martes, 18 de febrero de 2020

Brian Eno - The Drop (1997)




Segunda entrada consecutiva dedicada al Brian Eno de los años noventa y a sus discos en solitario. Hablamos de “The Drop”, un disco que llegaba tras una larga etapa (medida según los estándares de Eno) sin publicar nada. Su anterior trabajo en solitario estaba fechado tres años antes e incluso sus colaboraciones con Jah Wobble (“Spinner”), Laurie Anderson (“Bright Red”), Bowie (“Outside”) o su proyecto Passengers quedaban ya lejos. ¿Qué podía esperar el oyente de “The Drop”? La descripción del propio Eno no ayudaba mucho. El músico hablaba del disco como de un disco de “jazz” pero no “jazz” convencional sino del “jazz” que haría una civilización extraterrestre si solo hubieran escuchado una explicación de lo que es el “jazz” sin poder oír ningún ejemplo. En realidad de lo que se trataba es de lo mismo de siempre en Eno: un intento de crear un nuevo tipo de música en un estilo que nadie hubiera explorado antes. Para ello se propuso explorar nuevas vías: “hay dos hilos que llevo siguiendo mucho tiempo sin terminar de integrarlos en mi propio trabajo. Uno es la música africana, en especial la de Fela Kuti. La escucho continuamente. De hecho, tengo más discos suyos que de ningún otro artista individual. El otro hilo es la Mahavishnu Orchestra, las melodías laberínticas que crearon, extremadamente largas y muy complicadas eran fascinantes. Siempre me gustó la forma en que construían su música.




El esquema de “The Drop” tampoco es muy convencional: 16 piezas de una duración media de dos minutos y medio y un corte mucho más largo (más de media hora en su versión original, recortada hasta 18 minutos en posteriores ediciones). Todo interpretado por el propio Eno a base de sintetizadores y “samplers” principalmente. “Tres años de trabajo, este “Ben-Hur” de la nueva música consolida mi posición como el Cecil B. DeMille del disco actual, el Cecil Rhodes del “ambient” y el Cecil Taylor de los sintetizadores”. Lo que parece un chascarrillo por parte de Eno no deja de tener sentido. DeMille fue uno de los pioneros en cuanto a las grandes superproducciones de Hollywood , Rhodes fue el colonizador supremacista inglés que fundó Rodesia (algo similar a lo que hiciera el propio Eno con el “ambient”, si nos saltamos el racismo, claro está) y Taylor es uno de los grandes teclistas del “free jazz”.




El disco contiene temas ambientales con cierto aire folclórico como “Slip, Dip” que recuerda lejanamente a la música india, o “Dutch Blur”, miniaturas improvisadas al teclado como “But If” o “Rayonism”, rarezas rítmicas como “Belgian Drop” (cuya melodía recuerda al “Juju Space Jazz” de “Nerve Net”), “Blissed” (quizá la composición más convencional del disco), piezas de piano entre el “jazz” y la música contemporánea (“Cornered”), marcianadas inclasificables (“Block Drop”) o temas más fácilmente encuadrables dentro de la música del Eno de los noventa como “Out/Out”, el magnífico “Swanky” o la inquietante “Coasters”. “MC Organ”, con su intrépido bajo como acompañante del órgano pone una nota diferencial en el disco y el mismo bajo marca la pauta en “Boomcubist” o “Dear World”, único tema del disco en el que escuchamos la voz de Eno procesada como si fuera un instrumento más. También hay “ambient” al uso como en la atmosférica “Hazard” o en la más oscura “Back Clack” y, por supuesto, en el extenso corte que cierra el trabajo: “Iced World” que es un perfecto resumen (lo de resumen es un decir) de todas las tendencias recogidas en “The Drop”. Centrándose en un ritmo monótono subrayado cada cierto tiempo por dos notas de bajo, Eno desgrana una melodía de piano que se repite una y otra vez con muy pocas variaciones. Una especie de “Bolero” de Ravel á la Eno que termina por ser verdaderamente hipnótico, incluso en su versión breve de 18 minutos.




Entendemos la referencia que Eno hacía a la música de Fela Kuti y a la de la Mahavishnu Orchestra porque en la obra del músico inglés podemos encontrar muchos rastros de la influencia de estos artistas (más evidentes en el caso de Fela) pero no tanto si hablamos de “The Drop”. En este disco no terminamos de ver nada que nos recuerde al músico nigeriano cuya influencia era notable en discos como “My Life in the Bush of Ghosts” o en las recientes colaboraciones de Eno con Karl Hyde. En cualquier caso, “The Drop” nos parece un disco muy atractivo. Su escucha no deja ningún poso, no tiene momentos especialmente memorables pero encaja perfectamente con lo que Brian Eno definió como “ambient” en su día o con lo que alguien dijo en alguna ocasión de la música del británico: “no es tanto algo para escuchar sino para colorear el aire alrededor de tí”.



 

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