Tras el
auto-homenaje que supuso la publicación de “Oxygene 7-13”, Jarre se involucró
en una gran cantidad de actos relacionados con el mundial de fútbol de
Francia’98 en unos meses realmente agitados en los que se entregó al lado más
bailable de su música con un macroconcierto en París que más que el clásico
espectáculo de su autor, parecía una monumental rave de música tecno. Poco
después de eso, empezaron a escucharse los primeros rumores de un concierto que
tenía todos los ingredientes para convertirse en el mayor hito de la larga
carrera de espectáculos del músico francés: un concierto en las pirámides de
Giza con motivo del fin del milenio, el 31 de diciembre de 1999.
Como había
ocurrido en ocasiones anteriores, la perspectiva de un gran concierto en ciernes
iba a servir de inspiración para un nuevo disco, muy marcado por el espectáculo
pero también por un concepto general de cambio con respecto a todo lo que el
músico había hecho anteriormente. Visto con perspectiva, se diría que con
“Oxygene 7-13” Jarre quiso poner punto final a una etapa y partir prácticamente
de cero. No se explica de otro modo que, tras meses y meses hablando de las
bondades de los sintetizadores analógicos y las máquinas antiguas, ahora
hiciera “tabula rasa” con todo ello y se entregase a los sintetizadores
virtuales, los samples y el software como lo hizo en el que sería su nuevo
disco: “Metamorphoses”. El cambio no se quedaba ahí: desaparecían del panorama
colaboradores como Dominique Perrier que llevaban junto a Jarre desde antes de
“Oxygene” y se incorporaban otros nuevos como Joachim Garraud, DJ francés poco
conocido en aquel entonces pero que posteriormente se ha hecho un cierto nombre
en el mundillo “tecno” colaborando con algunas de las principales figuras del
género. Garraud iba a tener un gran peso en el sonido de Jarre en el futuro.
Por si todas estas novedades no fueran suficientes, se anunciaba que el nuevo
trabajo estaría lleno de colaboraciones con otros artistas y que, además, el
disco estaría lleno de canciones en lugar de temas instrumentales.
Como es lógico,
había una gran expectación ante todas esas novedades que se complementaba con
las noticias del concierto de las pirámides en el que se presentarían varias de
las composiciones del disco antes de su publicación. Los rumores se
acrecentaron cuando comenzó a especularse acerca de la lista de artistas
invitados que aparecerían en el disco, encabezada, nada más y nada menos que
por Kraftwerk. Por diversos motivos, la colaboración con los alemanes no llegó
a buen puerto y su participación fue suplida por Laurie Anderson, con lo que el
nivel iba a ser parejo. Junto a ella, aparece en el disco una extensa lista de
músicos invitados: la antigua vocalista de Transglobal Underground, Natacha
Atlas, la violinista de The Corrs, Sharon Corr, la cantante de Ekova, Deirdre
Dubois, la actriz de doblaje Lisa Jacobs (especializada en publicidad y en
grabar voces en francés con acento inglés) o las cantantes Veronique Bossa, Ozlem
Cetin además de varios nombres que hacen coros acompañan en la grabación a
nombres más habituales del entorno de Jarre como Christopher Papendieck o
Francis Rimbert y a otros músicos de estudio para los instrumentos más
exóticos.
Todo parecía
apuntar a un momento glorioso por parte de Jarre pero las cosas no salieron
como estaba previsto. El concierto de las pirámides, tras polémicas de todo
tipo, se celebró con un invitado sorpresa que lo iba a deslucir notablemente:
la niebla. La noche del cambio de dígito en nuestro calendario se presentó con
una densa bruma que arruinó en buena medida las proyecciones que iban a decorar
las pirámides con lo que se perdía una de las partes fundamentales del
espectáculo. En cualquier caso, éste se llevó a cabo y durante el mismo se iban
a presentar nueve de los doce temas del nuevo disco (además de uno ajeno al
mismo que sigue aún inédito). El espectáculo llevó el nombre genérico de “Los
doce sueños del Sol” en referencia a una leyenda que relacionaba doce conceptos
“soñados” por el Sol durante la creación con sendos objetos que regaló al
hombre en el proceso. Las primeras informaciones habían hablado de un
espectáculo de doce horas de duración pero al final quedó en sólo tres,
divididas, eso sí, en doce partes relacionadas con la leyenda: a saber, el
tiempo (simbolizado por la piedra) seguido de once dualidades más, protección -
casa, sabiduría - árbol, eternidad - barca, fidelidad - carne, memoria - voz,
cosmos - cielo, inocencia – niño, celebración – campana, pureza – nieve,
valentía – sangre y libertad – puerta. Sin embargo, aunque “Metamorphoses”
constaba también de doce cortes, no hay equivalencias exactas entre éstos y
cada una de las secciones del concierto.
Imagen del concierto de Giza |
“Je Me Souviens”
– Comienza el disco con la colaboración de Laurie Anderson en el tema que se
decía que estaba destinado a acoger la de Kraftwerk. Nunca hubo confirmación de
esto y nos hace dudar de su veracidad el hecho de que Laurie tuviese una
importante participación grabada en el concierto de las pirámides, en el que su
rostro y su voz presentaban cada una de las doce partes del mismo. En “Je Me
Souviens”, la artista recita una serie de textos relacionados directamente con
los doce sueños del sol en la única referencia directa que encontramos en el
disco al concierto. En lo musical es esta, quizá, la última vez que la música
de Jarre sonó vanguardista, moderna. Tenemos una línea de bajo continua sobre
la que aparecen efectos electrónicos, percusiones, ritmos sincopados y todo
ello combinado con el recitado de Laurie de una serie de “pictogramas” sonoros.
Alternándose con todo ello, una certera melodía de piano que se repite de
cuando en cuando completa el que es nuestro corte favorito de todo el disco.
“C’Est la Vie” – El que fue primer single del disco contó con la participación estelar de Natacha Atlas. La canción era un tema de pop electrónico con toques orientales que podríamos definir como un cruce entre “Revolutions” y “Oxygene 8”. Contó con un videoclip muy comentado por el excesivo parecido que guardaba con el de “Desert Rose” de Sting, otra canción con aire oriental. La pieza nació como un tema instrumental y era mucho más lenta pero una vez grabada surgió la idea de acelerarla y añadirle la voz de Natacha. En realidad, y a pesar del aire de novedad y renovación que Jarre quiere darle a todo el disco, su sonido es plenamente reconocible aquí aunque aparezcan instrumentos acústicos como los violines. También su capacidad para crear singles y estribillos pegadizos que sigue intacta en “C’Est la Vie”. La cantante griega Mando grabó una versión del tema para el mercado griego "I Zoi".
“Rendez-Vous a Paris” – La irlandesa Sharon Corr presta su violín para la parte final de la pieza en la que interpreta una melodía de inspiración celta. Antes de eso suena toda una serie de síncopas, bajos y demás elementos rítmicos sobre un fondo electrónico marca de la casa. La voz de Jarre pasada por el tamiz de la electrónica recita una y otra vez el título de la canción en un corte monótono que pasa sin pena ni gloria hasta el tramo final en el que una melodía sintética imitando un arpa prepara la intervención de Sharon que es lo más salvable de todo el tema.
“Hey Gagarin” – Uno
de los cortes con mayor potencial para convertirse en single pero que fue
sustituido en última instancia por “Tout Est Bleu”. Escuchamos una clásica
introducción a base de capas y capas de sintetizadores que se detiene
abruptamente dejando su sitio a una machacona línea de bajo y algunas
percusiones que anticipan el giro hacia el tecno más bailable que llega a
continuación. De nuevo Jarre canta a través de un vocoder una letra que es un
homenaje al cosmonauta soviético Yuri Gagarin. En un sampler promocional que
apareció poco antes del lanzamiento del disco, el tema era algo más largo pero
el recorte que sufre para la inclusión en “Metamorphoses” no tiene demasiada
relevancia.
“Millions of
Stars” – Se trata de un tema inspirado en las visitas del músico a las
pirámides, especialmente de noche, cuando el espectáculo en el cielo es
incomparable por la gran cantidad de estrellas que pueden verse. Desde el punto
de vista estilístico es el corte más cercano al Jarre de discos como “Oxygene” o
“Equinoxe”, especialmente a los fragmentos más atmosféricos de aquellos
trabajos. De hecho, se recrea parte de la melodía de “Oxygene 1” a lo largo del
tema. Como curiosidad, una voz va anticipando las notas y acordes que van
sonando en el tema principal. Un corte notable que se cuenta entre los más
destacados del disco, que cuenta, además, con una preciosa coda a cargo de la
orquesta de cámara que dirige Yvan Cassard.
“Tout est Bleu” –
El segundo single del disco es un tema descaradamente tecno en el que el músico
cae en la tentación de imitar a los artistas de moda con el resultado de no
sonar a Jarre ni tampoco moderno. En muchos sentidos, esta canción simboliza
todos los errores que, a nuestro juicio, ha cometido Jarre en los últimos años
de su carrera.
“Love Love Love”
– Otro corte desafortunado al que no encontramos el sentido. En un disco
promocional de “Metamorphoses” hablaba el músico de este tema como una canción
sobre la ninfomanía con una letra bastante tonta al respecto. En cuanto a la
música, es un tema que suena bastante experimental al principio con sonidos y
efectos electrónicos muy logrados, percusiones étnicas, etc. Es cuando empieza
la letra cuando la cosa pierde interés. Hay algo en determinados sonidos y
efectos, como una especie de guitarra sintética, que nos recuerda de algún modo
al “Bent Cold Sidewalk” del disco “Cyclone” de Tangerine Dream pero no
terminamos de identificarlo con precisión.
“Bells” – Un tema
decepcionante, no por el tema en sí sino por la versión, que nos sonó muy
descafeinada desde el principio en comparación con la que abrió el concierto de
Egipto. El espectáculo de las pirámides comenzaba con una interpretación de
“Bells” en la que la batería de Gary Wallis le daba un cuerpo y una presencia
de la que carece la versión del disco. Y lo cierto es que es una de las
composiciones con mayor potencial comercial de todo el disco: tiene ritmo, una
melodía con posibilidades y las clásicas atmósferas de Jarre. Algo no terminaba
de sonar bien en relación con las campanas que ejecutan la melodía principal
pero, a pesar de ello, creemos que es un tema rescatable.
“Miss Moon” – Otra
composición inspirada en el desierto en palabras de su propio autor, con toques
humorísticos, como el hecho de que el ritmo esté creado con “samples” de
sonidos de aspersores. Probablemente, junto con “Je Me Souviens”, sea la mejor
composición del disco. Con un toque oriental subyacente y bastante influencia
de la música que Peter Gabriel grabó para la banda sonora de “La Última
Tentación de Cristo”, además de un uso bastante amplio de bibliotecas de
sonidos muy conocidas (un oyente avezado reconocerá sonidos que se podían
escuchar también en discos como “The Songs of Distant Earth” de Mike Oldfield),
Jarre completa un tema notable muy por encima del nivel medio del disco.
“Give Me a Sign”
– Tras coquetear en algunos momentos con el tecno más bailable, Jarre se
entrega al pop electrónico en una canción sin demasiadas pretensiones en la que
Veronique Bossa, la misma vocalista que interviene en “Millions of Stars” se
encarga de dar cierta vida al tema. Con el tiempo, Jarre reescribiría el tema
convirtiéndolo en una especie de suite orquestal muy resultona pero un tanto
vacía.
“Gloria, Lonely
Boy” – Posiblemente sea este el tema con mayor potencial de todo el disco pero,
por alguna razón, no termina de llenarnos. Trata el tema de la transexualidad
(en alguna entrevista se menciona a un personaje de Almodovar como inspiración)
y lo hace a lo largo de un viaje musical realmente interesante, desde las profundas
cuerdas del comienzo, hasta una bella conclusión orquestal, pasando por un
segmento de ritmos electrónicos casi industriales. Quizá sea el ritmo constante
que vertebra la pieza o la elección de determinados sonidos pero el tema,
aunque nos resulta interesante, nos parece algo desaprovechado.
“Silhouette” – El
propio músico describe el cierre del disco como una composición de aire “chill out”
para “aterrizar”, una especie de despedida intrascendente que ayuda al oyente a
desconectar del disco. Realmente se trata de una melodía vocal a cargo de Ozlem
Cetin con algunos aderezos electrónicos, especialmente de bajo, que transcurre
con tranquilidad y sin sobresaltos.
El concierto de las pirámides pasó bastante desapercibido,
diluido entre el gran número de celebraciones similares que tuvieron lugar en
esa misma fecha en diversas partes del mundo, incluyendo otro concierto de Mike
Oldfield en Berlín o la inauguración del Millenium Dome en Londres.
“Metamorphoses” iba a seguir una suerte similar. Las ventas no alcanzaron las
previsiones y, a pesar de la gran exposición mediática del primer single del
disco “C’Est la Vie” con Jarre actuando en multitud de programas de televisión
junto con Natacha Atlas, el disco no tuvo demasiada repercusión. Lo cierto es
que, a pesar de contener algunos cortes interesantes, se encontraba bastante
lejos del nivel del Jarre de sus mejores momentos. Quizá reduciendo la duración
del mismo de una hora a los 40 minutos habituales en los discos del músico
francés y eliminando, por tanto, algunos cortes, “Metamorphoses” habría
resultado un disco más compensado. En cualquier caso, el fracaso comercial del CD
iba a precipitar una serie de cambios importantes en la relación del músico con
su discográfica de toda la vida pero eso queda fuera del ámbito de esta
entrada. Si hay algo que no se le puede reprochar a Jarre es su aversión al
riesgo ya que, en lugar de acomodarse y hacer discos explotando su pasado, con
la excepción de “Oxygene 7-13”, siempre busca nuevos retos y estilos aunque los
resultados no sean los esperados en todos los casos. “Metamorphoses” no es su
mejor disco pero tiene algunos momentos muy interesantes. Los interesados en
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Despedimos la entrada con la versión de "Bells" que abrió el concierto de las pirámides:
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