Dentro del extenso volumen
que ocupa desde hace un tiempo la obra musical de Philip Glass
seguimos encontrando encargos de perfil bajo como piezas para cine
(no bandas sonoras completas sino pequeñas obras), sintonías
corporativas etc. Dentro de ese tipo de trabajos, de un carácter más
o menos “alimenticio” por cuanto no nacen de la necesidad del
músico de crear una obra concreta sino como respuesa a un encargo,
en 2008 se estrenó en Zaragoza una composición titulada “Los
Paisajes del Río” como parte de la ceremonia de clausura de la
Expo que se celebró en la capital aragonesa con el agua como tema
central.
No es extraño en Glass que
determinadas obras, digamos, menores, terminen recicladas en otras de
mayores pretensiones aunque tampoco es una conducta habitual. Como
tantas otras, “Los Paisajes del Río” parecía una composición
destinada al olvido, máxime cuando su creación obedecía a un
objetivo tan concreto como la citada clausura pero había algo en
ella que hacía rebelarse a su autor: era una pieza demasiado
interesante como para que nunca más se supiera de ella. Además,
aunque eso es algo que aún puede cambiar, “Los Paisajes del Río”
es la última composición que Glass ha escrito para la Philip Glass
Ensemble lo que le da un cierto valor añadido desde el punto de
vista histórico.
De este modo, en 2011 el
músico puso manos a la obra y comenzó a escribir una adaptación
orquestal de aquella composición cuyo primer resultado fue la
composición titulada “Black and White Scherzo”, estrenada en la
vigésima edición del Festival de Música Contemporánea de Cabrillo
(California). Es entonces cuando entra en escena Dennis Russell
Davies, quien acababa de hacerse cargo de la dirección de la Joven
Orquesta de Francia. Davies había estado de una u otra forma detrás
de la creación de ocho de las nueve sinfonías de Glass y todo
parecía dispuesto para que también participase en la décima. Como
se indica en los comentarios del disco, Davies tenía la orqueste y
Glass la obra. Era inevitable que de ahí saliera la décima sinfonía
del compositor norteamericano que vería la luz en el verano del
2012.
Completa el disco otra obra
orquestal encargada por las Orquestas Sinfónicas de Baltimore y
Toronto conjuntamente para conmemorar el segundo centenario de la
Guerra de 1812 entre Estados Unidos y Gran Bretaña por las colonias
canadienses que controlaban estos últimos. Dada la coincidencia de
fechas con la invasión napoleónica de Rusia a la que Tchaikovski
dedicó su popular “Overtura 1812”, Glass se planteó la obra
como un homenaje al compositor ruso.
La grabación recoge las interpretaciones de la Bruckner Orchester Linz dirigida, cómo no, por Dennis Russell Davies.
Dennis Russell Davies y Philip Glass. |
SYMPHONY No.10
“Movement I” - Comienza
la sinfonía con una importante presencia de las percusiones (no en
vano hay hasta seis ejecutantes en la grabación). La melodía
central es muy representativa del Glass moderno, cercana, por
ejemplo, a la de el “Concerto Fantasy for 2 Tympanists and
Orchestra”. También existen similitudes rítmicas con la primera y
la cuarta sinfonías, ambas basadas en discos de David Bowie y Brian
Eno como ya comentamos aquí.
“Movement II” - El que,
por duración, podría considerarse el movimiento central de la
sinfonía, comienza con una cadenciosa melodía a cargo de los
violines que remite directamente a los tiempos de “Koyaanisqatsi”.
Comienza a aparecer una melodía extremadamente sencilla de apenas
tres notas que se repite una y otra vez sin apenas variaciones
mientras que en segundo plano empieza a tomar forma una sólida
construcción de cuerdas y metales heredera directa del clásico
“Façades” del disco “Glassworks”. Estamos, por tanto, ante
una regresión que nos sitúa frente al Glass de los primeros años
ochenta vestido con un nuevo traje orquestal que le sienta muy bien.
“Movement III” - Los
metales sustituyen a los violines del movimiento anterior a la hora
de marcar un pulso continuo y replican el esquema y las melodías de
aquel. Asistimos, en realidad, a una repetición de los motivos de la
segunda parte de la obra con los instrumentos asumiendo nuevos roles
que multiplican la intensidad y la fuerza de la música. Es este un
movimiento soberbio lleno de energía que no puede dejar impasible a
nadie.
“Movement IV” - Aunque
comienza de un modo más reposado, con los xilófonos y metalófonos
dibujando breves melodías, la orquesta en pleno no tarda en aparecer
para enfrentarse a una serie de melodías que están demasiado
cercanas para nuestro gusto a otras pertenecientes a la parte más
popular del repertorio de su autor (“The Hours”, “The Truman
Show”...).
“Movement V” - El
movimiento final comienza con un contundente y largo redoble de
tambores sobre el que se despliegan los habituales arpegios de su
autor a cargo de los violines mienstras se prepara para hacer su
entrada una variación del poderoso tema de los movimientos segundo y
tercero. De ahí hasta el final, Glass despliega multitud de recursos
para resaltar las bondades de una partitura que, por una vez, se nos
antoja algo escasa de inspiración, quizá por lo que tiene de mirada
al pasado.
CONCERT OVERTURE
Continuando con la linea que
nos mostraba la décima sinfonía, la obertura otorga un papel
principal a las percusiones y muestra una cierta mirada al pasado. La
aparición de instrumentos como la celesta, las flautas o, en menor
medida, el arpa, en cambio, aporta una frescura a la pieza que le
viene muy bien para obtener un sonido algo distinto, renovado con
respecto al de la obra anterior. El homenaje a Tchaikovski, muy bien
podría estar representado por la citada celesta, elemento
imprescindible en ballets como “El Cascanueces” del compositor
ruso.
Después de escuchar la
exuberante novena sinfonía, la sensación que nos deja la siguiente
de la serie es de una cierta decepción a pesar de la brillantez de
los movimientos segundo y tercero. Hay una gran austeridad temática
que hace pesados algunos momentos de la obra pero, si intentamos
abstraernos del influjo de la novena, no podemos considerar a su
sucesora como una obra fallida ni mucho menos. Intuimos que las
inquietudes del músico norteamericano en este momento están más
próximas a la música de cámara lo que significaría que la música
sinfónica e incluso las óperas van a quedar relegadas a un segundo
plano en los próximos tiempos. Teniendo en cuenta la productividad
del compositor, no tardaremos mucho en tener una confirmación o un
desmentido de esta opinión.
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