Todos los músicos acaban por tener un disco concreto con el que terminan siendo identificados para siempre, unas veces por las cifras de ventas, otras por la calidad intrínseca de la obra y en alguna que otra ocasión por circunstancias ajenas a la propia música. Si hablamos de Kitaro, su obra más conocida es, con toda probabilidad, la banda sonora que compuso para la serie documental “Silk Road: the Rise and Fall of Civilizations”. La serie vio la luz en 1980 y estuvo en antena la friolera de 10 años. Capítulo tras capítulo, se mostraba la influencia de la ruta de la seda en el desarrollo del Japón antiguo. Kitaro se implicó profundamente en la obra componiendo y grabando en solitario una gran cantidad de música. Como ejemplo de su identificación con el programa, insistió hasta la saciedad en que el documental debía emitirse en stereo para así aprovechar al máximo las cualidades de la música en su combinación con las imágenes (recordemos que estamos hablando de 1980 cuando las emisiones televisivas eran en mono y fue, precisamente la cadena NHK, productora del documental, la primera en emitir regularmente con ese formato de audio a partir de 1979).
En 1980 se publicó un primer disco con selecciones de la música de Kitaro para la serie televisiva. Sin embargo, la gran popularidad alcanzada por la música del documental hizo que unos meses más tarde, ya en 1981, apareciera un segundo volumen. Con el tiempo se publicarían dos entregas más pero nos vamos a centrar en las dos primeras que llegaron a Europa en su momento en forma de disco doble, aunque en reediciones posteriores han sido publicadas por separado, como fueron lanzadas inicialmente en Japón.
En el momento en que se emitió el primer capítulo de la serie, Kitaro era un músico relativamente conocido que acababa de lanzar un gran disco unos meses antes bajo el título de “Oasis” en un estilo que anticipaba el de la nueva banda sonora. Se trata de música electrónica con raices en los maestros de la Escuela de Berlín, especialmente en los trabajos de Klaus Schulze pero impregnada de una riqueza melódica muy superior la de los alemanes y una sensibilidad plenamente oriental. Como ocurría con muchos de los grandes músicos surgidos en los setenta, los discos eran trabajo casi por completo de una sola persona que se encargaba de su composición, de la interpretación de todos los instrumentos, de la grabación y de la producción. Kitaro se reveló como un maestro en todas y cada una de esas facetas. A continuación, nos centramos en los dos volúmenes iniciales de “Silk Road” enfocándolos como si de un trabajo unitario se tratase. Utilizaremos para los comentarios los títulos en inglés de cada composición:
Portada del primer volumen de Silk Road |
“Silk Road” – Comienza el disco con el tema más popular de la trayectoria del músico japonés, una breve introducción electrónica da paso sin demasiados preámbulos a una melodía de una belleza conmovedora. Sólo unos pocos elementos son necesarios para construir una obra de arte de gran calado: unos escuetos rasgueos de guitarra, arreglos electrónicos de corte minimalista, algo de mellotrón para colorear los fondos y todo el talento de un músico en estado de gracia. La sintonía de “Silk Road” se convirtió en un hito en poco tiempo y ha sido utilizada en multitud de ocasiones como reclamo de todo tipo de eventos.
“Bell Tower” – Entramos a continuación en un pasaje electrónico que recuerda al mejor Klaus Schulze (el que podemos escuchar en “Mirage”, por ejemplo) recreando ambientes oníricos en la más pura escuela planeadora. Distintas melodías difusas que no terminan de concretarse en algo definido van apareciendo y desvaneciendose hasta llegar a un profundo sonido grave que se integra en el comienzo de la siguiente pieza.
“Heavenly Father” – Sin solución de continuidad, entramos en el siguiente corte, marcado por un sonido de bajo que se repite con parsimonia a modo de pulso para acompañar a unos fantasmagóricos coros de mellotron que actúan como preludio de una ágil secuencia electrónica. Aunque la melodía y los sonidos empleados no tengan mucho en común, el ambiente y el esquema general de la pieza nos hacen pensar de nuevo en Schulze y su “Crystal Lake”, especialmente por la combinación de mútiples secuencias en tonos agudos, con ligeras variaciones marcadas por los comentados “pulsos” graves.
“The Great River” – Sin darnos cuenta, nos encontramos de lleno en la siguiente etapa del viaje donde el ritmo vuelve a ser marcado por un pulso periódico, similar a una sirena. Realmente se trata de otro pasaje ambiental a modo de transición de los que abundan en la obra que, a pesar de estar concebida como banda sonora, en su plasmación en disco guarda una coherencia interna muy lograda.
“The Great Wall of China” – Llegamos así al siguiente punto con una pieza secuencial que sigue debiendo mucho a la Escuela de Berlín pero, en esta ocasión con mayor cercanía al sonido de Tangerine Dream.
“Flying Celestial Nymphs” – Tras una de las más breves piezas del disco, llegamos a una composición de corte acústico en la que la guitarra es la protagonista construyendo el armazón sobre el que se asienta el omnipresente mellotrón y las pinceladas electrónicas de Kitaro. Se trata de uno de los momentos más personales del músico en los que se libera de toda influencia externa y nos muestra todas sus ideas (aunque podemos intuir algo del Vangelis de “L’Apocalypse des Animaux” si escarbamos un poco, algo que también ocurre con el siguiente corte del disco).
“Silk Road Fantasy” – Con una secuencia que recuerda a la del tema principal para abrir boca, el tema no tarda en ir por otros derroteros. De nuevo hay una importante presencia de la guitarra en un tema mucho más melódico que los anteriores y que amplía los registros hasta ahora mostrados en el trabajo.
“Shimmering Light” – Tras unos momentos más pausados, el disco vuelve a entrar en una senda rítmica con la aparición por primera vez en el mismo de los tambores rituales japoneses que anticipan la llegada de un ritmo electrónico, no demasiado vivo pero sí muy intenso. Lo que escuchamos en este corte es lo que creemos que ha quedado como el sonido clásico de Kitaro: ritmos electrónicos aderezados con percusiones tradicionales y melodías inspiradas en el folklore de su país. Todo ello hecho con una gran sensibilidad y huyendo de falsos efectismos.
“Westbound” – Regresamos con este tema a los pasajes más ambientales del disco, con secuencias repetitivas y ensoñadoras, atmósferas confeccionadas con los sonidos mágicos del mellotron y melodías apenas esbozadas con trazos sueltos.
“Time” – Buena parte de lo afirmado sobre la composición anterior vale también para ésta, con el añadido de una melodía de cierto tono melancólico que se repite varias veces antes de llegar al segmento final con un solo de sintetizador que nos remite inmediatamente a la otra gran influencia de Kitaro: Pink Floyd y, en especial, su desaparecido teclista Rick Wright.
“Bodhisattva” – Uno de los cortes más extraños, sin duda, por lo que tiene de contraste con el resto del disco. Construído casi exclusivamente a base de percusiones (los sintetizadores apenas aparecen como elemento de apoyo), sirve perfectamente para transitar hacia el corte final del disco. Ya hemos citado antes a Vangelis como posible influencia. Aquellos que hayais escuchado alguna de las bandas sonoras del griego para el director Frederic Rossiff, podreis rememorar muchos pasajes de las mismas con un desarrollo y un tratamiento de las percusiones muy similar al que emplea Kitaro en este tema.
“Everlasting Road” – Como cierre del disco, tenemos esta composición que es una especie de variación del tema principal en el que se prescinde del leit motiv de éste. Para entendernos, es como si Kitaro decidiese jugar con todos los elementos melódicos de la sintonía de la serie pero sin utilizar el más conocido. El resultado, en cualquier caso, es más que interesante. En el final, el músico nos regala una pequeña coda, ya sin secuencias rítmicas y envuelta en sonidos de viento (uno de los tópicos más repetidos del género electrónico) de gran elegancia.
Así concluía el primer volúmen de la música de la serie. Como indicamos anteriormente, su gran éxito hizo inevitable la aparición de un segundo. Ambos se comercializaron juntos en un disco doble en gran parte del mundo poco después. La paleta sonora de Kitaro se amplió para este segundo disco en el que oímos algunos instrumentos que no aparecían en el anterior. Pasamos a comentar el segundo de los CDs:
Volumen 2 de la banda sonora en su edición separada. |
“Peace” – Un continuo tintineo, mezcla de campanillas y sintetizadores, abre el disco junto con fugaces destellos electrónicos. Salvando las distancias, no podemos evitar acordarnos del comienzo de otro disco clásico como “Equinoxe” de Jean Michel Jarre, especialmente por lo que de evocador tienen ambas piezas, que podrían ilustrar perfectamente un amanecer (¿qué hay mas Japonés que un sol naciente?, por cierto).
“Takla Makan Desert” – Continuando con la estela del disco anterior, tenemos uno de esos temas marcados por la guitarra acústica (y el santur en esta ocasión) junto a la cual Kitaro nos deja una cuantas melodías con su sello inconfundible. No es lo mejor del trabajo pero se deja oir.
“Eternal Spring” – Volvemos ahora a los ritmos electrónicos apoyados por percusiones étnicas y batería como los que escuchamos en el primer volúmen de la banda sonora. La esencia del sonido de Kitaro se encuentra en cortes como éste, uno de los más destacados de todo el trabajo.
“Silver Moon” – El músico japonés recuerda en un tono mucho más pausado, el leit motiv de la serie con su característico sonido de flauta sintetizada y un escueto apoyo de mellotron. En la segunda parte de la pieza, y con los mismos elementos, Kitaro improvisa una nueva melodía que combina elementos tradicionales y retazos floydianos.
“Magical Sand Dance” – La percusión es el elemento más novedoso en la pieza, especialmente la forma en que es utilizada ya que muchos de los trabajos futuros del músico transcurrirán por derroteros similares: un cierto toque épico cercano a la cursilería en algún momento. Esta versión de Kitaro más “sensiblera”, si se nos permite la expresión, iba a ganar espacio en sus discos futuros hasta el punto de convertirse en una especie de marca de la casa. No podemos decir que el tema sea malo pero algunos elementos como los citados impiden que lo disfrutemos tanto como podríamos haberlo hecho.
“Year 40080” – Comienza con un sonido de viento uno de los temas más meditativos de la obra, con los elementos melódicos reducidos a la mínima expresión para terminar por configurar una pieza de marcado carácter ambiental y un gran poder evocador.
“Time Travel” – Casi como continuación de la pieza anterior, tenemos los mismos elementos básicos a los que se unen diversas percusiones utilizadas, no como acompañamiento o soporte rítmico sino como parte fundamental de la composición.
“Reincarnation” – Acercandonos a la conclusión del disco volvemos al Kitaro más clásico con secuencias electrónicas importadas desde Berlín y melodías flotantes con guiños a la tradición pero con el inconfundible toque del sintesista japonés. Probablemente sea una de las piezas más destacadas de esta segunda parte de la banda sonora.
“Dawning” – Manteniendo el nivel alto del corte anterior, el músico vuelve a los terrenos ambientales en otra gran pieza que cierra la parte más brillante del disco y una de las más inspiradas de los dos volúmenes.
“Tiensan” – Como queriendo cerrar en cierto modo un hipotético círculo, Kitaro vuelve a la guitarra acústica, los efectos de viento y los arpegios electrónicos que fueron la base de tantos temas en la banda sonora que hoy hemos expuesto. Se trata de un juego de variaciones sobre una melodía inicial que va desarrollandose con parsimonia durante los minutos que cierran el trabajo recogiendo varios de los elementos utilizados durante toda la grabación.
Una de las diferencias más notables entre los dos volúmenes de “Silk Road” que hoy comentamos estriba en la variedad. El primer disco tiene a su favor la gran baza del tema principal, sin equivalente que le pueda hacer sombra en la segunda parte. A eso le unimos una mayor coherencia interna en todo el trabajo que hace más sencillo juzgarlo como una obra unitaria. El segundo, por su parte, es algo más rico en cuanto a sonidos, gracias a la incorporación de instrumentos nuevos, y tiene una mayor variedad estilística, siempre dentro de un orden y es que la música de Kitaro no se caracteriza precisamente por las grandes innovaciones ni los sobresaltos. Hay una muy conocida anécdota que ilustra esta afirmación: Enamorado de uno de sus sonidos más característicos, el de flauta con el que suele abordar sus mejores melodías, decidió comprar todas las unidades posibles del modelo de sintetizador con el que lo ejecutaba (si no recordamos mal, un Mini Korg s700). De este modo, si uno de ellos se estropeaba, el músico disponía de varios otros de los que extraer las piezas necesarias para reparar el principal. Esto explica la rápida identificación de su música con sólo escuchar algunos acordes así como el gran parecido de muchos de sus discos aunque pertenezcan a épocas diferentes.
El MiniKorg s700 (imagen de www.vintagesynth.com/) |
Creemos que Kitaro es un músico muy interesante y que gustará a los lectores habituales del blog, si aún no lo conocen. Hoy en día no es fácil encontrar la edición doble de “Silk Road” que hoy hemos comentado pero es posible adquirir ambos volúmenes por separado. Os dejamos los enlaces habituales para adquirirlos:
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Para despedirnos, os dejamos con el mejor corte del segundo volúmen: Dawning.
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Para despedirnos, os dejamos con el mejor corte del segundo volúmen: Dawning.
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