domingo, 3 de marzo de 2019

Neal Schon - Beyond the Thunder (1995)




No es raro que un artista se enfrente en el comienzo de su carrera a decisiones importantes que marcarán de forma inevitable el desarrollo de la misma. Menos habitual es que esas decisiones deban ser tomadas con apenas 15 años y más inusual aún es que ese tipo de decisiones comporten hacer elecciones del calado de la que tuvo que hacer el joven guitarrista norteamericano Neal Schon.

Neal nació en una base aérea en Oklahoma aunque pronto su familia se trasladó a California donde ha pasado prácticamente toda su vida. Ambos progenitores eran músicos por lo que no es extraño que desde niño probase con varios instrumentos como el oboe, el piano o la guitarra siendo este último el que más le atrajo. En su adolescencia tocaba en distintos locales californianos con diversos grupos de la zona y su fama fue aumentando hasta el punto que que en la misma semana recibió dos ofertas que, se mire como se mire, eran alucinantes para cualquier guitarrista y mucho más para uno tan joven. La primera era para formar parte de Derek and the Dominos, la banda de Eric Clapton. La segunda, para incorporarse a Santana. Hacemos aquí un inciso para un comentario personal: Entre las muchas fobias, probablemente irracionales, que tenemos, se encuentra una hacia Carlos Santana. Su sonido y su forma de tocar nunca nos han gustado y, reconociendo sus méritos artísticos, es uno de esos músicos a los que nunca hemos sido capaces de encontrarle la gracia. Desde ese punto de vista, el hecho de que Neal Schon se decidiera por él en lugar de por Eric Clapton debería parecernos un error imperdonable pero lo cierto es que fue un gran acierto: Derek and the Dominos nunca volvieron a grabar nada y se disolvieron poco después. Santana, en cambio, acababa de publicar el alabado “Abraxas” e iba a publicar en los dos años siguientes dos de sus trabajos más reconocidos: “Santana III” y “Caravanserai”, ambos ya con Neal Schon en sus filas.

Ya que hace un rato decidimos sincerarnos, vamos a continuar con otra de nuestras manías. Hay un género musical que, por lo general, nos produce un gran aburrimiento y es aquel que se englobaba bajo la etiqueta de “AOR”, acrónimo inglés de “rock orientado a adultos”. Era este un estilo en el que el rock de los setenta y décadas anteriores era desprovisto de todo lo que tenía de transgresión y agresividad en beneficio de un sonido mucho más depurado, melodías amables y textos inocuos. Sabemos que esta afirmación es tan injusta como cualquier generalización pero en lineas generales sirve para hacerse una idea de por dónde iban los tiros. Esto no quiere decir que no hubiera bandas y discos interesantes dentro del “AOR”, algo lógico y normal si tenemos en cuenta que muchos artistas del rock progresivo, el hard rock y otros géneros afines se refugiaron en él cuando la popularidad de aquellos estilos comenzó a declinar. Todo esto viene a colación porque en 1973, Neal Schon junto con el teclista Gregg Rolie deciden abandonar Santana para fundar su propia banda: Journey. El de Journey fue un proyecto de cocción lenta con constantes cambios de vocalista y varios discos en los que mezclaban el jazz-fusión con el rock progresivo sin demasiado éxito. No fue hasta la séptima entrega de la banda que lograron por fin una audiencia masiva convirtiéndose en una de las bandas de referencia del “AOR” junto con otros nombres de la talla de Foreigner, Toto, Boston o Asia.

Schon ha sido el único integrante de Journey presente en todas sus etapas pero eso no implica que ese haya sido su único proyecto. Muy al contrario, ha formado parte de multitud de bandas, especialmente durante los periodos de menor actividad del grupo. Entre ellas se encuentran Bad English o Hardline sin dejar de lado diferentes proyectos a dúo con Jan Hammer o Paul Rodgers entre otros. Lo curioso es que siendo Schon un artista tan precoz y con un bagaje tan impresionante no grabase su primer disco en solitario hasta los 35 años. En todo caso, no vamos a hablar ahora de ese trabajo sino del segundo que apareció con su nombre. Llevaba el título de “Beyond the Thunder” y fue publicado en 1995 por el sello californiano Higher Octave, una de tantas pequeñas discográficas que surgieron en la época para aprovechar el filón de la música “new age”. Schon llegó allí tras los pasos de Craig Chaquico, otro guitarrista de pasado rockero (Jefferson Starship y más tarde Starship) que había publicado un par de trabajos instrumentales muy exitosos en aquellos años en el sello. Schon parecía un buen candidato para replicar ese éxito.

Para la grabación de “Beyond the Thunder”, Schon se apoyó en Jonathan Cain, teclista y compañero de aventuras del guitarrista en Journey y Bad English. Junto a ellos, aparecen en el disco el batería Steve Smith (también integrante de Journey), los percusionistas José Areas y Michael Carabello (quienes coincidieron con Schon en Santana), el bajista Billy Peterson, un clásico músico de sesiones, Tony Saunders (también bajista), Tommy Bradford (batería) y John Hernández (percusión).

Neal Schon


“Big Moon” - Nada más comenzar el disco escuchamos esa forma de tocar la guitarra con ese sonido tan característico de Santana. La melodía tiene también un ligero toque latino que aumenta esa percepción. Al margen de ello, es un tema instrumental muy agradable que no termina de encajar en la denominación de “new age” y sí en una especie de mezcla de rock, blues y “easy listning” que, sorprendentemente, no suena tópica sino sólida y coherente.

“Bandalero” - En el segundo corte los teclados y las percusiones juegan un papel más importante y el uso de la guitarra acústica en el inicio aleja algo más el sonido de lo que oíamos en el corte anterior. Aquí Schon suena más próximo al citado Craig Chaquico. La melodía es realmente interesante y el uso de sonidos de flauta sintetizados hace mucho en favor del conjunto al ofrecer un apoyo melódico a la guitarra que se agradece mucho.




“Cool Breeze” - La versatilidad del guitarrista se demuestra una vez más con otro cambio de registro. Sonido de guitarra diferente y algunas ráfagas de virtuosismo instrumental siempre dentro de lo que la pieza requiere. En esta ocasión hay un acercamiento al jazz en la linea del Pat Metheny de los noventa, con un ojo puesto en los ritmos e influencias latinos. Sin ser una de nuestras piezas favoritas dentro del disco, cumple bastante bien.

“Zanzibar” - Desde el punto de vista melódico, pocos temas hay en el disco con el nivel de inspiración de este: una balada que con un vocalista podría haber sido uno de tantas canciones de esas que hoy pueblan las emisoras de programación nostálgica de los años ochenta. Schon demuestra las cualidades como intérprete que hicieron que dos monstruos de la guitarra se interesaran por él y nos regala una ejecución magnífica para una muy buena pieza.




“Send Me An Angel” - Algo más flojo es el siguiente corte, con unos teclados que se zambullen de lleno en el tópico y unas partes de guitarra en las que las florituras priman sobre la melodía. Apenas podemos rescatar la presencia del bajo que dibuja una serie de lineas verdaderamente bonitas y eficaces. El solo final de Schon parece sacado de un “baladón” heavy de mediados de los ochenta de los de mecheros encendidos en la grada y melenas al viento en el escenario. La pieza estaba dedicada a su esposa Dina.

“Boulevard of Dreams” - La herencia de Santana vuelve a aparecer en todo su esplendor en este tema, dominado por un poderoso estribillo que eclipsa todo lo demás. Una buena pieza que se difumina, eso sí, sin dejar un gran poso.

“Espanique” - Nuestro corte favorito del álbum, sin lugar a dudas. El comienzo con el juego de bajo y percusión parece sacado de una canción de The Police pero inmediatamente asistimos a un giro radical con la entrada de la melodía más interesante de todo el disco, que, apoyada en un ritmo contagioso se introduce por todos los poros del oyente. Uno de esos temas que se repiten una y otra vez en la cabeza del oyente durante todo el día sin saber por qué. El título tiene que ver con un solo pseudo-flamenco que suena en el tramo final pero que no cae en el ridículo en que suelen caer otros artistas americanos tratando de pasar por flamencos y sonando tan auténticos como una paella con ketchup. No hay que ir muy lejos para buscar ejemplos porque en su propio sello, Schon tenía al alemán Ottmar Liebert, abanderado de este tipo de “propuesta” en los Estados Unidos.




“Caribbean Blue” - Con el siguiente tema baja un poco el listón volviendo a propuestas cercanas a la categoría de “muzak”. Una pieza de fácil escucha y consumo rápido de la que es difícil sacar algo que merezca la pena recuperar con frecuencia. “AOR” instrumental sin mayores pretensiones.

“Someone's Watching Over Me / Iguassa Falls” - La primera parte es un tema lento en que la guitarra de Schon toma tintes “floydianos” en fraseos que recuerdan mucho al gran David Gilmour. La base de percusión no es demasiado afortunada y llega a distraernos de la melodía central. La segunda parte, dedicada a las Cataratas de Iguazú, sin abandonar la influencia de Gilmour, suena mucho más experimental e inspirada aunque su corta duración nos deja con las ganas de un desarrollo mayor.

“Deep Forest” - Cuando Schon empuña la guitarra acústica casi nos gusta más que con la eléctrica y este corte es un buen ejemplo. Los arreglos de cuerdas (aunque sean de sintetizador) son los mejores de todo el disco y la pieza una de nuestras favoritas. Si todo todo el trabajo hubiera ido en esta linea, estaríamos ante un disco muy grande. En las notas del disco, Schon cuenta que la pieza procedía en realidad de algunas de las improvisaciones que hacía en directo con su banda Hardline.

“Call of the Wild” - El tema se abre con unos preciosos aullidos de lobo creados por el propio Schon con su guitarra. A partir de ahí se desarrolla una pieza de música “new age” de libro. Los teclados son los protagonistas absolutos y Jonathan Cain no se deja ni un sonido tópico por utilizar. Afortunadamente la pieza remonta en la segunda mitad con la entrada de la guitarra eléctrica y la batería de Steve Smith que, aunque sólo sea por un rato, se sale de los corsés que la han sujetado en el resto del disco. Un buen final pese a todo.


En su momento, “Beyond the Thunder” fue un disco que tuvo una gran aceptación, no sólo en los Estados Unidos sino también en Europa y lo consiguió, como indicábamos antes, bajo el paraguas de la “new age”, esa etiqueta en la que cabía todo lo que no terminaba de encajar en ninguna otra. Pese a ello, no consiguió repetir éxito con sus siguientes trabajos, en parte por que tampoco repitió fórmula. Su siguiente disco fue más eléctrico y cercano al hard rock y los pasos que dió después fueron mucho más erráticos. Llegó a grabar un disco de versiones de artistas como Bryan Adams, Mariah Carey o Celine Dion que curiosamente funcionó bastante bien e incluso fue nominado a los Grammy aunque artísticamente era horroroso. En cualquier caso, y aunque nunca repitió algo así, este “Beyond the Thunder” es un trabajo digno de ser tenido en cuenta y que merece la pena escuchar.


Nos despedimos con una actuación televisiva de Schon donde interpreta el tema que abre el disco:

 

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