Hubo un momento en el que Philip Glass estuvo cerca de convertirse en una estrella del pop. Sucedió en 1985 cuando escribió su primer ciclo de canciones y, con diferencia, el más exitoso. Estamos en un momento en que la popularidad de Glass empezaba a trascender los círculos clásicos gracias a discos como “Glassworks” o las bandas sonoras de películas como “Koyanisqatsi” o “Mishima”. El compositor llevaba ya un tiempo en la nómina de artistas de CBS y, suponemos, alguien pensó que era la hora de intentar dar el gran paso con un disco más comercial, al menos en cuanto al formato. Luego veremos que tampoco fue exactamente así pero sí, si lo comparamos con su obra anterior.
Cuenta Glass que el primer problema a la hora de escribir canciones se lo encontró a la hora de escoger los textos ya que él no era un escritor ni había tenido nunca inclinaciones literarias desde el lado de la creación. Pensó entonces que lo mejor era recurrir a cantautores habituados a ese proceso y, dentro de ellos, a algunos conocidos suyos del mundo del rock, el pop y las vanguardias electrónicas. La primera persona a la que recurrió fue David Byrne, el líder de Talking Heads, quien, como Glass, había participado meses antes en la ópera colaborativa “The Civil Wars”. En la parte del proyecto encargada a Philip participó como narradora la artista multimedia Laurie Anderson así que Glass también le propuso a ella la creación de algunos textos. El siguiente participante sería Paul Simon, para quien el compositor había escrito una coda para la canción “The Late Great Johnny Ace” un par de años antes con lo que aquí se presentaba una ocasión perfecta para devolver favores. Desconocemos cómo entraron en contacto Philip Glass y Suzanne Vega. La cantautora llevaba un tiempo moviéndose por los círculos literarios y musicales de Nueva York pero cuando escribió las letras para las canciones de Philip, aún no había publicado su primer disco. De hecho, por las fechas de grabación y publicación de este, es más que probable que pudieran haber sido escritas en los mismos días. Lo curioso es que posteriormente han colaborado más veces como ya comentamos aquí cuando hablamos del disco “Days of Open Hand” de Suzanne. Recientemente, la cantante ha estado de gira, nada menos que como narradora en la ópera “Einstein on the Beach”.
El segundo problema con el que se encontró Glass fue el de encontrar las voces e intérpretes adecuados para cada canción y curiosamente, la elección no iba a ser de figuras importantes sino de personajes más bien secundarios como Bernard Fowler (colaborador durante mucho tiempo de los Rolling Stones y de Jagger en solitario haciendo segundas voces) o Janice Pendarvis, cuya carrera tenía como momentos más relevantes sus coros para Roberta Flack y, sobre todo, para Sting. A ese elenco se suma el trío vocal “The Roches” y, quizá, la única gran estrella del elenco: Linda Ronstadt. Cierra el reparto el tenor Douglas Perry que ya había interpretado el papel de Ghandi en la ópera “Satyagraha” del propio Glass. En la parte de los instrumentistas, además del Philip Glass Ensemble participan en el disco los miembros del Kronos Quartet.
“Changing Opinion” - Comienza el ciclo con la canción de Paul Simon interpretada por Bernard Fowler. Tras una introducción de la sección de viento del Philip Glass Ensemble entra una larga parte de piano inconfundible interpretada por Michael Riesman y que nos deja ya en manos de Bernard Fowler. En el tramo final se suma a la mezcla la flauta de Paul Dunkel para cerrar una canción magnífica pese a no suponer ninguna novedad estilística frente a otras piezas del músico más allá de la adición de voces y texto.
“Lightning” - Lo más parecido a un “single” que hay en el disco es esta apabullante pieza con letra de Suzanne Vega y con Janice Pendarvis como vocalista. Es una descarga de energía dominada por los teclados que nos reciben con los clásicos ostinati “glassianos” y un ritmo frenético. La melodía principal es sencilla pero ineludible y cuenta con una épica que podríamos calificar como de “wagneriana”. Las percusiones añaden fuerza a una mezcla cuya intensidad va subiendo compás a compás hasta la explosión final. Seguramente es la pieza más difundida del disco e incluso recordamos haberla escuchado con frecuencia de niños aunque no podemos precisar si fue como sintonía recurrente de algún programa de radio o TV o porque se difundía en las emisoras comerciales con regularidad.
“Freezing” - La segunda canción de Suzanne Vega es radicalmente distinta en lo musical. Linda Ronstadt es la voz principal con las integrantes las Roches a los coros y el Kronos Quartet en la primera parte de la canción. Luego se suma el Philip Glass Ensemble, especialmente con los teclados a una canción lenta que tiene todas las características de la música de su autor.
“Liquid Days” - Sin solución de continuidad enlazamos con la siguiente canción, primera de dos consecutivas con letra de David Byrne. Seguimos escuchando al Kronos Quartet y las Roches en una pieza algo más rápida en la que la flauta vuelve a jugar un papel importante.
“Open the Kingdom” - Subtitulada como “Liquid Days part II”, es nuestra canción favorita de todo el trabajo. Douglas Perry toma las riendas de una pieza magnífica introducida por un piano solemne y que está llena de cambios de ritmo en una evolución extraordinaria. Es como si resumiéramos lo mejor de una ópera como “Satyagraha” en apenas cinco minutos con un “in crescendo” final realmente espectacular. Uno de los mejores Glass de siempre, en nuestra opinión.
“Forgetting” - Cerrando el ciclo volvemos a la combinación Kronos Quartet / The Roches / Linda Ronstadt para interpretar un texto de Laurie Anderson. Es una canción que mezcla partes vocales lentas (con el cuarteto de cuerda) con otras más rápidas en las que interviene parte del grupo de Glass. Un buen cierre para una colección de temas que han quedado bastante olvidados en el repertorio “glassiano”.
Glass y su ensemble llegaron a actuar interpretando “Lightning” en el Saturday Night Live, con todo lo que eso conlleva, y la canción sonó con cierta asiduidad en aquellos años en la radio, incluso aquí en España pero en ningún caso podemos hablar de un éxito popular aunque “Songs from Liquid Days” es el único disco del músico que llegó al top-100 general de la revista Billboard (puesto 91) permaneciendo trece semanas en las listas. En todo caso, la crítica de la época, pese a ponderar en su justa medida el trabajo, no pasó de considerarlo “un Glass menor”. En nuestra opinión, esta valoración no es del todo correcta y creemos que “Songs from Liquid Days” es uno de sus mejores trabajos de los ochenta y un paso hacia la comercialidad muy contenido que mantenía toda la esencia del compositor en aquellos tiempos además de revelar una desconocida habilidad para escribir canciones cortas más allá de las que se podían escuchar en el contexto de sus óperas. Con los años, Glass ha llegado a escribir varias más con resultados notables en muchos casos pero lejos del nivel de esta colección según nuestro criterio. Sin ponerle un “pero” al disco, siempre nos llamó la atención que el músico no hubiera pensado en que fueran los autores de cada texto los encargados de cantarlo. Hay cortes como el último de Laurie Anderson en los que creemos que su voz habría funcionado de maravilla aunque seguramente había asuntos legales y de contratos de los artistas con sus respectivas discográficas que lo habrían complicado mucho.
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