miércoles, 18 de diciembre de 2013

Sebastien Tellier - Sexuality (2008)



Afirmar que Sebastien Tellier nos conquistó con su participación en el festival de Eurovisión de 2008 representando a Francia sería un poco exagerado pero lo cierto es que su participación en el certamen hizo que superásemos la pereza y durante unos minutos nos sentáramos frente al televisor para ver de qué iba todo aquello. La canción y su puesta en escena nos convencieron definitivamente de que Tellier era un tipo a seguir.

En su primer disco, comentado aquí hace un tiempo, Tellier tuvo la influencia de los miembros de Air, con los que había estado de gira en su momento. Para “Sexuality”, el tercer disco del músico, cuenta con la participación del otro dúo estelar de la música francesa: Daft Punk o, siendo más precisos, con Guy-Manuel de Homem-Christo, el 50% de la afamada banda, quien se encarga de producir un disco en el que Tellier, por su parte, toca todos los instrumentos.

Músico y productor en una de las imágenes del libreto del disco.

Tellier entrega un disco desenfadado, hedonista, lleno de canciones sencillas de un agradable pop electrónico. Sin pretensiones pero muy elegante y eso es algo muy de agradecer en estos tiempos.

“Roche” – Una secuencia simple con un sonido decididamente ochentero, acompañado de percusiones tan tópicas en aquella época como los “samples” de palmas conforman el sencillo envoltorio que arropa la voz de Tellier en una canción pretendidamente sensual. Queremos creer que afrontar el disco con una media sonrisa en tono socarrón ayuda a asimilarlo adecuadamente, teniendo en cuenta que hay más elementos paródicos en él que intenciones verdaderamente erotizantes aunque podríamos estar equivocados en este punto.

“Kilometer” – Continuando con la sonoridad de los ochenta, escuchamos los clásicos “samples” de metales y una caja de ritmos deliciosamente vintage. Algunas notas de bajo por aquí y por allí salpican un tema en el que no faltan los insinuantes suspiros y jadeos que escandalizaron de la mano de Serge Gainsburg décadas atrás. La influencia de Daft Punk se hace evidente en los efectos aplicados sobre la voz de Tellier en buena parte de la canción.

“Look” – La siguiente balada concentra todas las influencias del género de los años cercanos a 1985 y ya desde los primeros compases nos recuerda a algún que otro “hit” de la época. Tellier adopta un rol casi susurrante en la mayor parte de la canción. Por lo demás, se trata de una pieza deliciosamente insustancial que podríamos escuchar durante horas sin apenas darnos cuenta.

“Divine” – Llegamos al tema con el que Tellier representó a Francia en Eurovisión el año del infame “Chiki-Chiki” de Rodolfo Chikilicuatre (quien, por cierto, quedó clasificado tres puestos por encima de Tellier). La canción es un cañonazo pop, muy pegadizo, lleno de “samples” vocales que construyen la base rítmica principal al margen de la consabida caja de ritmos. Se trata de una especie de alocada mezcla entre el “Good Vibrations” de los Beach Boys y una producción a lo Trevor Horn (circa “90125” con Yes). Impagable el video de Tellier y sus barbudas acompañantes en el festival. No nos vemos capaces de hacer muchos comentarios al respecto.

“Pomme” – Ritmos cadenciosos, jadeos y gemidos se combinan en lo que bien podría pasar por la banda sonora de una película de esas que todo el mundo sabe que existen porque una vez vio un trozo haciendo zapping. Demasiado tópico todo en una de las piezas más flojas del disco. Irrelevante.

“Une Heure” – En su disco de debut había cosas que nos recordaban a Pink Floyd y algo de eso persiste en esta canción, especialmente en las guitarras, aunque el resto, con ritmos programados y bajos electrónicos no casa en absoluto con la banda de Waters y compañía. En cualquier caso, es una de las piezas más interesantes de todo el disco,

“Sexual Sportswear” – Si prescindimos de “Divine”, la canción insignia del disco, nuestras preferencias nos harían decantarnos por ésta como nuestra pieza favorita de “Sexuality”. Una especie de homenaje a la música electrónica de los setenta que comienza con una serie de acordes de cuerdas que bien podrían haber firmado los miembros de Tangerine Dream o el compatriota de Sebastien, Jean Michel Jarre. Aparece entonces una secuencia clásica que precede a la caja de ritmos que marca una cadencia que bien pasaría por homenaje al Oxygene de éste último. Combinando los sonidos planeadores de lo que podría ser un “Eminent” con ritmos y secuencias, Tellier demuestra que sería capaz de hacer cosas interesantes en el campo de lo puramente electrónico si se lo propusiera. Sería algo digno de escucharse, sin duda.



“Elle” – Retomamos las baladas suaves y aterciopeladas mientras nos acercamos al final del disco. Una producción con un sabor muy americano con un aire cercano al de muchos cantantes de rhythm and blues pero sin mayor historia.

“Fingers of Steel” – Opta ahora Tellier por unos sintetizadores más robustos para acompañarse en una interesante canción tecno-pop que es otra de las piezas destacadas de “Sexuality”. Es curioso como una ligera inyección de potencia le da mucho más cuerpo y entidad a una canción cuya melodía bien podía haber pasado desapercibida de haber tenido un tratamiento similar al de otras piezas del disco. Se echan en falta más temas en esta línea en el CD, sin duda.

“Manty” – Y si hablamos de pop electrónico en los años ochenta, no podía faltar lo que nos parece un homenaje más en el disco, en este caso a The Art of Noise y su “Moments in Love”. Los “samples” de voz femenina y el cadencioso ritmo que domina toda la canción no pueden tener mejor referencia. Otro instante a recordar de este disco que cuenta con un puñado de canciones magníficas acompañadas de varias manifiestamente mejorables.

“L’Amour et la Violence” – Para cerrar el disco, Tellier se sienta al frente de su piano eléctrico para interpretar una pieza clasicista en su inicio, con toques de jazz. Interviene entonces con la voz encogida, casi temblorosa en un final emocionante en el que volvemos a escuchar los etéreos sintetizadores de inspiración planeadora y una acertada secuencia rítmica herencia de la llamada “Escuela de Berlín” que acaba inundando todo el tema en un final verdaderamente grandioso que nos reconcilia definitivamente con los momentos más flojos del disco.



“Sexuality” cosechó críticas dispares. Unos medios lo consideraron un bajón tremendo en la carrera de su autor, casi un accidente, mientras que otros lo calificaron como su mejor disco hasta la fecha, partiendo siempre de un mismo punto de vista: sus dos discos anteriores eran muy buenos. Cuando sucede algo así con un trabajo, hay que indagar en él porque opiniones tan encontradas tienen que referirse a un disco muy complejo, que no es lo que aparenta en un principio. Después de un tiempo, tenemos claro que no es un disco redondo, refiriéndonos con eso a que tiene cortes mejorables o, directamente, prescindibles. Sin embargo, abundan también las piezas inspiradas que hacen que la nota media del disco sea cercana al notable. En cualquier caso, un artista tan original y variado estilísticamente como Tellier es siempre recomendable para todo aquel oyente que busque algo distinto, con referentes conocidos pero, a su modo, innovador. Como siempre, el lector interesado en adquirir el disco, lo encontrará en los siguientes enlaces:

amazon.es

recordmakers.com

Nos despedimos con la actuación de Tellier en Eurovision'08:

 

domingo, 15 de diciembre de 2013

Jorge Granda - Filmworks (2013)



No es la primera vez que nos encontramos un caso similar al del disco de hoy y tampoco es un tema nuevo en el blog. Nos referimos a los músicos que parecen haber llegado en el momento menos adecuado a un mercado realmente complicado. El autor que hoy tenemos aquí podría haber publicado sus discos en un sello como Windham Hill sin ningún problema de haber nacido 25 o 30 años antes. Los ochenta fueron un campo de cultivo fantástico para las músicas instrumentales que se dio en agrupar bajo la insustancial denominación de “new age” y por todas partes aparecían artistas de diverso talento que publicaban sus discos arropados bajo esa nueva etiqueta. Como ocurre cuando la oferta musical de un determinado género es abundante, pululaban en aquel tiempo artistas de muy limitado valor musical que, a pesar de ello, disfrutaron de una carrera comercial de cierta importancia.

Hoy la situación es la contraria. Si todos los géneros musicales tienen que pelear a muerte para hacerse un hueco en las estanterías de las cada vez más escasas tiendas de discos, más complicado es aún el panorama para los artistas que cultivan estilos minoritarios. Si hablamos de música instrumental, acústica y con un escaso uso de sintetizadores y demás parafernalia electrónica el panorama que se le presenta al músico es francamente desolador a la hora de abrirse hueco. Una alternativa interesante para expresar todo eso que tienen dentro es la que les ofrece el cine en su sentido más amplio que abarca tanto las grandes producciones como cortometrajes más minoritarios o spots televisivos. No es extraño encontrar músicos de un extraordinario talento dedicándose a este tipo de música. Sin duda, algún lector pensará que eso ha ocurrido siempre, incluso en los momentos de mayor éxito comercial de la “new age” y tendremos que darle la razón pero no es menos cierto que en aquellos años no era tan difícil publicar un disco de estas características y sólo hay que repasar nombres de artistas españoles que publicaron música instrumental en los ochenta y los noventa y, a continuación, hacer un ejercicio similar con los últimos años. El desequilibrio entre ambas listas probablemente sea del orden de 10 a 1. Como nos negamos a pensar que el talento ha muerto, sólo podemos concluir que la agonizante situación del mercado musical es la que nos está privando de disfrutar a un buen número de artistas que no consiguen el hueco que merecen en los medios.

Jorge Granda, músico ovetense, tomó contacto con la música desde muy pequeño aprendiendo de su madre, pianista, los conceptos básicos del solfeo aunque no llegó a seguir una enseñanza formal en el conservatorio. En la adolescencia se inclinó por la guitarra y tocó en varios grupos de rock lo que no le hizo descuidar un aprendizaje con músicos de la talla de Chema Vílchez, por poner sólo un ejemplo. Aunque toca varios instrumentos, se identifica principalmente con la guitarra y confiesa que los discos de Pat Metheny para ECM le cambiaron la vida, musicalmente hablando. Granda es, además, un viajero vocacional y, a juzgar por los títulos de muchos de los temas incluidos en sus discos, varios de los lugares y situaciones en los que se ha encontrado a lo largo de esos viajes, le han inspirado temas concretos, como comprobaremos en el disco que hoy comentamos.

Aunque la carrera de Granda acaba de comenzar, como quien dice, hace unos pocos años, ya ha alcanzado algunos hitos muy reseñables. Hace menos de un mes, asistía en calidad de nominado a la gala de los Hollywood Music in Media Awards (los mismos que ya citamos en nuestra entrada anterior cuando hablamos de Jo Blankenburg). La cita, al margen del premio en sí, supone una excelente oportunidad para hacer contactos e introducirse poco a poco en un mundo como el de la música para cine, complicado pero con infinitas posibilidades si se entra con buen pie. La composición nominada abría el anterior disco del artista, “Muzak” y llevaba el muy cinematográfico título de “La Buena Estrella”, algo que esperamos que acompañe la carrera de Granda en el futuro. Simultáneamente a la noticia de la nominación, el músico ultimaba los detalles de la publicación del que ya es su nuevo disco, aparecido en CD hace unos pocos días y que ya estaba disponible en otras plataformas desde hace algunas semanas. El disco lleva por título “Filmworks” y, contrariamente a lo que podríamos pensar por el título, no es una recopilación de trabajos para la pantalla al uso sino, en palabras del propio autor “una banda sonora autoencargada”. Gran parte de la inspiración para el mismo llegó durante una estancia de varios meses en las Highlands escocesas, algo que podemos intuir en algunos de los títulos del disco y que nos cuenta Jorge en los propios créditos del mismo.

Intervienen en el disco, además de Jorge Granda (guitarras acústicas, sintetizadores, bajo, xilofón y piano), Pablo Luis Pravia (batería, percusión), Javier Fernández Domínguez (piano en tres de los temas) y Eduardo Suárez, también conocido como Borealis Northfolk, (guitarra solista en “Costa Concordia”). Como técnico de grabación cuenta con la presencia de Xel Pereda, miembro del legendario grupo de folk asturiano Llan de Cubel.

Imagen de Jorge Granda.


“The Roots” – Una mezcla de guitarras y piano abre el disco de una forma muy dinámica. Con la adición de la percusión y unos pequeños toques electrónicos tenemos completo el cuadro que sirve de presentación. Poco a poco se va construyendo una melodía realmente atractiva que se muestra al completo superado el ecuador del tema. Un fantástico modo de abrir un disco prometedor que, como señalábamos al comienzo, no tiene nada que envidiar a la mayoría de las composiciones que poblaban los discos de nuestro admirado sello Windham Hill en los ochenta.

“Paradise” – Y es precisamente a William Ackerman y a Michael Hedges, fundador y mayor exponente de Windham Hill en sus primeros años a los que nos recuerda más el tratamiento de esta composición. Una preciosa pieza centrada, como todo el disco, en la guitarra y el piano. Sin duda es una de nuestras composiciones favoritas del trabajo y en la que la sensibilidad de Granda se pone de manifiesto de un modo más claro. Algunos detalles como las cuerdas sintéticas que suenan de fondo y que nos recuerdan el sonido del clásico mellotron, nos muestran el cuidado extremo con el que todo está grabado en “Filmworks”.

“Quarter of Dollar” – Granda se atreve ahora con una incursión en los ritmos latinos de un modo que nos hace acordarnos inmediatamente de Carlos Santana. No es Santana uno de nuestros artistas favoritos precisamente pero ello no es óbice para que la pieza de Granda nos parezca muy lograda a pesar de tocar estilos no muy en sintonía con nuestros gustos particulares.

“Bossanova’s Port” – Seguimos con aires latinos pero girando nuestra vista hacia tierras brasileñas con una bossa nova algo acelerada con la que Granda hace su particular homenaje a una música cuya riqueza hace necesaria aún una exploración en profundidad. Brasil ha enamorado a músicos de todo tipo y es una de las influencias principales de Pat Metheny por lo que no sería de extrañar que venga de ahí el interés de Jorge por estos ritmos.

“The City of Plymouth” – Una cadenciosa guitarra abre con sus suaves acordes otra composición que, si bien en el comienzo nos vuelve a remitir a la obra de William Ackerman, enseguida se transforma mediante la aparición de distintas capas de sonidos electrónicos en algo mucho más complejos. Todo ello se complementa con un recurso tan manido como el ruido de oleaje pero que aquí está perfectamente integrado en la pieza (de hecho, el ritmo de las olas forma parte de la pieza del modo más natural). Además, la Plymouth del título es uno de los puertos más importantes del Reino Unido y el mar es, por tanto, un elemento imprescindible. Sabiendo, además, que parte de la inspiración del disco proviene de una estancia del músico en las tierras altas escocesas, no sería aventurado suponer que Plymouth fue el punto de entrada de Granda en las islas para ese viaje.



“Highlands” – Precisamente a las tierras altas está dedicado el siguiente corte del disco que es tambien uno de nuestros favoritos. Con algo tan simple como una guitarra, unos añadidos de percusión en la primera parte y unos sutiles sonidos electrónicos en la segunda, Granda construye una pieza sensacional, serena y de gran delicadeza.

“Crossing the Bosphorous” – Una nueva referencia geográfica en el título nos lleva hasta Estambul aunque en ningún caso Granda utiliza la excusa del lugar para valerse de formas musicales locales sino que todas las composiciones tienen su sello propio. Apreciamos, eso sí, una cierta influencia en cuanto al sonido de otro de los músicos admirados por Granda como es Yann Tiersen.

“The Colour of the Sea” – Por un momento el autor aparca la guitarra centrándose en el piano como medio de expresión principal para regalarnos otra composición realmente inspirada, con un tratamiento minimalista de la melodía muy acorde con estos tiempos en los que abundan los pianistas que se acercan a este estilo para dar salida a sus ideas. erca del final de la pieza, ésta experimenta un giro brusco transformándose en algo parecido a una canción de cuna. Una miniatura realmente bella en la que queremos encontrar alguna influencia lejana de otro músico admirado por el autor y que también publicó en su momento en Windham Hill: Mark Isham.

“Algeciras” – Vuelve Granda a la guitarra en combinación con el piano en la que es otra de nuestras piezas favoritas del disco. Preciosa desde sus inicios, experimenta un cambio con la aparición de los sintetizadores cerca de la mitad del tema que lo convierte en algo sublime. Si alguna de las composiciones con referente geográfico en el título, toma prestado algún elemento del lugar al que hace referencia es esta “Algeciras” con las palmas que suenan en la parte central acompañadas de otras percusiones. En cualquier caso, es otra composición soberbia que nos hace ver con optimismo el futuro de su autor.



“Costa Concordia” – Cuenta Jorge que el tema fue compuesto durante una estancia en Grecia cuando contemplaba el gran crucero delante de él. Seguro que no imaginaba lo famoso que iba a hacerse el barco poco después por motivos nada agradables. La composición está protagonizada de modo casi absoluto por las guitarras y es una de las más rítmicas del disco. Como ocurre en líneas generales en todo el trabajo, la composición es un prodigio de equilibrio. Granda sabe emplear los elementos justos en cada momento sin caer en la tentación de saturarnos añadiendo instrumentos o sonidos efectistas pero que no aportarían nada a la pieza.



“Farewell” – El cierre es una pieza muy sorprendente comparándola con el resto del disco pero no tanto sabiendo que uno de los próximos proyectos del músico asturiano es grabar un álbum en clave ambient, con un mayor peso de la electrónica. De eso se trata en esta despedida: sintetizadores construyendo una ambientación y notas perdidas de piano esbozando una difusa melodía. Un cierre distinto y prometedor para uno de los mejores discos que hemos escuchado en el año que termina.

A lo largo del último año hemos reseñado decenas de discos en el blog pero pocas nos han hecho tanta ilusión como esta de hoy y la del disco de Neonymus semanas atrás por lo que tiene de emocionante escuchar artistas distintos, nuevos en cierto modo (Granda ya ha publicado un puñado de discos) y con mucho por decir aún. Podría sonar algo aventurado si decimos tras escuchar un disco de la calidad de “Filmworks” que lo mejor está por venir pero estamos convencidos de que es así y de que Jorge no tardará en mostrarnos más frutos de un trabajo bien realizado. Mientras tanto, el disco ya se puede adquirir en las principales tiendas online que solemos recomendar aquí:

amazon.es

fnac.es

No queremos despedirnos sin agradecer profundamente a Jorge su colaboración y amabilidad a la hora de respondernos a algunas cuestiones que le planteamos sobre el disco en los últimos días y sin desearle, simplemente, que tenga la suerte acorde con su talento. Con eso bastaría para edificar una carrera llena de éxitos en la música de cine, que es el camino que ha escogido pera el futuro. Podéis verle explicando éstas y otras cuestiones en el siguiente video:




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2 de enero de 2014:

Actualizamos la entrada con un regalo de reyes anticipado que nos hace el propio Jorge en forma de revisión de "El Color del Mar", uno de los temas del disco. Disfrutadla:

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Jo Blankenburg - The Feather Dance (2008)



Han pasado ya unos años desde que escuchamos por primera vez música de Jo Blankenburg. En aquel momento, no había publicado aún ningún disco en formato físico y, si nuestras informaciones no son erróneas, no ha editado muchos desde entonces. A día de hoy sólo uno de sus trabajos está disponible en un soporte real como es el CD y el disco que es objeto de la entrada existe únicamente como descarga digital aunque hay imágenes en la red que parecen indicar que, en algún momento, disfrutó de una tirada convencional como disco compacto.

Blankenburg es un músico alemán que vive en Los Ángeles y que desarrolló la mayor parte de su carrera en Nueva Zelanda, lo que aporta a su trayectoria una pátina ciertamente interesante. Más curioso es aún el modo en que se gana la vida. Es músico, evidentemente, y vive de su obra. Es posible, de hecho, que muchos de vosotros hayáis escuchado su música sin saberlo porque compone para el cine pero, y aquí viene lo curioso, no hace bandas sonoras para películas sino para los “trailers” de éstas. Así, en los anuncios de películas como la última de la saga de Harry Potter, X-Men First Class, How to Train Your Dragon, Hitchcock, Lincoln, Los Juegos del Hambre, 300 e incluso alguna de las partes de la saga Crepúsculo, se escuchaba música de Blankenburg. En nuestra ignorancia, suponíamos que cuando un estudio paga un dinero importante a un gran compositor para hacer la banda sonora de una película, eso incluiría los anuncios para la misma pero está claro que no, aunque, bien pensado, la cosa tiene sentido puesto que los “trailers” son un cortometraje en sí y el tratamiento de las imágenes es completamente diferente del de la película completa. Todo tiene otro ritmo y, de ahí quizá, la necesidad de contar con un músico propio para ese menester. Aunque Blankenburg ha hecho alguna que otra banda sonora completa, su labor principal hasta ahora ha sido la de músico para estas pequeñas obras audiovisuales obteniendo alguna que otra nominación a los Hollywood Music in Media Awards, galardones de prestigio dentro del mundillo cinematográfico musical y que, por esas casualidades que tiene la vida, también tienen mucho que ver con la que será la próxima entrada del blog.

Jo Blankenburg y su batuta

“The Feather Dance” es un disco de piezas de piano ajenas a la pantalla en su práctica totalidad que apareció en 2008. En ellas, el músico nos muestra todas sus capacidades partiendo de influencias conocidas para los seguidores del blog como Michael Nyman o Yann Tiersen, es decir, un minimalismo con toques románticos, accesible y melódico que le permite expresar un universo musical realmente interesante.

“The Feather Dance” – Comienza el disco con una pieza compuesta para la banda sonora de un film titulado “Stages”, una preciosidad llena de talento y sensibilidad que navega por los mismos mares que otros autores como Ludovico Einaudi sin nada que envidiarles. El tema contiene varios giros melódicos a cual más inspirado y se convierte en una introducción inmejorable para un disco que merecería ser mucho más conocido.



“Lied Von Lieben” – Continúa el disco con un giro introspectivo en una composición melancólica en su comienzo que cambia súbitamente hacia un cierto dramatismo con una gran influencia de Yann Tiersen muy bien adaptada a los propios planteamientos de Blankenburg que sabe rendir homenaje a aquellos músicos que le inspiran sin caer en la mera copia.

“Innocence” – Continúa el disco por parecidos derroteros que en el corte anterior, acaso con un tratamiento algo más clasicista en una melodía en la que nos parece reconocer, incluso, alguna influencia española escondida. La segunda mitad de la pieza es de una delicadeza sublime llena de elegancia y sobriedad, que deja entrever algún retazo impresionista.

“Iumentum” – Si hay un instrumento con el que es prácticamente imposible sorprender a nadie hoy en día, ese es el piano. Por eso es muy de agradecer que haya músicos que renuncien a alardes falsamente vanguardistas y se dediquen a hacer piezas sencillas, musicales, con alma. El lector del blog sabe que no nos arredramos ante los experimentos más arriesgados pero hay momentos en los que el talento puro, sin más adorno, es más que suficiente para agradarnos. Ésta pieza es un ejemplo de lo que decimos.

“Die Leichtigkeit Des Seins” – Continuando con las influencias de músicos que han aparecido por el blog en el pasado, la siguiente composición del disco nos hace pensar en piezas con alguna similitud de Roger Eno, uno de nuestros artistas favoritos cuando se pone íntimo.

“Maytreya” – El nombre del próximo Buda según esa religión inspira una composición que no tiene ningún elemento orientalista, como podríamos haber supuesto. Por el contrario, es un tema bastante convencional para lo que veníamos escuchando y que encajaría perfectamente en cualquier recopilatorio de música new-age de los años ochenta. No podemos evitar acordarnos de Suzanne Ciani al escucharlo tanto por las similitudes melódicas como por la propia construcción de la pieza. No está entre nuestros favoritos del disco pero es muy representativo de su estilo.

“Pitta Sarita” – Siguiendo con los temas con referencias espirituales en el título (en éste caso un término relacionado con el yoga), va discurriendo el disco de forma placentera y sin sobresaltos. Lo interesante de la pieza es su variedad ya que en sólo unos minutos reúne una gran cantidad de motivos e ideas que, en manos de otros artistas, darían para un disco completo.

“No Bliss Without Grief” – De nuevo nos encaminamos a pasajes reposados y meditativos. Si continuamos con el juego de relacionar cada composición con un artista, tenemos que asociar esta a George Winston en cualquier tema de su inmortal “Autumn”.

“Tripudio” – Aunque el título alude a una danza en italiano, de carácter alegre además, la composición es más bien tranquila aunque sí que es cierto que es el tema del disco en el que apreciamos una mayor influencia de Einaudi por lo que quizá la referencia italiana de la pieza tiene esa intención de homenaje por encima de cualquier otra.

“Blue Tears” – A punto de terminar el disco encontramos uno de los mejores temas del mismo y probablemente aquel en el que podemos apreciar más claramente la propia personalidad musical de Blankenburg aunque no falta alguna cita a J.S.Bach convenientemente maquillada en ciertas líneas melódicas de la mano izquierda del intérprete. Nos gustaría escuchar más música del autor en un estilo similar.





“Planet Earth Forever” – Se cierra el disco como comenzaba, con una composición originada en una banda sonora. Se trata del que probablemente fuera el primer tema de su autor que gozó de cierto reconocimiento al acompañar las imágenes del videoclip “Planet Earth” de temática ecológica y con algunas similitudes con películas como “Koyaanisqatsi”, “Baraka” o “Microcosmos” en cuanto a que simplemente se trata de imágenes y música. El arreglo del disco es, como el resto de la música que hemos comentado, para piano sólo aunque el original contaba con partes orquestales.


Es una pena que este disco no pueda ser disfrutado como merece en un formato físico (somos muy insistentes con el tema pero se debe a que, al menos en ese aspecto, somos de la vieja escuela). En la página web oficial del compositor se pueden disfrutar amplios extractos de “The Feather Dance” así como de otros discos dedicados a la música de Blankenburg para distintos “trailers” cinematográficos, muy diferente a la del trabajo del que hoy hemos hablado, orquestal, épica y enérgica pero igualmente interesante. Habrá notado el lector que hemos insistido mucho en comparar varias de las piezas del disco con el estilo particular de otros autores. En ningún caso estamos hablando de una mera imitación y se trata sólo de una referencia para que sea más sencillo identificar el tipo de música que realiza Blankenburg. Los habituales del blog ya saben que es algo que hacemos a menudo como una forma de facilitar el reconocimiento de un estilo cuando hablamos de algo tan inaprensible y difícil de describir como es la música.

Como ya hemos dicho, el disco no parece estar disponible salvo en formato digital, aunque en algunas webs hablan del CD "físico". Os dejamos los enlaces por si hay suerte:

cdbaby.com

cduniverse.com

Nos despedimos con el vídeo "Planet Earth Forever" para el que se compuso la última pieza del disco, aquí sonando en su versión original: