Existe un topico acerca del arte contemporáneo que dice que es imposible de disfrutar. Que son obras que requieren de explicaciones y conocimientos técnicos para ser entendidas y que eso va contra la esencia del arte que debería ser sensorial antes que intelectual. Es cierto que las vanguardias del siglo pasado radicalizaron su discurso hasta el punto de hacerlo casi ininteligible pero también lo es que con un poco de esfuerzo hasta esas propuestas pueden ser disfrutadas sin tener que ser un experto.
La música no se queda al margen de todo esto que decimos con un agravante: al ser un arte mucho más popular, la oferta de obras, digamos, mucho más fáciles de asimilar, relegó a muchos de los compositores “cultos” a una marginalidad elitista de la que no ha sido fácil sacarlos. Sin embargo, hay en la actualidad un buen número de compositores que, sin salir del mundo académico, han regresado a un discurso musical más accesible que les ha hecho alcanzar una mayor popularidad que a la generación inmediatamente anterior.
En el disco que hoy comentamos encontramos a dos autores “cultos” cuya música no tiene ninguna complicación estética. Es directa, muy melódica y está alejada de las asperezas de décadas pasadas. Junto a ellos, un viejo conocido como Philip Glass con una obra reciente llena de romanticismo que ya apareció en el blog en una versión diferente hace unos años. Nos ofrecen todos ellos una serie de obras para violín y piano que son interpretadas por Andrea Cortesi y Marco Venturi en una grabación del sello Brilliant.
Marco Venturi y Andrea Cortesi |
El disco lo abre precisamente Philip Glass con su “Sonata para Violín y Piano” de 2008. Una perfecta combinación en tres movimientos del Glass de siempre y de su reciente versión más “clasicista”. El movimiento inicial, muy dinámico, entroncaría con su vertiente más popular, la que llegó a partir de los ochenta y que se refleja en algunas bandas sonoras y en sus primeras sinfonías. En su segunda parte, Glass nos regala una bellísima partitura de violín en la linea de obras como “The Hours”. El segundo movimiento es una delicada melodía romántica que tendría mucho que ver con su producción de los últimos años. Una joya. El último movimiento, como corresponde a la sonata clásica, vuelve a utilizar un tempo rápido con algún gran momento y una energía muy contagiosa aunque nos quedamos con los dos primeros.
Continuamos con el georgiano Giya Kancheli, quien ya ha tenido alguna aparición anterior en el blog. De hecho, si hubiéramos seguido un orden estrictamente cronológico, esta entrada de hoy debería haber ido antes de la que le dedicamos a sus “Miniatures” en grabación de los mismos intérpretes del disco que comentamos ahora ya que, de hecho, ese disco fue inspirado por la gran impresión que le causó al compositor la interpretación de este “Time... And Again” que comentamos a continuación. Comienza de forma solemne con una intervención autoritaria del piano que nos recuerda a la determinados fragmentos de la “Musica Ricercata” de Ligeti. El violín da la réplica en segundo plano frase por frase hasta que todo cambia cuanto el piano marca un ritmo constante y Andrea Cortesi se zambulle en profundidades melódicas de mucho calado. Es una música reflexiva y paciente en la que todo termina por desarrollarse entre momentos de tensión marcada y otros de una fragilidad extrema.
Cierra el disco “Conversio” del estonio Erkki-Sven Tüür. Un músico que comenzó con una formación académica convencional pero que tuvo tiempo de convertirse a principios de los años ochenta en una estrella del rock local con su grupo In Spe. Pronto lo dejó para centrarse en la composición lo que nos ha permitido disfrutar de una extensa obra de todo tipo: óperas, sinfonías, conciertos, música de cámara, para piano, para órgano, coral... incluso con experimentos electrónicos de cuando en cuando. “Conversio” fue escrita en 1994. La procedencia estonia de Tüür hace que enseguida se nos venga a la cabeza el nombre de Arvo Pärt y los primeros compases de esta obra no hacen sino reforzar esa idea. El violín ejecuta una y otra vez un tema decididamente minimalista alrededor del que juguetea, casi con toques de “jazz” el piano de Marco Venturi. Las sucesivas variaciones de la pieza nos llevan a Steve Reich con una buena presencia también de John Adams. Muy recomendable esta obra de Tüür quien es uno de esos artistas a los que tenemos en el punto de mira.
Hace un tiempo leímos en algún sitio que, por lo general, las personas dejamos de escuchar música nueva a partir de los 30 años. De esa edad en adelante lo que hacemos es escuchar a los artistas que ya conocemos y son muy pocos los nuevos que pasan a formar parte de nuestras audiciones habituales. Los 30 nos quedan ya un poco atrás y, sin embargo, seguimos buscando constantemente nuevos sonidos y artistas que añadir a todos aquellos que nos han ido acompañando desde jovencitos y en esa búsqueda continuamos encontrando nombres que nos aportan muchas horas de disfrute sin dejar por ello de escuchar a aquellos. Este disco es un buen ejemplo de lo que queremos decir puesto que aparecen compositores relativamente nuevos o menos conocidos junto con un Philip Glass que es la banda sonora de buena parte de nuestra vida. Al margen de su propia calidad, el trabajo está aquí para presentar a aquellos que no hayáis oído nada suyo a Kancheli y a Tüür con la esperanza, al menos, de despertar vuestra curiosidad. Si lo logramos con alguno de nuestros lectores, la reseña estará más que justificada.
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