jueves, 5 de enero de 2012

Giancarlo Simonacci - John Cage: Piano Music (2010)



Meses atrás leíamos en un blog amigo frecuentemente citado aquí, un artículo buscando “culpables” de la evolución de la música en las últimas décadas en el que se nos daba un primer sospechoso en la figura de Gyorgy Ligeti. En la entrada se aportaban pruebas sobradas de su implicación en los “hechos” juzgados. No añadiremos ni una coma a ese magnífico artículo pero no podemos conformarnos con la inculpación de un solo sujeto ya que creemos que los “delitos” que se le imputan son demasiado amplios como para que la carga de los mismos recaiga sobre un único implicado. El análisis de los hechos, nos ha llevado hasta un segundo “sospechoso” (seguro que apareceran más) en la figura de un controvertido ¿músico?, ¿compositor?, ¿showman?, ¿artista? del que hablaremos largo y tendido a continuación.

John Milton Cage senior fue un inventor norteamericano que, probablemente, no aparecería en ningún libro de historia por sus creaciones pero que, sin embargo, suele ser mencionado por otros motivos. Se cuenta que una de las frases que repetía a su hijo era: “si alguien te dice “no se puede” te está señalando, precisamente, el camino que tienes que seguir”. Esa falta de respeto por lo preestablecido que inculcó a su descendiente tiene mucho que ver con la carrera que éste emprendería poco después y que le iba a llevar a ser una de las figuras más importantes, rupturistas e influyentes de la historia de la música del pasado siglo XX.


John Cage, con cara de no haber roto un plato.
El joven John Cage fue un personaje tremendamente inquieto y, contrariamente a lo esperado, la música no fue, ni mucho menos, su interés más importante. Ciertamente, asistió a clases de piano pero las horas de ensayo y repetición para interpretar una pieza no le convencían en absoluto así que se centró en la literatura. A pesar de graduarse con las mejores calificaciones, tampoco parecía que ese campo fuera suficientemente atractivo para Cage, al menos la actividad que desarrollaba dentro del ámbito académico. Como alternativa, propuso a sus padres que le permitiran hacer un largo viaje por Europa para aprender y reunir experiencias que le dieran la base para convertirse en el gran escritor que quería ser. Lo curioso del tema es que la etapa europea de Cage le llevó a descubrir la arquitectura, la pintura o la poesía y, finalmente, la música, de la mano de compositores vanguardistas como Stravinsky aunque también descubriendo a Bach.

No es un dato que se suela mencionar mucho pero las primeras composiciones propias de Cage fueron creadas en España, concretamente en Mallorca, y fue la etapa española del músico la que le inclinó definitivamente hacia la música y, más concretamente, hacia la música como acompañamiento de otras artes escénicas como la danza o el teatro. Cage solía recordar un paseo por Sevilla como el momento clave en el que decidió cuál sería su futuro. De regreso a EE.UU. Cage retomó su formación musical de un modo casi obsesivo e intentó recibir clases de Henry Cowell. Éste le remitió a un discípulo de Arnold Schoenberg con quien empezó a trabajar. Poco después, John Cage y el propio Schoenberg trabajaron juntos.

La obra de Cage es un compendio de influencias de toda procedencia, desde la arquitectura a las filosofías orientales, el “I Ching”, la danza, el concepto de azar, la indeterminación, etc. Todos estos elementos se reunen en su música y se menifiestan en las formas más diversas. Uno de los ejemplos clásicos es una invención de Cage llamada “piano preparado”. Se trata de un piano de cola en cuyas cuerdas, el intérprete introduce diversos objetos (cubiertos, bolas metálicas, tornillos, etc.) de modo que, al comenzar la interpretación de la pieza, ni siquiera él mismo sabe cómo sonará exactamente cada nota ya que todas las características del sonido han sido alteradas por la manipulación del instrumento. Siempre que se habla de Cage, se termina haciendo mención a su uso del silencio aunque esto no deja de ser impreciso. Para el músico, el silencio no existe. Contaba el propio compositor cómo en una ocasión durante una visita a la universidad de Harvard, entró en una cámara anecoica para experimentar el silencio absoluto. La experiencia fue un pequeño fracaso (o un gran éxito, según se mire) que dio origen a toda una nueva filosofía en Cage. En lugar de experimentar la sensación de silencio absoluto que esperaba, el músico escuchó dos tipos de sonido, uno grave y otro agudo. El técnico de sonido le explicó que eran sonidos procedentes del propio cuerpo de Cage, uno se correspondía con la circulación de la sangre y el otro es un efecto propio del funcionamiento del sistema auditivo llamado tinnitus o acúfeno. La constatación de la imposibilidad física del silencio, llevó a Cage a experimentar con los sonidos que se perciben cuando no hay sonido, valga la paradoja, y a incorporarlos a su música, algo que llevó al extremo en la que quizá sea su pieza más conocida y que siempre se menciona cuando se habla del músico, razón por la cual, la vamos a obviar a partir de ahora.


¿A quién se le ha caído la caja de herramientas en el piano?
 El espíritu visionario de Cage se manifiesta en una afirmación tan descabellada y, sin embargo, tan proféticamente exacta como la que hizo en 1937: “Creo que el uso de ruidos en la composición musical irá en aumento hasta que lleguemos a una música producida mediante instrumentos eléctricos, que pondrá a la disposición de la música cualquier sonido y todos los sonidos que el oído pueda percibir.”

La influencia de Cage en nuestros días es abrumadora. La obra de artistas como Brian Eno, no deja de ser, en cierto modo, una extensión de la de Cage (recordemos que Obscure Records, sello del músico británico, publicó una gran cantidad de obras de Cage en los 70). Buena parte de los pioneros de la experimentación electrónica citan a Cage como fuente de inspiración y ¿qué es el Rozart Mix compuesto por Cage en 1965, sino un anticipo de toda la era del sampling que muchos sitúan en los años 80? ¿no vemos claramente el ambrión de las remezclas, tan populares hoy que no se concibe un disco de éxito sin sus correpondientes “versiones” a cargo de distintos deejays, en el “Credo in Us” de Cage de 1942? ¿Sospecharían los aficionados a la música electrónica al escuchar el “Imaginary Landscape No.1 de nuestro músico que la pieza data de 1939?

"Rozart Mix"

"Credo in Us" Pero... esto no es de Cage... ¿o sí?


"Imaginary Landscape No.1"


En el blog tenemos costumbre de centrar cada entrada en un disco en concreto. Para ilustrar la carrera de Cage, hemos pensado un reciente lanzamiento del sello Brilliant publicado en 2010 en el que el pianista Giancarlo Simonacci repasa obras para piano “convencional” de Cage que abarcan practicamente todos los años de la carrera de su autor. Creemos que piezas con un formato más convencional como es el del piano, pueden servir de iniciación a Cage más fácilmente que otras más complejas al lector interesado. Se trata de una caja de tres CDs que complementa otros dos lanzamientos del mismo sello de años anteriores en los que Simonacci repasa la obra de Cage para piano preparado y para piano con acompañamiento vocal y de violín.

La obras contenidas en el primer disco son: “Three Easy Pieces” (1933), ejercicio pianístico de brevísimas piezas consistentes únicamente en una melodía para una sóla voz lo que se repite en “Quest” (1935). “Metamorphosis” (1938) es una de las escasas piezas dodecafonistas de Cage, aunque no tiene mucho que ver con los postulados de su maestro Schoenberg aparte de este hecho. El resto de piezas son “Jazz Study” (1942), “Triple Paced” (1943, primera versión), “Ad Lib” (1943), “Soliloquy” (1945), “Ophelia” (1946), “Two Pieces” (1946), “In a Landscape” (1948), “Dream” (1948), “Suite for Toy Piano” (1948) en su versión para piano convencional, “Seven Haiku” (1951), “For M.C. and D.T.” (1952) y “Waiting” (1952). En ellas podemos ver la evolución del estilo de su autor en estas décadas. Algunas de ellas como “In a Landscape” se han convertido en clásicas y forman parte del repertorio de muchos intérpretes contemporaneos.




El segundo disco contiene una transcripción para dos pianos hecha en 1968 por Cage de  “Socrate” obra para piano y voz de Erik Satie, compuesta en 1918, con la que el compositor norteamericano salda en cierto modo la deuda estilística que mantenía con el francés, una de sus principales influencias, especialmente el lo que a la música para piano se refiere. Cage, en su faceta de musicólogo, fue el responsable de un cierto repunte en la popularidad de la música de Satie en su momento, algo olvidada hasta que Cage dirigió los focos hacia ella. Junto con Simonacci, interpreta “Socrate” la pianista Gabriela Morelli. Junto con esta transcripción, tenemos también la pieza original “Cheap Imitation” (1969), una especie de recopilación de todas las técnicas empleadas por Cage en su música para piano hasta ese momento con su marca de fábrica muy presente: una simplicidad totalmente intencionada y ausencia absoluta de virtuosismo.

El tercer CD nos deja tres versiones de los “Etudes Boreales”, de 1978. La primera para piano sólo, la segunda para cello y la tercera para ambos instrumentos. El cellista escogido para la ocasión es Marco Simonacci. Los estudios estaban dedicados por Cage al percusionista Michael Pugliesi quien, además, fue el encargado de estrenar la versión para piano en su momento en una demostración más del papel que el azar tenía en la música del autor. Paradójicamente, la partitura de la obra en ésta versión, indicaba al milímetro todo lo que debía hacer el intérprete durante la ejecución por lo que la libertad del mismo quedaba totalmente limitada.

Sirva esta entrada como presentación de John Cage, compositor fundamental cuya obra se ha frivolizado en muchas ocasiones. Como bonus, os vamos a regalar una interpretación exclusiva de la obra más conocida de Cage. Sólo teneis que pulsar el botón de "Start / Stop" de aquí debajo y escuchar muy, muy atentamente. Transcurridos exactamente 4 minutos y 33 segundos, debeis pulsar de nuevo el mismo botón.


Si habeis seguido las instrucciones anteriores correctamente acabais de asistir a vuestra personal e intransferible versión de la obra más citada del músico norteamericano. Enhorabuena.

Si, por el contrario, preferís escuchar las versiones de Simonacci, podeis adquirir la caja de tres discos aquí:

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