miércoles, 22 de agosto de 2012

Madredeus - Existir (1990)



Ese cajón desastre del que tantas veces hemos hablado aquí que se dio en llamar música “new age” en los años ochenta, principalmente, fue una etiqueta tan vacía de contenido real como útil para ayudar a la difusión y popularidad de todo tipo de músicos y formaciones que no encontraban acomodo en ninguna otra clasificación. Cuando el término se expandió y empezó a acoger dentro de sí otras etiquetas como la de “World Music”, se convirtió en la gran oportunidad que estaban esperando un gran número de artistas de países alejados del “mainstream” del rock y el pop para darse a conocer en los circuitos mayoritarios. Algunos de esos intérpretes se hicieron un hueco y alcanzaron públicos mucho más amplios de los que habrían podido soñar dado lo minoritario en apariencia de la música que practicaban.

Una de esas bandas, de larga trayectoria y brillo especialmente fulgurante en sus primeros años fue Madredeus. Como ocurre tantas veces, una reunión de dos viejos amigos, casi casual en la que descubren que tienen intereses comunes echa a rodar la máquina. Pedro Ayres Magalhaes era un bajista y guitarrista con cierta experiencia musical como fundador de los Faiscas, pioneros del punk en Portugal o con Corpo Diplomático, formación más cercana al pop. Rodrigo Leao, por su parte, era miembro de Setima Legiao, banda de rock legendaria en el país vecino. A pesar de que sus experiencias anteriores fueron por otros derroteros, ambos tenían una serie de intereses comunes: la música tradicional portuguesa y la música de cámara. El proyecto iba tomando forma con la incorporación de otros dos músicos, el acordeonista Gabriel Gomes y el violoncelista y cantante Francisco Ribeiro. Juntos, se dispusieron a crear un nuevo folclore portugués partiendo de las bases de la tradición y con un respeto casi devocional a la misma. Sin embargo, faltaba aún un elemento y es que la música de Pedro y Rodrigo estaba creada para ser cantada por una voz femenina y ésta debía ser tan especial que tardes y tardes de audiciones a decenas de candidatas no daban ningún resultado satisfactorio.

Claro está, cuando la búsqueda consciente no da los resultados apetecidos es el momento en que el azar hace su entrada en escena. Tras una tarde de ensayo, los músicos estaban tomando algo en un local lisboeta cuando comenzaba la actuación de una Teresa Salgueiro que apenas contaba 16 años en aquel momento. Aunque Teresa hacía sus pinitos en la banda de punk Amanti, por las noches acostumbraba a cantar fado en alguna taberna. A pesar de su edad y de que su voz aún no estaba suficientemente pulida, Pedro y Rodrigo no dudaron ni un instante al escucharla: esa era la voz que querían para interpretar sus canciones.

Reunido el quinteto, comenzaron las voluntariosas sesiones de ensayos en el Teatro Iberico, local cercano al convento de Madre de Deus, en la zona este de Lisboa. La cercanía con el recinto religioso y la creciente popularidad del grupo hizo que muchos seguidores comenzasen a desplazarse a Madre de Deus para ver los ensayos, lo que teminó por hacer que los músicos adaptasen el nombre al de Madredeus bautizando de esa forma el grupo para la posteridad. Lo cierto es que, a partir de aquí, todo iba a suceder de un modo vertiginoso. La música de la banda era cada vez más conocida en los círculos locales y eso llevó a la grabación de un primer y rudimentario disco titulado “Os Dias da Madredeus” de un gran valor documental pero muy mejorable en cuanto al sonido. La grabación se hizo en el propio local de ensayo, en los intervalos de silencio que trancurrían entre el paso de los tranvías por la vía cercana con lo que las tomas no podían exceder de los seis o siete minutos. Además, la voz de Teresa Salgueiro no estaba convenientemente educada y suena tan voluntariosa como tierna aún. Sin embargo, la calidad de las canciones fue suficiente para obtener un cierto éxito que propició la grabación del disco del que hablamos hoy.

En los primeros meses de 1990, el quinteto entraba en un estudio de grabación por primera vez con las ideas muy claras y una colección de canciones exquisitas entre las que dos destacaban sobremanera y son ya clásicos.

Foto de Madredeus en sus primeros años. Podemos comprobar lo jovenes que eran la mayoría de sus miembros en aquel entonces.


“Matinal” – Abre el trabajo una composición de Francisco Ribeiro en la que el violoncelista tiene todo el protagonismo vocal junto con Teresa Salgueiro. Sobre un profundo fondo electrónico en tonos graves, ambas voces se combinan en un lamento compartido de una belleza estremecedora. No cuesta nada imaginarse esta música como sonido de fondo de un amanecer sobre el Atlántico y como apertura del disco es inmejorable.

“O Pastor” – Sin tiempo para la recuperación, llega una de las grandes canciones del disco y de la trayectoria de Madredeus como grupo. La letra es de Pedro Ayres Magalhaes y todo el grupo participa en la creación de la música. Sobre un enérgico comienzo de acordeón, teclados y guitarra, Teresa comienza a cantar con una intensidad conmovedora una melodía inolvidable que mejora a cada segundo hasta llegar a un estribillo desgarrador. “O Pastor” iba a ser la tarjeta de presentación del grupo ante el mundo y es una de esas raras obras de arte que justifican por sí solas la carrera de un grupo. En sólo unos meses, la voz de Teresa Salgueiro ha ganado en presencia y cuerpo hasta el punto de sonar deslumbrante aunque con un amplio margen de mejora aún, como demostrará en discos posteriores.



“O Navio” – Primera de las tres canciones del disco escritas en su totalidad por Pedro Ayres Magalhaes, y primera incursión en lo que podríamos calificar de un folk moderno por parte del grupo. No es un fado pero sin el fado sería imposible haber llegado hasta aquí. Con un suave ritmo de vals transcurren los minutos como en una tarde de verano en un bote en el río Tajo.

“Tardes de Bolonha” – Otro vals, en este caso instrumental y escrito por Rodrigo Leao. Alegre pero con un punto de melancolía muy portugués. La melodía principal recuerda mucho a otra que el propio músico compondría un tiempo después para su primer disco en solitario, lejos ya de Madredeus, aunque eso será objeto de su propio capítulo en su momento.

“O Ladrao” – Cambiando por completo de registro, el grupo muestra su cara más desenfadada y juguetona en una canción con letra escrita por Pedro, Teresa y Francisco al alimón. La música es alegre y los dos vocalistas habituales del grupo la interpretan a dúo con gran desparpajo.

“A Confissao” – Segunda canción de Pedro Ayres en la que ya se muestra como el miembro del grupo más cercano al folclore tradicional portugués. La composición es de una gran tristeza y en la mayor parte de su recorrido está interpretada por la guitarra y la voz de Teresa con un delicado apoyo del cello en momentos puntuales.

“O Pomar das Laranjeiras” – Casi como si de una prolongación de la anterior se tratase, la guitarra de Pedro desgrana una serie de notas acompañadas del acordeón de Gabriel Gomes. No tarda en aparecer la voz angelical de Teresa cantando la letra del propio guitarrista (y autor de la canción) a ratos y tarareando en otros momentos. La fadista aficionada que había unos meses antes dentro de la Salgueiro se asoma tímidamente en varios momentos como si no pudiera seguir escondiendose dentro del nuevo registro que interpretaba en Madredeus.

“Cuidado” – La siguiente canción tiene dos partes, la primera de ellas, más suave y reposada es casi un instrumental con la aparición puntual de Teresa cantando un texto de Pedro Ayres. La segunda parte, como encerrada dentro de la principal incluye unos coros de todo el grupo cantando el título del tema y un ritmo más vivo y alegre.

“As Ilhas dos Açores” – Llegamos por fin a la que, en nuestra opinión, es la obra maestra de Madredeus, un precioso tema instrumental de gran sencillez pero con una sensibilidad muy difícil de alcanzar. Todo ello con unos arreglos exquisitos y una elegancia incontestable. Gomes sonando con la majestuosidad de un Astor Piazzolla, los teclados de Rodrigo Leao construyendo un armazón indestructible y la guitarra de Pedro Ayres como siempre, sin una estridencia y en su papel de elemento conductor. Si nadie nos advierte de la presencia del cello no habríamos reparado en él pero sin su presencia nada sería igual. Cuando un grupo de músicos alcanza estas cotas de creatividad, sólo cabe quitarse el sombrero en señal de reverencia. Batir palmas sonaría demasiado grosero tras una maravilla de este calibre.




“O Menino” – Segunda pieza escrita por Francisco Ribeiro sobre un texto popular. Como en la pieza anterior del mismo autor, si por algo puede destacar es por su profundidad y su halo espiritual. Teresa hace aquí una de sus mejores interpretaciones del disco, lo cual es mucho decir. Uno diría que esta música podría haber sonado en el viejo convento del que el grupo tomó su nombre sin causar ninguna sorpresa a las hermanas allí presentes.

“Solsticio” – Último instrumental del disco y quizá el más festivo de todos, con todas las reservas que corresponden al calificar de ese modo a un grupo tan serio como Madredeus. En cualquier caso, se trata de una composición que invita al baile en algún momento y en la que aparecen sonidos tan ajenos al grupo como una gaita (sin duda, procedente de los sintetizadores de Rodrigo Leao por cuanto no consta ninguna en los créditos del disco como tampoco se menciona el clarinete que lleva la voz solista en “Tardes de Bolonha” y que, a buen seguro, tiene el mismo origen).

“A Vontade de Mudar” – Para cerrar el disco, tenemos otra composición de Rodrigo Leao con letra escrita conjuntamente por el propio Rodrigo, Francisco Ribeiroy Pedro Ayres. Se trata de uno de los temas más cercanos al fado del disco y es un buen cierre para el mismo. No destaca especialmente pero es un tema efectivo.

Con “Existir”, Madredeus dan un golpe encima de la mesa y empiezan a ser conocidos en todo el mundo. El salto de calidad con respecto al disco anterior es inmenso y todo parece indicar que la peculiar mezcla de tradición, música de cámara y algunos toques contemporaneos (Rodrigo Leao es un gran seguidor de la corriente minimalista y eso se filtra poco a poco en su música) puede dar muchas alegrías en los años siguientes pero eso será materia para la próxima entrada en la que hablaremos del siguiente paso de la banda. Por ahora y si estais interesados en haceros con “Existir” os sugerimos un par de enlaces:

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Os dejamos con una versión en directo de "O Pastor" de 1994 con la formación ampliada con un guitarrista más:

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