Soft Machine fue una de las bandas más creativas surgidas en el Reino Unido a finales de los años 60. Fundada por músicos de la talla de Robert Wyatt, Mike Ratledge o Kevin Ayers, por sus filas han pasado artistas como Andy Summers, Karl Jenkins, Alan Holdsworth o John Etheridge por citar sólo a unos pocos. Es difícil hablar de ellos como de un grupo ya que las continuas entradas y salidas de miembros iban acompañadas de cambios, a veces radicales, de estilo con lo que muchas veces no hay puntos en común entre los distintos trabajos aparecidos bajo la denominación de Soft Machine. En sus inicios, fueron la banda central de lo que se llamó “sonido Canterbury” o “escena Canterbury” y son hoy una referencia fundamental para entender la música de aquellos años.
Karl Jenkins se incorporó a Soft Machine en 1972 y su llegada cambió la fisonomía del grupo. El músico tenía una formación de corte clásico y se especializó en el oboe como instrumento principal aunque también toca teclados y saxos lo que llevó a acercarse al jazz y el jazz rock. Tras tocar en bandas de jazz, fundó Nucleus y poco después se unió a las filas de Soft Machine trabando una estrecha amistad con Mike Ratledge que tendría su importancia posteriormente en la carrera de Jenkins (el dúo participó en una interesante interpretación en vivo en la BBC del “Tubular Bells” de Mike Oldfield junto con el joven músico de Reading).
Al margen de su carrera como integrante de distintos grupos, Jenkins hacía pequeños trabajos en el campo de la música para publicidad. Una de estas obritas, para un spot de la compañía De Beers, especializada en la explotación de diamantes alcanzó una gran fama e impulsó la carrera de Jenkins como músico en solitario. Poco tiempo después, publicó junto con su viejo compañero en Soft Machine, Mike Ratledge, el disco “Songs of Sanctuary” bajo el nombre de Adiemus, un disco muy interesante en el que mezcla orquesta clásica, sintetizadores y sonidos étnicos con voces procesadas al estilo de Enya. Una vez más, el tema principal del disco, que sirvió para una campaña publicitaria de Delta Airlines, fue fundamental para la difusión en todo el mundo del CD. El trabajo tendrá su hueco por aquí en el futuro con toda seguridad pero lo que ahora nos importa es que, en cierto modo, su éxito propició la publicación del disco que hoy nos ocupa e impulsó una nueva etapa en la carrera de Jenkins centrada, fundamentalmente, en la música clásica (por usar una denominación con la que nos podamos entender) hasta el punto que, según indica en su propia web, se ha convertido en el compositor vivo más interpretado en todo el mundo.
Aprovechando el tirón de su proyecto Adiemus, Jenkins publicó “Diamond Music”, un trabajo de corte neoclasicista en el que recicla algún material de “Songs of Sanctuary” para acompañar a su segundo cuarteto de cuerda, una “passacaglia” y a la suite “Palladio”, cuyo tema principal era la antigua sintonía del anuncio de diamantes del que hablamos anteriormente.
Karl Jenkins con su peculiar mostacho. |
“Palladio” – La suite se divide en tres movimientos. El primero de ellos, (Allegretto) es el utilizado en la campaña de los diamantes y se trata de una obra barroca para cuerdas que imita descaradamente el estilo de autores como Vivaldi. Con referencias nada disimuladas a músicos de otros periodos (pensamos en Beethoven, por ejemplo, de cuya 5ª sinfonía encontramos una cita casi literal en cierto momento). Sin embargo, la falta de originalidad no le resta calidad a una pieza realmente inspirada y que merece la pena. El segundo movimiento (Largo) es un arreglo de “Cantus Insolitus” del disco “Songs of Sanctuary” en el que la voz principal o las flautas, que hacían las veces de solistas en la pieza original, son reemplazadas por violines. La parte final de la suite (Vivace) es una composición que combina un cierto aire barroco, al igual que el resto de la obra, con técnicas más contemporaneas y cercanas al minimalismo como la repetición de breves fragmentos melódicos y rítimicos con muy ligeras variaciones que van construyendo poco a poco la pieza. Sin, embargo, a pesar de esta licencia, el espíritu y la parte central del movimiento son plenamente barrocos y de nuevo Vivaldi se nos viene a la cabeza cada vez que escuchamos esta parte de la obra que regresa en determinados momentos al tema central del “allegretto” inicial, quizá para reforzar la idea de conjunto de toda la suite, dedicada a Andrea Palladio, arquitecto italiano del siglo XVI, encuadrado en el manierismo y que combina la exactitud matemática de sus proporciones con elementos clásicos rescatados de Grecia y Roma. La interpretación corre a cargo de las cuerdas de la London Philharmonic Orchestra (participante también en “Songs of Sanctuary”) bajo la dirección del propio Jenkins.
“Adiemus Variations” – Escritas para cuarteto de cuerda, son, como indica su título, variaciones sobre el movimiento central del disco “Songs of Sanctuary”. Aunque la referencia al mismo es evidente, especialmente en la primera y en la tercera de las cuatro variaciones, el tratamiento de toda la obra tiene un enfoque mucho más contemporaneo y nos recuerda en muchos instantes a la música de Michael Nyman, curiosamente otro músico actual cuyo trabajo tiene raíces en compositores antiguos (Henry Purcell, fundamentalmente). La interpretación corre por cuenta del Smith Quartet, formación más que interesante muy centrada en el repertorio contemporaneo (tienen en su haber, por ejemplo, grabaciones de la integral de los cuartetos de Philip Glass así como de obras de Steve Reich, Graham Fitkin o Kevin Volans entre otros). Sus integrantes en esta grabación son Nic Pendlebury (viola), Charles Mutter (violín), Ian Humphries (violín) y Deirdre Cooper (cello) aunque Mutter abandonó el cuarteto un tiempo después.
“Passacaglia” – Jenkins dedica esta breve pieza orquestal a su tía Evelyn Mary Hopkins fallecida un año antes de la aparición del disco. Como señala el propio autor en el libreto, la “passacaglia” es una composición en la que un tema principal se repite continuamente pasando de un instrumento de la orquesta a otro de modo que siempre está presente al margen del desarrollo de la pieza. La intensidad de la obra y ciertos detalles en cuanto a su evolución nos remiten de forma inconsciente a la 3ª sinfonía de Henryk Gorecki que, recordamos, aunque date de 1976, obtuvo un sensacional éxito en los primeros años de la década de los 90 en una afortunada versión de la London Sinfonietta.
“String Quartet No.2” – Cerrando el disco tenemos el segundo cuarteto de cuerda de Jenkins, dividido en cinco movimientos de los que el autor hace un breve comentario. El primero de ellos, titulado “the fifth season” en una nada velada referencia (de nuevo) a Vivaldi combina una serie de patrones rítmicos al estilo de Steve Reich con un formato barroco en un poco habitual ritmo de 5/4. Continúa el cuarteto con “tango” en el que el título lo dice todo. Jenkins utiliza esa forma musical para dejarnos una de las piezas más apasionadas del disco y la utiliza como excusa para hacer una pequeña incursión por terrenos minimalistas aprovechando los compases centrales del movimiento antes de retornar al tango inicial. “Waltz” es el siguiente movimiento y uno de los más arriesgados de todo el disco por cuanto que no recurre a estilos conocidos, como en piezas anteriores. “Romance” es otra pieza breve construida de modo que cada uno de los integrantes del cuarteto tiene un pequeño solo que se ve respondido cada vez por el resto de músicos a modo de letanía. El movimiento final, “Bits”, es un curioso experimento en el que Jenkins alterna una “chorale” inicial con fragmentos escritos para distintos estilos y ritmos conforme la siguiente sucesión: “Organum-Chorale-Musette-Chorale-Blues-Chorale-Hoe Down-Chorale-Hollywood-Chorale-Organum”
Evidentemente, el trabajo de Jenkins en su “Palladio” no es demasiado original pero la calidad de la música en él contenida es realmente alta. Es cierto que recurrir a los esquemas barrocos y al cuasi-plagio en algún momento puede ser criticable pero cuando está tan bien hecho como en este caso, no nos queda otro remedio que quitarnos el sombrero. Nos vienen a la cabeza en este momento figuras como la de Han Van Meegeren, famoso falsificador de obras de Veermer que llegó a engañar a la mayor parte de la crítica durante mucho tiempo o la de Eric Hebborn, quien llegó a escribir libros sobre cómo falsificaba cuadros y los vendía. Incluso, una vez descubiero, presumía de que muchas de sus falsificaciones seguían expuestas en museos y nadie se había percatado aún del fraude. Evidentemente no hablamos de lo mismo puesto que Jenkins no hace pasar sus composiciones por obras de otros pero nos lleva a un viejo debate. Si las obras de Van Meggeren, Hebborn o Jenkins atraen a compradores y se escuchan e interpretan de forma habitual, debería ser por su valor intrínseco y no la firma que lleven.
En cualquier caso, la obra de Jenkins es ya bastante extensa y no ha seguido por los mismos derroteros de su “Palladio” que, por otra parte, es una composición bellísima. Tenemos que recordar que se escribió específicamente para un anuncio de diamantes y, quizá por eso, Jenkins le quiso dar ese aroma clasicista. El tremendo éxito obtenido por la pieza fue tentación suficiente para explotar la fórmula en cierto modo y publicar un disco como éste, notable en cualquier caso. Seguiremos teniendo en cuenta a Karl Jenkins y a su proyecto colateral Adiemus en un futuro y sus discos aparecerán por aquí tarde o temprano así como alguna que otra colaboración con otros artistas de la que daremos cuenta en su momento.
Os dejamos con tres anuncios a los que Jenkins puso música. Los dos primeros son para De Beers. El inicial con el tema "Shadows", luego convertido en el primer movimiento de "Palladio" y el segundo con la versión más conocida de la música para que aprecieis la gran diferencia. El tercer video es el comercial de Delta Airlines que popularizó la música de Adiemus:
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