Los principales
sellos de música “new age” nacieron en los Estados Unidos en los primeros años
de la década de los años 80. No parece casual que coincidiera este “boom” de
una música delicada, suave y llena de matices con los comienzos de un soporte
como el Compact Disc que permitía la reproducción con gran nitidez de los
pasajes musicales más imperceptibles y, sobre todo, que no se deterioraba con
el uso. En los viejos discos de vinilo, con el paso del tiempo y las sucesivas
reproducciones, los silencios se convertían en una amalgama de sonidos
indeterminados que contenían de todo menos silencio. Hubo algo de esnobismo en
muchos de los seguidores de aquella música (música para “yuppies” y jóvenes
ejecutivos se solía decir despectivamente) que encajaría bien con esta teoría:
¿qué mejor música para enseñar a mis amigos mi sofisticado equipo estéreo con
reproductor de discos compactos que este disco de piano o aquel de guitarra
acústica con cantos de ballena de fondo?
Sea como fuere,
lo cierto es que los sellos que luego fueron gigantes del género comenzaron a
publicar coincidiendo con la llegada del disco compacto. Hemos hablado mucho
aquí de nuestro favorito: Windham Hill con el liderazgo de William Ackerman y
precisamente en ese sello grabó sus primeros trabajos el pianista del que
hablamos hoy: Ira Stein. Como tantos otros músicos en aquellos años, su
propuesta estética no terminaba de encajar en los géneros habituales: no era
jazz o, al menos, le faltaba cierta garra para ser considerado así y, por
supuesto, no era música “clásica”. Demasiado melódica y “bonita” para interesar
a la intelectualidad. De la mano del intérprete de oboe, Russel Walder, Stein
ingresó en Windham Hill y grabó algunos trabajos a dúo además de participar
como intérprete invitado, como era la costumbre en la casa, en varios discos
del “jefe” Ackerman.
Sin embargo,
nunca terminó de consolidarse en el sello aunque tampoco era un artista
demasiado prolífico, todo sea dicho. Así, unos cuantos años después dejó
Windham Hill para firmar por Sona Gaia, sub-sello de la órbita de Narada, otra
de las grandes compañías en el mundo de la new-age. Allí editó algunos trabajos
más con Russel Walder así como varias piezas sueltas destinadas a los
recopilatorios y “samplers” que periódicamente lanzaba el sello. Así
transcurría el tiempo hasta que Ira se decidió a grabar su primer disco firmado
en solitario, un trabajo maravilloso que aún hoy consideramos uno de los
mejores en este tipo de músicas a pesar de haber pasado más de 20 años desde su
lanzamiento. Se rodeó Stein de un nutrido grupo de colaboradores de gran nivel
que le ayudaron a dar forma a la música que llevaba en su cabeza, probablemente
desde hacía mucho tiempo. Los créditos del disco los componen: Charlie Bisharat
(violín), Bill Douglass (bajo) –con una “s” más que el autor de “Jewel Lake”-,
Hans Christian Reumschuessel (bajos, violonchelo, guitarras), Tom Valtin
(guitarras) y Daniel Zinn (saxos). Ira se reserva el piano y los
sintetizadores.
Ira Stein al piano. |
“Briarcombe” –
Desde el primer momento, todo invita al disfrute. Una melodía de piano es
arropada enseguida por sintetizadores y violonchelo construyendo una especie de
pieza de cámara realmente agradable que mejora conforme se incorporan el resto
de instrumentos comenzando por un magnífico bajo y continuando por las
percusiones hasta llegar al violín de Charlie Bisharat, miembro del legendario
grupo Shadowfax. Él y el bajista Hans Christian Reumschuessel, magistral con el
bajo sin trastes, son lo más destacado de una magnífica pieza que marca el
camino por el que transcurrirá el resto del disco.
“High Country” – Es ahora otro bajo, el de Bill Douglass en su única participación en todo el trabajo, el que abre una composición con el clásico “sonido Windham Hill” si se nos permite el calificativo. El saxo soprano lleva todo el peso melódico mientras piano y bajo sirven como perfecto acompañamiento. Más adelante es el tenor el que se atreve con los solos más jazzísticos
“Continuum” –
Reclama Stein su pequeña cuota de protagonismo en un disco que, al fín y al
cabo lleva su nombre en la portada, con una muy interesante pieza de piano en
la que se acerca al jazz más convencional con un ligero toque clásico; claro
que también puede ser justamente lo contrario. Sea como fuere, se trata de otra
pieza muy interesante dentro de un disco en el que todas rayan a un nivel muy
alto.
“Who’s to Say” –
Llegamos así a la que es una de nuestras debilidades personales que comienza
con una arrebatadora melodía de piano sobre la que poco podemos añadir. Tras un
par de repeticiones apareces el saxo tenor y el violonchelo simplemente para
remarcarla ya que no hace falta mucho más cuando el tema es perfecto. El
momento para la improvisación llega algo más tarde y aquí Stein se muestra como
un músico brillante que sabe conducir la pieza por los caminos adecuados, hacer
las pausas en el momento justo y liberar al resto de intérpretes justo cuando
la composición lo requiere. Es difícil hacer mejor las cosas pero aún queda
mucho disco por delante.
“Carousel” – El único corte del disco escrito a dúo por Stein en compañía de Charlie Bisharat deja entrever una gran influencia de éste último. El violín lleva todo el peso de la composición y el resto de sonidos: percusiones y sonidos electrónicos, son herederos claros del sonido de Shadofax. Tanto que uno espera en cualquier momento escuchar el “Lyricon” de Chuck Greenberg. A pesar de ser el tema que sirve para titular el disco, no es uno de nuestros favoritos.
“Another Country
(Another Soul)” – Imposible no acordarse de Paul Winter al escuchar las
primeras notas de saxo que abren esta composición. No tarda, sin embargo, Ira
Stein en llevar las cosas por otros derroteros en cuanto aparece su piano
marcando un intenso ritmo al que contribuye de manera excelente el
percusionista John Loose. La pieza es un prodigio de simplicidad que sin
embargo funciona maravillosamente bien. Violonchelo y saxos se alternan en los
solos durante unos instantes antes de llegar a un momento en el que la
progresión del piano combinada con el saxofón nos recuerdan al mejor Jan
Garbarek en otro de los puntos culminantes del trabajo.
“An Open Door” –
Uno de los temas más extraños del disco, con un ritmo monótono en el inicio a
cargo de la guitarra y las percusiones, el piano improvisando retazos de
melodía con destellos amplificados por los ecos y un saxo indefinido que nos
hace pensar sin un motivo claro en el Vangelis de “The City”. Una pieza poco
común pero con un raro atractivo.
“A Place Without
Words” – Continuando con la línea estilística de la mayor parte del disco,
Stein nos muestra otro ejemplo de buen hacer, primero al piano como actor
principal y luego acompañando al saxo en un dueto realmente bello al que se
suma algo después Charlie Bisharat en otra de sus notables intervenciones en el
disco. Escasas quizá pero muy bien escogidas.
“Sevilla” – Stein
tuvo la oportunidad de tocar en Sevilla junto con Russel Walder en los meses
previos a la grabación del disco y seguramente de ahí sacó la inspiración para
este magnífico tema de piano que reúne todas las características de la música
que se hacía en aquellos años para este instrumento, desde la delicadeza de
George Winston hasta la energía y vigor de Bruce Hornsby, referente que, sin
duda, debía estar en la cabeza de Ira al componer algunas partes de esta pieza.
“Jonathan’s
Lullaby” – El punto final lo pone una juguetona pieza de piano con aire de vals
en un principio que se va complicando poco a poco con la adición del resto de
músicos. Cada repetición de la melodía contempla la suma de un intérprete o de
una nueva sección hasta terminar con un final pausado en la línea de todo el
trabajo.
Como ya indicamos
más arriba, creemos que “Carousel” se puede contar entre los diez mejores
discos en su género, lo cual supone un gran mérito para un músico como Ira
Stein cuya discografía es tremendamente corta en relación con su talento. Si
buscáis un trabajo de música instrumental, acústica, sin estridencias y con
momentos de gran inspiración, no os será fácil hallar uno mejor que éste. No
son muchas las grabaciones procedentes de la edad dorada de la música “new age”
que siguen sonando bien hoy en día y “Carousel” es una de ellas. No os
arrepentiréis si decidís darle una oportunidad.
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