martes, 11 de julio de 2023

Klaus Schulze - Deus Arrakis (2022)



Hay músicos que fueron muy importantes en nuestras vidas en momentos determinados (incluso en etapas muy largas) a los que con el paso del tiempo hemos ido relegando sin tener muy claro el motivo. En muchos casos son fases que pasan y más tarde volvemos a ellos aunque no siempre con la pasión de los días en que más los disfrutamos. En nuestro caso, y ya lo hemos comentado en alguna ocasión, nos ha sucedido con diferente desenlace con dos de los artistas más importantes de la llamada Escuela de Berlín: Tangerine Dream y Klaus Schulze. Hubo una época en la que fuimos devotos de ambas discografías, más tarde las tuvimos apartadas y solo volvíamos a ellas puntualmente pero actualmente, y aquí radica la diferencia, hemos regresado con fervor a la música de la banda de Froese pero no terminamos de reencontrarnos con el bueno de Klaus.


No nos malinterpretéis. Seguimos apreciando la obra de Schulze, en especial sus trabajos de los años setenta y primeros ochenta y nuestra valoración de su obra sigue siendo alta pero no hemos conseguido mantenernos al día con toda su producción de los últimos años con muy pocas excepciones. Hoy queremos hablar de una de ellas, “Deus Arrakis”, disco póstumo del alemán cuya salud fue muy delicada en los últimos tiempos desembocando en su fallecimiento hace poco más de un año.




Schulze ha sido siempre un tipo reservado, incluso arisco en algunas entrevistas en las que se mostraba poco interesado en la música de otros pero tenía una gran inquietud cultural. Era notorio su gusto por la pintura pero también por la filosofía y la literatura. Dentro de este campo, una de las novelas que le marcó hasta el punto de dedicarle un disco fue “Dune” de Frank Herbert (quien también tiene una composición con su nombre en el disco “X”). No son las únicas referencias a “Dune” en la obra de Schulze quien también compuso una pieza titulada “Melange”, la especia sobre la cual gira buena parte del argumento de la obra. En la reciente adaptación al cine de la novela dirigida por Denis Villeneuve la banda sonora corre por cuenta de Hans Zimmer pero Schulze aporta una breve pieza recogida en “The Dune Sketchbook”, el primero de los varios discos publicados con música de la película. Quizá esa fuera la inspiración que necesitaba el músico alemán para volver sobre la obra de Herbert y grabar este “Deus Arrakis”, título que puede encerrar una referencia a la segunda parte de la novela titulada “Dune Messiah” en la línea de los abundantes juegos de palabras que Schulze utilizaba en sus títulos.




En el aspecto musical, “Deus Arrakis” es una obra absolutamente fiel al estilo de su autor. El primer corte, titulado “Osiris” es muy ambiental, con densos fondos planeadores en los que los acordes se suceden con lentitud acompañados de secuencias electrónicas que evolucionan a la par. Es una gran pieza, sin el músculo del Schulze de los setenta pero con mucha más profundidad que el los ochenta y noventa. El segundo corte, “Seth”, supera la media hora de duración y comienza en un tono muy diferente son distintos efectos sonoros, juegos con ruido blanco etc. Luego recupera los ambientes del tema inicial, con largos acordes pero con una diferencia. Cuando aparecen aquí las secuencias, ocupan un plano más visible y están acompañadas por una cadenciosa percusión que nos acompaña durante un largo tramo. En la siguiente parte aparecen distorsiones electrónicas que preceden a la entrada del violonchelo de Wolfgang Tiepold, el mismo intérprete que participaba en los citados “X” y “Dune” y que ha sido colaborador de Schulze siempre que éste ha necesitado un violonchelo. Enlazando con esta fase vuelven las secuencias electrónicas que se entrelazan con la interpretación de Tiepold, llevandonos en un viaje onírico de una gran belleza con trazas de trabajos clásicos como “Mirage” o “Audentity”. El segmento final vuelve a los pasajes planeadores con el violonchelo poniendo la guinda melódica. La tercera pieza del disco es “Der Hauch Des Lebens”. Tiene un tono mucho más oscuro, especialmente en el comienzo formado por notas lúgubres aderezadas con efectos a tono con el conjunto. Posiblemente el primer tercio sea el tramo más “ambient” de todo el disco aunque la evolución de la parte central es fantástica. Seguramente Nils Frahm es hijo (o nieto) musical de Schulze pero en toda esta fase de la pieza creemos encontrar una notable influencia de vuelta, especialmente de trabajos recientes como “All Melody” o “Tripping with Nils Frahm”. Para el cierre, Klaus vuelve a las atmósferas planeadoras poniendo así fin a un muy buen disco. La pieza cuenta también con la participación de Eva Maria Kagermann aportando diversas manipulaciones vocales que pasan casi desapercibidas en el conjunto.




Cincuenta años de carrera dan para mucho y más en el caso de Klaus Schulze que fue un músico prolífico como pocos. La suya fue una discografía excesiva y, como no puede ser de otro modo, llena de altibajos. Sin embargo, creemos que una vez puestos en la balanza sus méritos y sus defectos, los primeros ganan sobradamente a los segundos. Jorge Munnshe, uno de los mayores entendidos en música electrónica (entre otras muchas cosas), escribió en alguna ocasión que si Schulze hubiera sabido filtrar su obra, seleccionando y cuidando mucho más lo que publicaba, podría haber sido una superestrella de la dimensión de Jean Michel Jarre. Es probable aunque lo cierto es que optó por un camino que le ha dado un prestigio muy importante en el campo de la música electrónica, cosa que, por muchos motivos, no es tan fácil de conseguir cuando tu música suena asiduamente en las radio fórmulas. Su importancia va incluso más allá alcanzando los círculos de la música académica. Wim Mertens, cuando aún era un musicólogo que no había empezado a publicar sus propias composiciones, incluía a Schulze entre los compositores minimalistas surgidos al margen de la corriente principal norteamericana. En todo caso, el legado del músico alemán es extraordinario y en su obra tenemos horas y horas de música a descubrir entre las que seguro que encontraremos muchas de las que disfrutar una y otra vez. "Deus Arrakis" puede ser, perfectamente, una de esas obras. Más cerca del espíritu de trabajos como los incluidos en la serie "The Dark Side of the Moog", compuesta junto a Peter Namlook (y con la que comparte, incluso, detalles estéticos como el diseño de la portada), que de sus poderosas obras de los setenta, el disco de despedida de Schulze es un digno final a una carrera admirable y coherente de principio a fin.

3 comentarios:

  1. Gracias por la crítica. Éste aún no lo he tengo ni lo he escuchado.
    Yo me alegro y prefiero que Schulze no se uniera a la mainstream. Cierto que tiene altibajos pero en esa discografía tan inmensa hay grandes joyas.
    Entre él, Götsching y los Tangerine Dream da para varias vidas escuchar todo y aprender a apreciar todos los matices de sus obras. Además de calidad, prolíficos si que eran, si...
    Saludos

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  2. "Jorge Munnshe, uno de los mayores entendidos en música electrónica (entre otras muchas cosas), escribió en alguna ocasión que si Schulze hubiera sabido filtrar su obra, seleccionando y cuidando mucho más lo que publicaba, podría haber sido una superestrella de la dimensión de Jean Michel Jarre". No sé si lo dijo en su fantástico su libro sobre la New Age, pero estoy de acuerdo, aunque a Schulze la fama le importaba bien poco. De hecho, el exceso de obra publicada y la extensa duración de sus piezas que no siempre daban para tanto, para mí están en la parte negativa de la balanza. Pero también concuerdo en que la balanza se inclina más en su parte positiva, por haber hecho sonar los instrumentos electrónicos como pocos y haberse mantenido contra tiempo y marea fiel a su estilo, amén de ser un pionero de lo más influyente. Mejor las cosas así.

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  3. Cuanta melancolía esta época, ahora vivimos en la época de la EDM jeje. Yo guardo con mimo los cd´s de las mandarinas, de Schulze, de Jarre, etc. Sobre Schulze suelo quedarme en Inter-face de 1985, igual que con las mandarinas cuando se fue Schmoelling.

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