domingo, 13 de enero de 2019

Peter Buffett - The Waiting (1987)



Todos conocemos historias de superación en el mundo de la música. Artistas que se labran una carrera luchando contra viento y marea, sobreponiéndose a la escasez de medios, a la falta de oportunidades, a la dificultad para darse a conocer... un panorama poco alentador, en fín, que era todo lo contrario a lo que se encontró nuestro protagonista de hoy porque cuando tu padre es uno de los hombres más ricos del planeta las cosas suelen ser algo más fáciles.

Hablamos de Peter Buffett, hijo, claro está, del genio de las finanzas Warren Buffett. Cuando la forma de llegar a fin de mes no es una preocupación, la búsqueda de algo que hacer en la vida parece más sencilla y el joven Peter tenía muy claro que lo que le gustaba de verdad era la música. Cuenta en su web cómo desde niño pasaba el tiempo imaginando melodías que luego reproducía fácilmente en el piano familiar por lo que el teclado le pareció el medio más adecuado para expresarse y, a partir del piano, el salto a los sintetizadores fue el paso natural. Lo más curioso es que su gran influencia, el músico que le hizo dar el paso, fue el guitarrista William Ackerman. Cuando escuchó su música, esa naturalidad y sencillez, le recordó a lo que él venía haciendo desde niño. Buffett abandonó los estudios y se trasladó a San Francisco para comenzar su carrera musical. Lo primero que hizo fue construir un estudio en el que se encargaba de producir discos para bandas locales. Una forma tan buena como otra cualquiera de aprender los rudimentos del oficio y, en especial, de las tecnologías de grabación que, a mediados de los años ochenta habían dado ya un gran salto en relación a décadas anteriores. Comenzaban los años de lo que el periodista Ramón Trecet llamaba, con gran acierto, “el estudio como instrumento”.

Bufett aprovechó la oportunidad de disponer de lo último en tecnología y aprovechó la aparición en aquella época de dos de las cadenas de televisión que iban a tener más relevancia en el futuro (MTV y CNN) para trabajar con ellos realizando las músicas de buena parte de sus “jingles” y “cortinillas” de continuidad. De ahí dio el salto a uno de los grandes sellos americanos de música “new age”, Narada, aprovechando además la época dorada del género para convertirse en una de sus mayores figuras. Es curioso que siendo un admirador de William Ackerman terminase fichando por la que quizá era la competencia más directa de Windham Hill. Es posible que el enfoque más acústico del sello de Ackerman frente al más electrónico de Narada le hiciera encaminarse hacia estos últimos. Su disco de debut se tituló “The Waiting” y en él, Buffett hacía uso de los sintetizadores más populares de la época como el Roland MKS-80, el Kurzweill K250, el Yamaha DX7, el Synclavier o el Roland D-50, el aparato que todas las grandes estrellas acabaron utilizando. Todo estaba tocado y producido por él lo que le daba un valor añadido al trabajo.

Peter Buffett en su estudio a mediados de los 80.


“Empire Builder” - El comienzo del disco no deja de ser algo tópico. Etéreos “pads” electrónicos que hoy en día suenan viejos y una sucesión de sonidos de librería comunes a un gran número de discos de la época. Con todo, hay algunas ideas interesantes que a lo largo del disco irán desarrollándose de un modo más convincente.

“The Waiting” - Estamos en 1987 y Mike Oldfield no se había planteado aún hacer una secuela de Tubular Bells pero se diría que Peter Buffett se le adelantó con este tema. El comienzo de piano tiene el clásico esquema “tubular” de las tres partes de la obra de Oldfield y el desarrollo instrumental posterior no es demasiado distinto del de “Tubular Bells II” que aparecería unos años después. Curiosidades aparte, “The Waiting” es, quizá, la mejor pieza del disco y un gran ejemplo de lo que se podía hacer en aquel momento con un buen estudio de grabación y el talento para saber utilizarlo.

“Why” - Sonidos cristalinos, ritmos sutiles y un bajo que habría sonado mejor de haber sido un instrumento real y no una emulación electrónica son los componentes principales de un tema que, en realidad, hace las veces de transición.

“Aberdeen” - El corte más largo de todo el trabajo deja entrever algunas novedades como el uso de percusiones del comienzo pero luego se encamina por terrenos ambientales de desarrollo lento. La parte central pasa a ser mucho más melodiosa entrando de lleno en los parámetros habituales de la “new age” de los ochenta. Un tema de agradable escucha pero que no deja demasiado poso tras escucharlo unas cuantas veces. La coda de guitarra del final es, quizá lo mejor de toda la pieza.




“Generation Prelude” - Coros “sampleados”, percusiones y un punzante bajo son los protagonistas de este preludio que abría la cara B del LP. No faltan los característicos sonidos de naturaleza (truenos, lluvia, etc.) antes del segmento final lleno de ritmo que enlaza con el siguiente corte.

“Generation” - Llegamos a uno de los grandes momentos del disco con esta pieza en la que encontramos más empuje e intensidad que en cualquier otro momento del trabajo. Un gran tema con mucha personalidad que enlaza con un interludio de piano en el que cogemos fuerza para volver a la melodía central. En conjunto es esta una composición que sigue la linea de tantas otras de los años ochenta (tiene elementos de los Tangerine Dream de entonces) y que eleva la nota general del disco.




“New West” - Toda la pieza se construye alrededor de una nota pulsante alrededor de la cual aparecen juegos de percusiones y un tema de piano muy inspirado. Todo el aire de “new age” blandita que ocupaba la mayor parte del inicio del disco se diluye en este tramo que, sin llegar a ser agresivo, sí que introduce un punto de tensión que le viene muy bien al trabajo.

“One More Time” - Vuelta a la melodía con un toque de romanticismo. Aunque los arreglos, con esos sonidos sintéticos de arpa, nos hacen esbozar una sonrisa socarrona a estas alturas, lo cierto es que el tema de piano que los acompaña merece la pena y nos hace perdonar todo lo demás.




“Big Sky” - El cierre del trabajo recuerda mucho al comienzo. Largas notas electrónicas, flautas sintéticas y cero elementos discordantes. Nada que llame especialmente la atención, en suma.

Con “The Waiting” ocurre lo mismo que con tantas obras de su tiempo. Es, lo que los críticos angloparlantes suelen calificar como “dated recording”, expresión que se traduce como “anticuada” aunque con un matiz algo diferente que se refiere a la facilidad que tendríamos para situarlo en un momento muy concreto de la historia. La gran mayoría de sonidos y efectos empleados en el trabajo son comunes a decenas de discos publicados en los mismos años y desaparecieron poco después casi con la misma rapidez que se incorporaron a las paletas sonoras de los músicos de los años ochenta. Si conseguimos superar esa rémora mental que nos impone la propia sonoridad del mismo, el disco es más que rescatable

Tras “The Waiting”, Buffett publicaría otros tres discos en Narada, todos ellos interesantes y, a nuestro juicio, entre los mejores trabajos de la “new age” en su vertiente americana más electrónica.  Con cada disco, el músico fue incorporando más elementos de la música de los nativos americanos, (no en vano su música llegó a formar parte de la banda sonora de "Bailando con Lobos") algo que en sus trabajos posteriores, ya fuera de Narada, fue ganando presencia aunque el lento declinar del género y el hecho de no trabajar ya para uno de sus sellos principales hizo que Buffett desapareciera poco a poco de la primera linea pese a seguir publicando discos y grabando bandas sonoras. Esta ausencia la suplió con sus otras facetas como realizador audiovisual y, especialmente, como escritor, ya que en los años siguientes publicó varios libros con un éxito notable aunque eso ya escapa a la temática del blog. Volveremos a hablar de Buffett en el futuro con toda probabilidad. Hasta entonces os dejamos con su música.



 

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