Poco a poco y sin hacer ruido (y esto último lo decimos tanto en sentido literal como figurado), John Adams se ha hecho un hueco entre los compositores más importantes de nuestros días. En febrero de este mismo año recibió el prestigioso Premio Erasmus que viene otorgándose anualmente desde 1958 a personalidades destacadas en cualquier campo que hayan hecho una aportación importante a la cultura y a la sociedad europeas y del resto del mundo. Adams es el tercer compositor, tras Olivier Messiaen y Mauricio Kagel que se hace acreedor de esta distinción.
Lo interesante del caso de Adams es que no ha sido precisamente un músico rompedor. No ha inventado ningún género, no ha revolucionado el panorama de su tiempo ni siquiera es un miembro destacado de un movimiento novedoso de esos que pasan directamente a los libros de texto. De hecho, en sus comienzos se le quiso incluir en una especie de segunda avanzadilla del minimalismo norteamericano pero pronto se desmarcó del mismo con obras que no tenían ninguno de los elementos característicos del género. Es innegable que algunas de sus composiciones de esa primera época eran deudoras tanto de la obra de Reich como de la de Glass pero enseguida iba a buscar otros caminos.
Una de las diferencias más notables con respecto a sus contemporáneos era el uso de formaciones instrumentales “convencionales”. Mientras las vanguardias de los años sesenta y setenta optaban por instrumentaciones novedosas, con importante presencia de los vientos y los teclados en detrimento de las cuerdas y el uso de nuevos recursos como los sintetizadores y demás aparatos electrónicos, Adams vuelve a la orquesta como principal medio de expresión. Hay obras para piano, piezas electrónicas y música de cámara en su producción inicial pero si hay algo que caracteriza la música de Adams, mirada en conjunto, es su obra sinfónica y las grandes óperas y oratorios. En todas ellas, además de recuperar esa tradición orquestal, incorpora influencias de los dos grandes movimientos del siglo XX en la música popular: el jazz y el rock.
El disco que traemos hoy aquí contiene dos muestras del John Adams más reciente: una obra sinfónica y un concierto. La primera de ellas fue un encargo de la Orquestra Filarmónica de Los Ángeles que acababa de incorporar a Gustavo Dudamel como director. Adams quiso hace una especie de homenaje a Los Ángeles y lo hizo centrándose en el concepto de “noir” entendiendo como tal el género cinematográfico pero también las novelas de Raymond Chandler o la obra del fotógrafo Arthur Fellig, alias “Weegee”, famoso por sus fotos de crímenes obtenidas en Nueva York. De hecho, dos de sus instantáneas sirven de portada y contraportada del disco. El propio Adams define “City Noir” como una respuesta a la frustración que le suponía ver películas clásicas de cine negro: la música le parecía maravillosa y muy poderosa para centrar la atención del espectador en cada escena pero ningún tema musical duraba más de un minuto dejándole siempre con ganas de mas. “City Noir” pretendía ser “una banda sonora imaginaria de una película de cine negro que a la vez fuera tuviera la estructura formal de una auténtica sinfonía”. La segunda obra del programa es un concierto para saxofón. Adams siempre fue un gran admirador de ese instrumento y un gran seguidor de John Coltrane, Eric Dolphy o Wayne Shorter pero siempre echó de menos una mayor presencia el saxo en la música clásica, especialmente al ver que estaba plenamente instalado en otros géneros como el jazz, el pop o el soul. La primera versión de "City Noir" fue escrita en 2009 pero aquí comentamos la revisión de 2013 hecha por el propio Adams. Al final os dejaremos un video con la versión original de la obra.
John Adams |
CITY NOIR
“The City and Its Double” - El comienzo del primer movimiento es vibrante con protagonismo de los metales y sufre un brusco frenazo tras unos pocos compases para entrar en un segmento en el que una vibrante batería jazzística acompaña las florituras del saxo. Aparecen entonces los metales marcando la transición hacia el siguiente sector. El músico explica el título del movimiento (la ciudad y su doble) como un contraste entre la ciudad que todos vemos en su actividad normal y su “doble”, la parte oscura, violenta, sensual y completamente diferente. Eso se refleja en la segunda mitad del movimiento, introducida por las cuerdas (muy cinematográficas) que poco a poco nos conducen hacia un frenesí sonoro con los metales al mando.
“The Song is for You” - El segundo movimiento es oscuro, con un comienzo muy pausado, largas notas serpenteantes nos llevan hasta un sinuoso solo de saxo como sacado de un “blues” lento. Sin embargo, todo sigue imbuido del aire pesado del inicio, con una atmósfera viciada. Más adelante vuelven a aparecer las trompetas y saxos hasta llevarnos a un final marcado por un melancólico solo de viola.
“Boulevard Night” - El último movimiento es, quizá, el que más identificamos con el estilo habitual de Adams, al menos en esos instantes iniciales a cargo de las cuerdas. La melodía de trompeta que entra a continuación nos sitúa de nuevo en un ambiente inequívocamente jazzístico. Esta atmósfera se rompe bruscamente cuando entramos en una sección llena de ritmo alimentada por las cuerdas. De nuevo el Adams más clásico de obras como “Short Ride in a Fast Machine” se hace presente. El final está lleno de épica y ritmo como correspondería en el cine negro a la escena en la que se descubre toda la trama de la película.
SAXOPHONE CONCERTO
“Animato” - El concierto se divide en dos movimientos aunque en la presente edición el primero de ellos aparece separado en dos cortes distintos del CD, quizá por equilibrar la duración entre ambos ya que de los casi 28 minutos de duración de la obra, 22 corresponden a ese primer movimiento. No hay muchas sorpresas aquí. Adams habla en las notas del disco de su intención de que el saxo suene más americano en contraposición con el estilo francés en el que el intérprete ejecuta el instrumento con un vibrato rápido que lo aleja del sonido “jazzy” que busca para su obra. Timothy McAllister, el saxofonista del disco, hace una ejecución modélica de una partitura que, por otra parte, no llega a emocionarnos en exceso.
“Moderato” - La segunda parte del largo movimiento inicial es también la más interesante a nuestro juicio. El material melódico a cargo del saxo es muy inspirado y contribuye con acierto a la narrativa de la obra. El ambiente “noir” que tenía ya la primera composición del programa vuelve aquí a estar muy presente lo que nos habla del acierto por parte de “Nonesuch” al incluir en el disco dos obras con un encaje tan natural entre ellas.
“Molto Vivo” - El cierre del concierto es también el movimiento que más nos recuerda a las raíces minimalistas de Adams, más concretamente, a algunas obras de Steve Reich. La música es vibrante y el saxo ejecuta breves frases en rápida sucesión mientras el resto de la orquesta le da la réplica, unas veces imitando su recorrido, otras proponiendo melodías alternativas pero siempre subordinada a la acción del saxo. Un final interesante para una obra que cumple sin llegar a emocionar.
La grabación que hoy hemos comentado está interpretada por la St.Louis Symphony dirigida por David Robertson con Timothy McAllister como solista en el concierto para saxofón y es una más de las publicadas por el sello Nonesuch sobre la música de John Adams en los últimos años. Compositor y discográfica han formado un tandem realmente interesante que nos ha permitido disfrutar de la práctica integridad de la obra de Adams quien, recientemente, ha re-grabado varias de sus obras más representativas aprovechando su etapa como compositor residente de la Filarmónica de Berlín durante la temporada 2016/17. La caja está disponible a través del propio sello de la orquesta berlinesa.
Os dejamos con la versión original de "City Noir" dirigida por el propio John Adams en 2010.
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