martes, 8 de mayo de 2012

Jean Philippe Goude - Aux Solitudes (2008)



Ha pasado ya bastante tiempo desde que le dedicamos una entrada al músico francés Jean Philippe Goude, uno de nuestros compositores favoritos de los últimos tiempos y creemos que es hora de hablar algo más de su obra que merece toda la atención del mundo. En su momento ya apuntamos algunas cosas de su carrera como sus inicios en la periferia del grupo Magma, concretamente en Weidorje y alguna de sus colaboraciones con otros músicos. Obviamos en aquel entonces toda la parte correspondiente a su formación previa en el conservatorio donde conoció la música de Philip Glass y Terry Riley, principales influencias para su carrera en solitario a partir de 1992.


Imagen del compositor.


Goude no parece tener un particular interés en construir una carrera discográfica extensa. De hecho, sólo una pequeña parte de su música ha sido publicada en formato físico; así, la mayoría de sus trabajos para cine, teatro y televisión permanecen inéditos hoy en día y, para ilustrar este hecho, no hace falta nada más que señalar que entre el primer disco suyo que comentamos aquí, “Rock de Chambre”, y el que hoy nos ocupa, “Aux Solitudes”, transcurrieron siete años de silencio discográfico lo que nos permite disfrutar de una obra madura, de un estilo sobradamente personal y depurado. La música de Goude tiene muchas influencias de corrientes contemporaneas pero no es, en absoluto, difícil de asimilar. Al contrario, su sencillez y sus cualidades melódicas le convierten en un compositor realmente asequible (lo que no quiere decir que su música sea ligera en ningún caso). A lo largo de los años, cada disco que Goude nos ha regalado, supera a su antecesor lo que nos coloca ante el que, probablemente, sea su trabajo más completo y que pasamos a comentar.

“Prolégomènes” – Abre el trabajo un breve tema ambiental interpretado íntegramente por Goude a los sintetizadores. Un comienzo muy oscuro que no presagia en absoluto la linea por la que se va a mover el trabajo en general.

“Market Diktat Song” – De entre las sombras de la pieza introductoria surge un luminoso quinteto de cuerda de gran dinamismo y brillantez con el sello personal de su autor presente en cada una de sus notas. En sus apenas cuatro minutos de duración encontramos momentos de gran expresividad rítmica, breves pausas para tomar aire, momentos contrapuntísticos e ideas por doquier.



“Embarqués dans les pentes” – Como si de una extensión de la pieza anterior se tratase, volvemos a tener al quinteto en acción pero reforzado por una plétora de vientos, percusiones e incluso un piano para reforzar la intervención del contratenor que hace su primera aparición en el disco. El calificativo de minimalista que, en ocasiones, se ha querido aplicar a la música de Goude se queda muy corto para describirla en su plenitud.

“l’Homme dévasté” – Nueva pieza basada fundamentalmente en las cuerdas, con la única excepción del fagot, utilizado muy en la linea de Wim Mertens, casi como elemento rítmico más que melódico. Hacia la parte central del tema escuchamos una preciosa melodía electrónica a cargo de Christine Ott, virtuosa intérprete de Ondas Martenot a quien es frecuente escuchar en discos de diversos artistas franceses. Nosotros la hemos tenido por aquí, al margen de junto a Goude, acompañando a Yann Tiersen.

“Prolégomènes II” – Casi retomandolo donde lo dejó el primero de los “prolegómenos”, Goude nos deja otra inquietante pieza ambiental de breve duración de camino, nunca mejor dicho, a la segunda parte del disco.

“No hay camino, hay que caminar” – Se indica en los textos que acompañan al disco que el título en casellano de la pieza está inspirado en una inscripción que el músico vio en un monasterio en Toledo durante una visita en 2003. Parece evidente que se trata de una referencia al poema de Antonio Machado. En lo musical, la pieza se separa del estilo de las anteriores. Ahora el piano es el instrumento que lleva la voz cantante y no podemos obviar la clara influencia del desaparecido líder de la Penguin Café Orchestra, Simon Jeffes en toda la pieza. La propia instrumentación, en la que se incluye un armonio (instrumento al que Jeffes dedicó su pieza más famosa) parece confirmar lo dicho. No es, por otra parte, el único homenaje de Goude a la orquesta del café del pingüino puesto que en “Rock de Chambre” podemos encontrar un tema titulado “A Penguin’s Tribute”.

“A nos rêves évanouis” – Continuamos con una preciosa canción para piano y voz que aprovecha a la perfección el precioso registro de contratenor de Paulin Bundgen. Un delicado cuarteto de cuerda ofrece el apoyo justo sobre el que reposa la canción en su segunda mitad sirviendo para cerrar de alguna forma otro segmento del disco.

“Prolégomènes III” – Otra pieza electrónica marca la transición hacia la siguiente etapa. En esta ocasión, la composición es más expresiva que en los casos anteriores y con un cierto corte futurista.

“L’intranquillité” – Son los ritmos electrónicos los que introducen de modo sutil la siguiente composición para maderas, piano y trio de cuerdas en la que los instrumentos van intercambiando el papel principal, centrado en el clarinete al principio, en el violín y el piano más tarde y poco después en el contrabajo y el fagot. Otra de las grandes piezas del disco en la que podemos disfrutar del Goude más personal.

“Là où les mots nous laissent” – Regresamos a los cortes intimistas con esta pieza para piano y clarinete, de gran belleza y aires melancólicos. Sin grandes florituras ni efectismos de ningún tipo, el compositor nos demuestra que también en este tipo de registros es capaz de hacer grandes cosas.

“Fermer les yeux pour voir” – La melodía que sigue nos recuerda mucho a otra que bajo el título de “Deep Peace”, utilizó Bill Douglas en su disco “Jewel Lake”. Aquella estaba basada en un texto tradicional gaélico y es posible que la música tuviera también una base tradicional. Intencionado o no, el parecido es sorprendente.

“De la consumation” – El último tema de transición interpretado por Goude al sintetizador vuelve a los ambientes oscuros de los dos primeros mientras oímos lo que puede ser el crepitar de las llamas en una chimenea sobre un tenue coro que se aleja en la distancia.

“Madeleine auf dem Weg” – Goude repite la formación instrumental de “L’Intranquilite” en uno de los cortes finales del album que va ganando en intensidad y alegría poco a poco en una lúcida demostración de facultades.

“Le diverti se ment” – Volvemos al formato de quinteto de cuerdas para escuchar otra pequeña joya llena de ritmo y alegría de vivir y es que, ciertamente, cuando compone a este nivel, el músico no tiene nada que envidiar a otros artistas más populares como los ya citados Tiersen, Mertens u otra de sus influencias como es Michael Nyman.

“Aux solitudes” – Para cerrar el disco, Goude nos reserva la pieza más larga del mismo que combina buena parte de los elementos que hemos escuchado anteriormente. Comienza con una serie de ritmos y sonidos electrónicos a los que se van sumando las cuerdas, el piano y la voz, en esta ocasión, la de la soprano Isaure Equilbey quien recibe la réplica, no por parte de otra voz sino de las Ondas Martenot. El canto va alternandose con fragmentos de piano, ocasionales notas de vibráfono y raros efectos electrónicos.

Participan en la grabación de «Aux Solitudes» el Ensemble Jean Philippe Goude integrado por Hervé Cavelier (violín), Miwa Rosso (cello), Catherine Delaunay (clarinete), Gilbert Audin (fagot) y Eric Ferrand-N’kanua (piano). Además, intervienen Sebastien Surel (violín), Jean-Marc Phillips (violín), Michel Michalakakos (viola), Cyril Lacrouts (cello) y Philippe Noharet (contrabajo) como quinteto de cuerda, Paul Meyer (clarinete), Bruno Fontaine (piano), Christine Ott (ondas martenot), Alain Ranval (mandolina), Paulin Bundgen (contratenor), Isaure Equilbey (soprano) y Laurence Masliah (recitado). Jean Philippe Goude se reserva los sintetizadores y la dirección.

Una de las críticas que aparecieron tras la publicación del trabajo decía lo siguiente: “Esta es una obra majestuosa, profunda, en la que es imposible no perderse. Apela tanto a los amantes de la música barroca como a los seguidores del minimalismo de Moondog o Philip Glass, a los seducidos por los caprichos de Erik Satie y a los incondicionales de Arvo Pärt, a los admiradores de Gabriel Faure y a los de Robert Wyatt. “Aux Solitudes” es un disco para disfrutar olvidandose de los géneros y clasificaciones”. Nos resulta difícil añadir nada más a esta descripción salvo para insistir en la idea de la extraordinaria calidad de la música de Goude a la que, quizá, sólo le falte el impulso que una película como “Amelie” le dio a Yann Tiersen, quizá el músico más similar estilísticamente a Goude de los que han aparecido por La Voz de los Vientos en estos meses. Con una promoción como aquella, creemos que Jean Philippe sería hoy un músico extremadamente popular en todo el mundo.

Para los que querais darle una oportunidad al disco, os dejamos un par de enlaces en los que adquirirlo:




Nos despedimos con el Jean Philippe Goude Ensemble interpretando una de las piezas del disco en directo:

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