Existen muchos tópicos que se repiten una y otra vez a la hora de hablar de música. Muchas bandas a las que se califica de únicas, de pioneras, de inimitables, artistas de los que se dice que marcan un antes y un después, que han reinventado géneros... Todos estos lugares comunes pueden haber tenido su sentido en determinado momento y con algunos grupos concretos, no cabe duda, pero no se nos ocurre ninguna otra banda que se ajuste mejor a todo lo que acabamos de decir que Magma.
Magma surge en 1969 por iniciativa de Christian Vander, batería de formación clásica e inquietudes musicales muy acentuadas. Un personaje fascinante al que no es posible analizar en una sóla entrada de un blog por lo que desde ya, desistimos de intentarlo siquiera. Desde el primer momento resulta imposible clasificar a la Magma en ninguna categoría existente. Tienen influencias clásicas, particularmente de Stravinsky y Bartok, lo que les emparentaría con el rock progresivo pero van mucho más allá. Sus coros son herederos de Carl Orff y sus desarrollos melódicos tienen la inequívoca impronta, reconocida siempre por Vander, de la música de John Coltrane. Hasta aquí, tampoco parece que nos encontremos ante nada especialmente extraño. Si acaso, ante uno más de los grupos de aquella época que hacían de la experimentación su bandera cotidiana. La cosa se complica si rascamos un poco más bajo la superficie. Magma no cantan en ningún idioma conocido. Lo hacen en “kobaïa”, un lenguaje “inventado” por Vander, que tiene elementos de lenguas eslavas y germánicas pero que es básicamente fonético. Los textos tienen significado pero no pueden entenderse como un lenguaje al uso (surgían de forma improvisada en paralelo a la creación de la música) aunque muchos fans de la banda han realizado diccionarios a los que el propio Vander ha realizado aportaciones en algún momento. Su estilo, como decíamos, es tan especial que se creó una denominación particular para definir la música de Magma: “zeuhl”. Como los lectores ya habrán adivinado, “zeuhl” es una palabra del lenguaje “kobaïa”. Podría traducirse como “celestial”.
Tenemos, por tanto, una banda que canta en su propio idioma y hace música en su propio estilo pero no terminan ahí sus peculiaridades: sus discos narran todos una gran historia por capítulos. Una epopeya de ciencia ficción que Vander alumbró en sueños. El batería visualizó un futuro apocalítiptico en el que la vida en la tierra estaba amenazada. Un grupo de personas abandonan el planeta en busca de la supervivencia cuando llegan a Kobaïa. Esa historia se narra en el primer disco de la banda y se desarrollaría a lo largo de toda su discografía.
Nosotros nos vamos a subir a la nave de Vander en su tercera etapa, la publicada a finales de 1973 bajo el título de “Mekanïk Destruktïw Kommandöh”. No hemos hablado mucho hasta ahora de la música de Magma y lo cierto es que eso supone un gran reto dada la complejidad de la misma desde todos los puntos de vista pero lo intentaremos de todas formas. Un vistazo a la lista de integrantes de la banda en el disco nos puede ayudar a hacernos una idea de su dimensión sonora. Participan en eñ trabajo: Klaus Blazquiz (voces, percusión), Stella Vander, Muriel Streisfield, Evelyne Razymovski, Michele Saulnier y Doris Reinhardt (voces), René Garber (clarinete bajo, voces), Teddy Lasry (metales, voces), Jean-Luc Manderlier (piano, órgano), Benoit Widemann (teclados), Claude Olmos (guitarra), Jannick Top (bajo) y Christian Vander (batería, voces, órgano y percusiones).
Christian Vander |
“Hortz Fur Dëhn Štekëhn Ẁešt” - El comienzo del disco puede parecer caótico. Una base de teclados, bajo, guitarras y percusiones sirve de fondo para una sección vocal incalificable. Cantos desaforados, extraños sortilegios, todo como parte de una ceremonia inquietante con tintes de aquelarre. Por si esto fuera poco, entran los metales repitiendo una serie de notas que parecen formar parte de un estudiado ritual. Tras la introducción se produce el primer cambio de ritmo y los coros recuerdan claramente el recitado del “Carmina Burana” de Carl Orff. A estas alturas queda claro que la propuesta musical de Magma no tiene ninguna comparación. Hay elementos sueltos de otros artistas que pueden aparecer puntualmente aquí o allá pero la conjunción de todos ellos del modo en que aquí aparecen no existe fuera del universo de la banda.
“Ïma Süri Dondaï” - Todos los temas van enlazados formando una unidad sin solución de continuidad por lo que casi no tiene sentido dividir el disco. Sin embargo, hay cambios musicales entre las diferentes partes que hacen posible tomar cada título por separado. Aquí es una aparición estelar de la batería de Vander la que sirve para hacernos ver que estamos en la segunda etapa. La energía que desprende el trabajo es casi incontenible y se ve reflejada mejor que en ningún sitio en los vientos, en los que creemos reconocer alguna influencia de Reich, especialmente en las largas notas sostenidas que parecen extenderse por tanto tiempo como resista el intérprete.
“Kobaïa Is de Hündïn” - Toma el relevo el piano que lidera el comienzo del tercer movimiento. A su lado, el bajo de Jannick Top brilla con luz propia mientras los coros siguen a lo suyo con su inquietante forma de narrar la epopeya kobaiana. La segunda mitad del tema está marcada por el coro masculino que entona una salmodía repetitiva que sólo se detiene por el obligado cambio a la cara b del viejo vinilo.
“Da Zeuhl Ẁortz Mekanïk” – El siguiente corte comienza donde acabó el anterior, con los mismos recitados a los que se incorpora poco a poco el coro femenino encabezado por Stella Vander. La guitarra eléctrica se abre paso poco a poco en un estilo muy similar al de un viejo conocido: Mike Oldfield. Hay una historia interesante relativa a Oldfield y Magma que expondremos más tarde porque tiene su miga. La pieza, en todo caso, es un verdadero espectáculo y la banda al completo funciona como una maquinaria de precisión propulsada por la energía que imprime Christian Vander desde la batería.
“Nebëhr Gudahtt” - Baja el tono notablemente en el siguiente corte en el que el tema central del disco se repite una y otra vez de forma muy reposada. El piano pone la base y el bajo dialoga con las distintas voces que añaden aquí un gran componente teatral a todo lo que habíamos oído hasta ahora. Sumamos aquí una más que probable influencia a las ya mencionadas y que siempre son una referencia cuando se habla de Magma: la de la vocalista Meredith Monk cuyo estilo encontramos muy presente en este corte. En la segunda parte del tema aparecen las marimbas como nuevo elemento rítmico enriqueciendo aún más la paleta sonora de la banda.
“Mekanïk Kommandöh” - Continúa el disco con un verdadero trance inducido por la repetición del mismo motivo melódico por parte de las voces femeninas a las que se suman los vientos, el resto de voces y el órgano. La música continúa transformandose en una orgía sonora de la que no es posible sustraerse. Las trompetas se abren hueco poniendo el toque jazzístico que faltaba y subrayando acertadamente los compases finales antes de llegar al cierre.
“Kreühn Köhrmahn Ïss Dëh Hündïn” - El piano es el instrumento escogido para abrir el tema que despide el disco. El ambiente inicial sigue teniendo ese aire de ceremonia oscura que comparte con otros discos de la época (pensamos en el “666, the Apocalypse of John” de Vangelis y sus Aphrodite's Child) pero son comparaciones sin mayor valor que el de apoyar de algún modo la descripción de la música. La conclusión del disco es espectacular con una sección final muy oscura en la que percusiones y vientos se juntan para poner el punto final a una propuesta musical sin parangón que concluye con un largo pitido agudo.
Podríamos decir que la música de Magma es de otro planeta haciendo una broma fácil sobre la mitología kobaiana pero lo cierto es que no hay forma fácil de calificarla. Cualquiera que se adentre en sus discos se dará cuenta enseguida de que el hecho de utilizar un lenguaje propio y de describirse con una palabra de ese lenguaje (zeuhl) que identifica un estilo musical en el que sólo Magma tenía cabida en su época, no es ninguna “boutade” sino una necesidad esencial puesto que ningún término anterior serviría para reconocer en él a la banda de Christian Vander. No son un grupo fácil, en absoluto, pero son de esa rara estirpe que, una vez superado el necesario esfuerzo que hay que hacer para introducirse en su música, te proporcionan una satisfacción que justifica con creces todo el proceso de asimilación necesario.
Nos despedimos con la anécdota que apuntamos en el comentario del disco. “Mekanïk Destruktïw Kommandöh” se grabó en The Manor, el estudio propiedad de Richard Branson en el que se registraron algunos de los mejores discos publicados por Virgin Records. De hecho, uno de los ingenieros de sonido fue Simon Heyworth, participante en los mismos meses en la producción de “Tubular Bells”, de Mike Oldfield. Christian Vander comentó que Oldfield asistió a casi todas las sesiones de grabación del disco de Magma, entusiasmado en muchos momentos con lo que allí sonaba. En aquellas jornadas se interpretó un tema que luego no entró en el disco, titulado “La Dawotsin”. Se da la circunstancia de que la introducción de piano de esa pieza era muy similar a la que luego abriría el citado “Tubular Bells” por lo que Vander siempre pensó que Oldfield había tomado buena nota de lo que escuchó en aquellas sesiones. De hecho, cuando apareció el célebre disco de Oldfield (en mayo de 1973), Vander descartó cualquier posibilidad de incluir la composición en su disco (grabado en abril aunque publicado en diciembre) porque “todo el mundo creería que habían copiado a Oldfield”. Lo cierto es que existen grabaciones de la introducción de “Tubular Bells” fechadas en 1971, año en el que Magma ya habría interpretado en directo “La Dawotsin” y es harto improbable que en aquellas fechas tan tempranas Oldfield y Vander hubieran sabido nada del otro por lo que queremos pensar que la coincidencia no es más que eso: una coincidencia.
Para los curiosos, dejamos aquí una grabación de "La Dawotsin":
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