Sin duda, el pianista de jazz que más ha aparecido por aquí ha sido Brad Mehldau pero a pesar de su gran categoría todavía no es habitual verle en los puesto más altos de esas listas que de vez en cuando aparecen con los nombres de los más grandes de la historia. Uno de los que indefectiblemente siempre está ahí es el músico del que hoy vamos a hablar: Bill Evans. Su importancia en la historia del jazz es crucial y lo es, especialmente, por todo aquello que más se le criticó en su momento. Pese a ser uno de los grandes del género, su formación y sus influencias no procedían precisamente del jazz más tradicional sino de la música clásica y muy especialmente de los compositores impresionistas franceses como Ravel o Debussy. Eso se reflejaba en su forma de tocar y no siempre fue bien entendido.
A lo largo de los años 50 grabó sus primeros trabajos incluyendo su pieza más conocida, “Waltz for Debby” y se hizo un nombre hasta el punto de ser reclamado por Miles Davis para trabajar con él siendo uno de los miembros del grupo que grabó “A Kind of Blue”: EL DISCO. Conociendo la trayectoria de Miles, esto no debería ser un detalle especialmente relevante puesto que por sus distintos grupos pasaron decenas de músicos pero no hay demasiados en esa lista de los que el trompetista afirmase que “planeé todo el disco alrededor de la forma de tocar de Bill Evans”. Miles y Bill congeniaron enseguida como solo lo hacen los grandes genios pero su colaboración fue breve. Había demasiadas pequeñas cosas que de forma sutil conspiraban contra la permanencia en el tiempo de tal asociación. Por un lado estaba la cuestión racial, muy presente en los Estados Unidos de los cincuenta, y que en esta ocasión funcionó en el sentido contrario al habitual. Evans era el único blanco en una banda de negros que tocaba música de negros. Eso no fue nunca un problema entre ellos y, de hecho, Miles bromeaba con él habitualmente llamándole “blanquito” o interrumpiéndole cuando sugería algo con frases como: “hey, relajate... aquí no queremos opiniones de blancos”. La presión era más sutil y es que el sentimiento de que los blancos, una vez más, se estaban aprovechando de la cultura negra para hacer dinero era común entre muchos artistas. Chet Baker, Gerry Mulligan o Dave Brubeck triunfaban y ganaban más que las figuras de color de la época. En palabras del propio Miles, “se suponía que serían una alternativa al jazz que ya se hacía antes, una nueva visión o algún tipo de avance pero en realidad era la historia de siempre: a la mierda negra nos estaban estafando una vez más”. Hay muchas crónicas de la época que reflejan el hecho de que en los conciertos de la banda, los solos de todos los músicos eran ovacionados sin contemplaciones a excepción de los de Evans que, en el mejor de los casos se llevaba algunos aplausos aislados
En cualquier caso, y como decíamos antes, nunca hubo problemas de ese tipo entre Evans y Davis pero sí la clásica incompatibilidad que surge con el tiempo entre los egos de los genios. Quizá también el dinero y el reconocimiento fueron un problema. En aquella época, Miles Davis sencillamente daba unas pocas indicaciones a los músicos sobre lo que quería que tocasen: un par de apuntes sobre la tonalidad, el ritmo, etc. A partir de ahí se trataba de improvisar pero luego todos los temas de los discos aparecían a nombre del trompetista. Se cuenta que Evans reclamó figurar como co-autor de “Blue in Green”, una de las piezas de “A Kind of Blue”. Después de varias discusiones al respecto, Miles le entregó 25 dólares diciéndole que con eso quedaba zanjada la cuestión. Efectivamente, así fue. No volvieron a colaborar. Pocos meses después, Evans lanzaría “Portrait in Jazz”, su primer disco con su nuevo trío y en él aparecía “Blue in Green”. En los créditos Evans incluyó su nombre como autor junto al de Davis.
Aunque el formato favorito de Evans, al margen del de piano solo, era el de trío, el disco que queremos traer hoy aquí no se corresponde con esa formación. En él intervienen los miembros de un improvisado nuevo trío, Percy Heath (contrabajo) y Philly Joe Jones (batería), con el importante refuerzo de Fred Hubbard a la trompeta y el guitarrista Jim Hall con quien Evans había colaborado ya en varias ocasiones anteriormente. No estaba en esta ocasión su batería habitual, Paul Motian, ni Scott LaFaro, el contrabajista cuyo fallecimiento un año antes en accidente de tráfico sumió a Evans en una depresión que le llevó a dejar de tocar durante varios meses. El disco llevó el título de “Interplay” y fue publicado a mediados de 1963.
Bill Evans |
“You And the Night And the Music” - El primero de los cortes del disco es una pieza del musical de 1934, “Revenge in Music”. El comienzo es fulgurante destacando la trompeta de Hubbard interpretando el tema central pero a partir de ahí es Evans quien toma las riendas excelentemente acompañado por un sobresaliente Philly Joe Jones a la batería. El siguiente en improvisar es Hubbard que cumple a la perfección para dar el relevo a Jim Hall y su guitarra antes de reunirse de nuevo todos para recrear la melodía principal de la pieza.
“When You Wish Upon a Star” - Bill Evans era un gran aficionado a las películas de Disney lo que explica la elección de esta canción de la película “Pinocho” (1940) en el disco. Es una balada deliciosa interpretada con gran delicadeza por todos los músicos. Fred Hubbard está impecable y la forma de tocar de Evans rebosa sensibilidad por los cuatro costados.
“I'll Never Smile Again” - Este estándar de 1940 popularizado por Frank Sinatra, entre otros, es una perfecta excusa para que la banda se lance a una desenfrenada interpretación en la que Jim Hall brilla especialmente en contraste con la trompeta mucho más contenida de Hubbard. No hemos hablado mucho de Heath y su contrabajo de precisión metronómica pero es que su aportación es tan perfecta que poco se puede añadir.
“Interplay” - La única pieza propia de todo el trabajo es esta magistral composición firmada por Evans en solitario. Parte de una sencilla frase con la que es fácil imaginar al feliz protagonista de una película clásica caminando por las calles de Nueva York con una sonrisa de oreja a oreja, chaqueta abierta, las manos en los bolsillos y silbando a ratos una desenfadada melodía mientras mira en todas direcciones. Probablemente escuchemos aquí la mejor interpretación de Hubbard en el disco aunque todo en la pieza es memorable.
“You Go To My Head” - Otro estándar, esta vez de 1938, grabado por multitud de artistas que van desde Billie Holiday hasta Brian Ferry. Excelente de nuevo la batería de Jones, integrante en su día del primer gran quinteto de Miles Davis. Junto con la exuberante trompeta de Hubbard y un piano cristalino a cargo del propio Evans nos regalan una interpretación inigualable.
“Wrap Your Troubles in Dreams (And Dream Your Troubles Away)” - Cierra el disco esta canción de 1931 popularizada por Bing Crosby en su día (sí, no solo cantaba villancicos). Un colofón excelente para un gran disco. La sección rítmica parece tocada por los dioses y tanto Evans como Hubbard están a un nivel superlativo.
Pese a gustarnos el “jazz” desde hace mucho tiempo, tenemos que reconocer que es uno de los géneros de los que más cosas desconocemos y sobre el que más nos cuesta tener criterios definidos. De hecho, nuestros tres pianistas favoritos (Herbie Hancock, Brad Mehldau y el propio Evans) no pueden ser más diferentes entre sí. De entre ellos, Evans ejemplifica para nosotros la vertiente más clásica del “jazz” pese a sus “impurezas” procedentes del ámbito académico europeo. Seguro que más adelante volveremos a hablar de él pero, hasta entonces, os recomendamos una escucha a este “Interplay” que, pese a no ser exactamente su disco más representativo por ser el primero en que se rodea de un grupo más amplio que su habitual trío, nos parece un trabajo magnífico.
Soy gran seguidor de Bill Evans y tenía inédito este LP, pero es que también tengo en mis altares a Freddie Hubard ..y no sabía que habían colaborado ¡¡¡ gracias por este gran descubrimiento para mi, y gran disección del disco ¡
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