miércoles, 3 de junio de 2015

Herbie Hancock - Maiden Voyage (1965)



A la edad de 24 años, Herbie Hancock tenía ya un curriculum que otros artistas no consiguen atesorar en toda una vida. Además de formar parte del segundo gran quinteto de Miles Davis (palabras mayores), había grabado con la flor y nata del sello Blue Note: Wayne Shorter, Donald Byrd, Hank Mobley, Fred Hubbard... También había grabado ya varios discos, el último de los cuales es hoy en día un estándar citado habitualmente en cualquier ranking de los mejores trabajos del jazz de todos los tiempos: “Empyrean Isles”. Tendremos tiempo de hablar de ese clásico pero hoy toca el disco inmediatamente posterior en la trayectoria del pianista norteamericano. Hablamos de “Maiden Voyage”, un disco conceptual (término que muchos pensamos durante mucho tiempo que se circunscribía a un género como el rock progresivo) dedicado a u tema tan poco jazzístico en apariencia como el mar. A la hora de grabarlo, y aunque hay constancia en los registros del sello Blue Note de sesiones previas con otros músicos, Hancock contó con los músicos que participaron en su disco anterior ampliando la formación a quinteto con la adición de George Coleman al saxo tenor. El resto de intérpretes son: Freddie Hubbard (trompeta), Ron Carter (contrabajo) y Tony Williams (batería). Hancock toca el piano, como era habitual en aquellos años, lejos aún de experimentos electrónicos como los que hemos tenido ya por aquí.

Sin llegar al cuarto de siglo de vida, el niño prodigio que fascinó interpretando a Mozart con sólo 5 años iba a crear su segunda gran obra maestra dentro del jazz más ortodoxo. Difícil hacer más en menos tiempo.

Hancock en 1965.


“Maiden Voyage” - Abre el disco una cadencia continua de piano de gran elegancia cuyo pulso es subrayado por la batería. La irrupción de la trompeta de Hubbard delata el pasado reciente de Hancock junto a Miles Davis. Varias repeticiones de la melodía central más tarde dan paso al primer solo de saxo a cargo de un Coleman magnífico y muy expresivo. Toma el relevo de nuevo la trompeta acompañada de un trabajo tan sobrio como conseguido por parte de Tony Williams a la batería. El gran mérito, llegados a este punto, de Hancock, es que pocos, al escuchar la pieza por primera vez, pensarían que es obra de un pianista, dado el escaso protagonismo que reclama su instrumento. Al margen de un apoyo rítmico más duranta casi toda la pieza, no es hasta los últimos instantes que Hancock se reserva un pequeño fragmento en el que destacar, aunque siempre en la compañía del bajo y la batería.



“The Eye of the Hurricane” - Muy diferente es la siguiente pieza, un ejemplo de jazz veloz, fresco, en el que cada uno de los solistas disfruta con total libertad de su instrumento, especialmente un desatado Hubbard a la trompeta. No le va a la zaga Coleman, más contenido, eso sí, y cediendo el testigo a un agil Hancock que imparte una lección de interpretación e improvisación casi sin despeinarse. El arranque, homenaje incluido al “Giant Steps” de Coltrane, es inolvidable.

“Little One” - A base de redobles de batería, Tony Williams consigue crear un sorprendente ambiente marino en el que la trompeta actúa como la lejana sirena de un carguero. Una atmósfera lúgubre, como de viejo puerto en decadencia es la que nos recibe en esta pieza que poco a poco va evolucionando hacia un jazz sórdido, de local con poca luz y mucho humo de tabaco. Hubbard tiene momentos magníficos y el dúo de Ron Carter y Tony Williams alcanza la excelencia prácticamente durante toda la pieza.



“Survival of the Fittest” - Vuelta a los ritmos elevados de los que tanto se benefician los solistas en los vientos a la hora de improvisar sin preocupaciones. Tras unos instantes, digamos, intensos, entramos en un segmento de batería a cargo de Tony Williams que preludia en cierto modo al Hancock “étnico” aún por venir. El interludio, extraño y vanguardista a su modo es sucedido por un regreso al ritmo inicial en una suerte de free-jazz aún por pulir.

“Dolphin Dance” - El último tema del disco comienza de forma casi inocente en homenaje a los animales del título. Una melodía agradable, un arreglo de batería muy juguetón y un dúo entre saxo y trompeta de aire jovial. Transcurrido el primer minuto y medio, el contrabajo de Ron Carter aparece poniendo orden y llevando al resto de músicos a seguirle entrando en un desarrollo, ahora sí, más convencional y jazzístico. Desde ahí hasta el final asistimos a una clase magistral por parte de los cinco músicos. Una delicia.

El jazz es un género tan vasto que siempre tuvimos serias dudas a la hora de comentar aquí discos pertenecientes a él por varios motivos: nuestro escasísimo conocimiento de la materia, que se limita al haber disfrutado como meros oyentes de títulos y artistas de referencia, la inmensa cantidad de géneros y subgéneros que hace que cualquier visión que pretendamos ofrecer sea ridículamente limitada y los escasos puntos en común con los estilos que componen la linea principal en las reseñas que hacemos en el blog. Sin embargo, es una música que disfrutamos tanto como cualquier otra y creemos que es bueno ofrecer la posibilidad a cualquier lector de darle alguna escucha a determinados títulos con la seguridad de que más de uno se verá atraído (¡ay!) por ese universo. “Maiden Voyage” es un clásico en su estilo que podría ser el punto de partida perfecto para una fecunda travesía por el jazz. Os animamos a emprenderla.


21 años después de la grabación del disco, el quinteto se volvió a reunir para tocar en directo. Os dejamos con una muestra:

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