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lunes, 1 de abril de 2019
Dead Can Dance - Within the Realm of a Dying Sun (1987)
Hace un tiempo hablamos aquí de “The Serpent's Egg” como el disco que consolidó el estilo de Dead Can Dance y consagró al dúo como una de las propuestas más originales y con mayor personalidad del panorama musical de finales de los ochenta: el típico disco del que se suele decir que marca un antes y un después. Pues bien, en las dos próximas entradas vamos a hablar precisamente de eso: del disco que hicieron antes y del que llegó después.
Comenzamos por el “antes” y para eso nos situamos en los primeros meses de 1987 con la banda reducida prácticamente al dúo de Brendan Perry y Lisa Gerrard. Del quinteto fundacional se había caído James Pinker y también Scott Rodger (aunque éste último ni siquiera participó ya en el anterior disco de la banda). Peter Ulrich es aún parte de la grabación en calidad de percusionista pero a efectos prácticos, no forma parte ya del núcleo creativo del grupo. La evolución sonora de Dead Can Dance fue rápida ya que todos sus primeros discos mostraban un cambio casi total de instrumentación con respecto al inmediatamente anterior. De una formación casi rockera en su disco de debut pasaron a los trombones, percusiones y violonchelos en el segundo y de ahí a una formación camerística en este “Within the Realm of a Dying Sun” en el que escuchamos un quinteto de cuerdas, una potente sección de metales además de las ya acostumbradas percusiones, sintetizadores y la presencia del oboe de Ruth Watson. Pese a la apariencia clasicista, el sonido del disco no iba a tener mucho que ver con eso y sí con la particular propuesta de la banda que empezó a definirse en el disco anterior y aquí daba un paso más hacia esa mezcla entre música antigua con influencias orientales y con un aire atemporal que pocos grupos han sabido darle a su música. Junto con el citado Peter Ulrich y la pareja Perry-Gerrard, los músicos que intervienen en el disco son: Alison Harling y Emlyn Singleton (violines), Piero Gasparini (viola), Gus Ferguson y Tony Gamage (violonchelos), Ruth Watson (oboe), John Singleton y Richard Avison (trombones), Andrew Claxton (trombón y tuba) y Mark Gerrard (trompeta).
“Anywhere Out of the World” - Bastan unos simples compases para identificar rápidamente el estilo de Dead Can Dance. Percusiones metálicas y sintetizadores crean un ambiente lúgubre, ideal para acompañar a Brendan Perry en su primera intervención vocal del disco. Estamos ante una canción lenta en la que todos los detalles se suman para crear una sensación de inquietud. Como una especie de Depeche Mode góticos, Perry y Gerrard saben dar el toque melódico justo a piezas hipnóticas que nos trasladan a un mundo propio del que es difícil escapar.
“Windfall” - El segundo corte prima las cuerdas para formar una base a la que se añaden sutiles toques electrónicos. Las melodías son simples, casi minimalistas, y cumplen una función ambiental que deja en segundo plano cualquier otra intencionalidad.
“In the Wake of Adversity” - En la misma linea va la siguiente pieza en la que, eso sí, volvemos a tener el inestimable aporte de la voz de Brendan Perry. Cabe resaltar que en estos primeros trabajos, aun está muy contenida. Suele quedar bastante enterrada entre el resto de instrumentos en la producción, algo que sería rectificado paulatinamente en el futuro.
“Xavier” - Por fin y tras hacerse esperar, podemos escuchar a Lisa Gerrard en la introducción de la siguiente pieza; un lamento dramático que hace las veces de introducción para otra canción con Perry como protagonista. Los metales y las cuerdas aparecen de forma más nítida que en cortes anteriores y le confieren una solemnidad más acentuada a la que es, en nuestra opinión, una de las mejores piezas del disco.
“Dawn of the Iconoclast” - Una solemne fanfarria abre la segunda parte del disco que va a ser la del reinado de Lisa Gerrard. Su voz se basta y se sobra para llenar todo el espacio sobre una larga nota electrónica que sirve de colchón para una intervención espectacular. En determinados momentos la voz de Lisa se desdobla en un bellísimo juego vocal que se disuelve lentamente hasta el final del tema.
“Cantara” - Llegamos así a nuestra canción favorita del disco y una de las tres o cuatro mejores de Dead Can Dance según nuestro criterio. Comienza con un ritmo constante marcado por una cuerda sintética sobre el que se dibuja una bonita melodía. Por estos derroteros transcurre la pieza hasta que de repente aparecen las percusiones y los ritmos electrónicos y, por encima de todos ellos, la voz de Lisa Gerrard. Primero en solitario y luego con el acompañamiento de Brendan, ejecutan un motivo que va creciendo en intensidad hasta desembocar en un autentico torbellino musical. “Cantara” es una pieza extraordinaria cuya versión de estudio, sin embargo, palidece ante lo que son capaces de lograr de ella los miembros del dúo cuando la interpretan en directo. Una verdadera maravilla.
“Summoning of the Muse” - Jugar a ser solemnes tanto tiempo puede llevar a un empacho y el comienzo de este corte con las campanas mezclándose con las cuerdas parecía ir en esa dirección pero es ahí cuando aparece Lisa Gerrard al rescate con una serie de polifonías vocales que rozan lo sublime. El tema es grandilocuente, si, pero todo eso queda en un segundo plano en el momento en que escuchamos a la cantante de origen australiano. Su enorme potencial comienza a desatarse y ya no habrá forma de reprimirlo.
“Persephone (The Gathering of Flowers)” - Para el cierre, Lisa decide mostrarnos su registro más grave y conmovedor. Es en su primera mitad una canción procesional de gran belleza pero es aún mejor en su segundo tramo, con las cuerdas y los sintetizadores mezclándose para componer un complejo telar del que emerge de nuevo la voz de la cantante multiplicada en distintas lineas melódicas por un breve instante. El cierre es de intensidad creciente con instrumentos y voz en una simbiosis perfecta.
El tercer disco de Dead Can Dance es el que libera por fin el potencial vocal de Lisa Gerrard que se desplegará en toda su extensión en los trabajos siguientes. Reafirma también un estilo que llegará a su culminación con el siguiente disco “The Serpent's Egg” donde se incorporan plenamente influencias orientales que aún son sólo leves apuntes en este “Within the Realm of a Dying Sun”. Falta aún la última pata de la silla que sería el elemento medieval pero ese llegará con “Aion”, el disco que centrará la siguiente entrada del blog. De momento os dejamos con “Cantara” en directo. Una experiencia insuperable.
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