Muchas veces hemos leído cómo se aplica el calificativo de “independiente” sobre este o aquel artista y en la mayoría de los casos esa supuesta independencia es una mera etiqueta que tiene poco que ver con la realidad. La artista que hoy nos visita es una de las pocas de las que se pueda afirmar que ha desarrollado su carrera al margen de las discográficas y con una libertad casi absoluta. Curiosamente, no recordamos que nunca se la haya llamado “artista independiente”. Paradojas del negocio, suponemos.
Loreena McKennitt es una cantante canadiense de raices celtas (su padre Jack era irlandés y su madre Irene, escocesa). Su vocación inicial fue la veterinaria pero su amor por la música de sus ancestros terminó por llevarla por otros derroteros por fortuna para nosotros y para desgracia de las mascotas del area de Ontario que han perdido, a buen seguro, a una excelente cuidadora. En los años previos a iniciar su carrera musical, Loreena actuaba de modo amateur en una compañía teatral local para la que empezó a componer algunas canciones, lo que terminó de estimular su amor por la música tradicional. Esta etapa le sirvió también para familiarizarse con un buen número de textos y autores literarios a los que posteriormente adaptaría con brillantez en sus discos. Al mismo tiempo, aprendió a tocar el arpa y tocaba en la calle para sacar algún dinero con el que financiar sus primeras grabaciones.
Con estos medios, más bien modestos, pudo grabar su primer disco, “Elemental” en 1985 interpretando la práctica totalidad de los instrumentos así como las voces principales. La mayoría de las canciones eran tradicionales salvo un par de ellas en las que Loreena pone música a textos de William Butler Yeats y William Blake de quien recupera una canción que ya había utilizado para la compañía teatral en la que McKennitt participaba. El disco se grabó y se comenzó a distribuir exclusivamente por correo a través del sello Quilan Road, fundado por la propia artista y que, de hecho, a día de hoy es el que ha servido para publicar todos los discos de Loreena siendo la única artista del sello en todos estos años. Era ella misma con la ayuda de sus allegados la que enviaba a cada comprador su copia de cada trabajo en una labor casi artesanal que permitió a la artista conservar todo el control sobre su trabajo ajena a las presiones de las discográficas. Anque el éxito obtenido por estas grabaciones ha propiciado que la distribución de su música esté a cargo de una importante multinacional, la forma de trabajar de la cantante sigue siendo la misma. Aún sigue leyendo casi todas las cartas que le llegan por parte de aficionados aunque, desgraciadamente, no puede ya contestarlas todas personalmente como hacía en sus comienzos.
Para la grabación de “Elemental”, así como para los dos discos siguientes, Loreena se documentó a lo largo de una serie de viajes a Irlanda y Escocia, sumergiendose en la más pura tradición celta. Esa buena constumbre tuvo una interesante consecuencia que surgió casi naturalmente. En esos viajes, la búsqueda fue consciente. En los siguientes ocurrió lo contrario: visitando distintos países europeos como España, Italia, Portugal o Grecia, con el objetivo de investigar la expansión de la música celta en el pasado por otros territorios ajenos a las Islas Británicas, la cantante se empapó de las músicas autóctonas de esas tierras y las fue incorporando paulatinamente a sus siguientes proyectos como se refleja en lo que posteriormente se llamó su “trilogía de los viajes” compuesta por los discos “The Visit”, “The Mask and Mirror” y “The Book of Secrets”. A día de hoy, y pese a que los ingredientes celtas siguen muy presentes en la música de Loreena, resulta muy difícil aplicarle esa etiqueta sin quedarnos definitivamente cortos. “The Book of Secrets” es, quizá, el disco en el que McKennitt va más lejos en su mezcla entre distintas culturas. Si la búsqueda del legado celta le llevó en discos anteriores a lugares que habían sido encrucijada de culturas como Toledo o Marrakesh, en esta ocasión los dos referentes más claros del trabajo son Venecia y Estambul y la propia artista amplia esta idea en los comentarios incluídos en cada uno de los temas del disco. En el libreto del CD se incluye una cita de Lao Tzu, que podemos traducir como “El buen viajero no tiene planes cerrados. Su objetivo no es llegar al destino inicial”. Todo el disco está imbuído del espíritu de la cita y nos habla de cómo la idea con la que se inicia un viaje puede cambiar por completo una vez que éste da comienzo.
“Prologue” – La mayoría de los temas del disco no surgen en un momento puntual sino como una suma de elementos muy dispersos en el tiempo. La composición inicial es un buen ejemplo de ello. En una visita a Grecia en 1995, alguien le habla de un monasterio en el Monte Atos, casi un año después, durante un viaje en Estambul, visita unas ruinas con vestigios celtas. Es en 1997 cuando tras leer un relato sobre los primeros cristianos en oriente descubre un viaje de dos monjes que parten del Monasterio de Iviron, precisamente en el monte griego, hasta llegar a Bizancio. La relación entre manuscritos celtas como el libro de Kells y otros bizantinos, sugiere la posibilidad de un contacto real entre ambas civilizaciones y McKennitt hace su propia versión musical en una composición excelente de ambiente oriental con la participación de la profunda voz de Stuart Bruce como fondo a una preciosa melodía apenas tarareada por la prodigiosa voz de la canadiense que se acompaña de multitud de instrumentos exóticos.
“The Mummer’s Dance” – Una introducción de gaita nos pone en situación ante la primera canción propiamente dicha del disco, basada en la tradición de los “mummers”, especie de pasacalles en los que una serie de actores enmascarados llevan a cabo una representación teatral, generalmente relacionada con la primavera y los grandes bosques que poblaban Europa en la antigüedad. En esta ocasión, las referencias van desde una actuación que un grupo de “mummers” hizo en un barco polaco encallado en las costas de Newfoundland para entretener a los marineros. Los “mummers” en sus distintas variantes y con personajes comunes como el del loco, están presentes en lugares tan distintos en apariencia como Grecia o Turquía y la artista ha rescatado tradiciones sufíes con una más que probable relación con este particular pasacalles. En la canción, Loreena incorpora la melodía de una de estas procesiones tradicionales, aunque la mayor parte de la música es original.
“Skellig” – Durante un viaje por la Toscana, la artista estaba leyendo un texto sobre la conservación de buena parte de la cultura y filosofía de las épocas griega y romana a través de los monasterios, muchos de ellos con monjes irlandeses. Uno de estos monasterios se encontraba en Bobbio, Emilia Romana una región montañosa italiana de difícil acceso. Inmediatamente la artista recordó otra institución en la isla de Skellig, en la parte más abrupta de la costa irlandesa en la que los escribanos duplicaban y conservaban de esta forma, textos históricos. Musicalmente estamos ante una de las clásicas baladas de McKennitt en la que su voz destaca en todos y cada uno de los amplios registros que suele abarcar.
“Marco Polo” – En una colección de músicas inspiradas en viajes y cruces entre culturas, no podía faltar la referencia al viajero por excelencia. Loreena descubrió un gran número de piezas de procedencia celta en un museo veneciano en 1991 y la ciudad italiana es un auténtico paraíso de la historia por la cantidad de referencias a culturas orientales que se pueden encontrar casi a cada paso. La artista utiliza una melodía sufí que había escuchado en un disco de Oni Wytars, formación musical dedicada a la música antigua y medieval, tanto occidental como oriental que destaca por la utilización de instrumentos originales en sus interpretaciones. Como el prólogo del disco, el tema es casi instrumental con la única aportación vocal de McKennitt en forma de tarareo.
“The Highwayman” – El corte más largo del disco es también uno de nuestros favoritos. Surge como una sugerencia de algunos conocidos de la artista que le proponen poner música al poema “El autoestopista” de Alfred Noyes, autor inglés a caballo entre el siglo XIX y el XX. Los versos narran una clásica historia de amores imposibles con trágicas consecuencias y se ha convertido en una especie de estandar llegando a conocer todo tipo de versiones, desde la música culta en forma de cantata a cargo del compositor Deems Taylor o adaptaciones corales como la de Armstrong Gibbs hasta el cine, con una película de 1951 pasando por videoclips que adaptan la historia como “Everywhere” de Fleetwood Mac. La canción de Loreena McKennitt tiene las características más convencionales de la producción de la artista canadiense sin aportaciones de folclores exóticos como el resto del disco y, quizá por ello, resalta poderosamente dentro de “The Book of Secrets”.
“La Serenissima” – El título hace referencia a Venecia ya que es así como se la conocía en épocas pasadas. Loreena recorrió varias veces la ciudad en su visita de 1991 pero fue en 1995, cuando leyendo una historia sobre la visita de Enrique III de Francia a la ciudad del Adriático en 1574, cuando recibió la inspiración para componer esta preciosa pieza instrumental de raices medievales y celtas en la que podemos comprobar cómo la artista destaca también en la interpretación del arpa, quizá su instrumento predilecto. El acompañamiento del cello de Anne Bourne y de instrumentos de época como la viola da gamba de Joanna Levine o la guitarra victoriana de Robin Jeffery ayudan a dar a la pieza un aire elegante y distinguido.
“Night Ride Across the Caucasus” – Loreena es una artista cuyas inquietudes van mucho más allá de la propia música. Una de sus lecturas trataba sobre los avances de la ciencia en la historia y cómo muchas veces los avances tienen su lado oscuro por la ocultación y manipulación de la que hacen gala determinados poderes. Mientras grababa el disco en los estudios Real World, anunciaron la noticia de la clonación de la oveja Dolly con todo el debate ético que suscitó en su momento. La combinación de estos dos hechos y la lectura de textos sufíes sobre alquimia justo cuando recibe una invitación para tocar en Estambul, terminaron desembocando en la composición de esta pieza. Una vez más, el sonido remite más a músicas orientales que a un orígen celta.
“Dante’s Prayer” – Otra de las grandes composiciones del disco sin lugar a dudas. El azar que rige el viaje de todo buen viajero llevó a Loreena a una travesía de varios días en el Transiberiano (cuando el plan original era ir a Japón). Uno de los puntos comunes que la artista había encontrado en todos sus viajes en busca del legado celta era el amor a los caballos que tenían todos los pueblos que compartían esa raíz. En el tren observó a un anciano pelirrojo de rasgos típicamente irlandeses que le recordó mucho a su propio padre. La artista recordó entonces su visita a la exposición sobre la cultura celta en Venecia y una teoría que afirmaba que el orígen remoto de ese pueblo podía encontrarse en las estepas rusas. El físico de muchos de los lugareños y su devoción hacia los caballos sugirieron a la artista que aquella teoría podía tener más fundamento del que a priori podía parecer. Una de las lecturas que acompañaban a la cantante durante su viaje era “La Divina Comedia” de Dante Alighieri y de ahí la dedicatoria del título. La canción se abre y se cierra con una grabación procedente del disco “Russian Easter” del Coro de Cámara de San Petersburgo, concretamente un extracto del “Alleluia, Behold the Bridgeroom”.
“The Book of Secrets” fue en su momento lo más parecido a una superproducción que había hecho la artista. Se grabó en los estudios Real World de Peter Gabriel y la lista de músicos que intervienen en el disco es tan extensa como impresionante en cuanto a la categoría de los mismos. Junto con acompañantes habituales en los trabajos anteriores de Loreena como Brian Hughes (guitarras, bouzoki, oud, voces), Rick Lazar (percusión) o Hugh Marsh (violín) aparecen en los créditos nombres como los de Manu Katche (batería) o Caroline Lavelle (cello). Estamos ante el que, quizá, sea el disco más exitoso de la artista canadiense y ello propició una extensa gira de conciertos por todo el mundo. Podeis encontrar una información realmente extensa sobre el disco y sobre toda la bibliografía en la que la artista canadiense encontró inspiración durante la elaboración del mismo en su excelente página web.
Mientras trabajaba en la conclusión de un doble disco en el que quedaría recogida una selección de dos de las actuaciones de la gira, en París y en Toronto, Loreena recibió una trágica noticia que la golpeó en lo más profundo y estuvo a punto de retirarla definitivamente del mundo de la música: durante una excursión en bote en el lago Hurón y a causa de un desgraciado accidente, falleció su novio Ronald Ress junto con el hermano de éste y un amigo de ambos. Como es comprensible la artista se vio muy afectada y dedicó sus esfuerzos en los años posteriores a la creación de la Fundación Memorial Cook-Rees a la que destinó toda la recaudación de las ventas del doble disco en directo y que se encarga desde entonces de trabajar para la mejora de la seguridad en la navegación y en los rescates acuáticos. Como consecuencia de ello, la artista desapareció de la escena discográfica durante ocho largos años. Afortunadamente para todos nosotros, en 2008 volvió a aparecer en escena y desde entonces nos ha regalado varios nuevos trabajos que a buen seguro irán apareciendo por aquí junto con los más antiguos de la intérprete.
Loreena McKennitt es una de las artistas más interesantes que surgieron del boom de la música celta y new age en los años ochenta sin pertenecer realmente a ninguno de los dos estilos, al primero por su procedencia y al segundo porque realmente su música no tenía nada que ver con esa denominación aunque fue utilizada en muchas ocasiones para encuadrarla en algún género reconocible para el potencial comprador de su obra. Sus inicios no fueron nada fáciles y no sólo por la forma que escogió para difundir su obra sino por la sorprendente falta de reconocimiento por parte de muchos de sus “colegas”. Loreena no terminaba de entender que, por el simple hecho de haber nacido en Canadá, muchos artistas irlandeses y escoceses no la considerasen como una de los suyos y en muchas entrevistas de aquellos años a músicos representativos de esos estilos se dejaba entrever ese rechazo. Poco a poco, sin embargo, la calidad del trabajo de la artista terminó por vencer esas reticencias e incluso alguno de los músicos celtas más prestigiosos de las Islas Británicas como Donal Lunny terminaron por colaborar en discos de Loreena. Y lo cierto es que muy pocos artistas, de una u otra procedencia, tendrán tras de sí un trabajo de investigación y de estudio sobre la música celta como el que arrastra nuestra protagonista. En cualquier caso, el disco del que hoy hemos hablado no puede ser considerado en modo alguno como un disco de música celta al uso así que el lector que busque vertiginosos “reels”, pegadizas jigas o melancólicos aires para cantar alrededor de unas pintas en la taberna más cercana no va a encontrar nada de eso aquí. Si encontrará, sin embargo, una música exquisita, interpretada con un gusto fuera de lo común por músicos excepcionales. Dejamos para el final una apreciación que no podemos obviar: Loreena McKennitt, además de todo lo dicho, posee la voz más prodigiosa que hemos oído en cualquier género musical en mucho tiempo y la maneja con maestría en todos los registros. Si esta es vuestra primera toma de contacto con la artista, estamos seguros de que vais a caer rendidos ante ella. Os dejamos un par de enlaces por si quereis comprobarlo adquiriendo el disco:
Para despedirnos os dejamos a Loreena interpretando "Dante's Prayer" en directo:
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