El músico del que
vamos a hablar hoy es uno de los tipos más peculiares que han pasado y pasarán
por el blog sin lugar a dudas. Un personaje enamorado de la música y de las
calles de Chester hasta el punto de que, pudiendo haber construido una carrera
discográfica que le habría permitido una vida desahogada, renunció a todo ello
para hacer lo que más le gusta: tocar en la calle.
Como suena. Lo
que más le gusta a Ed Alleyne Johnson es ejercer de músico callejero, actividad
a la que dedica la mayor parte de su tiempo. Su historia comienza a finales de
los ochenta. Ed, músico de formación académica, comienza a tocar el violín, la
guitarra y el bajo y llega a formar parte de una banda local de escasa
repercusión. Finalmente llega a tocar en un single de la banda New Model Army
que llega a los puestos destacados en las listas del Reino Unido tras lo que se
incorpora a la banda. Con ellos participa en giras por todo el continente
llegando a ser teloneros de Bowie o The Cure. En alguno de los conciertos de la
banda, Ed comenzó a tener una pequeña parte para sí mismo durante la que tocaba
una composición propia titulada “Purple Electric Violin Concerto”. Antes de una
gira por los Estados Unidos, Ed se construye su propio violín tallándolo con un
cuchillo de cocina y lo electrifica. Además, lo equipa con una quinta cuerda
para reforzar la tesitura más baja y con una serie de pedales que le iban a permitir
ejecutar “loops”, “delays” y todo tipo de ecos y efectos sonoros. Así, el
violinista puede interpretar, no sólo las melodías centrales sino piezas
complejas completas en solitario y en absoluto directo.
La acogida que
recibe en los conciertos de New Model Army su “Purple Electric Violin Concerto le
termina de convencer para dar el paso de grabar su primer disco. Dada la
peculiar forma de ser del músico, la forma de financiarlo no podía ser otra que
esa versión primitiva del “crowdfunding” que todos conocemos: con lo que sacaba
de sus conciertos callejeros y de los que daba en pequeñas tiendas de discos de
los lugares en los que tocaba, se pagó una pequeña tirada de 500 cassettes. Los
beneficios de la venta de éstos, ayudaron a financiar una edición más seria de
la obra en LP y CD.
Como en tantos otros casos, la música de Ed nos llegó a través de Ramón Trecet y su programa Diálogos 3. Hablaba en aquel entonces Ramón de un video alucinante con una actuación televisiva en la que Ed interpretaba en total directo todo lo que sonaba sin grabaciones previas ni ediciones en estudio (¿sería el video anterior?). A los que no podíamos acceder a esa grabación en la era previa a internet nos costaba hacernos a la idea de cómo era aquello posible pero en el propio disco se indica claramente que esto era exactamente así, también en la grabación finalmente publicada.
El músico en una de sus actuaciones callejeras. |
OXFORD SUITE
“Part 1” – El
esquema de casi todas las piezas de Ed es siempre el mismo. Comienzan con una
serie de notas en pizzicato que son repetidas en bucle gracias a los diferentes
pedales. Sobre ese colchón sonoro comienza a sonar la melodía central que, en
este caso, es brillante y tiene un componente repetitivo que, claro está, se
ajusta a la perfección al método interpretativo del músico. La multitud de
capas de sonido que se van creando con cada nueva interpretación del violinista
y que van repitiéndose o siendo silenciadas a cada compás a criterio del intérprete
crea un ambiente irreal y fantástico que, conceptualmente, no está muy lejos de
los principios de la música electrónica secuencial procedente de la Escuela de
Berlín.
“Part 2” – Se repite la fórmula con un cambio de ritmo en cuanto al comienzo de la pieza a la que se le añade, con respecto a la primera parte, una secuencia aguda que hace de contrapeso frente a los graves de la línea de bajo principal. La melodía principal suena menos encorsetada, con un mayor aire de improvisación, algo que se ve muy beneficiado por la distorsión aplicada por el artista a su violín en determinados momentos. Nos llama la atención también el sólo “guitarrístico” que ocupa la parte central del movimiento durante el que Ed aprovecha al máximo las capacidades que le ofrece su instrumento gracias a la electrificación.
“Part 3” – La tercera
parte es un canon clásico en el que diferentes voces replican una y otra vez
una melodía principal, a veces interpretadas con el arco y otras mediante las
cuerdas pellizcadas del violín. El tema central tiene también un aire barroco
que le viene muy bien a una pieza evocadora a la que el particular sonido que
construye Ed le confiere una cualidad etérea muy atractiva.
“Part 4” – La
parte final de la suite vuelve al esquema de la primera al que es fiel durante
todo el movimiento. La melodía central, incluso, se parece bastante a aquella
con la que se abría el disco, acaso poniendo mayor énfasis en los juegos
contrapuntísticos. En los instantes finales, un solo a lo Jimi Hendrix si se
nos permite la broma permite al violinista un momento de lucimiento personal
antes de poner el punto y final a la obra.
INNER CITY MUSIC
“Part 1” – La
segunda obra “larga” del disco está dividida también en cuatro movimientos
siendo el primero el mejor de ellos. En él es en el que escuchamos los
instantes más brillantes de Ed al violín, especialmente en los solos en los que
ejecuta una melodía sensacional, de cierto aire oriental y referencias a la música
centroeuropea del siglo pasado que se combinan con veloces progresiones “vivaldianas”.
Una gozada en la que el uso de los pedales y los efectos de repetición
desaparecen durante varios minutos en beneficio de la interpretación pura.
“Part 2” – Vuelta
a la fórmula habitual de pizzicato-loop-nuevo pizzicato-nuevo loop para crear
la base sonora de la pieza. En contraste con el movimiento anterior, que nos
pareció particularmente brillante, éste no es más que la repetición de los
esquemas (e incluso de las melodías) de muchos momentos de la “Oxford Suite”. Sólo
la parte final en la que se combina un gran número de capas de sonido creando
un ambiente extraordinariamente bello salva este movimiento.
“Part 3” – Regresamos
a entornos musicales más cercanos a los del primer movimiento de la obra con
una pieza cuyo desarrollo es, sin embargo, mucho más limitado, con un estatismo,
creemos que intencionado en los acompañamientos que nos hace fijarnos mucho más
en una melodía central en la que apreciamos intenciones clasicistas que no
llegan a cristalizar por la escasa duración del tema.
“Part 4” – El último
movimiento de esta segunda obra del disco se asemejaría a la traslación de una
canción pop a los esquemas musicales de Ed. Años más tarde, el violinista grabó
varios discos con versiones de clásicos del rock y el pop por lo que no nos
extraña escuchar aquí una pieza como esta en la que podemos encontrar guiños a
bandas como U2 o The Police.
“Improvisation” –
Restan aún dos piezas como complemento para cerrar el disco. La primera es esta
improvisación en la que escuchamos su cara más ácida y arriesgada y en la que
juega al “guitar hero” durante varios minutos con notable resultado. Una pieza
que debería marcar un camino a seguir en el futuro para evitar que la fórmula
del músico, muy atractiva a primera vista, se convierta en aburrida en caso de
no ser renovada.
“Concrete Eden” –
En contraste con la pieza anterior, el final del disco vuelve a mostrarnos el
esquema ya clásico que se ha repetido en varias ocasiones a lo largo del
trabajo. No es que el tema sea inferior a los demás pero insiste en una fórmula
que, como hemos señalado ya, podría quedar agotada prematuramente en caso de
ser explotada en exceso.
El particular violín construido por nuestro músico. |
Visto con la
perspectiva del tiempo, hoy creemos que Ed Alleyne-Johnson fue un fenómeno que
se adelantó varios años a su tiempo. Si en lugar de en 1992, su primer disco
hubiera salido, pongamos, en 2008, habría venido precedido de una importante
serie de videos en youtube con sus actuaciones callejeras que, a buen seguro,
se habrían convertido en virales. Su disco, promocionado de ese modo, podría
haber llegado mucho más lejos aunque claro, en 2008 igual no se había llegado a
grabar, dado lo escuálido del mercado discográfico y la cortedad de miras de
sus directivos. “Purple Electric Violin Concerto” vino acompañado de un single
en el que, junto con la primera parte de la “Oxford Suite” venía una
interesante versión del “Canon” de Pachelbel con la que nos despedimos. Su
interés viene, no tanto por la interpretación en sí de una obra, por otra parte
tópica, sino porque se trata de una composición que se ajusta particularmente
bien a la forma de interpretar del violinista. A pesar del reconocimiento de
este primer disco y de que el siguiente, “Ultraviolet”, también tuvo una buena
acogida, Ed no cambió su estilo de vida y siguió tocando en las calles de la
medieval Chester (aún hoy lo hace, como atestiguan los videos disponibles en
youtube). Ha grabado desde entonces un buen número de discos, algunos de
versiones y otros con composiciones propias pero mantiene las mismas costumbres
de hace 3 décadas. Un personaje peculiar, sin duda, y admirable en todos los
sentidos.
¡Qué mal se oían los Dialogos3 desde el andamio!.
ResponderEliminarLa música, algo mejor.
Como para quedar extasiado por esta suite.
Al recordar del artista unicamente que tenía un apellido compuesto, ¡venga a comprar discos de David Anthony Clark!, tonto de mi, -bueno, no me arrepiento de ello-.
Contentísimo de que me hayáis brindado el reencuentro con la música de este violinista.
Compartiré un vídeo con mis esforzados lectores, enlazándolo a este bien documentado -como siempre-, vuestro post.
Podía haber sido peor y haberte comprado media discografía de Karl-Heinz Stockhausen...
EliminarUn saludo y gracias, una vez más, por el comentario.