En la última entrada que dedicamos a John Cage no hace mucho tiempo anticipabamos ya que hablaríamos del disco que hoy vamos a glosar. Se trata de una nueva entrega del sello Brilliant dedicada al músico estadounidense que, al contrario de las anteriores, centradas en la música para piano, nos ofrece una serie de piezas para percusión y flauta principalmente.
En medio de todas las novedades discográficas que están apareciendo en los últimos meses alrededor de la obra de Cage aprovechando el centenario de su nacimiento en este 2012, una de las más originales es el reciente “Music for An Aquatic Ballet”, de interés aún mayor por cuanto se ocupa de un repertorio algo marginal del compositor e, incluso, se atreve con una pieza completamente inédita hasta ahora.
El flautista Roberto Fabbriciani |
Se trata, precisamente, de la que encabeza el disco y lleva el título de “Music for an Aquatic Ballet”. No existe partitura ni grabación alguna que atestigüe la existencia de esta composición pero sí hay indicios de que en algún momento llegó a representarse. La historia de la pieza es realmente curiosa puesto que surge de un encargo de la Universidad de California (la famosa UCLA) al joven músico en 1938 para que éste compusiera una música para el equipo de natación sincronizada que representaría una coreografía expresamente adaptada para la música de Cage. Se sabe que el propio compositor dirigió el evento pero no quedó más constancia del mismo que las crónicas periodísticas y la idea de que Cage experimentó por primera vez con instrumentos de percusión sumergidos en el agua (particularmente gongs y tam-tams), lo que repercutía decisivamente en su sonido. Como se advierte en el libreto, la “versión” que podemos oir en la grabación es totalmente arbitraria ya que no se conserva ni una sóla nota escrita por Cage para el evento. El hecho de grabar una composición de la que no se tiene más testimonio que las crónicas periodístcas del momento sería un absurdo tratandose de cualquier otro autor. En el caso de Cage, cobra todo el sentido del mundo y no se nos ocurre otro músico con el que se pudiera afrontar un reto así. La grabación recoge cintas con sonidos de respiraciones, zambullidas, aplausos del público, agua en movimiento y demás efectos, todo ello combinado con fragmentos de música de Cage. La idea es la de evocar la música que debían escuchar los nadadores, unas veces con la cabeza fuera del agua y otras sumergidos en la piscina. Todo ello combinado con la música del flautista Roberto Fabbriciani y el percusionista Jonathan Faralli, intérpretes (hora es ya de decirlo) de todo el disco. Al margen de la percusión, presente en toda la pieza, el rol principal lo ocupa la flauta en un registro grave y con formas casi minimalistas por cuanto sus intervenciones son breves y reducidas a unas pocas notas que repite una y otra vez. En el segmento final, sin embargo, la flauta desaparece y sólo quedan las percusiones y los rumores acuáticos.
La segunda composición recogida en el disco es “Dialogues”. Se trata de una pieza inédita cuya “partitura”, por llamarla de alguna forma, no se descubrió hasta un tiempo después del fallecimiento del músico. De acuerdo con el catálogo oficial de obras de Cage (http://www.johncage.info/workscage/dialogue.html) se trata de una composición fechada entre 1970 y 1977 para 2 ejecutantes. Deben utilizar hasta siete objetos numerados correlativamente. En este punto hay discrepancias entre dos manuscritos distintos del músico titulados de la misma forma. Uno de ellos señala que la ejecución cuenta con los siguientes instrumentos: un palo de madera, un tubo metálico, una copa de plástico, una cadena, un tubo largo y una escalera. El segundo manuscrito apunta a la utilización de una silla, una maleta, plantas (se menciona un cactus), vasos, una escalera, una mesa, una alfombra, un cenicero, cajas y cualquier otro objeto que el intérprete crea necesario. En la versión del disco escuchamos una curiosa combinación de sonidos que comienza con algo arrastrándose por el suelo, sonidos de pájaros, alguna percusión metálica de vez en cuando y juguetes. Conforme pasan los minutos, la pieza comienza a ganar en coherencia, especialmente cuando las percusiones suenan más organizadas. Aunque aparece acreditado el empleo de la flauta, apenas resulta audible en toda la grabación.
Continúa el disco con “27’10.554””. Se trata de la última parte de una serie que Cage estaba escribiendo bajo el título de “The Thousand Things” integrada por distintas composiciones cuyo título sólo hace referencia a la duración de cada pieza. La serie quedó inconclusa y la pieza para percusión que recoge el disco fue la última que el músico llegó a completar. La idea era que cada una de las obras podía interpretarse por separado o en combinación con cualquiera de las otras superponiendose ambas. Se trata de uno de los primeros ejemplos que encontramos en la música de Cage en los que aparece el azar, y el papel del compositor queda relegado a un segundo plano frente a la voluntad del intérprete. Al margen de la labor del percusionista, podemos escuchar grabaciones en cinta magnetofónica de una persona roncando y creando así, en cierto modo, un ritmo interno que ayuda a arrancar a la pieza. Ocasionales sirenas, zumbidos de moscas, una sierra cortando una tabla, o grillos cantando en la noche van apareciendo en varios momentos a modo de transiciones entre los diversos fragmentos percusivos.
“Atlas Eclipticalis” es una obra de Cage en la que toma como inspiración un mapa del firmamento del astrónomo checo Antonin Becvar. El compositor hace una especie de transcripción de las distintas posiciones de las estrellas al pentagrama en la que la intensidad luminosa de cada una de ellas se corresponde con el sonido y la posición con el tono de cada nota. Basandose en la obra de Cage, el flautista Roberto Fabbricciani escribió tres estudios estrenados en 1988 que son los que escuchamos aquí. Desde las primeras notas del primero de ellos, para flauta alto, nos queda claro que entramos en la etapa más “musical” del disco, entendiendo por tal, aquella que puede ser más fácilmente asimilada por el oyente más refractario a la experimentación. No podemos afirmar que la música de Cage para flauta tenga un sello particular. Más bien al contrario, nos cuesta identificar al autor norteamericano en estas circunstancias. Con todo, los tres estudios son una agradable escucha y sirven para romper con la linea más dura del disco y transportarnos hacia la segunda parte del mismo.
El propio Fabbricciani fue el músico a quien John Cage dedicó la siguiente composición, “Two”. El título, como el de muchas otras composiciones del norteamericano con un número como única denominación, alude al número de intérpretes necesarios para la ejecución. En la versión que aquí escuchamos, la parte principal la interpreta el vibráfono, en una linea muy similar a la de la música para piano del autor, con grandes intervalos de silencio entre las notas, ocupados en esta ocasión por la flauta en un plano aparentemente secundario, afirmación que habría que matizar teniendo en cuenta la importancia que concedía Cage al silencio y, por lo tanto, que todo elemento que lo sustituya o acompañe no puede ser despreciado.
Para cerrar el disco tenemos otra reconstrucción de una pieza perdida. Se estrenaron en su momento cinco piezas de la “Música para carillón” de Cage, cada una de ellas dedicada a una persona distinta. Existió una sexta parte dedicada a Morton Feldman que, aparentemente nunca se llegó a interpretar y esa es la que recoge la presente grabación. En palabras de Jonathan Faralli, la gran amistad e influencia mutua que ejercieron cada uno de los dos compositores en el otro justifica la reconstrucción de esta partitura perdida y su inclusión en el disco. No deja de ser sorprendente la versión de una pieza que debería estar interpretada por un carillón sonando a través de un percusionista y un flautista con el registro tan agudo de la flauta piccolo. Habiendo escuchado otras versiones de las cinco primeras partes de la “Música para carillón”, pensamos que no se hace justicia una sonoridad tan inimitable como esa en este formato tan distinto pero, a pesar de ello, la obra es igualmente disfrutable.
Quizá sea este un disco atípico por cuanto, en principio, sólo debería interesar al seguidor completista de John Cage por el carácter de inéditas de varias de las obras que en él se recogen. Sin embargo, y dadas las especiales características de la música de Cage, casi cualquier disco es un punto de partida tan bueno como el mejor. Por ello, y teniendo en cuenta la disponibilidad del disco (recien aparecido) y su precio creemos que merece la pena su adquisición y escucha. El intérprete principal del disco es el flautista Roberto Fabbriciani, estrecho colaborador del propio John Cage durante 30 años. Roberto se acompaña del joven percusionista Jonathan Faralli. Podeis comprar esta grabación en los siguientes enlaces:
Os dejamos con uno de los estudios sobre el "Atlas Elipticalis":
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