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martes, 4 de junio de 2019
Bass Communion - Ghosts On Magnetic Tape (2004)
A los amantes de la parapsicología, el nombre de Konstantin Raudive no les resultará extraño. Tras conocer la obra del pionero sueco Friedrich Jürgenson, se interesó en el nuevo fenómeno de las “psicofonías” en la década de los sesenta siendo uno de los primeros autores en investigar en ese campo obteniendo una extensa colección de grabaciones con supuestas voces del más allá. Esos “fantasmas” captados por la cinta magnética fueron la inspiración de Steven Wilson para realizar uno de los mejores discos grabados bajo el nombre de Bass Communion.
En origen, Bass Communion fue una especie de prolongación de Altamont, un proyecto de adolescencia de Wilson en el que, en compañía de su amigo Simon Vockings, trataban de hacer música basada en las bandas de “krautrock” que tanto gustaban a ambos jóvenes. En cualquier caso, si bien aquellas cintas de Altamont tenían una influencia muy directa de bandas como Tangerine Dream, la música de Bass Communion era algo diferente. Sus puntos en común con los alemanes se encontraban más en el espíritu de experimentación que en el estilo musical. “Ghosts in Magnetic Tape” estaba basado en una serie de viejos discos de 78 rpm que Wilson encontró en el desván de la casa de sus padres. Esas grabaciones de campo, con sonidos ambientales a modo de librería, inspiraron al músico pese a que ni siquiera tenía un equipo adecuado para reproducirlas a la velocidad correcta, teniendo que hacerlo a 45 rpm. A lo largo del trabajo encontramos extensos pasajes en los que podemos escuchar un profundo tratamiento sonoro de esas fuentes de las que Wilson extrae verdaderas maravillas. Esos discos sonando a una velocidad más lenta de lo normal con los ruidos inevitables causados por el deterioro de los mismos a lo largo del tiempo, los saltos, los siseos, etc. conforman una base sonora a partir de la cual, Wilson realiza todo su trabajo. Jonathan Coleclough, viejo amigo del lider de Porcupine Tree aporta los samples adicionales utilizados en la grabación.
El disco consta de cinco partes numeradas correlativamente. La primera comienza con un profundo “drone” salpicado por notas de piano que forman un esbozo de melodía y transcurre así durante la mayor parte del tiempo, con los sonidos flotando entre los canales del estéreo y la continua aparición de rumores y extraños ruidos que hacen de la mezcla una escucha verdaderamente inquietante. En el tramo final escuchamos un raro crepitar, procedente con toda seguridad del paso de la aguja por las partes más silenciosas de los discos almacenados en el desván para terminar fundiéndose con un fantasmagórico sonido orquestal que nos recuerda la visión de Gavin Bryars del hundimiento del Titanic. La segunda parte del trabajo cambia por completo de sonidos, ofreciéndonos un canto que en otro contexto sería angelical pero que aquí causa el efecto contrario. Es en esta parte en la que más se nota el trabajo de Wilson en cuanto al tratamiento de los sonidos, no sólo de la voz principal sino de todo lo que se mueve bajo la superficie. Un tema más que interesante que podría ser una especie de reverso tenebroso de la segunda parte del “Music for Airports” de Brian Eno. Llegamos así a la tercera parte en la que nos sumergimos de nuevo en las capas más oscuras de la música de Wilson, con sonidos graves opresivos por todas partes de entre los que surgen, muy de cuando en cuando, extraños efectos sonoros enterrados muy profundamente en la mezcla. Si hay algo en el disco que recuerde a las “psicofonías” que mencionábamos al principio es precisamente esta parte. El cuarto movimiento, por así llamarlo, de la obra es el que tiene una mayor intención melódica aunque los motivos se filtren con dificultad entre una densa neblina sonora. Cuerdas e incluso un lejano órgano hacen un esfuerzo titánico por dejarse oír mientras una suerte de latido percusivo lo va invadiendo todo. Llegamos así a la extensa parte final de casi veinte minutos de duración. Los primeros son realmente claustrofóbicos con una serie de efectos continuos que hacen pensar en una tormenta lejana o en un enfurecido río subterráneo transcurriendo varios metros en el subsuelo bajo nuestros pies. La atmósfera perfecta para una incursión en el “upside down” de la serie “Stranger Things”. Aparece entonces Theo Travis para interpretar sus habituales flautas que son convenientemente tratadas y distorsionadas por Wilson quien consigue que suenen como las escucharíamos si estuviéramos sumergidos en una bañera, lejanas, espesas... el escenario sonoro ideal para un paseo por las afueras de Las Vegas en, digamos, el año 2049.
“Ghost on Magnetic Tape” fue el cuarto disco de Bass Communion y el primero con título propio (los anteriores tenían como único distintivo un ordinal). Como sucede con casi todos los proyectos paralelos de Steven Wilson, el disco ha conocido diversos formatos desde su publicación en 2004. Apareció como CD, como vinilo con un tema adicional, y más recientemente como doble CD con el añadido de un segundo disco en el que el artista sonoro Andrew Liles hace una extensa reinterpretación de todo el trabajo (igualmente recomendable). A lo largo de todos estos años hemos prestado una gran atención a la obra de Wilson pero su proyecto ambiental, Bass Communion, ha ocupado apenas un par de entradas hasta el día de hoy. Con esta y con la siguiente pretendemos paliar esta situación y ampliar nuestra visión sobre la versión más arriesgada y experimental de la música del artista británico, quien, pese a haber aparcado muchos de sus proyectos como eran Porcupine Tree, No-Man e incluso Blackfield, sigue manteniendo, por contra, una linea muy regular de lanzamientos de Bass Communion en paralelo a su obra en solitario bajo su propio nombre.
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