Todo grupo tiene
un momento clave, un disco culminante que se convierte en referencia para bien
o para mal de toda su carrera. Es habitual que ese gran trabajo sea el primero
o uno de los primeros, algo lógico por varios motivos: por un lado, en el
primer disco el artista suele poner todo lo mejor que ha hecho hasta entonces
mientras que en los siguientes se recoge lo mejor sólo desde que publicó el
anterior trabajo. Por otra parte, la industria no suele tener demasiada
paciencia como para esperar demasiado si una banda no consigue triunfar tras
uno o dos intentos. En el caso de Dead Can Dance, este disco de referencia
tardó en llegar varios años. Tienen la excusa de que su trayectoria fue
claramente ascendente hasta ese momento, con cada nuevo disco yendo un paso más
allá que el anterior y sin titubear en ningún instante. Hoy nos toca hablar del
que, probablemente, sea el trabajo más importante en todos los sentidos del dúo
formado por Brendan Perry y Lisa Gerrard.
Durante unos
años, los dos músicos fueron pareja pero en el momento de la publicación de su
disco anterior, “Aion”, ya estaban separados. Esa separación sentimental se
tradujo en una separación física de más de 15.000 kilómetros puesto que Lisa
regresó a Australia mientras que Brendan se quedó en la fantástica iglesia de
Quivvy, situada en una isla en medio de un río entre Irlanda e Irlanda del
Norte. Ambos artistas trabajaban, pues, por separado en las canciones.
Suponemos que mantendrían algún tipo de contacto para poner en común algunas
ideas pero estamos hablando de 1993, cuando la capacidad de internet para
transmitir grandes bloques de datos estaba aún en pañales, por lo que los
intercambios debían hacerse por correo ordinario. Imaginamos que varias demos
viajarían en aquellos meses de una punta a otra del globo hasta que, por fin,
se seleccionó el material a partir del cual se grabaría el nuevo disco. Para
ello, Lisa se desplazó a la iglesia en la que Brendan tenía su estudio y tres
meses después, el material que formaría parte del disco estaba preparado.
No hay
información en el disco acerca de la autoría de cada uno de los temas pero
creemos acertado suponer que la pista nos la da el miembro del dúo que canta en
cada uno de ellos. Otra historia distinta son los instrumentales pero
intentaremos desentrañarlo en el transcurso del análisis de las distintas
piezas. Sin ser un disco conceptual en el sentido habitual del término, sí que
existe un hilo conductor (término pocas veces más apropiado que esta) entre
varios de los temas. Si tomamos el título del disco, “Into the Labyrinth” como
una pista, encontramos varias claves que nos ayudan a entender esa idea general
que subyace en el trabajo aunque no es la única, como veremos. Hay, además,
referencias a Joy Division, textos de Bertold Brecht, etc. En suma, un disco
muy interesante y profundo a varios niveles.
Lisa Gerrard y Brendan Perry |
“Yulunga (Spirit Dance)” – El término procede del idioma
aborigen australiano y podría tener relación con Julunggul, diosa con forma de
serpiente que supervisaba los ritos de transición de los jóvenes a la edad
adulta. Parece lógico asumir que la autoría es de Lisa. Comienza con un
profundo sonido electrónico sobre el que escuchamos el lamento de la artista
con esa voz inimitable, que es capaz de alcanzar tesituras enigmáticas y llenas
de misterio. Los sintetizadores van conduciéndonos a lo largo de los instantes
siguientes imitando lúgubres violonchelos hasta que comienza la danza con el
tañido de las campanas tibetanas y una auténtica fiesta de percusiones de todo
tipo que se combinan magistralmente acompañando a la voz de Lisa. Llegados a
este punto estamos atrapados sin remisión y sólo nos queda dejar hacer al dúo,
conscientes de que, hasta que ellos decidan poner punto final a la música, no
podremos escapar del hechizo.
“The Ubiquitous Mr.Lovegrove” – Escrita por Brendan, quien describe al tal Lovegrove como un “alter ego” del propio artista (aunque el nombre está sacado del título de un capítulo de una vieja serie de televisión británica). Habla de sus propias relaciones con las mujeres de un modo introspectivo. De nuevo una pulsación electrónica constante abre el tema al que se van añadiendo distintos sonidos, desde un omnipresente sitar hasta percusiones de todo tipo. Una gaita desgrana una breve melodía y sirve a Brendan como pie para comenzar su particular letanía. Asistimos a una combinación sorprendente de percusiones, pizzicatos y sonidos sintetizados de cuerdas (violines y cellos, principalmente) con formas vocales claramente pop en una gran canción que, con otros arreglos podría haber pasado perfectamente por una canción más de las que pueblan las listas de éxitos.
“The Wind that Shakes the Barley” – Única canción
tradicional del disco, escrita en el siglo XVIII por el poeta Robert Dwyer
Joyce. Lisa Gerrard se atreve con una
versión a cappella absolutamente arrebatadora. Hace falta mucho valor para
grabar así hoy en día, cuando la definición de los soportes de reproducción es
tal que cualquier mínimo defecto se magnifica. La interpretación de Lisa es
impresionante y nos deja sobrecogidos.
“The Carnival is Over” – Cuenta Brendan Perry que se trata
de una canción sobre sus recuerdos de adolescente en Londres, y sus tardes en
el circo. Eso ayuda a entender la cita que hace del verso inicial de “The
Eternal” del disco “Closer” de Joy Division. No será la única en este disco. Se
combinan una especie de guitarra con sus monótonos acordes, con un ritmo de
cascabeles y unas flautas sintéticas para componer una balada en la que nos
parece apreciar una lejana influencia de Depeche Mode a la hora de integrar los
distintos sonidos electrónicos aunque formalmente los estilos de ambos grupos
son antagónicos. La canción termina con una especie de coda más ambiental que
enlaza sin solución de continuidad con el siguiente corte.
“Ariadne” – En un disco titulado “en el laberinto”, la
referencia a Ariadna no es casual. Según el mito griego, ella fue la que ayudó
a Teseo a salir victorioso de su encuentro con el Minotauro en el laberinto
cretense en el que estaba encerrado. La música es luminosa y alegre ahora y
hasta la inquietante voz de Lisa Gerrard suena esperanzada.
“Saldek” – La única referencia que encontramos al título es
una población turca de incierta localización y una imagen de un ídolo o deidad
que aparece en el libreto del disco (y que acompaña a estas lineas). Si el corte anterior era breve (no llegaba
a los dos minutos), éste lo es aún más, sobrepasando con problemas el minuto de
duración. Es una canción, una vez más, a cargo de Lisa utilizando ese
particular idioma inexistente con la única compañía de una animada percusión y
unos ligeros arreglos de cuerdas.
“Towards the Within” – Podríamos interpretar el título
relacionándolo con la aventura de Teseo al dirigirse “hacia el interior” del
laberinto. Se combinan por fin las voces de ambos artistas logrando esa mezcla
perfecta entre registros tan diferentes que caracteriza en buena medida el
sonido de Dead Can Dance. Con la ayuda de la tecnología que permite a Lisa
desdoblarse en diferentes líneas melódicas terminan por lograr una canción
maravillosa, plena de ritmo y exotismo. La música evoluciona ante nuestros
oídos de forma continua llevándonos a civilizaciones extintas, a misteriosos
mercados en medio del desierto, a selvas inexploradas o a templos ignotos, como
si de un folclore enloquecido se tratase. Sin duda alguna, estamos ante uno de
los grandes temas del disco.
“Tell Me About the Forest (You Once Called Home)” – Una canción sobre los emigrantes tan habituales en un país como Irlanda y sobre las experiencias en el extranjero que narran a su vuelta. De nuevo, Perry toma prestados un par de versos de Joy Division, concretamente del que fue último single de la banda: “Love Will Tear Us Apart”. La canción se construye a partir de una especie de bajo continuo con un timbre similar al del clavicembalo sobre el que se desarrolla una canción en la que predominan los sonidos electrónicos y los samples de instrumentos reales, desde los trombones hasta las cuerdas, mezclados con xilófonos y otras percusiones de la misma familia. Como ocurría en el anterior corte en el que Perry toma prestada una cita de la banda de Ian Curtis, hay algo en éste que nos recuerda de nuevo a Depeche Mode. La razón puede encontrarse en la influencia común que ejerce la malograda banda sobre ambos grupos. Como anécdota, los propios Depeche Mode hicieron su propia versión del “Love Will Tear Us Apart”.
“The Spider’s Stratagem” – Borges escribe el breve cuento
“Tema del Traidor y el Heroe” sobre el que Bertolucci construye su película “La
estrategia de la araña”. Aunque el escenario del film es italia, Borges situaba
su cuento en un país indeterminado, que, en sus propias palabras, podría ser
Irlanda (que el protagonista se llame Ryan Kilpatrick ayuda a esta
interpretación). La importancia del laberinto en Borges podría tener alguna
relación muy tangencial con el tema general del disco. El cuento, en cualquier
caso, pertenece al libro “Ficciones” pero en el Reino Unido se publicó en un
volumen llamado “Labyrinths” con selecciones de ese título pero también de “El
Aleph” y otras obras por lo que no es descabellado que la relación entre disco
y cuento venga por este detalle. Dead Can Dance recuperan aquí las percusiones étnicas
y Lisa Gerrard el protagonismo absoluto en lo vocal. Se trata de otra canción
en la que el dúo nos transporta a folclores inexistentes y fascinantes como
pocos de los reales. Campanas, sintetizadores y ritmos electrónicos completan
la paleta de sonidos en otra canción fascinante que nos va acercando al final
del disco con algunos guiños orientalizantes en la parte final que anticipan
una posible evolución del sonido del grupo en el futuro.
“Emmeleia” – El título alude a una suerte de danza trágica
en el teatro griego y es la excusa del dúo para mostrarnos una colosal
armonización de las voces de sus dos miembros sin ningún tipo de apoyo
instrumental. Una melodía impresionante con aires bizantinos que en la
interpretación de Dead Can Dance suena a invocación, a conjuro de otros
tiempos. Sin duda, una de las grandes joyas del disco.
“How Fortunate the Man With None” – Los herederos de Brecht
sólo han autorizado dos adaptaciones de la obra del dramaturgo para un uso
distinto del ideado por su autor. Éste es uno de ellos. La adaptación musical
de Brendan Perry tenía su origen en una producción teatral de “Madre Coraje” y
aprovecha para recuperarla como cierre del disco. Musicalmente la estructura es
simple en apariencia, una melodía oscura, procesional, de sintetizador es el
fondo sobre el que Brendan Perry declama más que canta, un desgarrador texto
sobre los inconvenientes del comportamiento recto y justo que lleva en
ocasiones a quien lo sigue a la muerte sin que nadie haga gran cosa por
evitarlo y, lo que es peor, sin que esa muerte suponga ninguna enseñanza para
el resto. El texto de Brecht es brutal por lo que encierra de verdad en sus
versos y la versión de Perry lo realza aún más si es que es posible:
“Ya visteis al sagaz
Salomón.
Ya sabéis qué fue de él.
Lo más complejo era
sencillo para él
Y terminó por maldecir
la hora en que nació
cuando vio que todo lo
que hizo fue en vano.
¡qué gran sabio fue
Salomón!
Pero el mundo no se
paró a esperar
y siguió mirando lo
que venía después.
Fue la sabiduría la
que llevó a Salomón a ese estado.
¡Qué afortunado quien
no la tiene!
Visteis a continuación
al valiente César.
Ya sabéis qué le
sucedió.
Le convirtieron en un Dios
en vida
para asesinarle a
continuación.
Y cuando alzaban el
puñal asesino,
qué fuerte gritó: ¡tú
también, hijo mío!
Pero el mundo no se
paró a esperar
y siguió mirando lo
que venía después.
Fue la valentía la que
llevó a César a ese estado.
¡Qué afortunado quien
no la tiene!
Visteis a continuación
al valiente César.
Ya sabéis qué le
sucedió.
Le convirtieron en un Dios
en vida
para asesinarle a
continuación.
Y cuando alzaban el
puñal asesino,
qué fuerte gritó: ¡tú
también, hijo mío!
Pero el mundo no se
paró a esperar
y siguió mirando lo
que venía después.
Fue la valentía la que
llevó a César a ese estado.
¡Qué afortunado quien
no la tiene!
Habéis oído hablar de
Sócrates, el sincero,
el hombre que jamás
mentía.
Pero no le estaban tan
agradecidos como cabría esperar.
Por el contrario, arreglaron
las cosas para llevarlo a juicio
y terminaron por
entregarle la bebida envenenada.
¡Qué sincero era el noble
hijo del pueblo!
Pero el mundo no se
paró a esperar
y siguió mirando lo
que venía después.
Fue la sinceridad la
que llevó a Sócrates a ese estado.
¡Qué afortunado quien
no la tiene!
Habéis visto actuar a personas
respetables
que siguen las normas
de Dios
aunque éste no haya
dado señal de vida.
Vosotros, que estáis a
salvo en vuestros hogares
ayudadnos a aliviar
esta amarga necesidad.
¡Cuan recto era
nuestro comportamiento al principio!
Pero el mundo no se
paró a esperar
y siguió mirando lo
que venía después.
Es el temor de Dios el
que nos ha llevado este estado.
¡Qué afortunado quien
no lo tiene!”
Con “Into the Labyrinth”, Dead Can Dance alcanzaron niveles
de popularidad desacostumbrados hasta entonces para el dúo. El disco fue
lanzado en los Estados Unidos con la distribución de Warner, lo que ayudó mucho
a su éxito y les convirtió en una banda de culto, siempre en la escala que
estos tipos de música permiten alcanzar. Tambié fue el disco con el que les
conocimos aquí y, quizá por ello, le guardamos un mayor cariño a pesar de que
otros trabajos del grupo nos puedan parecer tan buenos como éste o incluso
mejores. En cualquier caso, es ya un clásico en su estilo que todo aficionado
debería tener en su discoteca. Si aún no os contáis entre los poseedores de un
ejemplar, podéis solucionarlo fácilmente en cualquiera de los enlaces
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Nos despedimos con la impresionante interpretación de Lisa Gerrard en directo de "The Wind that Shakes the Barley":
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