Además de
su conocida faceta como músico, el griego Vangelis es pintor y dedica a este
arte una parte muy importante de su tiempo. Al margen de eso, la obra musical
del compositor ha estado íntimamente ligada con la pintura en muchos momentos.
Esta relación comienza con una serie de documentales dirigidos por Frederic
Rossif en los años setenta centrados en distintos artistas contemporáneos como
George Mathieu, Georges Braque, Pablo Picasso o Giorgio Morandi. Todas aquellas
películas contaban con la correspondiente banda sonora de Vangelis.
Quizá el deseo de acercar lo más posible el proceso de
creación de un pintor al del músico es lo que escondía tras una idea como la de
“Direct”, nombre que recibe un complejo sistema de generación, manipulación y
grabación del sonido que Vangelis se hizo construir a mediados de los años
ochenta mediante el cual pretendía poder plasmar de forma inmediata
(espontánea, decía él) cualquier idea musical que le viniera a la cabeza,
interpretándola y grabándola conforme se le iba ocurriendo, a la manera de un
pintor con su lienzo y sus colores.
Lo cierto es que en la producción musical del griego hay un
antes y un después de la construcción de ese complejo sistema de creación. A
partir de entonces, parece decrecer su interés por el mercado discográfico y
los escasos lanzamientos que nos ha brindado en las últimas décadas parecen
simples compromisos contractuales con las discográficas. La gran mayoría de sus
bandas sonoras recientes permanecen inéditas y, lo que resulta más sorprendente,
el músico afirmaba en una entrevista de hace un par de años que compone y graba
música a diario de modo que hay horas y horas de composiciones de Vangelis que
nunca verán la luz. Son contados, por tanto, los proyectos que mueven a nuestro
músico a publicar su obra con fines comerciales en los últimos tiempos y fue la
pintura la que nos permitió disfrutar de uno de los trabajos más fascinantes y,
al mismo tiempo, menos conocidos de su discografía.
En 1995, recibimos la noticia de la publicación de un nuevo
disco de Vangelis titulado “Voices”, que formaría parte de los lanzamientos
“regulares” del artista y que quizá tenga su hueco aquí el en futuro. Al mismo
tiempo aparecía un disco mucho más interesante que aquel y que pasaría
desapercibido salvo para los visitantes de la Galería Nacional de Atenas. La
idea detrás del trabajo (llamarlo disco se queda claramente corto) era notable:
el Ministerio de Cultura griego iniciaba una campaña para restaurar y conservar
su patrimonio artístico y se materializó en la publicación de un estuche en
edición limitada con una obra inédita de Vangelis y un lujoso libro firmado por
el músico y numerado a mano en sus 3000 ejemplares. Los beneficios obtenidos
por su venta se dedicarían a financiar la restauración de tres cuadros de “El
Greco” pertenecientes a sendos museos atenienses. Aquello iba a ser la primera
piedra de un proyecto que tenía como objetivo posterior comprar y recuperar así
para Grecia obras del pintor que se encontraban en museos del extranjero.
También aquí iba a implicarse el músico pero eso excede ya el objeto de esta
entrada.
Vangelis compuso una profunda suite en siete movimientos
que, según algunas fuentes, aún puede adquirirse en la tienda de la propia
Galería Nacional. La obra llevaba por título “Tributo a El Greco” y ahí habría
quedado su historia de no ser porque alguien, tres años después, tuvo la idea
de publicar el disco de forma independiente y lanzarlo en todo el mundo. Con
ese motivo, Vangelis grabó tres nuevas piezas y las incluyó en el nuevo disco
que iba a titularse, sencillamente, “El Greco” alterando ligeramente el orden
de las restantes y, por tanto, la propia estructura de la obra. El nuevo disco
constaría así de diez movimientos. La música en él contenida no tiene demasiada
relación con ninguna obra publicada anteriormente por su autor (quizá sí con
algunos trabajos para Irene Papas) aunque por lo que hemos podido escuchar de
esa inmensa parte inédita de su producción, particularmente en las llamadas
“Tegos Cases”, sí que albergaría similitudes con ese tipo de composiciones.
Vangelis realiza una prodigiosa inmersión en el mundo a veces oscuro y otras
luminoso del pintor toledano de adopción construyendo una atmósfera fantástica,
de influencia bizantina y reminiscencias clasicistas que no tenemos ningún
problema en contar, contra la opinión generalizada de muchos seguidores del
griego, entre sus mejores trabajos jamás publicados. En "El Greco" podemos disfrutar de la visión musical de un pintor sobre la obra de otro. También de la visión de un músico sobre un pintor que durante su estancia en la Corte Española se hacía acompañar, ocasionalmente, de músicos mientras pintaba. La visión, por último, de un griego actual sobre la obra de un compatriota que vivió siglos atrás.
"El Entierro del Conde de Orgaz". |
“Movement I” – Un lejano ruido de campanas nos da la
bienvenida a un viaje fascinante. Escuchamos un profundo rumor de
sintetizadores que nos mece con un reconfortante vaivén mientras comienza a
dibujarse una melodía de flauta procedente de los sofisticados aparatos de
Vangelis. Irrumpen entonces las cuerdas que dan más solemnidad si cabe al
movimiento. Algunos sonidos de fondo nos recuerdan los clásicos ruidos de un
barco de la época por lo que nos gusta pensar que asistimos al viaje del joven
pintor desde su Creta natal hasta Venecia, primera parada de su etapa italiana.
Las melodías son densas, pesadas, de lento desarrollo... siguiendo con el
imaginario viaje de el Greco, el patrón musical se asemeja al del celebérrimo
cuarto movimiento de la 5ª sinfonía de Mahler, justo el escogido por Visconti
para acompañar las escenas más emotivas de su “Muerte en Venecia”. No creemos
que tal relación sea intencionada por parte de Vangelis pero a nivel
subconsciente y por algún motivo que se nos escapa, siempre hemos establecido
esa comparación.
“Movement II” – Unos golpes de percusión abren el segundo
movimiento en el que los instrumentos toman otra forma recordándonos el sonido
del antiguo psalterio. También la música se torna bizantina en el que es uno de
los pasajes más bellos del disco en el que Vangelis explora las raíces
culturales que comparte con el Greco de un modo fantástico.
“Movement III” – El siguiente movimiento del disco es uno de lo añadidos a la versión comercial de 1998 y, por tanto, no formaba parte del lanzamiento original. Vangelis opta por un sonido sintético que se asemeja al arpa y que utiliza con profusión en sus trabajos de los noventa. Es una composición más luminosa que las anteriores y con el sello de su autor muy presente aunque, ciertamente, contrasta profundamente con los dos movimientos iniciales. Se diría que tiene más en común con algunos fragmentos de “Chariots of Fire” que con el resto del álbum pero no por ello deja de ser un buen tema.
“Movement IV” – Retoma Vangelis el disco de 1995 donde lo
dejó rebautizando aquel tercer movimiento con el siguiente ordinal. Escuchamos
la fantástica intervención en el disco de Montserrat Caballé, artista que no
necesita de presentación alguna aquí y cuya relación con el compositor griego
es de una profunda amistad lo que les ha llevado a colaborar en muchos
momentos. La melodía tiene claras aspiraciones clasicistas y tiene algunas
similitudes con piezas anteriores del compositor como “Glorianna” de su disco “Direct”.
Estamos, sin duda, ante uno de los grandes momentos del disco con un Vangelis
pletórico, especialmente en la segunda mitad de la pieza en la que escuchamos
la versión más clásica del compositor griego, grandilocuente y delicado al
mismo tiempo, con una intensidad que no desmerece la de discos imprescindibles
como su “Heaven and Hell”.
“Movement V” – Escuchamos al segundo de los añadidos al disco original, una pieza para piano (no deja de ser realmente un sintetizador lo que suena pero la forma es esa) que fue utilizada para promocionar el disco en algunos anuncios televisivos de la época. Escuchamos algunos arreglos de cuerdas, el característico timbre del arpa sintético, etc. en una composición breve que tampoco encaja del todo en el conjunto pero que, en cambio, se nos antoja un buen reclamo para atraer a posibles compradores del disco.
“Movement VI” – En el sexto movimiento escuchamos al tenor
Konstantinos Paliatsaras interpretando una melodía que nos vuelve a remitir a
la música bizantina que ya explorase el músico en alguno de sus temas escritos
para los discos con Irene Papas que citábamos al comienzo. El lugar que ocupa
esta pieza en el disco no es el que le correspondía en la versión de 1995 en la
que era el 5º movimiento. El que en aquel entonces fuera el 4º queda para más
tarde.
“Movement VII” – Los dos temas que hemos escuchado ya que fueron
añadidos al trabajo para su edición internacional comienzan y terminan de la
misma forma, entre el sonido del viento, y así ocurre también con el más breve
del disco, una maravillosa danza de aire renacentista en la que aparece también
un rotundo coro sin acreditar en el disco y que nos recuerda, casi por fuerza,
a discos como “Mask” pero sin el tremendo armazón electrónico de aquel. Aunque,
de nuevo, se rompe en cierto modo la unidad estilística del disco original, la
extraordinaria calidad de la composición nos hace olvidar inmediatamente ese
detalle.
“Movement VIII” – Un apagado retumbar de tambores se escucha
a lo lejos junto con algunas flautas que no hacen sino anticipar la entrada de
las cuerdas conforme avanza hacia nosotros la procesión. ¿un entierro tal vez?
¿acaso el del Conde de Orgaz?. Es difícil saberlo pero el giro que experimenta
la pieza en su segunda mitad, con unas brillantísimas cuerdas interpretando una
melodía que la entrada de los coros convierte en algo celestial, nos sugiere
alguna relación con la particular composición que el pintor utilizara para el célebre
cuadro mostrado más arriba. En el disco original, éste movimiento antecedía al que aquí ocupa el
sexto lugar pero esta modificación no supone una gran diferencia.
“Movement IX” – Acercándonos al final del disco comprobamos
cómo Vangelis regresa a los paisajes más profundos y reflexivos del movimiento
inicial pero no hay ya sonidos navales de fondo por lo que el viaje que nos
sugiere el músico tiene un carácter mucho más permanente. Pocas veces el
compositor escribió (es un decir) una pieza tan intensa sin necesidad de
artificios y giros grandilocuentes. Es éste un Vangelis muy diferente al que
alcanzó la fama décadas atrás pero igualmente mágico.
“Movement X, Epilogue” – El homenaje a el Greco podría haber
terminado perfectamente con el movimiento anterior pero entonces nos habríamos
perdido una maravilla como es este epílogo. De nuevo el compositor al piano con
una melodía bellísima cuyos primeros compases nos llevan a pensar,
equivocadamente, en un arreglo del “One More Kiss Dear” de Blade Runner y que
evoluciona a partir de ahí hasta convertirse en una de esas pequeñas gemas que
salpican su discografía y que lo elevan muy por encima de otros músicos de su
generación que nunca alcanzaron niveles de inspiración como los del maestro
griego. La música es, en realidad, de lo más simple y se repite en varias
ocasiones pero esa aparente sencillez es lo más complicado de lograr sin caer
en la banalidad. Un cierre inmejorable para una obra maestra.
Por razones que se nos escapan, “El Greco” no suele estar
demasiado bien considerado por buena parte de los seguidores de Vangelis aunque
esa opinión no se refiere sólo a éste trabajo sino a alguno más como “Mythodea”.
Ambos suelen ser tildados de pretenciosos y de intento por parte del griego de
ser algo que no es: un compositor clásico. Resulta particularmente triste este
punto ya que en los círculos academicistas, Vangelis no suele ser tomado
demasiado en serio como compositor serio y las opiniones más benévolas lo
tildan de artista popular con pretensiones. Esa es, evidentemente, una batalla
más que perdida para el compositor... si éste albergase el más mínimo deseo de
entablarla. La visión del artista del mundo académico no puede ser de mayor
indiferencia ya desde el comienzo de su carrera. Por la posición de su familia,
no habría tenido ningún problema para recibir la mejor educación musical que el
dinero hubiera podido comprar pero, sencillamente, eso jamás interesó a
Vangelis. Es muy posible que ese desdén le haya pasado factura y que por ello buena
parte de los menosprecios que recibe procedan, precisamente, del mundo
académico y el haber publicado discos con Deutsche Grammophon o Sony Classical
además de haber colaborado con nombres de la talla de Montserrat Caballé,
Kathleen Battle o Jessye Norman no ha cambiado ni un ápice esta postura por
parte de la crítica.
Particularmente, no le damos mayor importancia ni al hecho
de haber grabado en esos sellos ni a las opiniones de uno u otro sector.
Vangelis nos parece un grande y “El Greco” uno de sus mejores trabajos de
siempre. Si el lector no tiene aún el disco y quiere hacerse con él lo puede
encontrar en los siguientes enlaces, cuidando de no confundirlo con la banda sonora de la película del mismo título y obra también de Vangelis que apareció años más tarde:
Estupendo post de un genio como Vangelis, llevo dias que después de desempolvar este trabajo del griego, el cual no escuchaba desde que fue publicado, no para de sonar en mi reproductor, y ciertamente al igual que 1492, Vangelis ha enfatizado su música en una época muy oscura y austera ( o por lo menos muy sombría ) de la España medieval .
ResponderEliminarSin duda una obra maestra, incomprendida por muchos y amada por otros.
OBRA MAESTRA CON MAYÚSCULAS Y SIN PALABRAS QUE ALCANCEN TAL GRANDIOSIDAD
ResponderEliminarel tema movement x(epilogue)es uno de los temas mas bonitos que escuche en mi vida.
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