Muchas veces suele empezarse la reseña
de un artista que es nuevo para nosotros con frases como “desde […]
nos llega el disco de [...]” o alguna fórmula equivalente.
Tendríamos dificultades para hacer algo similar con el disco del que
hablamos hoy porque ¿desde dónde nos llega un disco como éste?
¿desde Argentina? país de nacimiento del bonaerense Sebastian
Wesman. ¿Acaso desde Estonia? lugar en el que reside desde hace un
tiempo y donde se grabó el CD. ¿desde Granada? ciudad en la que
tiene su sede el sello Luscinia Discos que lo publica.
Tampoco la música que el trabajo
contiene nos ayuda a ubicarlo desde un punto de vista geográfico ni
temporal. Hay referencias pero son tan eclécticas como la
trayectoria de su autor. Wesman, como hemos apuntado, nació en
Buenos Aires y comenzó a formarse artísticamente en la Escuela de Arte
Leopoldo Marechal. Más adelante
continuó sus estudios de violín en diversos países con diferentes profesores, completándolos con los de
composición. Se diría que todo esto se le quedaba pequeño puesto
que también estudió cine y artes visuales como otros medios de
expresión a través de los cuales comunicarse con el resto del
mundo. Ignoramos qué vericuetos terminaron por conducir a Wesman
hasta un país tan lejano de su Argentina natal como Estonia aunque
sospechamos que su admiración por el compositor Arvo Pärt pudo
tener algo que ver.
Allí ha desarrollado en los últimos
años una carrera artística muy interesante tanto en su faceta de
cineasta como en las de compositor e intérprete, vertientes ambas
que se reflejan en todos sus trabajos de forma casi indivisible. Así,
películas como “Blue Bird” son a la vez documentales sobre la
propia música de Wesman interpretada en su entorno natural que,
curiosamente, no se sitúa en una sala de conciertos sino en la
Catedral de Kaarli, en Tallin, un lugar cuyo especial sonido fue
descubierto por el músico en plena huída de la amplificación
eléctrica. Son muchas las expresiones artísticas que forman parte
del universo de Wesman. Como lector de poesía se vio hechizado por
la concreción de los “haikus” y quiso llevarlos al terreno
visual con sus filmaciones. Mientras estas tomaban cuerpo, su cabeza
estaba ya pensando en música y de ese modo nacen la mayor parte de
las composiciones que integran el disco. Por ello es tan difícil
desligar sonido, imágenes y palabras en su obra.
Esto no quiere decir que su música no
pueda entenderse, ni mucho menos disfrutarse de forma aislada: “El
disco “Otros Parámetros” es una recopilación de piezas
procedentes de diferentes proyectos cinematográficos llevados a cabo
por mí y mi equipo. Creo que sin el acompañamiento de la imagen, la
música adquiere un significado distinto” afirma el propio
Sebastian en una interesante entrevista. “Todas las piezas han sido remasterizadas para el disco. Muchas
de ellas proceden del proyecto audiovisual titulado “A Blue Bird”
o compuestas para cuarteto de cuerda, como “All the Winds”.
Separadas de la imágen adquieren una nueva perspectiva sonora que es
justo lo que me interesaba al hacer este proyecto. Una de las ideas
de las que parte el concepto del álbum es que el estímulo visual
transforma por completo la percepción de la música a la que
acompaña”.
“Secrets” - El disco empieza con
una sucesión de notas de violín que denotan una influencia del
folclore nórdico (influencia común con Arvo Pärt). Sobre esa
repetitiva cadencia escuchamos una serie de pizzicati y una voz
susurrante muy sugerente. La miniatura concluye bruscamente y da paso
al segundo corte.
Sebastian Wesman. (fotografía cortesía de Luscinia Discos). |
“A Blue Bird” - El violín ahora
suena por encima de una distorsión electrónica, separado en
distintas capas de un sonido denso, pulsante, vivo. Una fusión entre
tecnología y artesanía de gran belleza y, como la pieza anterior,
de muy corta duración.
“Anatomic” - Escuchamos ahora una
pieza más convencional si la comparamos con las anteriores puesto
que se trata de un solo de violín al uso, que aprovecha a la
perfección los ecos y reverberaciones del lugar en el que se grabó.
Ecos antíguos, de tiempos remotos, idea que se ve reforzada al
escuchar el misterioso canto con que Wesman acompaña su
interpretación al violín. Es una composición fascinante que revela
a su autor como un músico a seguir con mucha atención.
“Elephant Mother” - Una percusión
lejana acompaña al violín de Wesman, de nuevo combinando la
ejecución con el arco y el pizzicato. Algunos efectos electrónicos
aderezados con notas sueltas de piano ayudan a conformar una
atmósfera pesada de una belleza difícil de explicar.
“Imaginary Mountain” - De nuevo la
excepcional sonoridad de la Catedral de Kaarli comparte protagonismo
con el violín de Wesman como si fuese un instrumento más. La pieza
es otro solo que comparte muchas características en su inicio con el
“Spiegel im Spiegel” de Pärt aunque luego evoluciona de forma
muy diferente alcanzando una tensión e intensidad notables. Es esta
una composición de gran altura que se sitúa a la altura de
cualquier gran obra contemporánea, tanto del citado Pärt como de
otros compatriotas suyos como Erkki-Sven Tüür. Una verdadera joya.
“Funeral Horse” - En este
sorprendente viaje en que nos ha enrolado Wesman, llegamos a esta
pieza de aire lúgubre y raíces en apariencia folclóricas en una
especie de salmodia en la que el violín y la voz quejumbrosa del
músico se apoyan el uno en la otra en busca de un consuelo que no
llega. Maravilloso como todo el disco.
“Simple Present” - Continuando con
la estructura del disco, toca ahora otra pieza para violín solo en
la que queremos destacar algo sobre lo que hasta ahora hemos pasado
de puntillas: al margen de su faceta como compositor, el Wesman
intérprete es excepcional. El sonido que arranca a su instrumento es
impresionante y la combinación continua de diferentes técnicas es
abrumadora. Esta pieza es una muestra excelente de esto que
afirmamos.
“En la colmena” - Un auténtico enjambre de sonidos creado a base de “loops” vocales que forman ritmos cadenciosos, efectos electrónicos y alguna percusión son los elementos a partir de los cuales se elabora otra brevísima pieza que emula perfectamente lo que debe ser la colmena del título.
“Mechanic Bird” - El sonido de los
engranajes de un viejo carillón nos introduce en otro extraordinario
solo de violín lleno de virtuosismo e inspiración. Si la admiración
de Wesman por Pärt parece muy evidente, creemos no equivocarnos
demasiado si afirmamos que violinistas como Gidon Kremer deben gozar
también de una gran estima por parte de nuestro artista.
“The Last Flight of Ezequiel” - Con
una amalgama de sonidos inquietante comienza una composición en la
que por primera vez creemos encontrar algún rastro de los orígenes
argentinos de Wesman y es que algo en la forma de los primeros
instantes de la pieza, nos recuerda a lo que podría ser una baguala
ralentizada y deformada hasta el extremo. A partir da ahí momentos
cercanos al clasicismo adornados con un virtuosismo que parece brotar
con naturalidad de los dedos del artista. En los últimos instantes
volvemos a escuchar su voz en una lastimera lamentación que añade
dramatismo a la pieza.
“Sacrifice” - En cierta forma, esta pieza es continuación de la anterior por cuanto comienza con una combinación de canto y violín en un tono algo más optimista, eso sí, que el de su predecesora. Seguimos disfrutando aquí de una vertiente más clásica de un músico que nos ha ganado desde el primer instante.
“Todos los vientos” - El colofón
perfecto para el disco lo pone una composición que nos parece
hermana en espíritu de “A Blue Bird”, una de las primeras que
escuchamos en el trabajo. Diversas capas de violines se mezclan con
el aderezo sutil que ponen algunas percusiones muy puntuales. Se
cierra así un trabajo sorprendente, no sólo por su gran calidad
sino por el hecho de que su autor no haya llegado antes a nuestros
oídos teniendo en cuenta que su discografía tiene ya una cierta
extensión.
“Trato de ser perfeccionista hasta el extremo en mi trabajo pero mi concepto de la perfección no se basa en la comparación como parámetro. La perfección se alcanza al olvidar las reglas. Lo explico así: muchas veces, al ver a los niños jugar, se puede observar cómo uno de ellos olvida alguna de las normas del juego. En ese punto, realiza una reinterpretación del mismo convirtiéndolo en algo distinto. Es algo muy común en los juegos infantiles y en ese estado de entusiasmo al que llegan en ese momento se encierra algo muy parecido a la perfección que busco”.
Esas palabras de Wesman, sacadas de la
misma entrevista que citamos antes, nos dan una idea muy precisa de
su forma de ver la expresión artística como una vía no exenta de
un importante grado de azar en la que la concepción inicial de una
obra puede no tener mucho que ver con su forma final. Somos muy
partidarios de esa forma de ver las cosas.
El disco puede adquirirse a través de
la página web de Wesman y también en la de Luscinia Discos, un
sello que conocimos hace poco y que nos está sorprendiendo con la
calidad de las propuestas que hemos conocido hasta hoy. No tardarán
en volver a aparecer en el blog más ejemplos de ese magnífico
trabajo.
Os dejamos con un "trailer" del disco en el que, curiosamente, suena música que no aparece en el mismo.
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