Antes de ser conocido, quizá antes de plantearse un futuro en la música, Brian Eno tenía una afición muy poco común. Son muchos los casos de músicos que han probado con la pintura, con el cine o, incluso, con la literatura. Nuestro artista descubrió en su juventud un mundo igualmente relacionado con lo sensorial. Cobró conciencia de que había una vía para estimular a una persona, para recuperar recuerdos perdidos e, incluso, para evocar otros que ni siquiera somos conscientes de tener. Veinte años antes de que Patrick Süskind abriera la mente de muchos lectores hacia ellos, Brian Eno ya había encontrado la enorme fascinación que los olores producen en aquellos que se toman un tiempo para sumergirse en ese mundo.
Efectivamente, antes de cumplir los 20 años, el músico comenzó a interesarse por el mundo de los olores y comenzó a coleccionar muestras, esencias y fragancias en las que deleitarse. Poco a poco comenzó incluso a combinarlas y a crear nuevos olores como “hobby”. De hecho, hoy es un experto que no tiene dificultad alguna en desgranar los rasgos esenciales de la composición de muchos de los perfumes más populares del mercado. Incluso, en 1989, Eno estuvo en conversaciones con una importante empresa parisina del sector para lanzar comercialmente una fragancia creada por el artista. En sus propias palabras, “tener la oportunidad de trabajar en un laboratorio en el que disponen de más de 10.000 muestras de olores es algo parecido al paraíso para alguien con esta afición”. No sabemos en qué quedó todo aquello pero evidencia que la relación de Eno con los olores no fue anecdótica.
De forma paralela a su actividad artística más conocida, Eno ha ido “recopilando” olores allá donde ha ido viajando y hubo uno en especial que le inspiró lo suficiente para crear una obra musical inspirada en él: el de la flor del naranjo amargo o jazmín de azahar, también conocido como “nerolí”. No se trata de sinestesia, o la capacidad que algunas personas tienen de “oir colores”, “ver sonidos” o de percibir sabores al tocar una determinada textura. El propio Eno indica que no se considera sinestésico, aunque sí que ha explorado los efectos que en él provocan determinadas combinaciones de estímulos de diferente naturaleza.
Portada de la reciente re-edición del disco que incluye el CD "New Space Music". |
“Neroli” es, por lo tanto, una obra inspirada en un olor. Una rareza a la que Brian Eno le otorgó el subtítulo de “Thinking Music Part IV”, lo que nos hace preguntarnos cuáles eran las tres partes anteriores. El disco, de casi una hora de duración, es una de las obras más esquemáticas de todo el catálogo de su autor. En realidad, lo que escuchamos es un breve acorde de tres notas que se repite con grandes intervalos de silencio entre cada repetición. Alrededor de esas tres notas van apareciendo otras complementarias de forma muy esporádica. En palabras de un buen amigo del blog y experto “Enólogo”, “Neroli es como escuchar cómo caen las motas de polvo sobre los muebles”. Hace poco hablábamos de “Thursday Afternoon” y lo calificabamos como la pieza de música ambiental definitiva. Pues bien, “Neroli” es mucho más prescindible como música para ser escuchada aunque igualmente válida como “background”, como sonido de fondo. De hecho, se cuenta que fue utilizada en algunas maternidades por sus efectos relajantes y, al parecer, con buenos resultados.
“Neroli” fue reeditada hace un par de años en un formato muy elegante en compañía de otros tres títulos de Eno. Todos ellos estaban acompañados de un segundo disco con material inédito (ahí apareció el recientemente comentado aquí “My Squelchy Life”, como complemento de “Nerve Net”). El disco que hoy nos ocupa venía acompañado por otro titulado “New Space Music” de similares características sonoras aunque sin relación alguna con el mundo de los olores, que nosotros sepamos. La grabación, nunca antes publicada, data de 1992, por lo que es contemporanea de “Neroli”. En ella escuchamos un ejemplo de “drone music” en toda regla, con escasas variaciones pero con un sonido perfecto para acompañar cualquier actividad relejada.
Es difícil encontrar un artista con inquietudes tan variadas como las de Brian Eno. Ha compuesto música, ha producido discos para otros artistas, ha trabajado en el mundo de la pintura, la video-creación y, como acabamos de ver, ha creado perfumes. También, y esto tiene relación con éste último aspecto, ha ejercido de catador de vinos para prestigiosas publicaciones (también ha compuesto alguna obra musical inspirada en un vino concreto). Todo ello completa un cuadro impresionante que hace que todos, en el fondo, queramos parecernos aBrian Eno cuando seamos mayores.
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