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jueves, 18 de mayo de 2017

Karlheinz Stockhausen - Mantra (2010)



En alguna ocasión hemos hablado de cómo muchas importantes piezas musicales tienen un origen casual. La famosa frase de Picasso en la que reivindica el trabajo constante como la mejor forma de conseguir un resultado brillante (“que la inspiración me pille trabajando”) tiene mucho de cierto pero las cosas no siempre suceden así. O sí y de lo que se trata es de que el artista esté siempre preparado para lo inesperado, incluso en los momentos más imprevistos. Desde ese punto de vista, la sentencia del pintor cobraría un nuevo sentido. Veamos el ejemplo que traemos hoy aquí. Stockhausen se encontraba en un viaje más o menos largo en coche (unos 220 km) en compañía de otras tres personas. Entonces le vino a la cabeza una melodía pero no sólo eso: se le ocurrió de que ese breve tema, como el propio viaje, podría expandirse a lo largo de un periodo de tiempo prolongado a través de una serie de variaciones que no surgen del modo natural propio de las corrientes musicales del pasado sino de variaciones matemáticas, que estiran y contraen la melodía en todos los sentidos, tanto horizontal, acortando y alargando su duración, como vertical, haciendo lo mismo con los intervalos entre notas. Mientras tanto, se añaden diferentes elementos sonoros de distintas procedencias.

Stockhausen anotó la melodía en un sobre que tenía a mano y comenzó a trabajar en aquellas trece notas. En aquel tiempo, el compositor estaba muy interesado en escribir una pieza para los hermanos Aloys y Alfons Kontarsky, pianistas de gran fama en su tiempo que se contaban entre los favoritos de los grandes compositores del momento y que estrenaron obras de muchos de ellos. De hecho, Stockhausen ya tenía avanzada una pieza para ellos titulada “Vision”. El advenimiento de la melodía en el trayecto automovilístico y todo lo que ésta trajo consigo, animó al músico a aparcar aquella obra y comenzar a trabar en una nueva que terminaría por llevar el título de “Mantra”.

Con “Mantra”, Stockhausen estrenaría una nueva forma de componer que él mismo bautizó como “fórmula” que iba a ser muy importante en sus próximas obras. Al mismo tiempo, ponía fin a una etapa de “música intuitiva” que se caracterizó por largas giras de conciertos con su propio grupo interpretando piezas apenas esbozadas en un breve texto y una estructura que luego los músicos deberían desarrollar en el escenario. Llegó a discutirse la paternidad de la música creada de este modo ya que muchos sostenían que pertenecía tanto al propio Stockhausen como al resto de intérpretes. Quizá como reacción ante eso, “Mantra” iba a tener una partitura completa de modo que nadie pudiera poner en duda su autoría. Además del piano, los dos intérpretes tocan durante la ejecución, crótalos y pequeñas piezas de madera, cantan, tararean en algunos pasajes y se enfrentan uno al otro en el más amplio sentido del término. “Mantra” Se estrenó en octubre de 1970 con los hermanos Kontarsky como principales ejecutantes (interviene una tercera persona que se encarga de los efectos electrónicos, cosa que en algunas ocasiones pueden hacer en su lugar los pianistas si así lo prefieren).

La estructura de “Mantra” es complejísima pese a partir de una idea muy simple y de un conjunto de sólo 13 notas (La, Si, Sol sostenido, Mi, Fa, Re, Sol, Mi bemol, Re bemol, Do, Si bemol, Sol bemol y, de nuevo, La). A cada una de ellas le es asignada una característica. Al “La” inicial se le asocia “repetición regular”, al Si “acento al final” y así hasta completar las 13 notas. Así, cada repetición del “mantra” muestra una combinación de notas y características diferente. Cada sección de la obra contiene una versión completa del mantra con sus 13 características. A todo esto se suman los crótalos que aparecen de vez en cuando conforme a un patrón preestablecido y la “modulación en anillo” con la que el sonido de los pianos es transformado de modo electrónico haciendo aparecer timbres muy variados que van desde ligeras variaciones del sonido original hasta mutaciones del piano en algo similar a un glockenspiel.

La versión que comentamos aquí fue publicada en 2010 en el sello Naxos. Los intérpretes son Xenia Pestova y Pascal Meyer como pianistas y Jan Panis que se encarga de los sonidos electrónicos. Éste último fue un colaborador muy estrecho de Stockhausen entre 1982 y 1992 encargándose del diseño sonoro de muchas de sus obras incluyendo el utilizado en ese periodo en las interpretaciones de “Mantra” en directo.

Karlheinz Stockhausen.


Lo más atractivo de este tipo de obras contemporáneas es que, al margen del aparato teórico que las sostiene y que puede no interesar a nadie más que a los estudiosos más predispuestos, a la hora de ser escuchadas como piezas musicales sin más, funcionan extraordinariamente bien y son disfrutables por parte de cualquier oyente. El conocimiento de todo el proceso intelectual que lleva a la obra final es, por tanto, accesorio. Evidentemente tiene un gran interés pero no es en absoluto necesario para gozar de la música.

No se puede decir que al compositor alemán le pillase la inspiración trabajando, en el sentido habitual del término. Sin embargo es posible que las mentes de los genios no descansen nunca en realidad y que lo que cualquiera de nosotros consideraría un mero desplazamiento, para ellos no sea sino otra forma de trabajar. Quizá el verdadero genio es aquel que tiene una mayor capacidad de abstracción en determinadas circunstancias. Sea como fuere, Karlheinz Stockhausen fue uno de los más grandes compositores del siglo pasado y su influencia en otros músicos probablemente esté por encima del conocimiento que de su obra tiene el público en general, algo que le ocurre a otros grandes nombres como John Cage. Quizá sea el momento de reivindicar a Stockhausen a través de su propia música y no sólo reuniendo los elogios que otros le dedicaron. El disco que hoy traemos aquí es un punto de partida tan bueno como cualquiera para hacerlo.


 

domingo, 2 de febrero de 2014

Karlheinz Stockhausen - Gruppen (2013)



De cuando en cuando dedicamos en el blog una entrada a aquellos músicos que han supuesto una influencia decisiva en las músicas que hoy escuchamos con mayor frecuencia. Músicos polémicos en su tiempo pero transformados en clásicos hoy en día. Hablamos ya de John Cage, Olivier Messiaen, Erik Satie o Gyorgy Ligeti y le llega hoy el turno a uno de los más controvertidos, inaccesibles y, a la vez, reivindicados compositores del siglo pasado: Karlheinz Stockhausen.

Nacido en Alemania en 1928, tuvo la desgracia de vivir una infancia y adolescencia en pleno nazismo, sufriendo su propia familia las consecuencias. Su madre, con algún problema psicológico derivado de un embarazo complicado, fue ingresada en un psiquiátrico cuando el músico apenas contaba cuatro años de edad (falleció un tiempo después de “leucemia” como casi todos los internados en el centro, ya que esa era la causa de la muerte oficial de aquellos eliminados por el programa eugenésico del partido Nazi). Su padre encontró otra pareja que se convirtió en madrastra del joven Stockhausen y la relación entre ambos distaba de ser buena lo que terminó con los huesos del músico en un internado. Paradójicamente, ahí se reforzó su interés por la música, que había aparecido poco antes. La Segunda Guerra mundial le tocó de cerca aunque tuvo la fortuna de no entrar en combate al ser destinado a un puesto de camillero. Huérfano de su padre, fallecido en el frente, ingresó en el Conservatorio de Colonia despuntando como un alumno avanzado que, como era habitual en los mejores estudiantes de la época, acabó en los cursos de verano de Darmstad, la meca de la vanguardia musical europea. Allí estudió con Karel Goyvaerts y tomó la decisión de desplazarse hasta Paris para tomar clases de Olivier Messiaen y Darius Milhaud, contactando allí con Iannis Xenakis o Pierre Boulez, con quien le unió desde entonces una buena amistad.

Stockhausen combinó una formación teórica de una solidez granítica, estudiando con los mejores, por una ambición formal inédita hasta entonces. Se abrió como ningún otro de los compositores de su generación a otros campos extrayendo lo mejor de cada uno de ellos y construyendo una voz propia única. Mezcló música concreta con electrónica, en la que es un pionero, obteniendo resultados innovadores. Nada fue igual después de los experimentos electrónicos de Stockhausen y ante todos surgió de repente un campo absolutamente virgen en términos de sonido y tímbrica que habría de transformar la música en las décadas siguientes. Lo sorprendente es que la música del compositor alemán es muy dura, inasequible y difícilmente asimilable por el oyente medio lo que hace aún más sorprendente, si cabe, la gran influencia que ha tenido sobre artistas tan diferentes entre sí como Miles Davis, Herbie Hancock, Frank Zappa, los Beatles, Pink Floyd, Grateful Dead, Bjork o Henry Cow.

Pero si hay un campo y un área geográfica que no podría concebirse hoy sin la figura de Stockhausen ese es el de la música electrónica, en especial la nacida del krautrock, la escuela de Berlín y ¿como no? de Kraftwerk y su zona de influencia. Por los estudios de Radio Colonia, centro neurálgico de la vanguardia en los sesenta pasaron todos aquellos que fueron alguien en los años siguientes.

Como siempre que hablamos aquí de un músico, lo hacemos con el soporte de un disco o una obra concreta. En este caso, vamos a hablar por primera vez de la serie C20 de Decca y Deutsche Grammophon que recoge grabaciones clave de los compositores esenciales del siglo XX. Con una imagen unitaria en todos los casos (fondo oscuro, nombre del compositor en gris y título de la obra en tonos pastel en la parte central de la portada) junto con un pequeño motivo representativo del disco en una esquina. El volumen dedicado a Stockhausen es compartido con el compositor húngaro Gyorgy Kurtag aunque la obra central del disco es “Gruppen” del alemán, una de sus obras clave y, para mucho, una de las obras clave de la música del siglo pasado. Escrita para tres orquestas separadas, la versión del disco la interpretan los miembros de la Orquesta Filarmónica de Berlín repartidos en tres grupos, cada uno dirigido por un maestro distinto, a saber: Friedrich Goldman, Claudio Abbado y Marcus Creed que toman los lugares que en el estreno de la obra ocuparon respectivamente Bruno Maderna, Pierre Boulez y el propio Stockhausen.

Imagen de los ensayos previos al estreno de "Gruppen"


GYORGY KURTAG
“Grabstein für Stephan” – La pieza que abre el trabajo comienza de un modo casi imperceptible en el que trancurre el tiempo y apenas hay nada audible para el oyente. Muy despacio se dejan sentir algunas de las secciones de la orquesta que aparece como un monolito granítico, con algunas apariciones algo más marcadas de los metales. Cambia drásticamente el panorama con una súbita interrupción, un “tutti” orquestal que aparece en el momento en que el oyente se encuentra más concentrado tratando de discernir algo entre la sutileza del sonido reinante hasta ese momento. El sobresalto se repite en tres ocasiones antes de volver a encontrarnos inmersos en un aparente silencio en el que los músicos apenas se perciben como una especie de murmullo. Una acerada intervención de la trompeta con un largo lamento se destaca sobre el resto de instrumentos como tirando del hilo de un tapiz que se deshace lentamente hasta el final de la obra.

KARLHEINZ STOCKHAUSEN
“Gruppen” – Una de las inquietudes principales de Stockhausen en la época en la que trabaja en esta obra era la organización espacial del sonido. Sus experimentos electrónicos en los años previos jugaban con la disposición de los altavoces en la sala como un elemento más de la propia música. Con “Gruppen”, el compositor llevaba esa preocupación al ámbito de la orquesta repartiendo a los músicos en tres formaciones orquestales distintas, cada una con su propia partitura que ni siquiera tenía por qué coincidir en el “tempo” con la de los otros dos “grupos”, aunque las tres orquestas convergían en muchos momentos, ejecutando incluso algunos contrapuntos entre ellas. Por las especiales características que requiere de el auditorio, no es sencillo asistir a una ejecución de la obra tal y como su autor la concibe pero cuando esto sucede, el oyente se encuentra inmerso, literalmente, en una oleada de sonidos y sensaciones que proceden de todo su entorno brindando una sensación absolutamente nueva y diferente. Al margen de los aspectos más formales, la música es plenamente contemporánea con gran protagonismo para elementos poco comunes (las percusiones reinan de modo absoluto en un largo fragmento cercano al final) y no son pocos los que califican a “Gruppen” como una de las cumbres de la composición del siglo XX.

GYORGY KURTAG
“Stele” – La segunda obra de Kurtag en el disco comienza de un modo solemne, con un golpe de timbales y los metales ejecutando una fuerte nota que se desvanece lentamente. El resto del primer movimiento tiene características similares a la primera obra del disco, música tenue, estática y profunda. Cambia todo en el segundo movimiento con cuerdas y metales llenos de nervio en una construcción oscura e inquietante subrayada por las trompetas y los trombones que zumban de modo creciente hasta llegar a un intenso clímax. Una ominosa melodía de cinco notas se repite varias veces a partir de aquí transportándonos hacia el tercer movimiento. El cierre de la obra lo pone un extraño tema en el que unos acordes se repiten una y otra vez de un modo cadencioso, con espaciosos silencios en medio. Aparece entonces la orquesta, reposada, contemplativa, que gana en presencia poco a poco de la mano de las cuerdas hasta llegar a la sección final, con un ritmo que recuerda un cortejo fúnebre previo al desenlace.


A pesar de que ya han pasado por aquí músicos cuya obra no es fácil de asimilar en un primer momento, no creemos que ninguno de ellos llegue al extremo de dificultad que el reto de escuchar a Stockhausen supone para el oyente desprevenido. Por nuestra parte, siempre hemos defendido que todo arte merece algo de esfuerzo por parte del espectador para no quedarse en las propuestas más superficiales y renunciar sin motivo a una parte importante de lo que éste nos ofrece. Como el “Ulises” de Joyce, la pintura de Kandinsky o el cine de Greenaway, la música de Stockhausen nos plantea un desafío. Podemos vivir perfectamente sin ellos pero no nos hará daño el intentar dar ese paso adelante. Para esta primera aproximación hemos escogido una obra “convencional” en cuanto a la instrumentación, dejando deliberadamente los experimentos electrónicos para otro momento. Si queréis enfrentaros a “Gruppen”, lo tenéis muy fácil con la edición que hoy comentamos que se encuentra en muchas grandes superficies y tiendas online a buen precio. Un par de ejemplos:

Nos despedimos con lo que dice ser el audio del estreno mundial de "Gruppen" en 1958: