Hace casi dos años reseñamos aquí un
disco del Delta Saxophone Quartet que contenía varias piezas de
autores minimalistas escritas para ese formato o adaptadas a partir
de otra formación. El que hoy comentamos es similar a aquel pero
centrado en dos autores que ya aparecían en aquel otro trabajo:
Michael Nyman y Philip Glass.
La formación de un cuarteto de
saxofones, siendo esta una configuración para la que no existe
repertorio “clásico” (lógico si pensamos que el instrumento se
inventó a mediados del XIX) salvo que hablemos de transcripciones,
denota un amor por la música contemporánea, por las vanguardias.
También un espíritu inconformista. Cuentan en las notas del disco
cómo el saxofón no lo tuvo fácil para acceder a la orquesta
clásica a pesar de el entusiasmo de algunos compositores como
Berlioz y hacen mención a la historia que cuenta que si el
instrumento sobrevivió fue gracias a su adopción por parte de las
bandas militares por la potencia de su sonido en comparación con
otros vientos. Sin restar veracidad a esa conocida anécdota, apuntan
a otra vía que encontró el saxofón para perdurar: los circos y,
más concretamente, los payasos, que popularizaron el instrumento
como nadie más lo hizo hasta que se incorporó a músicas como el
“jazz” y el “blues” para asentarse como uno de los sonidos
más reconocibles de la música contemporánea.
El Sonic.Art Saxophone Quartet se fundó
en 2005 por lo que está celebrando su décimo año de vida
artística. En ese tiempo se han hecho un hueco en los calendarios de
las mejores salas de conciertos y han colaborado con muchos
compositores que han contribuído a agrandar el repertorio del
cuarteto. En el momento de la grabación del que fue su primer disco,
integraban el cuarteto Ruth Velten (saxo soprano), Alexander
Doroshkevich (saxo alto), Martin Posegga (saxo tenor) y Annegret
Schmiedl (saxo barítono) aunque desde 2012 la plaza de saxo tenor la
ocupa Adrian Tully.
Volviendo al repertorio del disco,
tenemos en él tres obras, dos de Glass y una de Nyman y se da la
circunstancia de que una de cada uno de ellos ya aparecía en el
disco que mencionabamos al comienzo y es que, pese a todo, no hay
tanta música aún para cuarteto de saxofones aunque en el segundo
trabajo publicado por los integrantes del Sonic.Art amplían
notablemente la nómina de compositores y, por tanto, de obras, pero
habrá tiempo para hablar de ese trabajo si se da la oportunidad.
El Sonic Art Quartet en acción |
El disco se abre con los seis
movimientos que integran el cuarteto “Mishima” escrito por Philip
Glass para la película del mismo título dirigida en 1985 por Paul
Schrader y dedicada a la vida (y sobre todo a la muerte) del escritor
japonés Yukio Mishima. Glass escribió una partitura para “ensemble”
en la que aparecía incluso momentos cercanos al rock con bajo,
guitarra y batería. Intercaladas con el resto de la música, había
una serie de piezas breves para cuarteto de cuerda interpretadas por
el Kronos Quartet. No dejó pasar la oportunidad el compositor para
abstraer esos seis movimientos y darles la forma de cuarteto de
cuerda independiente, el que haría el número tres de los del
compositor norteamericano. Por algún motivo, esa obra parece
ajustarse muy bien al formato de cuarteto de saxofones y son varias
las agrupaciones que lo han incorporado a su repertorio en esa forma,
algo que no ha sucedido con otros cuartetos de cuerda de Glass. El
primero de los movimientos está interpretado a una velocidad algo
más alta de la suele emplearse para ejecutarlo habitualmente pero
parece una elección adecuada escuchado el resultado. El breve
segundo movimiento, uno de los más profundos de la obra, suena
mejor, si cabe que en su concepción original para cuerdas,
resaltando muchísimo más la melancolía del tema central.
Continuamos con la parte más rítmica del cuarteto que anticipaba
algunos esquemas en los que Glass profundizaría en su ciclo lírico
“Songs from Liquid Days” poco después. Tras otro movimiento de
corta duracióny todo el sabor de la música de su autor llegamos al
quinto que, como el primero, es interpretado a gran velocidad y
recoge uno de los temas que más sonaban en la banda sonora original
de la que parte la obra. El cierre lo pone un movimiento reposado que
aquí vuelve a sonar acelerado con respecto al original. Se trata del
Glass que empezaba a ser conocido en estado puro, arpegios constantes
y una melodía central escueta pero emocionante con la que pasamos a
la segunda obra del disco.
El cuarteto para saxofones de Philip Glass es algo posterior a “Mishima” y fue escrita por su autor en 1995, primero como un concierto para cuarteto de saxofones y orquesta y, casi inmediatamente, reducida para su interpretación exclusivamente por los vientos. Consta de cuatro movimientos de similar duración. El primero de ellos presenta una de esas características melodías de su autor que parecen quedar inconclusas cuando entran en el ciclo de repeticiones. Sin embargo, y ese es el gran mérito de este tipo de música, tras unas cuantas iteraciones, vemos el conjunto en perspectiva y todo encaja. A pesar de ser un movimiento de unos cinco minutos de duración, no es en absoluto uniforme pudiendo distinguirse hasta seis secciones independientes dentro del mismo siendo la quinta una variación de la melodía inicial. El segundo movimiento del cuarteto es pura energía y está lleno de sentido jazzístico. Probablemente es una de las obras de Glass más cercanas al estilo de Terry Riley en su concepción del ritmo y la melodía que dificilmente encajan en los parámetros habituales del Philip Glass más popular. También se nos antoja muy acertada la inclusión de esta obra en este momento del disco ya que es la transición perfecta hacia el siguiente autor, Michael Nyman con cuya manera de escribir también tiene puntos en común. El tercer movimiento del cuarteto nos muestra uno de esos momentos de inspiración de Glass en los que acierta con la tecla justa y nos ofrece una melodía excepcional, que apenas requiere de acompañamiento de otro tipo. Cerrando el cuarteto, y de ahí nuestra afirmación de que la ubicación de la pieza en el disco era excelente, tenemos un último movimiento con un estilo plenamente “nymanesco” si se nos permite la expresión, especialmente si lo comparamos con algunos cuartetos de cuerda del compositor británico.
Ya contamos en su momento la historia
detrás de las “Songs for Tony”, dedicadas por el músico a su
manager y gran amigo fallecido a comienzos de 1993. La obra parece
condenada a ocupar un segundo plano por culpa de su existencia
“aislada” como pieza independiente al margen de un disco o una
banda sonora y relegada a aparecer en discos como este, en los que se
combinan obras de distintos autores. Una lástima porque merece mejor
suerte. Cada uno de los movimientos funciona como una canción en la
que los instrumentos del cuarteto disfruta de papel solista como si
de un aria operística se tratase. El primer movimiento es una joya
llena de ritmo de la que surge una melodía intensa, casi desgarrada,
que habría ganado más con una interpretación más apasionada por
parte del saxo tenor del estilo de las que John Harle o Andrew Findon
nos brindaban con la Michael Nyman Band. Es, en realidad, una
transcripción de una obra compuesta un año antes por Nyman titulada
“Mozart on Mortality”. El segundo movimiento es una adaptación
de una de las composiciones de la banda sonora de “El Piano”,
último gran contrato que Tony Simmons consiguió para Nyman antes de
morir. El tercer movimiento es una lenta y emotiva pieza que el
compositor tenía guardada para una ocasión especial y fue rescatada
para este memorial. Cerrando el cuarteto tenemos una composición que
el músico escribió justo tras recibir la llamada telefónica que le
comunicaba el fallecimiento de Tony. En aquellas fechas cuenta Nyman
cómo estaba trabajando en un cuarteto para saxofones y desechó todo
el material escrito para centrarse en esta elegía en memoria de su
amigo.
Tanto Glass como Nyman son autores más que consagrados pero las obras incluidas en el disco de hoy no son las más habituales de sus repertorios (sí lo sería “Mishima” pero en su versión para cuarteto de cuerda) por lo que nos parece una recomendación muy interesante, tanto para los lectores que aún no se hayan introducido en los mundos musicales de ambos autores como para aquellos que ya los conozcan bien. El cuarteto de saxofones es una agrupación a cuyo sonido no estamos demasiado acostumbrados pero que cada vez inspira a más autores para escribir sus obras en ese formato por lo que es probable que cada vez escuchemos más a esta formación. El disco está disponible en los enlaces de siempre.
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