Apenas unos meses
después de publicar el disco anterior, los miembros de King Crimson volvieron
al estudio para grabar “Red” uno de nuestros discos favoritos de la banda y
también uno de los más influyentes que publicaron junto con el clásico “In the
Court of the Crimson King” (se dice que Kurt Cobain tenía a “Red” entre sus
discos preferidos).
Se diría que una
sensación de agotamiento progresivo iba apoderándose de la banda que había
adelgazado pasando de quinteto a cuarteto y ahora, tras la baja del violinista
David Cross, quedaba constituida en trío. Si embargo, esa “pérdida de peso” en
cuanto al número de integrantes no tenía correspondencia directa en las ideas
que se iban a desarrollar en el disco. Vamos a escuchar una versión de King
Crimson con mucho que decir aún pero también con un hueco para echar la vista
atrás y recuperar algunos de los elementos que les hicieron legendarios. Como
había ocurrido en otras ocasiones, no todo el disco procede de sesiones en
estudio ya que “Providence” estaba sacada de una improvisación más extensa
procedente de un concierto reciente. La formación “oficial” de la banda en el
momento de la grabación era la formada por Robert Fripp (guitarra y mellotron),
John Wetton (bajo y voz) y Bill Bruford (batería y percusiones). Como músicos
de apoyo, figuran David Cross (violín), Mel Collins (saxo soprano), Ian
McDonald (saxo alto), Robin Miller (oboe) y Marc Charig (corneta).
Bill Bruford, Robert Fripp y John Wetton en una versión alternativa de la foto de portada de "Red". |
“Red” – El
comienzo es rotundo, directo como uno de aquellos combates de Mike Tyson de
finales de los ochenta en los que el adversario rodaba por los suelos en los
primeros segundos del asalto inicial. La guitarra de Fripp, ácida y
distorisionada, anunciaba el práctico destierro que iba a sufrir en el resto
del disco su vieja acústica. Hablamos de Fripp y él fue quien calificó de “Red”
como un disco de “heavy metal”. Exagerado, sin duda, pero no del todo
desencaminado si tomamos como referencia los primeros minutos del tema inicial.
Tras la presentación del “riff” inicial y su desarrollo llegamos a un
interludio magistral, oscuro, un desafío para la imaginación del oyente que
pronto es rescatado de la ensoñación por la vuelta del tema principal al que se
añaden nuevas partes de guitarra que endurecen aún más la propuesta de la
banda. Bruford, mientras tanto, obra a sus anchas y Wetton ejecuta con solidez
las partes de un bajo, imprescindible para sostener todo el complejo engranaje
construido por la banda.
“Fallen Angel” – Un sonido electrónico sobre el que aparece el violín de David Cross es la escueta introducción de una canción con un cierto aire melancólico en su comienzo y un fantasmal oboe que subraya alguno pasajes de forma mecánica. Llegamos así a una primera variación de esas que tanto han influido en músicos actuales como Steven Wilson en la que la guitarra repite con reiteración una breve secuencia de notas mientras van apareciendo el resto de instrumentos (particularmente la corneta de Marc Charig). Una segunda repetición de la estrofa nos deja oír en segundo plano un débil mellotron antes de afrontar el final. La frase de guitarra que antes destacábamos tiene un ligero aire a la evanescente melodía que abría “Lucy in the Sky With Diamonds” de los Beatles aunque no creemos que hubiera ni siquiera la menor intención de hacer un homenaje con ella.
“One More
Nightmare” – Pocos sonidos pueden identificar tan bien a King Crimson como los
primeros instantes de la introducción de la pieza con una guitarra
inconfundible y un Bill Bruford inspiradísimo en la batería. La pieza es una
sucesión de cambios, todos ellos con sentido, aunque el uso de las palmas como
elemento rítmico central en muchos momentos nos deja muy sorprendidos,
terminamos por acostumbrarnos. La sección central del tema parece una
improvisación en la que los saxos tienen un papel fundamental aunque siempre se
nos antoja subordinado a la continua demostración de capacidades de un Bruford
estratosférico. El segmento final es, sencillamente, de otro mundo: jazz, rock,
algo de blues... todo en perfecta armonía constituyendo un reto continuo. Nadie
ha hecho jamás música así. La pieza se detiene (porque hace eso: detenerse)
repentinamente porque no parece haber una buena solución para su final; cualquiera
sería decepcionante.
“Providence” –
Como comentamos, la pieza es un extracto de una improvisación de mayor duración
que tuvo lugar durante un concierto en la gira estadounidense previa a la
grabación del disco. En aquel momento, Cross era miembro aún de la banda lo que
explica su papel protagonista en los primeros instantes del tema. En ellos es
el violín quien marca la pauta entre aislados efectos de percusión, notas de
guitarra que aparecen aquí y allá y sonidos no siempre identificables. Metidos
en este batiburrillo sonoro agarramos la soga que nos lanza Bruford para
subirnos a la nave y comenzar un viaje algo más coherente que ocupará la
segunda parte de la pieza, en la que las guitarras reclaman un espacio que
ocuparán hasta el final. No es el mejor momento del disco ni tampoco la mejor
improvisación de King Crimson que hayamos podido escuchar pero en modo alguno
es desdeñable y nos sitúa en la mejor de las posiciones para escuchar lo que
viene a continuación.
“Starless” – La
melancolía y el efecto casi sedante que produce el sonido de cuerdas del
mellotrón van trabajando el estado de ánimo del oyente que comienza a
resquebrajarse con las primeras notas de la guitarra de Fripp. A partir de ahí
lo que ocurre es magia: Wetton canta (mejor que nunca) una melodía insuperable.
Mel Collins tiene la osadia de acompañarle al saxo y consigue, por imposible
que parezca, mejorar aún más el resultado. Vuelve Fripp a interpretar el tema
de guitarra cediendo los trastos al vocalista para que golpee por segunda vez
en lo más delicado de la sensibilidad del oyente antes de entrar en la segunda
parte del tema. El bajo dibuja una línea ominosa sobre la que apenas se atreve
a destacarse una insolente guitarra que ataca con obstinada precisión una
repetitiva serie de acordes. Para cualquier otra banda, esto habría sido
suficiente pero si hablamos de King Crimson, sólo puede ser el preludio de algo
aún mejor. Efectivamente, a través de un “in crescendo” de locura todo se
desboca hasta explotar en una improvisación de jazz rock liderada por el saxo
de Mel Collins que parece haber estado esperando este momento durante todo el
disco. La recapitulación final con el saxo repitiendo las frases que antes
cantara Wetton y el mellotrón reinando en todo su esplendor ponen el mejor
final imaginable a un disco fundamental.
Tras un periodo de efervescencia creativa como el vivido en los últimos meses por la banda, lo que no era del todo previsible era lo que ocurrió tras la publicación de “Red”: la disolución de King Crimson con visos de ser definitiva, aunque seguro que todo estaba meticulosamente planeado de antemano por la inaccesible mente de Robert Fripp. Hoy sabemos que no fue así pero los King Crimson que volvieron varios años más tarde tenían poco que ver con los que firmaron un disco como “Red”. Tiempo habrá, en todo caso, para hablar de esa historia.
“Red” supone uno
de los momentos cumbres del rock progresivo. A pesar de ser aún una música
relativamente joven, la sucesión de obras maestras que había adornado los últimos
años por parte de los buques insignias del género (“Close to the Edge”, “The
Dark Side of the Moon”, “The Lamb Lies Down on Broadway”, “Thick as a Brick”...)
iban a ser ya difíciles de superar por sus propios autores y desde ese punto de
vista es más fácil entender que Robert Fripp echase el cierre por un tiempo
hasta que surgieran nuevos retos y con una música que poco tendría que ver ya
con ésta. Como ocurre con lo mejor del catálogo de King Crimson, “Red” ha sido
recientemente reeditado con contenidos extra y nuevas mezclas a cargo de ese
mago llamado Steven Wilson bajo la supervisión del propio Fripp. Además, los más
osados tienen a su disposición una humilde cajita que bajo el título de “The
Road to Red” recoge una pequeña colección de 24 discos con material procedente
de los conciertos que siguieron a la publicación del disco en 1974.
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