domingo, 27 de abril de 2014

Philip Glass - Symphony No.5 "Requiem, Bardo, Nirmankaya" (2000)



Tenemos la impresión de que la quinta sinfonía de Philip Glass pasó bastante desapercibida en su momento y tampoco hoy se cuenta entre las obras más populares de su autor, ni siquiera dentro de la serie de diez sinfonías que a día de hoy han sido estrenadas. Esto es algo chocante si tenemos en cuenta que, al menos en apariencia, desde su misma concepción es la más ambiciosa de todo el ciclo.

En alguna ocasión hablamos de los actos y celebraciones que a lo largo de todo el planeta tuvieron lugar para celebrar el cambio de milenio a finales de 1999. El Festival de música de Saltzburgo fue una de las instituciones interesadas en conmemorar el evento con un acontecimiento único que surgió de la iniciativa de una serie de mecenas austriacos en colaboración con otros japoneses y neoyorquinos. De esa iniciativa surgió la fundación “Música para la Paz”, uno de cuyos primeros encargos fue la composición de una sinfonía a nuestro admirado Philip Glass quien respondió con una obra monumental (el calificativo, tantas veces usado de un modo exagerado, nos parece el más exacto para esta obra): la que sería su quinta sinfonía. Glass escogió valerse de todos los recursos que una orquesta sinfónica ponía a su disposición, reforzando la sección de viento y acompañándola por un poderoso coro y cinco voces solistas. El compositor, además, buscó una especie de sincretismo musical tomando textos de los libros sagrados de algunas de las confesiones que más creyentes congregan en el mundo lo cual encajaba, tanto con el concepto general del festival como con las sus creencias particulares. Glass ha dado muestras de su cercanía al budismo como filosofía de vida, pero en su obra encontramos composiciones basadas en textos religiosos de muy diferentes procedencias.

Como todo parecía concebido a lo grande, la propia obra no podía quedarse atrás con lo que asistimos a una sinfonía dividida en doce movimientos y cuya duración superaba la hora y media. La expectación era grande porque no había demasiados precedentes de un Glass combinando orquesta y coros de esta forma (quizá su obra “Itaipu” era la que más se acercaba a éste espíritu).

Comenta el compositor en las notas del disco que “el plan tras la sinfonía era representar al más amplio espectro de creencias posible. Trabajando en equipo con James Parks, del Centro de Estudios de las Religiones de Nueva York y el profesor Kusumita P. Pedersen, del St.Francis College, seleccionamos una serie de textos que comenzaban con el momento de la creación, pasaban por la vida terrena, el paraíso y la rendición final de cuentas. Enfocamos el cambio de milenio como un puente entre el pasado (representado por la parte de la obra que llamamos “requiem” y que engloba los primeros nueve movimientos), el presente (el “bardo” o la transición entre la vida terrenal y el más allá) y la culminación con el “nirmankaya” (resurrección e iluminación). Los textos originales están escritos en griego, hebreo, sánscrito, árabe, chino, japonés y algunos idiomas indígenas pero decidimos que en la sinfonía se cantasen en un único lenguaje, el inglés, para destacar lo que todas esas tradiciones tienen en común”.

Intervienen en la grabación de Nonesuch, la Vienna Radio Symphony Orchestra dirigida por Dennis Russell Davies. Se unen a la misma el Morgan State University Choir con Nathan Carter a la cabeza y el Hungarian Radio Children’s Choir dirigido por Gabriella Thesz. Los solistas son: Ana María Martínez (soprano), Denyce Graves (mezzo-soprano), Michael Schade (tenor), Eric Owens (barítono) y Albert Dohmen (bajo-barítono).

Dennis Russell Davies y Philip Glass


“I. Before the Creation” – La obra comienza con un gran despliegue de energía por parte de la orquesta en una especie de obertura breve previa a la intervención del coro. El texto procede del Rig-Veda, texto sagrado de la India escrito en sánscrito y narra el estado de las cosas previo a la creación. “No había existencia ni no-existencia” dice el primer verso mientras se despliega la música del compositor norteamericano del modo habitual, con gran incidencia de las percusiones que dotan de un ritmo muy personal a la obra en estos instantes. La primera intervención corre por cuenta del coro femenino. Hay una segunda por parte de otra sección masculina y, finalmente, se unen ambos. Glass combina momentos de ritmo intenso con otros más reposados de entre los que destacamos la parte final, introducida por una escueta melodía de flauta que da paso a la segunda etapa: la creación.

“II. Creation of the Cosmos” – Asistimos aquí a una mezcla de textos de prodedencia variada: hay fragmentos del Corán, del Génesis, del poema épico hawaiiano llamado “Kumulipo” y de la historia de la creación de los Zuñí, tribu norteamericana perteneciente a los Indios Pueblo. La música toma otras formas apareciendo los solos y los duetos vocales aunque el coro sigue teniendo un protagonismo fundamental. Las flautas marcan una importante transición a mitad del movimiento presentando a la soprano frente a la orquesta en una narración típicamente “glassiana”. El bajo ofrece pronto la réplica completando un pasaje que forma parte de esta sinfonía como podía haberlo hecho de cualquiera de las óperas de su autor.

“III. Creation of the Sentient Beings” – La aparición de la vida es ilustrada con textos del Nihongi japonés, de nuevo el Kumulipo, de la historia de la creación de los Bulu cameruneses y del mito Boshongo de los Bantú. La narración del compositor sigue la misma tónica que las partes anteriores con la orquesta en un plano secundario respecto a los coros para quienes reserva alguna melodía memorable siempre dentro de los parámetros melódicos del autor: repeticiones constantes con variaciones mínimas, arpegios sucesivos y una cierta linealidad sólo rota en determinados momentos como el final del movimiento con las cuerdas interrumpiendo bruscamente la acción.

“IV. Creation of Human Beings” – Para ilustrar la aparición del hombre, Glass y sus colaboradores seleccionan textos del Popol Vuh maya y del Corán. Quizá sea este el movimiento que más nos recuerde a óperas del autor como “Akhnaten” o “Satyagraha” en el aspecto musical. De nuevo, los cantantes tienen un papel fundamental en la narración por encima del que juega el coro lo que sigue acercando más esta obra al Glass operístico que al sinfonista, en nuestra opinión.

“V. Love and Joy” – Hay en la sinfonía un componente erótico que se centra en esta movimiento en el que escuchamos versos del poeta persa Rumi, del Cantar de los Cantares o del poeta indio Vidyapati. La música se impregna de ese espíritu con dulces pasajes a cargo de la mezzo-soprano y un intenso final en el que aparece el arpa, las flautas y la orquesta en pleno en un gozoso ejercicio de exhuberancia musical que concluye con un breve recitado a cargo del bajo.

“VI. Evil and Ignorance” – Uno de nuestros momentos favoritos en la obra es el comienzo del sexto movimiento, con un sensacional cambio en la instrumentación en el que las percusiones (celesta, glockenspiel, xilófono) cobran un protagonismo importante acompañadas de otros instrumentos que tampoco habían tenido gran relevancia en la obra hasta el momento: piano, arpa, clarinete, tuba... hasta las cuerdas aparecen pellizcadas contribuyendo a crear un ambiente completamente diferente del que dominaba la obra hasta ahora. Los textos proceden del Popol Vuh, el Maha-Vagga budista y del Bhagavad Gita hindú.



“VII. Suffering” – El segundo disco comienza con el fragmento más oscuro de la obra. Las cuerdas son prácticamente el único acompañamiento del bajo en el comienzo hasta que se incorpora la orquesta y coros en pleno. Escuchamos entonces la que podríamos considerar melodía central de la obra (al menos es la que más recordamos cuando pensamos en esta sinfonía). En ella todo aficionado a Glass reconocerá al músico del que se enamoró puesto que se muestra aquí en plenitud de facultades firmando un movimiento memorable. Los textos proceden del Libro de los Salmos, el Bhagavad Gita, el Libro de Job y el Libro de Oseas.

“VIII. Compassion” – Volvemos a las instrumentaciones peculiares con el comienzo del octavo movimiento en el que escuchamos arpas tejiendo tenues melodías a las que las flautas añaden un aire de misterio muy acorde con los textos del filósofo chino Mencio que se mezclan con los del Bodhicaryavatara budista y los del Evangelio de Mateo. El movimiento es uno de los más extensos de la obra y nos conduce al último de la primera parte de la obra a la que el propio Glass se refiere como “Requiem”.

“IX. Death” – No es casual que en el movimiento dedicado a la muerte, Glass utilice tres textos de procedencia japonesa: uno extraído de la obra Motomezuka, clásico del teatro musical Noh del S.XIV, otro obra del poeta del S.IX, Ono no Komachi y un tercero procedente de un haiku del poeta del S.XVII Matsuo Basho. La parte final, la más emotiva de todas, procede en cambio del Bodhicaryavatara y nos regala unos versos demoledores: “mis enemigos se convertirán en nada / mis amigos se convertirán en nada / yo mismo seré nada / y, del mismo modo, todo se volverá nada / como en un sueño / todo lo que he disfrutado / se convertirá en un recuerdo / todo lo sucedido no volverá a ocurrir / abandonándolo todo, he de partir solo”.



“X. Judgement and Apocalypse” – El juicio y el apocalisis se nos muestran desde el punto de vista del Corán, el Libro de los Muertos tibetano y el Vishnu Purana hindú. Lógicamente, la música experimenta una transformación. Es ahora más dura, más severa, como corresponde al momento de la narración. No es el movimiento más significativo de la obra pero cumple su función de transición hacia la parte final.

“XI. Paradise” – Aunque volvemos a escuchar textos cantados, una parte significativa de la intervención de la soprano consiste en notas puras, sin letra que pueda apartar la atención del oyente de la melodía que bien podría simbolizar la gloria de Dios o su equivalente en cualquiera de los credos representados en la obra. Los textos proceden del poeta Rumi, de las Canciones de Kabir de Tagore y de la Primera Carta de San Pablo a los Corintios.

“XII. Dedication of Merit” – La sinfonía, como la vida misma que se ocupa de narrar, se cierra volviendo al comienzo y recordando la obertura del primer movimiento. También, como en aquel, el texto es de una sola procedencia escrita en sánscrito pero en lugar del Rig Veda hindú, Glass vuelve a distintos fragmentos del Bodhicaryavatara budista para cerrar la que es su sinfonía más ambiciosa.

Por sus particulares características, se nos hace difícil ver esta sinfonía como una más de las diez firmadas por su autor ya que, en muchos momentos suena más cercana a sus óperas que a cualquier otra de sus obras. Su repercusión no ha sido tampoco demasiado notable. Es comprensible que no se encuentre entre las más interpretadas de Glass por lo complicado de reunir una orquesta y dos coros de las dimensiones que requiere y tampoco ha sido grabada en más de una ocasión hasta ahora. En todo caso, no parece ser tan popular como las primeras cuatro sinfonías del ciclo. Nosotros, sin embargo, hemos decidido recomendarla porque nos parece una obra inmensa en la que el oyente puede escuchar varios registros diferentes de Glass en una única composición. El disco tiene una presentación impecable en la que cada movimiento se corresponde con un díptico de cartón separado del libreto central y de la propia caja de plástico lo que hace del seguimiento de la sinfonía un placer aún mayor. La obra se puede adquirir en los siguientes enlaces:

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