lo que pasamos directamente a la música. 




“The Time Machine” - Alexander Ridha es un talentoso DJ alemán que firma sus trabajos como Boys Noize. Aunque tiene varios discos publicados en solitario, su fuerte son las colaboraciones y los remixes para otros artistas. Entre otros, ha remezclado temas de David Lynch, the Chemical Brothers, Daft Punk o Depeche Mode. La pieza comienza con las clásicas voces electrónicas que ya sonaban en clásicos como “Chronologie 1” por poner un ejemplo aunque no tardan en dar paso a un secuencia electrónica que sirve de preludio para una descarga rítmica en la que se deja entrever el trabajo de Boys Noize con los citados Chemical Brothers. Una vuelta a la melodía inicial nos acerca al momento en que suenan unas notas muy familiares para el seguidor de toda la vida de Jarre puesto que son ejecutadas con el inconfundible sonido del “laser harp”. Nuevo guiño, y no será el único a lo largo del disco, al aficionado veterano. La pieza es realmente espectacular y sitúa las expectativas en lo más alto.

“Glory” - M83 empezaron como dúo en 2001 pero actualmente es el nombre bajo el que publica su música Anthony Gonzalez. Aunque su obra no tiene muchos puntos en común con ellos, su trayectoria es similar a la de Daft Punk y le ha llevado a realizar sus últimos trabajos dentro del ámbito de las bandas sonoras. La que fue la primera colaboración en salir a la luz es una canción en la que el estilo de M83 es patente, siendo una de las piezas del disco en la que el peso del artista invitado parece mayor quedando la presencia de Jarre muy diluida. La pieza tiene un esquema muy cercano al de otras que han quedado como himnos deportivos en la memoria de los oyentes y el videoclip que la acompaña incide en esa relación con una buena dosis de humor absurdo. También encontramos ahí algunas referencias a los aspectos visuales de la obra previa de Jarre, particularmente al diseño de la portada de “Equinoxe”.

“Close Your Eyes” - Uno de los grupos franceses con un sonido más personal es el formado por Nicolas Godin y Jean-Benoit Dunckel: Air. Su utilización de sonidos analógicos y la gran cantidad de elementos nostálgicos que contiene su música hacían de ellos los candidatos perfectos para formar parte de un disco como este. Es para esta colaboración para la que Jarre se guardaba una de las piezas más importantes del disco. En ella se hace un repaso por la propia historia de los instrumentos electrónicos de modo que el primer sonido procede de un banco de osciladores, el ritmo central se construye a partir de “loops” de cinta y a lo largo del mismo escuchamos, desde el clásico sonido de cuerdas del “Eminent” hasta los agudos timbres del sintetizador EMS AKS en registros próximos al del “theremin” (recuerdo evidente de “Oxygene”). Junto a todo ello, el inconfundible sonido de las voces o el piano de Air aderezados con los efectos electrónicos marca de la casa a cargo del propio Jarre, especialmente presentes en el interludio entre las dos partes de la composición. Probablemente estemos ante la mejor pieza de todo el primer volumen.




“Automatic (part 1)” - Si hay una figura omnipresente en el pop electrónico de los años ochenta esa es la de Vince Clarke, fundador de Depeche Mode, Yazoo o Erasure. Esa trayectoria hizo que Jarre estimase su presencia como necesaria en un proyecto como éste. Es el único artista que aparece en dos de los cortes del disco, aunque estemos hablando realmente de uno dividido en dos partes. La primera de ellas es la mejor en nuestra opinión: una pieza enteramente secuencial que nos remite a los mejores años de la música electrónica realizada dentro del ámbito de la denominada Escuela de Berlín. Dentro de la obra de Jarre se situaría como digna sucesora de “Arpegiator” o de “Oxygene 12”. Otra de nuestras favoritas dentro del disco.

“Automatic (part 2)” - La segunda parte de la pieza cambia totalmente de registro acercándose más al Jarre creador de singles de éxito, particularmente “Chronologie 4” o, más recientemente, “Aero” tema con el que este fragmento comparte muchas características en todos los sentidos. A pesar de una cierta simplicidad melódica, la cantidad de capas de sonido que se pueden escuchar en determinados momentos denotan un trabajo de producción extremadamente cuidado por parte de Jarre en una de las composiciones del disco en las que más nos cuesta entrever la mano del artista invitado.

“If..!” - Una de las participantes más jóvenes del disco es Victoria Christina Hesketh, alias “Little Boots”. Artista inglesa que hace un pop electrónico muy elegante y pegadizo. Se caracteriza por utilizar instrumentos electrónicos más bien extravagantes, algo que la acerca a Jarre. También por tocar el “laser harp” en sus conciertos lo que, sin duda, llamó la atención del músico francés. Su colaboración fue el segundo tema del disco en tener vídeo clip propio tras “Glory”. No es difícil entender el por qué ya que se trata de una canción pop al uso, extremadamente pegadiza y cercana a cualquiera de las que pueden escucharse en cualquier radio-fórmula hoy en día. De una factura excelente tiene todos los ingredientes para convertirse en una de las piezas más controvertidas del disco por su decidida vocación pop.

“Immortals” - Fuck Buttons son un dúo de Bristol formado en 2004. Proceder de la cuna del “trip-hop” tiene que marcarte de algún modo aunque su estilo es muy personal y no demasiado cercano al de bandas como Massive Attack o Portishead. Emplean instrumentos electrónicos de todo tipo, incluyendo juguetes de Fisher Price o Casiotones. Sus influencias son muy variadas aunque muchos vimos una clara referencia a “Equinoxe” en la portada de “Street Horrrsing”, su disco de debut. Junto a ellos Jarre realiza el corte más épico de todo el disco sin lugar a dudas. Elaborado a partir de una sencilla serie de arpegios que se multiplican entre ecos y “delays”, la composición va ganando en intensidad con cada repetición beneficiandose de una magnífica percusión que recuerda a la de “Globe Trotter”, uno de los temas “menores” más apreciados por los seguidores del músico. Los solemnes fondos de cuerdas que van evolucionando por detrás a lo largo de todo el tema terminan por elevar la pieza hasta niveles extraordinarios recordando por momentos los instantes más grandilocuentes de un Vangelis, por poner solo un ejemplo.




“Suns Have Gone” - De todas las colaboraciones que aparecen en el disco, aquella de la que Jarre lleva más tiempo hablando es la realizada con Moby. Es también la primera de la que se escuchó un fragmento hace años en un breve reportaje que un programa de televisión francés grabó en el estudio de Jean Michel, mostrando algunos segundos de música que luego terminarían siendo parte de esta colaboración. Sonaba algo más en ese vídeo que formará parte con toda seguridad del segundo volumen pero el fragmento es tan breve que podría desembocar igualmente en una composición épica que en música de fondo para hacer la colada. “Suns Have Gone” empieza con un sencillo arpegio que se va desdoblando hasta desembocar en unos preciosos acordes de cuerdas. Hasta aquí, la composición podría recordar en su esquema a “The Oh of Pleasure” de Ray Lynch aunque con una producción muy diferente. Cuando comienza a cantar Moby entramos en una fase completamente diferente a lo largo de la cual descubrimos una composición con todo lo necesario para convertirse en una de las grandes piezas del disco. Como dice Jarre en uno de tantos vídeos que acompañan la promoción de “Electrónica”, Moby tiene un estilo tan marcado que puedes reconocerlo incluso cuando toca una simple nota. Eso se nota en esta canción en la que la aportación del artista norteamericano es tal que cuesta imaginarse cómo sonaría sin él.

“Conquistador” - Otra de las jóvenes promesas de la escena francesa es Gesaffelstein, alter ego de Mike Lévy. En muy poco tiempo, Mike se ha hecho un nombre internacionalmente llegando a producir canciones para Kanye West. Además ha hecho remezclas para varios de los artistas que participan en “Electronica” como Moby, Boys Noize o Vince Clarke. Fue la primera pieza del disco en darse a conocer junto con dos remezclas especiales a cargo del propio Jean Michel Jarre; ambas, en nuestra opinión, superiores a la que finalmente aparece aquí. A pesar de todo, “Conquistador” es una de nuestras composiciones favoritas. Sobre una base muy sencilla que podría recordar el clásico esquema “tubular” de muchas piezas de Mike Oldfield, Jarre y Gesaffelstein despliegan una descarga de energía arrebatadora. Cuando apareció como adelanto del disco nos dimos cuenta de que el proyecto iba muy en serio y de que Jarre no iba a eludir el riesgo en sus colaboraciones. Se agradecen, cómo no, algunas referencias en el apartado de efectos sonoros a piezas fundamentales como “Equinoxe 4” que podemos escuchar en algún momento.

“Travelator (part 2)” - Probablemente el nombre más sorprendente a primera vista del elenco de estrellas que participan en el disco sea el de Pete Townshend. Sin embargo, a poco que se profundice en su trayectoria su presencia cobra sentido ya que con The Who fue uno de los primeros artistas del ámbito del rock en introducir sintetizadores en su música. No fueron, además, unos aparatos cualquiera sino el EMS VCS3, el ARP 2500 y el ARP 2600: tres de los modelos que marcaron de un modo más profundo el sonido de los primeros discos de Jean Michel Jarre. Con toda seguridad es una de las dos o tres colaboraciones que no van a dejar indiferente a nadie por la marcada personalidad de Townshend. Pese a lo alejado del planteamiento estético del tema del estilo habitual de Jarre (tendríamos que remitirnos a algunos singles casi prehistóricos para encontrar algo similar), la química entre el líder de The Who y el músico francés es perfecta (se puede apreciar en los vídeos promocionales cómo Pete disfruta de lo lindo en las sesiones de grabación) y eso hizo que esta pieza vaya a tener vida propia al margen del disco como un EP que aparecerá presumiblemente en diciembre con las tres partes de que consta el tema. Aclaramos así de paso el “part 2” que acompaña al título.

“Zero Gravity” - Y si el nombre de Townshend era inesperado, el de Tangerine Dream es uno de los pocos imprescindibles en los que cualquier fan habría pensado a la hora de formular un deseo sobre sus colaboraciones favoritas para el disco. La legendaria formación alemana grabó su colaboración con Jarre poco tiempo antes del fallecimiento de su líder, Edgar Froese, lo que le da aún más valor a la pieza como una de las últimas en las que participa la que es una de las figuras imprescindibles del género. El disco entero lleva una dedicatoria muy merecida a Edgar. La pieza mantiene un perfecto equilibrio entre el clásico sonido de los Tangerine Dream de los años ochenta, con sus inconfundibles “leads” y secuencias rítmicas y un Jarre que un seguidor no tardará en identificar como el autor de las secuencias y percusiones de piezas como “Arpegiator” o “Night in Shanghai” del disco que recogía los conciertos del músico en China en 1981. Mientras que buena parte de los temas del disco tienen un aire atemporal que no hace fácil situarlos en un momento histórico determinado, “Zero Gravity” tiene un claro acomodo en esa primera mitad de los ochenta.




“Rely on Me” - La colaboración de Tangerine Dream era tan deseada como habitual es ya la presencia de Laurie Anderson en los proyectos más rompedores de Jean Michel Jarre, desde “Zoolook” hasta “Metamorphoses” pasando por su breve intervención en el concierto de las Pirámides. El comienzo, con un repetitivo ritmo de “minipops” (caja de ritmos omnipresente en discos como “Oxygene”) nos acerca a la narración de Laurie: un texto relacionado con la creciente dependencia que tenemos de la tecnología, particularmente de los “smartphones”. La pieza es demasiado corta y no llega al nivel de anteriores colaboraciones entre ambos músicos. Encajaría mejor en un disco como fue “Metamorphoses” que aquí, probablemente.

“Stardust” - Hasta ahora la lista estaba formada por músicos de mayor o menor prestigio pero faltaba un “fan”. Armin Van Buuren, además de un popular DJ y presentador de radio, es un seguidor de la música de Jean Michel Jarre desde muy pequeño. Quizá, de hecho, sea el único de los participantes en el disco que no tiene reparos en declararse fan incondicional de Jarre con lo que la posibilidad de formar parte de “Electronica” debió ser como un sueño hecho realidad para él. El tema no tiene demasiada historia: es la clásica composición “trance” con un estribillo melódico extremadamente sencillo diseñado para no tener que desviar demasiado la atención de la pista de baile mientras se salta sin parar. Hay guiños para el aficionado a Jarre, cómo no, y es que la secuencia principal es un remedo de la solemne “Rendez-Vous II” y en alguna de las pausas que encontramos en el tema podemos escuchar lo que podría ser una referencia a “Souvenir of China”. Con todo, es una pieza que puede gustar mucho al seguidor de Jarre más afín a los recopilatorios de grandes éxitos que a los discos completos.

“Watching You” - De Massive Attack hay poco que se pueda decir a estas alturas. Con apenas cinco discos de estudio y una banda sonora en 25 años, son una de las bandas más influyentes de la escena electrónica y han dejado algunos trabajos que son ya clásicos del género, especialmente “Mezzanine”. Con esta colaboración ocurre lo contrario que con la anterior. En términos estéticos es todo riesgo ya que carece de un esquema convencional, la voz está distorsionada más allá de los límites de lo inteligible y no es sencillo encontrar una melodía fácil de recordar. Precisamente por todo ello, es una de nuestras piezas favoritas de todo el disco. Es una colaboración, además, en la que Jarre puso un empeño particular. Según cuenta, la idea inicial no funcionaba y optó por enviar a Robert Del Naja un tema completamente nuevo. No sabemos cómo era aquel primer ensayo pero lo que finalmente aparece en “Electronica” es un experimento mesmerizante, un alarde de producción a la altura del nombre de los artistas que participan en él. Con unos juegos de percusión increíbles, las clásicas notas de piano de los discos de Massive Attack y referencias a varios temas claves del repertorio de Jarre como “Hey Gagarin”, “Revolutions” o “Chronologie 2”, “Watching You” es otro de los grandes momentos del trabajo.




“A Question of Blood” - Pocos esperarían en un disco de estas características la presencia de un artista cuya faceta principal no es, precisamente, la musical. Sin embargo, el director de cine John Carpenter ha sido el encargado de crear las bandas sonoras de la gran mayoría de sus películas consiguiendo en muchos casos que estas sean inmediatamente reconocidas por parte de los aficionados. Este mismo año se ha publicado “Lost Themes”, el primer disco de estudio de Carpenter al margen de sus bandas sonoras. No podría ser de otro modo con Carpenter de por medio pero la pieza, quizá la más puramente melódica del disco, es capaz de crear un ambiente de verdadera inquietud, ideal para ilustrar cualquier relato romántico de terror. Hay alguna frase que nos recuerda al Jarre de singles como “Hypnose” pero, en general, toda la composición lleva el sello de Carpenter.

“The Train and the River” - Cerrando el disco encontramos una de las intervenciones más controvertidas, no tanto por la calidad del colaborador sino por su dudosa relación con el mundo de la música electrónica. Se trata del pianista chino Lang Lang, superestrella (en el más amplio sentido del término) de la música clásica. La explicación que Jarre le da a su presencia en el disco nos da un pista sobre el auténtico trasfondo del trabajo. ¿Un pianista clásico en un disco dedicado a la música electrónica? Según el músico francés, desde el primer momento sintió que en un disco como este debería haber alguna referencia a un momento clave de su carrera como fueron los conciertos en China de 1981. La mejor forma que se le ocurrió fue contar con un artista de esa nacionalidad. Como quiera que Lang Lang, además de tener un inmenso prestigio en el campo de la música clásica, especialmente entre el gran público, es una persona que no rehuye las colaboraciones y las incursiones en géneros completamente diferentes (ha tocado en discos de Schiller o Mike Oldfield, sin ir más lejos), enseguida se presentó como una posibilidad muy apetecible. La pieza es muy diferente del resto en su concepción. Realmente se trata de un largo pasaje electrónico que combina partes tranquilas con otras más potentes en el que Jarre despliega su capacidad para construir atmósferas sonoras llenas de texturas y sonidos diferentes a los habituales en sus temas más “comerciales”. Sobre ese tapiz sonoro el cometido de Lang Lang es improvisar aquello que se le ocurra con su piano. Como el propio pianista indica, se trata de una experiencia completamente nueva para él que básicamente se ha dedicado a interpretar música de otros durante toda su carrera. Con todo, y pese a lo controvertido del experimento, creemos que el resultado es más que notable y que funciona como un perfecto cierre para la primera parte de un proyecto como “Electronica”. No faltan nuevas referencias de Jarre a su propio pasado como la aparición del sonido del “laser harp” (curiosamente presente en los cortes que abren y cierran el disco) o el uso de acordes completos de “Oxygene 2”

Sobre el papel, Jean Michel Jarre ha querido realizar un repaso de la historia de la música electrónica como género. Un estilo musical que salió de los laboratorios más vanguardistas de las emisoras de radio en la primera mitad del siglo pasado, que se expandió a partir de los años sesenta con la aparición de los primeros sintetizadores comerciales y que terminó por integrarse con todos los estilos populares en los años siguientes hasta convertirse en algo cotidiano dejando por el camino un puñado de nombres que hoy ya son inmortales. Sin embargo, si profundizamos un poco en los estilos y colaboradores de este primer volumen, el panorama descrito no es tan amplio como el que Jarre quiere abarcar sino que parece circunscrito a un territorio bastante más reducido.

Se diría que existe detrás de todo el proyecto una intención no declarada por parte del músico de realizar con “Electronica” el disco-tributo que nadie le ha hecho aún. Creemos adivinar todo un trasfondo reivindicativo que se hace más notorio cuando contemplamos con detenimiento todo el material audiovisual que ido apareciendo de forma paralela al lanzamiento del disco: los “track stories” en los que la mayor parte de los colaboradores hablan de Jean Michel y de su influencia en la historia de la música electrónica o el extenso documental realizado por el canal Arte sobre los dos volúmenes del trabajo abundan en la idea de homenaje a un músico cuyos últimos trabajos no habían hecho mucho en favor de su prestigio. También las nada veladas referencias a momentos concretos de discos anteriores presentes en todos y cada uno de los nuevos temas parecen formar parte de ese mismo objetivo. Desde este punto de vista, “Electronica” tendría mucho de lavado de imagen para mostrarnos a Jarre como un conquistador que es capaz de reunir a su alrededor a un puñado de músicos cuya sola mención impresiona al más pintado.

Edición "deluxe" del disco.


Visto bajo esa óptica, el nuevo trabajo de Jean Michel Jarre lo tendría todo para ser el foco de las más despiadadas críticas por parte de un amplio sector de sus seguidores, disconforme con los últimos años de su trayectoria. Tendríamos que estar de acuerdo con esa opinión de no ser por un pequeño detalle: el disco es magnífico. Simple y llanamente. Quizá sea por el hecho de que es uno de los trabajos de Jarre que esperábamos con mayor escepticismo, por las dudas que nos suscitaba el propio concepto de disco de colaboraciones o por la poca fe que nos quedaba ya en una resurrección del músico al que una vez profesamos una tremenda admiración pero sea como fuere, el fruto de varios años de trabajo, de viajes por todo el mundo, de intercambio de ideas con artistas de generaciones y ámbitos muy diferentes ha tenido el efecto de una transfusión revitalizante sobre la música de un Jean Michel Jarre que nos ha vuelto a regalar un trabajo del que sentirnos orgullosos y del que aún nos queda por conocer una segunda parte proyectada para la primavera del próximo año. A decir de quienes lo han podido escuchar ya, el segundo volumen es todavía mejor que este primero por lo que, de cumplirse esa previsión, la apuesta de Jarre, el doble o nada que planteaba con el que, probablemente, sea su proyecto más ambicioso le habría vuelto a salir bien. Es una curiosa coincidencia que “Electrónica” salga a la venta en la misma fecha en que nació Oscar Wilde, creador de uno de los mitos con el que más se identifica el propio músico: el de Dorian Gray. Esperemos que su retrato continúe a buen recaudo por un tiempo y así Jarre siga mostrándonos su mejor cara durante muchos años. Decía Carl Sagan que, en el fondo, todos somos polvo de estrellas, lo que no es más que una forma de recordarnos la poca importancia que tienen en realidad la mayor parte de las cuestiones de la vida cotidiana así que, qué mejor que disfrutar de aquellas que nos hacen sentir bien y olvidarnos por un momento de otras preocupaciones. ¿cómo? Por ejemplo, introduciendo “Electrónica” en el reproductor de CD y pulsando el “play”.

Nota: En esta reseña se menciona a un gran número de artistas como posibles colaboradores del proyecto además de otros a simple título informativo. Unos, como se ha podido comprobar, ya han aparecido en el primer volumen. Otros lo harán en el segundo y hay varios nombres que no están en el proyecto, bien porque sólo fueron rumores sin mucho fundamento, bien porque en algún momento se decidió que no formarían parte del mismo. También hay varios artistas cuya participación en el segundo volumen está asegurada y no aparecen aquí. Toda la información al respecto puede seguirse dentro de los foros de Fairight Jarre.