sábado, 1 de abril de 2017

Isao Tomita - Snowflakes Are Dancing (1974)



Vivimos tiempos de nostalgia de los años ochenta, cosa lógica puesto que los cuarentones de hoy éramos los niños de aquellos años en los que la libertad creativa carecía de límites y la televisión como medio de entretenimiento alcanzó un protagonismo casi total en España, especialmente en el campo de los programas infantiles. 1984 fue un año clave con la emisión de “La Bola de Cristal”, formato innovador y muy popular por el que desfilaron gran parte de los personajes fundamentales de la llamada “movida madrileña”. Meses antes había aparecido en la parrilla de Televisión Española otro programa que llevaba un tiempo emitiéndose en el circuito catalán. Se trataba de una idea del escritor Miquel Obiols en la cual se consiguió, quizá por primera vez, no hablar a los niños como si fueran niños y sí con un lenguaje más adulto. En “Planeta Imaginario”, que era como se llaba el programa, tenían cabida todas las artes con un peso muy importante para la literatura y la pintura. En su decorado, repleto de referencias surrealistas, se recreaban todo tipo de historias conducidas por Flip (interpretada por Teresa Soler) junto a personajes de ficción como el Otto Lidenbrock del “Viaje al centro de la tierra” de Julio Verne o la luna de la inmortal película de Méliès “Voyage a la Lune”.

El programa no era sencillo ni fácil de asimilar y la mayoría de los niños que lo vimos en la época no tenemos del todo claro de qué iba exactamente. Hay, sin embargo, algo de lo que estamos seguros: todo aquel que vio la serie siente algo especial cada vez que suena la sintonía de entrada del programa. Aquella cabecera era mágica y lo era, sobre todo, por la música que la acompañaba. Era el “Arabesque No.1” de Claude Debussy pero no sonaba en una versión convencional sino en la magistral recreación de la obra concebida por el japonés Isao Tomita y ejecutada con sintetizadores.  Son pocas las obras musicales que se fijan en el inconsciente colectivo de toda una generación sin que sea necesario que el recuerdo incluya el nombre del autor de la misma o cualquier otro detalle asociado salvo la música en sí y esta grabación de Isao Tomita lo consiguió sin lugar a dudas.

Tomita fue un compositor japonés que hizo carrera en el mundo de las bandas sonoras en su país natal hasta el momento en que escuchó por primera vez los discos de Wendy Carlos con versiones electrónicas de compositores clásicos. Las sonoridades del sintetizador Moog le enamoraron hasta el punto de hacerse con uno y comenzar a estudiar sus posibilidades, no sólo de imitación de timbres sino de creación de sonidos nuevos. Grabó un primer disco de versiones de rock muy poco difundido fuera de Japón pero en 1974 dio con la clave cuando, a imitación de Carlos, comenzó a trabajar en la adaptación de piezas de un clásico. La diferencia fue que, mientras el músico norteamericano buscó en el periodo barroco con Monteverdi, Bach, Scarlatti o Händel y en el clásico-romántico con Beethoven o Rossini, Tomita se inspiró en autores más recientes.

El primer trabajo del japonés partiendo de esa premisa fue “Snowflakes are Dancing” y en él, Tomita llevó al terreno electrónico una selección de piezas del compositor francés Claude Debussy. Más de un año tuvo que invertir en la grabación lo que da una idea del trabajo de síntesis de sonidos y de producción que había detrás de un disco que tenía el difícil reto de sorprender pisando un terreno que Wendy Carlos había dejado al descubierto seis años antes. No sólo lo consiguió sino que en su momento el disco fue tomado como un ejemplo de las posibilidades expresivas del sintetizador además de llegar a públicos muy amplios gracias al uso de varias de sus piezas como sintonía de programas de televisión y radio alrededor de todo el mundo.

Tomita escoge piezas de diversas procedencias para su disco. De “Children's Corner”, suite para piano escrita en 1918 y dedicada a su hija de tres años se adaptan dos piezas (con influencia de la orquestación realizada por el amigo de Debussy, Andre Caplet). De sus “Estampes”, también para piano, aparece la tercera que cierra le serie mientras de que la popular “Suite Bergamasque” escuchamos dos de las cuatro partes que la integran. La colección se completa con tres preludios y dos piezas sueltas más, todas ellas para piano solo.

Isao Tomita en su estudio.


“Snowflakes Are Dancing” - La cuarta parte de “Children's Corner” abre el disco y lo hace de forma magistral. Los sonidos arrancados por Tomita a su sintetizador Moog están muy por encima de la mayoría de lo que se había hecho en ese terreno hasta entonces, incluso por parte de artistas considerados hoy en día como pioneros. Cabe señalar aquí que, por algún motivo, la música de Debussy funciona a las mil maravillas en este formato electrónico, lo cual habla muy bien de la visión del intérprete japonés a la hora de escogerle para un trabajo así.




“Reverie” - Una de las obras más populares de Debussy es la protagonista del segundo corte del disco. Tomita transforma la pieza por completo haciendo que la melodía principal sea ejecutada por una especie de sonidos de cuerda mezclados con voces etéreas y llenas de magia. Timbres juguetones se entrecruzan con fondos cristalinos en una combinación tremendamente original.

“Gardens in the Rain” - La más rítmica de las “Estampes” del compositor francés aparece aquí en una versión extraordinaria en cuanto a su interpretación, a la altura en cuanto a virtuosismo de las de la propia Wendy Carlos en sus discos sobre J.S.Bach de las que se diferencia sobre todo en el gran refinamiento a la hora de seleccionar cada sonido, aspecto en el que Wendy no fue tan exhaustiva.

“Clair de Lune” - El delicado tercer movimiento de la “Suite Bergamasque” suena aquí en una versión de una fragilidad extrema que se escucha como saliendo de un sueño profundo. Escuchamos con gran nitidez recursos que luego serían aprovechados por otras figuras de la música electrónica “popular”, género que entonces aún daba sus primeros pasos. Comparar este trabajo de Tomita con discos grabados en la misma época es un ejercicio muy recomendable que da la verdadera medida del avanzado trabajo del músico japonés.

“Arabesque No.1” - Llega la pieza que nos hizo descubrir el disco y a su autor y de la que tanto hablamos al comienzo. Tomita arranca verdaderos silbidos al sintetizador que hacen que parezca que un distraído paseante ejecuta la melodía durante su caminata matutina mientras timbres metálicos construyen el armazón de la pieza. Hay una voz que aporta un sonido desenfadado y casi burlesco que, lejos de rebajar la categoría de la versión, le da un toque muy personal que, además, funciona de maravilla. Fascinante en toda su extensión.




“The Engulfed Cathedral” - Uno de los preludios más famosos de Debussy era el titulado “La catedral sumergida”. La versión de Tomita resulta ser muy ambiental, recreando en su comienzo sonidos acuáticos y, sobre todo, un impresionante coro que aparece en la parte central de la composición.

“Passepied” - Cuarto movimiento de la “Suite Bergamasque”. Su dinámico desarrollo le va como anillo al dedo a las sonoridades del sintetizador, instrumento que se ha probado especialmente atractivo a la hora de ejecutar secuencias continuas con pocas variaciones como es el caso de algunas de las lineas melódicas de la pieza. Volvemos a escuchar el característico silbido que Tomita extrae en determinados cortes a su instrumento, aquí algo más contenido aunque cumpliendo un papel muy relevante. Como ocurre en la mayor parte del disco, el intérprete japonés no se limita a transcribir la partitura original sino que realiza una interesante tarea de reorquestación de muchas partes de la misma.




“The Girl with the Flaxen Hair” - Un nuevo preludio sometido aquí a un tratamiento que más tarde mucho otros músicos adoptaron bajo la etiqueta de “ambient”. Es una de las piezas en las que más se nota lo avanzado del trabajo de Tomita con la obra de Debussy, en nuestra opinión.

“Golliwog's Cakewalk” - Llegamos a la sexta parte de “Children's Corner”. Quizá sea uno de los pocos momentos del disco en los que el sintesista japonés cede a la tentación de exhibir las posibilidades del sintetizador dejando en un segundo plano la parte estrictamente musical. Hay algo de efectista en la variedad de recursos y timbres utilizados sin que hubiera necesidad pero a estas alturas del partido, podemos perdonar esta veleidad.

“Footprints in the Snow” - Cierra el disco otro de los preludios del compositor francés que se convierte en una pieza sutil y delicada en manos de Tomita. Escuchamos esos efectos de ruido blanco imitando el viento tan utilizados por otros músicos electrónicos de todas las épocas y otros efectos muy meritorios que en determinados momentos nos hacen dudar de que lo que escuchamos es 100% electrónico sin la participación de ningún instrumento convencional.

Los siguientes trabajos de Tomita siguieron la misma linea de este tomando como referencia la obra de músicos como Stravinsky, Mussorgsky o Gustav Holst y en los años ochenta fue una superestrella de los sintetizadores llegando a dar grandes conciertos al aire libre con proyecciones visuales y fuegos artificiales al estilo de Jean Michel Jarre. Aunque siguió publicando discos y componiendo bandas sonoras prácticamente hasta su muerte en mayo del año pasado, su fama fue decayendo poco a poco y en los últimos tiempos sus trabajos apenas tuvieron repercusión.

Quizá si hablamos del público en general, la figura de Wendy Carlos es mucho más reconocida pero a nivel técnico y entre los expertos en síntesis electrónica nos atreveríamos a afirmar que ambas están a la par. El disco que hoy hemos traído aquí es uno de los mejores del género y creemos que merece un hueco en toda discoteca que se precie, especialmente en la los aficionados a la música electrónica. 

Nos tenemos que despedir de la única forma que podemos: con la cabecera de "Planeta Imaginario" tal y como se emitía en 1984.


 

1 comentario:

  1. Sonará a tópico, pero si tuviera que elegir entre los 10 o 20 mejores discos de música con sintetizador que he escuchado, y al margen de que me saldría una lista muy heterogénea (donde habría desde Escuela de Berlín hasta Synthpop), este disco entraría en ella con toda seguridad.
    Qué decir que no hayas disco. Pues eso, un pedazo de disco como la copa de un pino.
    Saludos!
    David.

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