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miércoles, 24 de septiembre de 2014

Mike Oldfield - Five Miles Out (1982)



El número cuatro tiene algo especial, casi místico, que hace que en multitud de ocasiones sea ésta la cifra utilizada para elaborar categorías cerradas que se comportan como verdades absolutas. Así, tenemos tierra, aire, fuego y agua como los cuatro elementos naturales de la antigüedad, las cuatro estaciones, los cuatro puntos cardinales, los cuatro jinetes del Apocalipsis o los cuatro evangelistas. Sin embargo, muchas veces las personas son inconformistas a este respecto y buscan algo más. El cuatro les parece limitado y comienza la búsqueda del “quinto Beatle”, el “quinto estado de la materia” etc.

En la discografía de Mike Oldfield ocurre algo similar. Casi todo el mundo coincide en señalar a los cuatro primeros trabajos, es decir, a “Tubular Bells”, “Hergest Ridge”, “Ommadawn” e “Incantations” como los cuatro grandes momentos de su obra. Nosotros, puntillosos como somos, solíamos añadir a la lista un quinto disco que es, precisamente, del que vamos a hablar hoy aquí: “Five Miles Out”.

Tras la gira que dio lugar al disco en directo “Exposed”, Oldfield fue reduciendo el número de músicos que le acompañarían en el escenario de forma paulatina. Una decisión, en apariencia tan simple, iba a tener un peso insospechado en el disco que hoy comentamos por varias razones mucho menos evidentes de lo que cabía esperar. El hecho de trabajar con una banda más pequeña propició que de forma casi inadvertida, Oldfield y sus músicos comenzasen a funcionar efectivamente como un grupo al uso en el que todos podían aportar sus propias ideas a cada canción así que, si bien el nucleo creativo seguía siendo Mike, hay muchos aportes por parte del resto de participantes en el trabajo. Una consecuencia menos previsible del funcionamiento del grupo a una escala más pequeña tenía que ver con la logística de los viajes. Al ser una banda más manejable, determinados trayectos podían hacerse en pequeños aviones y en uno de ellos tuvo lugar la traumática experiencia que dio lugar al tema central del disco y, por extensión, a todo el trabajo. Durante un vuelo entre San Sebastián y Barcelona, la banda, transportada en una avioneta de hélices en lo que era prácticamente el bautizo aéreo de un joven piloto, se vio en medio de una tormenta angustiosa. En la hora escasa que duró la travesía, Oldfield y sus compañeros llegaron a pensar que no saldrían vivos de allí en varias ocasiones. Cuando aterrizaron en su destino, supieron que todo el tráfico aéreo de la zona de los Pirineos había sido suspendido en las horas precedentes por el grave riesgo de tormentas.

Oldfield, aficionado a su vez a la aeronáutica, se obsesionó con escribir una canción que reflejase todo lo vivido en aquel viaje y de ahí, pronto se pasó a un disco entero. Un disco que devolvería al músico a los primeros puestos de las listas tras un cierto bajón sufrido con “Platinum” y “QE2”. La banda que grabaría el disco estaba integrada por Maggie Reilly (voz), Morris Pert (percusión y teclados), Tim Cross (teclados), Rick Fenn (guitarras) y Mike Frye (percusión). Oldfield, por su parte, interpreta guitarras, bajo, teclados y canta a través de un “vocoder” en momentos puntuales. Como atractivo especial en algunos de los temas aparecen como invitados el gaitero Paddy Moloney, el batería Carl Palmer o el también batería Graham Broad.

Interior de la carpeta del vinilo con el esquema de una de las piezas del disco.


“Taurus II” – El disco seguía el estilo apuntado en “Platinum” un tiempo antes con una larga “suite” en una cara y temas cortos en la otra. El largo instrumental es una evolución de algunas ideas apuntadas en “Taurus” del disco “QE2” pero ampliadas y complementadas con muchas otras de nuevo cuño. Abre la pieza un poderoso “riff” de guitarra que se repetirá en varias ocasiones. Tras la introducción y un breve tarareado a cargo de Maggie Reilly entramos en una segunda parte tremendamente excitante con los teclados (fundamentalmente el “sampler” Fairlight) ejecutando una melodía de lo más interesante. Es de destacar el excepcional trabajo de las percusiones, absolutamente dominantes a lo largo de toda la suite. La inconfundible guitarra de Oldfield reclama su lugar algo después entre “samples” de metales y ritmos desaforados que culminan con un nuevo giro argumental que nos remite a los mejores tiempos de los cuatro primeros discos del músico. Una serie de intervenciones de guitarra van preparando el ambiente para la intervención estelar de Paddy Moloney con un magnífico solo de gaita irlandesa acompañado de una percusión muy sencilla, “samples” de acordeón y voces. Poco a poco se incorpora el bajo y unas percusiones más rotundas que anuncian la entrada en otro segmento de la suite. Escuchamos entonces a Maggie Reilly intepretar una cancioncilla deliciosa titulada “The Deep Deep Sound”. A su conclusión volvemos a escuchar los clásicos sonidos del “Fairlight” repitiendo la misma melodía antes de asistir al enésimo cambio. Una especie de coro electrónico interpreta una serie de melodías en un tono muy bajo sobre una batería que parece imitar el latido de un corazón. Más “samples” de metales (al estilo de algunos fragmentos de “Platinum” refuerzan la pieza desembocando todo en una especie de canción de cuna, como sacada de una cajita de música, que dará pie a la segunda gran intervención de Moloney y sus “uilleann pipes” que se alterna con la guitarra de Oldfield y los típicos sonidos de flautas del omnipresente “Fairlight”. Como aparente cierre de la suite, escuchamos otra breve canción a ritmo de música disco realmente sorprendente a estas alturas pero que funciona a la perfección. Sin embargo, parece que Oldfield no quedó satisfecho con ese final y prolongó algo más la pieza con un contundente instrumental rockero lleno de energía en el que se iban a repasar algunas de las mejores ideas de todos los minutos anteriores.

“Family Man” – La batería marca un ritmo continuo sin contemplaciones al que responde la voz de Maggie Reilly anticipando la entrada de los teclados y la guitarra. Estamos ante una monumental canción pop que serviría a Oldfield para triunfar en los Estados Unidos aunque no en esta versión sino en la del dúo Hall & Oates unos meses después. El talento de Mike como escritor de canciones iba a quedar más que claro en este tema que, sin lograr la fama de otros posteriores, queda como uno de sus mayores logros en este campo. Imprescindible.



“Orabidoo” – Ya habíamos escuchado algún retazo de tema de “cajita de música” en determinados momentos de “Taurus II” pero el delicado comienzo de este corte es aún superior. Con un suave acompañamiento de guitarra y una serie de sonidos electrónicos, Oldfield compone una auténtica joya que justificaría por sí sola todo el tema pero que resulta ser sólo la introducción. Tras ese maravilloso comienzo aparece la voz electrónica de Oldfield y una fantástica batería que ejerce como un instrumento más en la pieza y no como un simple elemento rítmico. Maggie se incorpora a los coros así como la guitarra y el bajo enriqueciendo aún más una canción que es considerada por muchos como una de las mejores composiciones de Oldfield aún hoy. El ensalmo se rompe con una serie de citas de la melodía central de “Taurus II” al órgano, al piano, con diferentes instrumentos “sampleados” sucesivamente para desembocar en un segmento de gran animación y espíritu rockero. El cierre lo pone otra sección de aire folk en la que se diría que la guitarra de Oldfield quisiera emular a la gaita de Moloney antes de pasar a un momento épico de esos que tan bien le quedan a su autor con el que concluye el tema. A modo de coda, escuchamos la breve canción “Ireland’s Eye” a cargo de Maggie y Oldfield quien acompaña con la guitarra acústica.

“Mount Teidi” – Otro magnífico instrumental nos acerca al final del disco. Destacan especialmente las percusiones de Carl Palmer, tocando al unísono con cada nota de la melodía principal durante toda la primera parte. Los teclados van ganando en intensidad con cada repetición del motivo principal hasta que llegamos a la melodía central de la pieza, una tonada excepcional que hace las veces de enlace con la recuperación del tema inicial en un continuo “in crescendo” lleno de belleza. El tema está dedicado, obviamente, al Teide, volcán que Oldfield visitó cuando acudió a ver a Palmer que en aquel entonces residía en Tenerife.

“Five Miles Out” – Parecía difícil mejorar a estas alturas lo que había sonado en el resto del disco pero, a nuestro juício, Oldfield lo consigue con una canción que, si bien, no es de las más exitosas de su repertorio, en nuestra opinión es la mejor o le anda muy cerca. Es muy complicado reunir en apenas cuatro minutos tal cantidad de giros, variaciones y temas diferentes sin caer en el caos más absoluto. Sin embargo, Oldfield lo logra con creces y nos permite escuchar breves citas de “Tubular Bells” o “Taurus II” junto con momentos estremecedores de Maggie Reilly, unos teclados impresionantes, percusiones que rozan la perfección, voces electrónicas, ritmos cambiantes. Un catálogo de música en cuatro minutos que es difícilmente mejorable en el que el músico repasa el turbulento viaje de avión al que aludíamos en el comienzo. No se puede pedir más como cierre de un disco que, a nuestro juicio, es un clásico.



Las ventas acompañaron a “Five Miles Out” algo más que a sus inmediatos predecesores pero, además de eso, iluminaron un nuevo camino para Oldfield como músico “pop” cuya máxima expresión llegaría en sus próximos trabajos comenzando por el ya comentado en el blog: “Crises”.

Gracias a la reciente y exhaustiva reedición que está acometiendo Oldfield de lo más interesante de su discografía, hoy podemos encontrar varias versiones diferentes del disco a cual más interesante. Os dejamos algunos enlaces donde adquirir la más sencilla de ellas.

amazon.es

rakuten.es (disco100)

Nos despedimos con un extracto de "Taurus II" en directo en el festival de Roskilde.

 

miércoles, 14 de marzo de 2012

Emerson, Lake & Palmer - Tarkus (1971)



Al contrario de lo ocurrido con muchas de las bandas y artistas que han aparecido por aquí, el nacimiento de Emerson, Lake and Palmer fue un acontecimiento cuyo éxito era facil de presagiar. No hablamos de una banda que empezase de cero, abriendose paso en el mercado discográfico poco a poco o luchando por cada minuto en el escenario en bares y locales de poca monta. No. Emerson, Lake and Palmer se habían ganado a pulso el librarse de esa travesía del desierto de la que muchos artistas de ayer y hoy, por talentosos que lleguen a ser, no terminan nunca de salir.

En el momento en que Keith Emerson y Greg Lake se conocen, ambos son miembros de dos de las bandas más importantes del panorama del naciente rock progresivo. Emerson era el lider absoluto y la superestrella de “The Nice”, una banda que mezclaba rock, música clásica y jazz y que acostumbraba a realizar abundantes versiones de clásicos de estos géneros, adaptando a Bach, Dave Brubeck o Bernstein sin complejos. Lake, por su parte, era el bajista y vocalista, nada menos, que de “King Crimson”, aunque en la nueva banda iba a encargarse también de las guitarras, su instrumento primigenio para el cual no había hueco en las filas del Rey Escarlata con la presencia del imperial Robert Fripp. En el burbujeante ambiente de festivales de finales de los sesenta, no resulta extraño que King Crimson y The Nice coincidieran en varias ocasiones y de este modo, algunos de sus miembros pensasen en hacer cosas juntos. Fue así como teclista y bajista decidieron unir sus esfuerzos y comenzar una nueva formación juntos. Para la idea que tenían, faltaba un batería y éste acabo siendo Carl Palmer, a pesar de su resistencia a abandonar su grupo en aquel momento, “Atomic Rooster”.

Con estas premisas, el primer disco de Emerson, Lake and Palmer, comunmente abreviados a “ELP” fue un sonado éxito. A pesar de ser un LP en el que cada músico aportaba sus propias canciones (o adaptaciones) y había poco trabajo real como grupo, la mezcla funcionó bien. Como fruto de la buena acogida del disco, ELP fueron invitados a tocar en el mítico festival de la Isla de Wight en el que iban a compartir cartel con The Doors, The Who o Miles Davis entre otros. Como el repertorio de la banda era aún escaso con el único bagaje de su disco de debut, ampliaron el mismo con piezas de The Nice y una brutal interpretación de los “Cuadros para una exhibición” de Modest Mussorgski. A pesar de los extraordinarios nombres que actuaron aquella tarde, la interpretación de ELP los eclipsó a todos.

La idea de la banda era la de lanzar como segundo disco su “Pictures at an Exhibition” pero la discográfica no lo veía con buenos ojos ya que no le encontraban salida comercial. Pensaron lanzarlo en un subsello clásico o dentro de sus series económicas pero finalmente todo aquello se aplazó y el trío se juntó para grabar el que sería su segundo lanzamiento: “Tarkus”.

Y ¿qué significa “Tarkus”? sería lógico preguntarse. Pues nada concreto. Estamos a principio de los años setenta y esto es rock progresivo por lo que todo disco que se precie, debe ir acompañado indefectiblemente de la palabra “conceptual”. Así pués, hay una historia detrás de la idea general del LP y no es una historia cualquiera. “Tarkus” se desarrolla en un distópico futuro indeterminado en algún lugar que ni siquiera podemos afirmar que pertenezca a este planeta. La guerra es el estado natural de las cosas y aquí aparece el personaje central. De las entrañas de un volcán surge un huevo gigantesco de cuya eclosión surge, como si fuera lo más normal del mundo, un cyborg mezcla de carro de combate y armadillo equipado con dos poderosos cañones en sus costados. En el disco se narra la evolución del bicho y sus combates con otros enemigos igualmente grotescos entre los que se encuentran desde una mantícora mitológica (quien finalmente derrota a Tarkus) hasta un pterodáctilo robótico. Corramos el proverbial tupido velo sobre esta parte y centrémonos en lo que más nos interesa en este caso que es la música en sí.


Ningún reto es demasiado grande para un friki con Lego cerca

“Tarkus” – La cara A del vinilo estaba ocupada por una larga suite del mismo título del disco escrita por Keith Emerson y dividida en siete partes, a saber: “Eruption”, “Stones of Years”, “Iconoclast”, “Mass”, “Manticore”, “The Battlefield” (única escrita por otro miembro de la banda, Greg Lake) y “Aquatarkus”. No es un secreto que la música de ELP está dominada claramente por los teclados de Emerson, quien compone la gran mayoría de las piezas. Keith es uno de los más grandes virtuosos de los teclados de la historia del rock y sólo Rick Wakeman o, actualmente, Jordan Rudess, podrían competir con él de poder a poder. Esta habilidad es patente en toda la música de ELP, especialmente en las partes de órgano Hammond, instrumento predilecto del teclista y en el cual no tiene rival. Se comenta que cuando comenzaron las sesiones de grabación del disco y Emerson tocó al piano ante sus compañeros lo que había compuesto para la suite, Greg Lake le dijo algo así como: “esto está muy bien pero quizá deberías buscarte otros músicos para tocarlo” en parte ante la complejidad de la música allí contenida aunque también porque no le veía salida comercial para un grupo cuyo single “Lucky Man” extraído del disco de debut, había alcanzado los puestos más altos de las listas. Y realmente no andaba desencaminado el bueno de Lake porque a lo largo de la pieza encontramos cambios de ritmo constantes, incluyendo partes en compases tan inusuales como el de 10/8 y una complejidad realmente alejada de lo que se estilaba por aquel entonces. Si bien es cierto que la primera intervención vocal de Lake nos recuerda, y mucho, a su breve etapa en King Crimson, esa primera impresión pronto desaparece y lo cierto es que el cantante termina por destacar mucho más en ELP de lo que lo hacía en la banda de Fripp. Mención aparte merece su intervención en la parte central de la suite a la guitarra eléctrica con un solo realmente destacado. “Tarkus” (el tema) es uno de los momentos más destacados, no sólo del disco sino del rock progresivo como género, resumiendo en sus veinte minutos de duración todas las características que hicieron grande ese estilo cuatro décadas atrás.



“Jeremy Bender” – Como si quisieran oxigenar al oyente tras la exhibición de la primera cara, Emerson y Lake aportaron una sencilla canción sin pretensiones y con aire casi infantil como apertura del lado B del vinilo. No pasará a la historia si no es como mera anécdota.

“Bitches Crystal” – Con el siguiente tema volvemos al rock progresivo con todas las consecuencias. Bajo y batería se confabulan enredandonos en un rítmo trepidante para que Emerson se dedique a hacer diabluras al piano con ocasionales toques de Moog. Sería materia de otro artículo pero cabe reseñar que el teclista fue el primero en sacar los primitivos sintetizadores analógicos de gira con las tremendas dificultades que estos presentan a la hora de permanecer afinados mucho tiempo en las cambiantes condiciones de un concierto al aire libre. La imagen de Emerson tocando en directo rodeado de torres de aparatos y cables es uno de los iconos del rock de todos los tiempos.


Keith Emerson con el Moog Modular. ¡¡¡Operadoraaaa!!!


“The Only Way” – Con una solemne apertura bachiana al órgano, Keith Emerson deja claras sus intenciones y habilidades antes de desplazar sus dedos al piano y continuar con el recital. Cabe señalar en este punto que, como los actores experimentados, Emerson gusta de introducir “morcillas” (valga la expresión) en sus obras. Así, sus discos con “The Nice” y los posteriores con ELP están salpicados de citas clásicas (Bach, Bartok, Copland, etc. son recurrentes en el teclista) y este tema es un buen ejemplo de ello.

“Infinite Space” – Con Emerson ya al piano como señalamos en el corte anterior entramos en el único tema escrito por Keith junto con Carl Palmer. Con este tipo de músicos de un virtuosismo exacerbado no hay término medio. Son muy buenos en lo suyo, lo saben y no pueden evitar hacer gala de ello en todo momento. Si conseguimos abstraernos de este hecho, podemos llegar a disfrutarlos enormemente. Si, por el contrario, los fuegos de artificio sólo nos resultan atractivos en las fiestas de las noches estivales, músicos como Emerson nos resultarán aburridos por momentos y cargantes las más de las veces. Merece la pena el esfuerzo por aguantar el aparente suplicio. Cuando se supera esa fase se disfruta doblemente. De lo contrario… bueno, hay más músicos ahí fuera, ¿no?

 “A Time and a Place” – El primero de los dos temas firmados por los tres integrantes de la banda al unísono es una continación del anterior con sus pros y sus contras. A estas alturas no vamos a engañar a nadie y si el oyente ha llegado hasta esta parte del disco, no hay motivo alguno para abandonar en este punto. Tenemos Hammond por doquier, mucho Moog (con un cierto desafinado en alguna parte) y, en suma, rock progresivo. Como le dijo Keith Emerson a Greg Lake ante sus reticencias a grabar la suite “Tarkus”: “take it ot leave it”. Dicho en castizo, lo tomas o lo dejas…

“Are You Ready Eddy?” – Y para cerrar el disco, una especie de chiste en forma de viejo rock’n’roll, imaginamos que para relajar el ambiente tras casi cuarenta minutos de música progresiva en estado puro.

En el disco, Keith Emerson toca órgano Hammond, órgano de tubos clásico, piano, celesta, Moog y hace coros en la última canción. Greg Lake se encarga de las guitarras, el bajo y la voz principal. Carl Palmer, por su parte, se ocupa de la batería, percusión y coros en el tema que cierra el trabajo.

Aunque Emerson, Lake and Palmer no sean nuestra banda favorita en su género, habiendo pasado ya por aquí King Crimson, Yes, Pink Floyd o Genesis no podíamos dejar de dedicarles una entrada. “Tarkus” es, además, uno de los grandes discos en su estilo y merece que se le preste atención. Las exhibiciones instrumentales, y más si son a cargo de teclistas como Emerson suelen ponernos en guardia y despertar viejos prejuicios por lo que nuestra opinión puede ser más severa de lo acostumbrado. Sin embargo, creemos que todo buen aficionado debería darle una escucha a los trabajos de una banda como ELP de vez en cuando. Por nuestra parte, estamos seguros de que, tarde o temprano, volverán a aparecer por aquí más adelante. Mientras tanto, podeis comprar el disco en cualquiera de los enlaces que os sugerimos:

fnac.es

play.com


Nos despedimos con una interpretación en directo de "Bitches Crystal" en el festival de Montreux de 1997: