lunes, 13 de noviembre de 2023

Rene Aubry - Projection Privee (2004)



Es difícil encontrar información sobre el disco que traemos hoy al blog, más allá del hecho de que parte del mismo procede de la banda sonora de la película “Malabar Princess”. Aunque la mayoría de su producción musical está dedicada al teatro, el ballet y el cine, René Aubry también tiene discos compuestos como tales, con música que no está vinculada a ninguna de estas artes. Dada la escasa información al respecto que hay en la red, supondremos que la mayoría de las piezas de este “Projection Privee” pertenece a esta última categoría con las dos únicas excepciones que el propio músico indica en las notas del CD.


No es la primera vez que hablamos de Aubry por aquí por lo que solo comentaremos que es un multi-instrumentista francés, con preferencia por los instrumentos de cuerda, especialmente guitarras y mandolinas y que su estilo combina ritmos y sonidos del folclore mediterráneo con arreglos clásicos y minimalistas lo que le emparenta en cierto modo con otros músicos de los que hablamos aquí habitualmente como Ludovico Einaudi o sus compatriotas Yann Tiersen y Jean Phillippe Goude. “Projection Privee” se publicó en 2004 y en él encontramos, además de la obra del mismo título y de la música de la película que citábamos al principio, una pieza dedicada por el músico a la bailarina y coreógrafa Pina Bausch, con la que Aubry había colaborado en varias ocasiones. Todos los instrumentos y voces del disco están interpretados por René salvo el duduk, tocado por Daniel Beaussier y el violín de Jean-Marc Ledet que aparecen en sendos cortes.


Comenzamos con “Antoine et Felicie” donde los sonidos sintetizados del inicio no deben despistarnos porque enseguida aparece la mandolina y la guitarra con un delicioso aire folclórico con aromas mediterráneos, que nos transportan a las islas griegas. El la misma línea, “Dare-Dard”, incorpora palmas y guitarra eléctrica en algún momento pero siempre dentro del estilo inconfundible de Aubry. Toda la primera parte del disco la componen piezas muy breves, de alrededor de dos minutos cada una. La siguiente miniatura es “Tout Le Plaisir Est Pour Moi”, llena de encanto y ritmos vivos. “Au Suivant de Ces Messieurs” añade algún ritmo diferente, de lejana reminiscencia funk, a la mezcla. Volvemos a la melodía que abría el trabajo con un arreglo ligeramente distinto en “J'Suis Comme”. Saltamos a Brasil, evidentemente, con “San-A Samba” que, pese al ritmo claramente brasileño, conserva el tipo de melodía habitual en el músico francés. En todo caso, es una de las piezas más curiosas del trabajo gracias a esa pintoresca mezcla de elementos. “Embrasse-Moi Si Tu Peux” añade samples vocales a modo de canción y da paso a una de las piezas más atmosféricas del disco, “Bas Les Pattes!” con sintetizadores, metales electrónicos y aires de tango. Continúa el tramo más ambiental con la repetitiva “Élephant Rose” para cerrar esta primera parte del disco con “N'en Jetez Plus” donde la mandolina vuelve a ser protagonista.




A modo de interludio antes de entrar en la música para la película “Malabar Princess”, Aubry sitúa su homenaje a Pina Bausch, titulado “Dolce Vita”. En realidad es una pieza festiva en el más puro estilo de la Penguin Cafe Orchestra y que, posiblemente, es nuestra composición favorita del disco.




La parte final del disco son cinco piezas para la anteriormente citada banda sonora. “Nouveau Monde I” es una composición muy interesante en la que se junta un insistente ritmo de cuerdas y maderas con samples de cantos difónicos, guitarras y sintetizadores. “La Mort du Cheval”, en un tono completamente diferente, está dominada por las guitarras y los ambientes electrónicos. Muy emocionante. “Nouveau Monde II” añade algo de velocidad a la primera parte y también un toque de misterio muy adecuado. En “Malabar Princess” se fusionan texturas de sintetizador con instrumentos exóticos como el gamelan o el duduk para ofrecernos una maravillosa pieza de influencia oriental que es otra de las joyas del disco. Para cerrar el trabajo, tenemos “Malabar Yoddle” que, con la incorporación de cantos tiroleses, podría verse como otro homenaje la Penguin Cafe Orchestra de Simon Jeffes que también recurría de cuando en cuando a esa tradición.




La música de Aubry tiene un sello inconfundible que, pese a que podemos encuadrarle dentro de una generación de músicos franceses de estilos relativamente próximos, hace que ninguna de sus composiciones pueda ser atribuida por error a alguno de sus coetáneos (cosa que si podría suceder con determinadas piezas de Olafur Arnalds, Nils Frahm, Johann Johannsson o Max Richter, a veces intercambiables entre sí). Es, por tanto, una voz única que merece la pena explorar aunque su discografía no es particularmente sencilla de encontrar. Si os animáis a hacerlo, éste podría ser un buen punto de partida.

2 comentarios:

  1. ¡Tu publicación es una obra maestra de brillantez! Perspicaz, bien articulada y verdaderamente valiosa. Gracias por compartir tu perspectiva.

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  2. ¡Tu publicación fue sobresaliente! Tu escritura es de primera. ¡Sigue con el excelente trabajo y escribe más!

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