Aunque se trata de una formación que
ha gozado de una gran estabilidad a lo largo de los años (durante
más de veinte, sus cuatro integrantes no variaron), el puesto de
violonchelista en el Kronos Quartet ha sufrido varios cambios en
épocas recientes. Esa circunstancia, lejos de hablar mal de quienes
han ocupado esa plaza, dice mucho de su categoría ya que, al fin y
al cabo, es el único de los instrumentos que se ha sometido al
teórico “examen de entrada” en la que es una de las grandes
instituciones de la música contemporánea. El último en dejar
vacante su plaza fue el californiano Jeffrey Zeigler. Tras formar
parte del Corigliano Quartet, el músico se trasladó a Nueva York en
busca de nuevos proyectos, principalmente en solitario. Allí se hizo
un hueco en la escena más vanguardista en la que conoció a la que
hoy es su esposa, una de las compositoras cuya música aparece en el
disco que hoy tratamos. Poco antes de iniciar unas vacaciones en
México ante la falta de compromisos a corto plazo, recibió una
llamada de la productora Judy Sherman, una de las grandes figuras del
mundo de la grabación “clásica” de los últimos años. Zeigler
le dijo que iba a irse unos días de viaje y la cosa pareció
quedarse ahí pero esa misma semana el violonchelista recibió la
llamada de David Harrington, fundador y primer violín del Kronos
Quartet. El tipo de llamada a la que ningún músico puede decir que
no.
Zeigler sustituyó a Jennifer Culp en
2005 y ha formado parte del cuarteto hasta junio de 2013, fecha en la
que decidió buscar nuevos horizontes lo que provocó en sus propias
palabras que la mitad de sus amigos le dijeran que era muy valiente y
la otra mitad que estaba loco. Entre sus primeros proyectos se
encuentra el disco que hoy comentamos, con una selección de obras
muy diferentes de compositores contemporáneos. Una delicia que
merece la pena explorar y que cuenta, además, con importantes
alicientes como iremos viendo.
Imagen reciente de Zeigler. |
“Glaub” - La primera pieza del
disco es obra del mejicano Felipe Pérez Santiago, quien acompaña a
Zeigler a la guitarra eléctrica. Comienza con una serie de sonidos
electrónicos, o eso creemos, ya que podrían proceder de las cuerdas
de violonchelo en su parte más aguda. Un pulso sintético aparece de
forma periódica a modo de metrónomo mientras los efectos sonoros
van ganando espacio. La segunda parte de la pieza muestra a Zeigler
en una tormentosa interpretación de algo parecido al caos con la
perfecta réplica del compositor con una serie de intervenciones
distorsionadas. Puro experimentalismo. Los ritmos electrónicos
comienzan a mostrarse con más intensidad hasta llegar a la parte
final en la que Zeigler, doblando su instrumento, ejecuta una serie
de melodías mucho más pausadas mientras se suman capas y capas de
electroacústica. Es posible que en el futuro volvamos a hablar de
Felipe Pérez Santiago ya que es un compositor muy interesante.
“Listen, Quiet” - Continúa el
trabajo con una obra de Paula Prestini, esposa de Zeigler. El
percusionista Jason Treuting, del grupo So Percussion y una serie de
cintas con sonidos pregrabados son los particulares cómplices del
violonchelista en esta ocasión. Comienza con una serie de ritmos de
marimba y glockenspiel a los que se suman la batería y diversas
grabaciones de voces de todo tipo. Tarda en aparecer Zeigler pero
cuando lo hace es para reclamar toda la atención. La partitura
guarda ciertas similitudes con la de la pieza anterior puesto que
combina tramos reposados con otros vibrantes y llenos de tensión.
Aunque las intervenciones de Treuting son notables, los ritmos
grabados que aparecen en la pieza terminan por resultar algo
tediosos. Afortunadamente, mediada la composición, asistimos a un
cambio de estilo en el que los violonchelos ocupan el primer plano y
escuchamos alguna de las mejores melodías de la obra.
“Babel” - Llega el turno de la
pieza más breve del disco, encargo del compositor a John Zorn, lo
cual son palabras mayores. El compositor ofrece una partitura
frenética que en muchos momentos hace temer por la integridad del
violonchelo de Zeigler durante la interpretación. No hay
concesiones. En las notas del disco sobre este tema aparece
simplemente una cita del mítico piloto de monoplazas Mario Andretti:
“si todo parece estar bajo control, es que no vas lo
suficientemente rápido”. Difícil ser más descriptivo.
“Orbit” - La presentación de una obra nueva de Philip Glass siempre es de agradecer y más cuando es una pieza para violonchelo, instrumento para el que el compositor parece guardarse sus mejores composiciones en los últimos años. Podemos afirmar que estamos ante una de las obras maestras de su autor en lo que se refiere a su producción más “clásica”. Un bellísimo solo de violonchelo con tintes barrocos que hizo plantearse a Zeigler el retorno a J.S. Bach y sus suites para el instrumento. Una verdadera delicia para escuchar una y otra vez.
“Shadow Lines” - La joven compositora iraní Gity Razaz es la siguiente en aparecer y lo hace con presenta una composición con multitud de efectos electrónicos y grabaciones previas de violonchelo. Juega en la pieza con la idea de trasladar a la música el fenómeno de la diplopia, trastorno que provoca a quien lo padece una visión doble de los objetos. El uso de “delays” y ecos durante la propia interpretación busca provocar un efecto similar en el oyente. Al margen de su carga conceptual, es una composición muy interesante que exige a Zeigler lo mejor de sí mismo en muchos momentos.
“Something of Life” - Cerrando el
disco tenemos esta extensa pieza del batería de Wilco, Glenn Kotche.
Explica el autor que la idea de la pieza surgió en los largos paseos
que solía dar durante las giras, en las horas muertas en los hoteles
en ciudades y entornos desconocidos. En un momento determinado
decidió grabar los sonidos ambientales de esas caminatas a modo de
“documental sonoro” y de ahí surgió la inspiración para la
obra. Efectivamente, los primeros sonidos a los que tiene que
confrontarse el cello son los de una persona caminando. Pronto llega
el primer cambio de ritmo que sugiere una estación de metro, con el
sonido de la gente, los ambientes propios de ese entorno y un ritmo
mecánico de la batería de Kotche fundiéndose con el de Zeigler. De
vuelta a la superficie escuchamos el tráfico, las sirenas de la
policía, los silbatos, un perro, una extensa cita de Beethoven... toda una sinfonía urbana sobre la que
el violonchelo ahora pulsado, dibuja paisajes de gran vitalidad.
Distintos ambientes y escenarios se suceden en una composición que,
no en vano, da título al disco puesto que es un verdadero monumento
musical y un gran homenaje urbano. Muy parecido a lo que podemos
escuchar si salimos al centro de cualquier gran ciudad con la música
de nuestros auriculares a un volumen bajo.
Si hay algo que Zeigler parece haberse
llevado consigo de su etapa con el Kronos Quartet es el amor por el
riesgo y la música de vanguardia. Este su primer disco en solitario
corrobora esta afirmación y es un prometedor debut que nos hace
esperar lo mejor de sus próximas propuestas ya que aúna buena parte
de las características que adornan la obra de los artistas que
habitualmente nutren este blog. Si estáis interesados en adquirir el
disco, lo encontraréis en los siguientes enlaces:
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