Muchos suponían
que la salida de Peter Gabriel de Genesis tras la publicación de “The Lamb Lies
Down on Broadway” obedecía a discrepancias respecto al rumbo futuro de la
banda. El hecho de que el cantante encontrase muchos problemas para imponer sus
textos como eje central de aquel mastodóntico disco podía hacer pensar en un
deseo de embarcarse en más aventuras de ese calado como uno de los motivos
principales de que Gabriel decidiera continuar con su carrera por su cuenta.
Nada de eso fue así, realmente, si atendemos a las propias palabras de Peter
cuando afirmaba que “quería hacer muchas cosas muy diferentes a lo que había
hecho con Génesis”. Ciertamente lo consiguió ya que su disco de debut en
solitario nos muestra una mezcla de estilos absolutamente sorprendente en la
que Gabriel hace gala de una cantidad de recursos que nunca terminó de
desplegar con la mítica banda en la que, no lo olvidemos, la aportaciones
meramente musicales solían correr por cuenta de Banks y Rutherford (también de
Anthony Phillips en la primera época) siendo la participación del vocalista
algo menor en este apartado.
Gabriel, como
pronto sería su costumbre, se tomó su tiempo para escribir y grabar el disco de
modo que entre su despedida de Génesis y la publicación de su disco de debut,
titulado sencillamente “Peter Gabriel”, transcurrieron casi tres años. Un
tiempo, eso sí, muy bien invertido, en el que el artista, perfeccionista hasta
rozar lo enfermizo, procuró rodearse de lo mejorcito que pudo encontrar en
cuanto a músicos y productores. Bajo la dirección de Bob Ezrin, Gabriel
consiguió juntar, nada menos que a Robert Fripp, que aprovechaba uno de los
clásicos “parones” de King Crimson para grabar con otros artistas como Bowie o
Eno, al bajista Tony Levin (había trabajado con Ezrin en “Berlin” de Lou Reed y
algo después acompañaría a Fripp en una nueva encarnación del Rey Escarlata), al
batería Allan Schwartzberg y un interesante grupo de músicos, alguno de los
cuales se convirtió en inseparable de Gabriel en sus siguientes trabajos y
giras: Jimmy Maelen (percusión), Steve Hunter (guitarras), Jozef Chirowski
(teclados) o el imprescindible Larry Fast (teclados y programaciones). En dos
de los cortes del album participa también la London Symphony Orchestra.
Imagen perteneciente al "artwork" del disco. |
“Moribund the Burgermeister” – Una extraña combinación de
percusiones y sonidos electrónicos abren una pieza que combina el aire burlesco
del musical con momentos más cercanos al rock progresivo clásico. La mezcla
perfecta para que las múltiples facetas del teatral Gabriel brillen con luz
propia. Uno podría perfectamente imaginar uno de los grotescos personajes de
Tim Burton bailando al son de la música de Gabriel en esta brillante
introducción que, sin embargo, no sirve como pista para lo que el resto del
disco nos va a ofrecer.
“Solsbury Hill” – Un repetitivo motivo de guitarra de alegre
ritmo abre este clásico de la discografía de Gabriel. Los teclados que aparecen
de inmediato han envejecido mal desde la perspectiva actual pero la melodía,
casi legendaria, soporta eso y más. “Solsbury Hill” es una canción de esas que
justifica por sí sola todo un disco y uno no puede evitar imaginarse
ascendiendo la famosa colina en compañía de un Gabriel juvenil con el corazón
latiendo sin cesar “bum, bum, bum” como canta Peter con entusiasmo. Una joya
sobre la que poco más podemos añadir.
“Modern Love” – Aunque la intención de Gabriel era la de hacer algo diferente, no puede evitar que el rock progresivo se filtre aún entre las rendijas de varias de las canciones del disco y este sería un ejemplo. Con un sonido algo “americanizado” que anticipa lo que vendría años después en forma de “Rock orientado a adultos” o AOR, especialmente en los teclados de Larry Fast, Gabriel nos ofrece este tema sin demasiadas pretensiones, con un riff simple pero atractivo que cumple sin entusiasmar.
“Excuse Me” – Gabriel vuelve de nuevo la vista hacia el
teatro musical con una pieza cómica en las formas que revela la atracción que
muchos músicos del rock y el pop británico sienten por las músicas que poblaban
los escenarios del West End londinense. Con Genesis, Gabriel exploró este mundo
especialmente en el aspecto visual y parece que en solitario, también iba a
profundizar en las músicas.
“Humdrum” – Otro de los grandes momentos del disco llega con
esta delicada balada en la que el Gabriel más expresivo apenas se acompaña de
unos suaves teclados durante los primeros instantes. Tras la introducción
asistimos a un breve segmento instrumental muy evocador que nos acompañará casi
hasta el final con la voz del cantante como complemento imprescindible. La
canción va ganando en intensidad convirtiéndose en casi un himno lleno de
emotividad.
“Slowburn” – Con el siguiente corte Gabriel se acerca a los grandilocuentes temas de rock en la línea que del norteamericano Meat Loaf comenzaría a popularizar en aquellos momentos. Con todo, estamos ante momento estelar del disco en el que asistimos a cambios de ritmo y secciones absolutamente diferenciadas dentro de la misma canción que demuestran la ambición de su autor.
“Waiting for the Big One” – Dentro de la mezcla de géneros
que caracteriza el disco, llega la hora del blues con una muestra absolutamente
ortodoxa de este género musical. Acompañado de piano, guitarra, contrabajo y
batería, Gabriel se marca un auténtico “bluesazo” con todas las de la ley
demostrando que sus capacidades van más allá de las de un simple cantante de
rock y haciendo gala de todo su histrionismo (entiéndase esto como algo
positivo) en los pasajes en los que la canción lo demanda.
“Down the Dolce Vita” – Faltaba en el disco un poco de
sonido clasicista y la fanfarria que abre este tema cumpliría la labor de tapar
esa ausencia aunque no pasa mucho antes de que un marcado ritmo disco
transforme el tema de arriba abajo en un auténtico cañonazo que bien podría
haber sido un single de éxito y un banderín de enganche para aquellos a los que
el nombre de Gabriel no les dijera gran cosa en aquel entonces. Había mucho más
que esto en la pieza que se atreve a meterse en territorios sonoros más
experimentales con el uso de relojes y sonidos electrónicos en un magnífico
interludio que culmina con un final grandilocuente digno de los mejores
momentos de Gabriel con Genesis.
“Here Comes the Flood” – Cerrando el disco encontramos la
segunda gema de la colección; una balada deliciosa y desgarradora en algún
momento, en la que el talento de su autor nos desborda por todas partes,
especialmente con el estribillo, absolutamente arrebatador. Curiosamente
Gabriel no terminó de quedar contento con la pieza que, en su opinión, pecaba
de un cierto exceso de producción. Quizá por ello, participó en una regrabación
posterior de la canción para el disco “Exposure” de Robert Fripp, tan
recomendable como ésta.
Con su primer disco en solitario, Gabriel demostró que había
todo un camino por explorar más allá de Genesis y no necesariamente en la misma
línea que había llevado su antigua banda. Mientras que Peter opta por una
mezcla de géneros muy interesante, sus compañeros trataron de mantener por un
tiempo las formas del rock progresivo con las que se convirtieron en leyenda
pero terminaron por entregarse a un pop algo facilón como refugio para
subsistir en los ochenta. Fue en ese momento cuando la decisión de Gabriel de
continuar su camino por su cuenta se reveló como muy acertada, habida cuenta la
categoría de sus discos en solitario, alguno más de los cuales será objeto de
nuestra atención dentro de no mucho tiempo. No debería ser así pero si algún
lector no tiene aún este disco, puede solventar esa carencia en los enlaces
habituales.
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Nos despedimos con una particular versión de "Here Comes the Floor" interpretada en directo por Gabriel en un especial navideño de Kate Bush.amazon.es
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Siempre grande Peter Gabriel👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👍🏻✌🏻
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