jueves, 7 de mayo de 2015

Lisa Gerrard - The Silver Tree (2006)



La disolución de Dead Can Dance a finales de los años noventa vino precedida, como suele ocurrir, de los primeros trabajos discográficos de uno de sus miembros en solitario. Fue Lisa Gerrard quien primero dio ese paso con la publicación en 1995 de “The Mirror Pool” aunque lo cierto es que la cantante había realizado ya alguna banda sonora por su cuenta.

Desde aquel momento, la actividad de Lisa fue en aumento y comenzó una serie de colaboraciones, a cual más interesante, con músicos como Pieter Bourke, Patrick Cassidy o Hans Zimmer así como intervenciones puntuales en trabajos de Orbital o Delerium.

Entre unos y otros, el segundo trabajo firmado por Lisa Gerrard en solitario tardaría en llegar más de 10 años respecto al primero (si tenemos en cuenta sólo discos creados como tales y no bandas sonoras). Ese tiempo no transcurrió en vano y en “The Silver Tree” apreciamos una importante evolución de una artista cuyos primeros trabajos sonaban como una extensión de lo que hacía en Dead Can Dance y que ahora mostraba un estilo diferenciado. Es imposible sustraerse a la tremenda personalidad de la voz de Lisa que hace que prácticamente cualquier cosa que cante suene inmediatamente a ella pero teniendo eso en cuenta, su progresiva separación del sonido de su colaboración con Brendan Perry es cada vez más notable como se aprecia en el trabajo del que hablamos hoy.

Siempre inquietante: Lisa Gerrard.


“In Exile” - El disco arranca con un sonido oscuro, abisal, gracias a los arreglos orquestales de Patrick Cassidy (quien volverá a hacer esa labor en otro corte del disco) y los sintetizadores de la propia Lisa. Aparece entonces la voz grave de la australiana en uno de sus registros más tenebrosos entonando un estremecedor lamento. El acompañamiento, como ocurrirá en el resto del disco, es sobrio e inquietante, más, si cabe, de lo habitual en los trabajos precedentes de la artista.



“Shadow Hunter” - Continúa el disco con el tono inquietante, reforzado por la percusión tribal tan característica de discos anteriores pero con un espíritu aún más ominoso de lo habitual. Es inevitable una escucha intranquila de estos primeros momentos del disco.

“Come Tenderness” - Por fin escuchamos la voz de Lisa en sus registros más habituales, a cappella en el comienzo y reforzada por samples vocales y densas capas de sintetizador más tarde. A su modo, es una canción luminosa y esperanzada, solemne, hechizante. Un rayo de esperanza entre tanta oscuridad.

“The Sea Whisperer” - Continuando con el espíritu del tema precedente, seguimos escuchando la cara amable de Lisa Gerrard, por momentos cercana a sus colaboraciones en los discos de This Mortal Coil. Es esta una música que no conoce comparación posible si no es con la de la propia artista que, no en vano, es una de las voces más personales e inconfundibles del panorama discográfico de las últimas décadas.

“Mirror Medusa” - Regresamos a los sordos rumores electrónicos rasgados esta vez por cuerdas sintéticas en un nuevo corte ambiental en el que la voz de Gerrard descansa para emerger más adelante en el disco. Es una pieza de tono muy cinematográfico pero que sólo puede acompañar pasajes con escasa iluminación, opresivos, amenazadores. Retratos de lugares en los que querríamos estar el menor tiempo posible.

“Space Weaver” - La única pieza del disco cuya autoría es compartida la firman la propia Lisa y el compositor australiano Michael Edwards, especialista en música de cine. Ambos artistas volverían a colaborar en el futuro en alguna banda sonora. La canción comienza como una balada ambiental y se convierte, merced a la aparición de un cadencioso ritmo programado, en un tema electrónico que podía figurar en cualquier recopilación “chill out”. Las armonías vocales del segmento final de la pieza consiguen elevar mucho, en todo caso, nuestra impresión global del tema.



“Abwoon” - Una de las dos composiciones del disco que no son nuevas es esta pieza que ya apareció en el trabajo “Immortal Memory” que Lisa Gerrard publicó junto con Patrick Cassidy en 2004. Se trata de una canción muy espiritual (en el citado disco llevaba el subtítulo, o quizá traducción, de “Our Father”) que se acerca más de lo habitual en la la intérprete a ciertas piezas “new age” de décadas pasadas.

“Serenity” - Escuchamos una guitarra por primera vez en el disco que repite como un mantra una serie de acordes monótonos alrededor de los cuales se arremolinan densas texturas electrónicas que sirven de base para el canto monódico primero y acompañado por distintas voces dobladas más tarde de la artista australiana. Es un tema hipnótico que termina quizá demasiado pronto.

“Towards the Tower” - La pieza más larga del disco vuelve a contar con arreglos de Patrick Cassidy. Disfrutamos en ella de un viaje por lo más interesante del universo musical de Lisa Gerrard: juegos electrónicos, ritmos programados combinados con percusión ancestral, fragmentos vocales que recuerdan a los mejores momentos de Dead Can Dance, interludios góticos adornados con el fúnebre tañir de las campanas y todo con una intensidad incesante. La pieza concluye con un bellísimo lamento próximo en espíritu a “The Host of Seraphim”, una de las más recordadas piezas de los citados Dead Can Dance.



“Wandering Star” - Dos breves temas nos acercan al final del disco. La primera de ellas es esta canción en la que los sintetizadores y la zanfona en un segundo plano realzan la extraordinaria voz de nuestra artista.

“Sword of the Samurai” - El último interludio instrumental del disco es una suma de sonidos ambientales de corta duración que cumple su papel de transición hacia el que probablemente sea el tema estelar de la obra.

“Devotion” - La canción fue una de las nuevas composiciones que los miembros de Dead Can Dance regalaron a su público en su gira norteamericana de 2005 y es aquí rescatada por Lisa Gerrard para darle el sitio que merece. Como ocurría con el fragmento final de “Towards the Tower”, se trata de otra digna heredera de “The Host of Seraphim”. No hacen falta más que unas pocas notas extendiéndose con suavidad hasta el límite de la capacidad vocal de Lisa con un escueto acompañamiento electrónico para sumergir al oyente en un estado de trance casi místico, tal es la emoción que la vocalista australiana es capaz de transmitir desde lo más profundo de su espíritu.

“The Valley of the Moon” - Siempre ha habido algo de la herencia de sus antepasados irlandeses en la música de Lisa Gerrard y, de vez en cuando, ese legado se hace evidente como ocurre en esta maravillosa canción en la que un cierto aire celta se mezcla con atmósferas electrónicas dignas del mejor Brian Eno. Excepcional forma de poner fin a un disco revelador como pocos.


No hemos profundizado aún demasiado en el blog en la trayectoria de Dead Can Dance, siendo como es una banda fundamental en las últimas décadas dentro de los tipos de música que solemos tocar aquí. Trataremos de ir ampliando poco a poco el retrato del grupo salpicándolo con discos como éste de una de sus integrantes principales (Brendan Perry ya tuvo sendos espacios para cada uno de sus discos en solitario). Mientras van llegando esas futuras entradas, es buen momento para recomendar “The Silver Tree”, un trabajo diferente pero atractivo como pocos.

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