Una cosa que siempre nos ha llamado la atención es la escasa discografía en solitario de los miembros de Pink Floyd, en comparación con los de otras bandas de su misma época. En la búsqueda de posibles razones por lo que esto es así, encontramos una que no es particularmente positiva para cada uno de los músicos que formaron parte del mito: ninguno de sus discos en solitario está a la altura, ni siquiera cerca, de los que firmaron en conjunto como Pink Floyd, cosa que es particularmente chocante ya que la banda tuvo etapas muy definidas en la que el liderazgo de uno de sus miembros fue muy marcado, ya fuera Syd Barrett en sus comienzos, Roger Waters en la segunda mitad de los años setenta o David Gilmour tras la salida de éste. ¿Quiere esto decir que los discos en solitario de estos artistas fueran malos?. No particularmente, pero, en general, parece claro que la magia surgía de una u otra forma cuando todos ellos estaban implicados en el proyecto.
En todo caso, la aparición de un nuevo trabajo de un miembro de Pink Floyd siempre es noticia y algo digno de reseñarse. Hoy es el turno de David Gilmour y su último disco: “Luck and Strange”, concebido, como tantos otros que hemos comentado en tiempos recientes, durante los meses del confinamiento. En esa época, y a modo de vía de escape de la situación, el músico inauguró una serie en youtube bajo el título de “Von Trapped Family Livestream” en la que el guitarrista interpretaba canciones propias (y algunas versiones, especialmente de Leonard Cohen y Syd Barrett) acompañado de miembros de su familia. Dentro de esa sucesión de temas, se presentó una canción nueva titulada “Yes, I Have Ghosts”, interpretada junto con su hija Romany, que llegó a tener videoclip propio, lo que parecía anticipar un nuevo disco. Sí y no. Parecía claro que Gilmour estaba trabajando en material nuevo pero lo cierto es que esa canción precisamente, no formó parte de la edición “normal” de lo que iba a ser su siguiente álbum (aunque sí aparece como material extra en una edición especial). También está disponible dentro del audiolibro de la novela “A Theatre for Dreamers” de la esposa de David, Polly Samson, a la postre, autora también de la mayoría de las letras de los discos de Gilmour desde que se casaron en 1994 (también escribió parte de las canciones de “The Division Bell” de Pink Floyd).
Finalmente, Gilmour juntó un buen número de canciones nuevas y decidió grabarlas a caballo entre su propio estudio particular y el de Mark Knopfler con la ayuda del productor Charlie Andrew quien, en palabras del propio Gilmour “tenía una maravillosa falta de respeto, e incluso un gran desconocimiento de mi trayectoria pasada”. Curiosa afirmación si tenemos en cuenta que uno de los primeros trabajos de Andrew fue precisamente con Roger Waters para su show berlinés de “The Wall” de 1990. Gilmour contó con un buen número de músicos para tocar en determinadas canciones del disco incluyendo al teclista Rob Gentry, a Roger Eno (piano), los bajistas Guy Pratt y Tom Herbert y los baterías Adam Betts, Steve DiStanislao y Steve Gadd. Su hija Romany canta y toca el arpa en varios cortes y Gabriel Gilmour también hace coros en algún momento. El punto de nostalgia lo pone la aparición de Richard Wright, del que David recupera una “jam session” de 2007 a la que da forma para escribir la canción que da título al disco (en la edición especial del mismo, aparece como material adicional la “jam session” completa).
“Black Cat” - Abre el disco un breve tema instrumental en el que la guitarra de Gilmour da la réplica al piano de Roger Eno y los sintetizadores de Rob Gentry. Muy en la línea del sonido de los Pink Floyd de The Division Bell.
“Luck and Strange” - Ya comentamos en otra entrada los pocos problemas que tiene Gilmour a la hora de aprovechar material de archivo de Richard Wright. Lo hizo cuando publicó bajo el nombre de Pink Floyd el disco “The Endless River” y ahora lo hace para un disco propio. Lo cierto, pese a todo, es que la canción funciona y los teclados del bueno de Rick están muy bien aprovechados lo que nos sitúa ante un muy buen tema.
“The Piper's Call” - Una de las piezas más raras del trabajo, con un inesperado protagonismo del ukelele. Es un tiempo medio bastante ajeno al estilo de Gilmour hasta que llega el estribillo que eleva el nivel con un cierto punto de épica. Quizá no lo suficiente para reflotar la canción pero sí para reconciliarnos con el viejo David, especialmente con el largo solo final de guitarra y los arreglos de órgano Farfisa.
“A Single Spark” - Seguimos con una balada en la que quizá la percusión ocupa un plano demasiado prominente en la mezcla y que nos sorprende con unos coros angelicales en la parte central en los que nos parece reconocer cierta influencia de Leonard Cohen, lo que tendría sentido habida cuenta de la cantidad de versiones del canadiense que Gilmour hizo en sus directos online durante el confinamiento.
“Vita Brevis” - Segundo instrumental del disco, aún más corto que el anterior, y con protagonismo de Romany Gilmour tocando el arpa. Una bonita miniatura sin mayor trascendencia.
“Between Two Points” - Romany se convierte aquí en la vocalista principal de una canción lenta que nos parece uno de los grandes descubrimientos del disco y que confirma todo lo buena que nos pareció como intérprete la hija de David en el ya comentado “Yes, I Have Ghosts”. Una de nuestras canciones favoritas del trabajo que es la única versión del mismo, ya que fue compuesta por la banda The Montgolfier Brothers para su disco de debut en 1999.
“Dark and Velvet Nights” - Cambio radical en el sonido que se endurece, con unas guitarras muy potentes y agresivas y un tono bluesero muy logrado. Al igual que nos pasa en varios momentos del disco, las partes de batería y las percusiones son lo que menos nos convence, llegando a distraernos en ciertos momentos. Con todo, es una canción que no nos desagrada en absoluto.
“Sings” - Parece encontrarse más cómodo Gilmour a estas alturas en los temas lentos en los que le resulta más fácil encontrar ese punto de inspiración y esas melodías que tanto aprovechó en su etapa al frente de Pink Floyd. Aquí escuchamos una de las mejores del disco en un estribillo que bien podría haber formado parte de “A Momentary Lapse of Reason”. Una gran pieza que nos acerca al final del disco.
“Scattered” - El cierre lo pone otro tema que empieza de forma suave con muchas capas de teclados y una batería muy delicada que nos gusta mucho. La parte central, en lugar del clásico solo de guitarra, nos muestra un magnífico duelo de pianos entre Rob Gentry y Roger Eno que, ahora sí, nos deja ante un magnífico solo de guitarra (acústica esta vez) por parte de Gilmour que desemboca en otro final con su inconfundible eléctrica.
Normalmente solemos comentar los discos en su versión “normal” sin hacer mucho caso a los extras que pueden aparece en las ediciones de lujo. Aquí hemos hecho lo mismo pero tenemos que recomendar que, si tenéis la oportunidad de haceros con la versión “expandida” del “Luck and Strange”, lo hagáis. Tanto la posibilidad de tener la maravillosa “Yes, I Have Ghosts” como por la de disfrutar de la jam session completa que dio origen al tema “Luck and Strange”, siquiera por el punto nostálgico de volver a escuchar a Richard Wright.
Pese a lo que pueda desprenderse de alguno de nuestros comentarios, creemos que Gilmour ha facturado un disco estupendo. Quizá el mejor de los suyos en solitario. La acogida, en general parece darnos la razón ya que ha llegado al número uno en las listas de varios países europeos (incluyendo el Reino Unido). Una buena noticia, sobre todo si tenemos en cuenta que, con el ritmo de publicación de Gilmour, cualquier disco puede ser el último.
No podemos evitar despedirnos con "Yes, I Have Ghosts" pese a que no forme parte de todas las ediciones del disco porque nos parece una verdadera joya.
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