Si algo tiene de
atractiva la música del siglo pasado y lo que llevamos de este es la
incomparable variedad de géneros y estilos que surgieron en este periodo y, de
modo paralelo a ellos, la absoluta falta de complejos de muchos autores e
intérpretes para saltar de uno a otro con la mayor naturalidad. Además, en la
mayoría de los casos la propia música es de una versatilidad inédita. En el
pasado, los compositores escribían partituras estrictas con notaciones precisas
acerca del modo en que se debían tocar y con una detallada instrumentación que
no debía alterarse en lo sustancial. En cambio, la música contemporánea admite
todo tipo de orquestaciones, reescrituras e interpretaciones con la mayor
naturalidad. Se diría, incluso, que está en su propio espíritu esta
flexibilidad absoluta en sus planteamientos.
Aprovechándose de
esta característica, muchos intérpretes ven el cielo abierto ya que pueden
tocar virtualmente cualquier pieza del repertorio sea cual sea su instrumento
ya que siempre se podrá hacer el arreglo oportuno que seguirá sonando bien dado
que ese es el espíritu original de la obra. Así, a muchos les chocaría escuchar
a Vivaldi al saxofón pero no a Olivier Messiaen aunque la pieza de éste fuera
escrita para flauta como ocurre en este disco.
Idit Shner es una
prometedora saxofonista norteamericana de origen israelí que enseña en la
Universidad de Oregón compaginando esa actividad con los conciertos y la
grabación de discos. Aparte de las giras como solista, toca habitualmente con
un cuarteto de Jazz en Portland y hace sus pinitos como compositora aunque, por
ahora, no ha grabado su propia música. El que hoy comentaremos es su tercer
registro. Tras un disco de debut en clave de jazz, los dos siguientes se
centraron en la música contemporánea, el primero de ellos, explorando la música
para saxofón y arpa y el segundo, “La Merle Noir” dando un paso más allá y
profundizando en composiciones escritas para otras configuraciones
instrumentales tras adaptarlas para piano y saxo. Acompaña en la grabación a Idit
la pianista Svetlana Kotova.
La saxofonista Idit Shner |
“Concertino” –
Abriendo el disco encontramos al único autor que aparece por partida doble en
el disco: el francés Eugene Bozza con una obra por descubrir en la que destacan
sus piezas para metales, aunque tiene en su haber sinfonías, óperas o ballets.
Su “concertino” consta de tres movimientos: “Fantasque et leger” tiene un
fuerte poso jazzistico desde los primeros compases con un enérgico piano que da
el pie perfecto para la entrada del saxo tenor. Asistimos entonces a un juego
de réplicas y contrarréplicas muy equilibrado y dinámico. Se alude en los
comentarios del CD al espíritu de “La Consagración de la Primavera” de
Stravinsky como algo muy presente a lo largo de la pieza y lo cierto es que
algo de eso hay, indudablemente. El segundo movimiento, “Andantino”, es mucho
más pausado aunque conserva ese aire de jazz en todo momento, desde los suaves
acordes del piano hasta la evocadora melodía del saxofón que fácilmente
podríamos imaginarnos a través de la trompeta de un Chet Baker en cualquier
café parisino. Termina la obra con un último movimiento titulado, muy
descriptivamente “Tarantelle”. En muchos momentos recuerda, efectivamente, a la
danza que cita en su título pero con una cuidada elaboración y un ornamento
contemporáneo que la acerca a la música culta de nuestros días
“La Merle Noir” –
Ya hemos hablado en alguna ocasión de Olivier Messiaen en el blog con lo que no
es necesaria mayor presentación. Escuchamos aquí un arreglo de la propia Idit
que adapta al saxo soprano una pieza escrita para flauta. Pertenece a la
categoría de composiciones del compositor francés basadas en el canto de los
pájaros y, sorprendentemente, la interpretación con un instrumento tan
diferente del original para un fin tan concreto, funciona perfectamente. No nos
extraña que la propia Idit escogiera esta pieza para dar título al disco.
“Yizkor (in
memoriam) – Ödön Pártos, compositor y violista húngaro-israelí, tuvo un gran
prestigio en las dos facetas en Israel aunque su obra no es muy popular fuera
de allí. Su azarosa vida en la que huyó de Berlín primero, tras la ascensión al
poder de Hitler y de la URSS más tarde tras rechazar la entrada en el Partido
Comunista le llevó a establecerse en Israel en cuya Orquesta Filarmónica
ingresó como viola principal. Más radical es la transformación de ésta obra
cuya partitura se concibió para viola y orquesta, aunque existía una versión
camerística en la que el piano sustituía a esta última. La primera parte de la
obra es un lamento de gran intensidad pero es mediada la misma cuando llegamos
a su mejor momento, con el piano marcando una especie de tema procesional sobre
el que escuchamos los mejores momentos de la solista, ésta vez con el saxo
alto. En las notas de la edición se comenta cómo la “cadenza” final de la pieza
ha sido sustituida por otra nueva escrita por el saxofonista Jesse Cloniger
para la ocasión.
“Scaramouche” –
Segunda pieza de Bozza en el disco tras el “Concertino” del principio. Como
sugiere el título de la misma, estamos ante una breve pieza llena de ritmo
espíritu lúdico en la que, tanto el piano como el saxofón se relevan al mando
de la misma en los primeros momentos para combinarse después con maestría hasta
el final del divertimento.
“Mouvements” –
Otro compositor poco conocido como Paul-Baudouin Michel, belga de nacimiento
que compagina la música con la literatura y una importante carrera como
conferenciante es el próximo en aparecer en el disco. Su composición, escrita
en 1977 es la más reciente de todo el disco y refleja ciertos rasgos
minimalistas, especialmente en lo que al piano se refiere, reducido en muchos
momentos a un “ostinato” de fondo sobre el que el saxo encara sus líneas
melódicas. Se diría que su aparición en ese momento dentro del CD es una
transición hacia la próxima pieza.
“Gradus” –
Llegamos a Philip Glass y una de sus primeras obras relevantes. “Gradus”
llevaba en su primera versión la dedicatoria: “a Jon Gibson”; saxofonista,
compositor y miembro de la Philip Glass Ensemble y es un buen ejemplo del Glass
de los primeros años, aún no sumergido por completo en el minimalismo más
radical aunque apuntando ya en aquella dirección. La pieza parte de un reducido
material melódico que, en cada repetición ve cómo se añaden nuevas notas
creciendo así de un modo casi exponencial. Aunque en todas las versiones que
conocemos de la pieza, ésta se interpreta de forma continua, Idit la divide en
dos movimientos separados en el disco.
“Sonata in A minor” – El compositor norteamericano Ross Lee
Finney, otro en la larga lista de alumnos de Nadia Boulanger, cierra el disco con
una sonata más o menos clásica cuya partitura se escribió pensando en la viola
y no en el saxofón. El arreglo es obra de Laura Hunter. El primer movimiento es
brillante por la magnífica interacción entre ambas intérpretes, algo repetido a
lo largo de todo el disco y que muestra el buen criterio de Idit a la hora de
escoger el repertorio del mismo. El segundo hace las veces de transición con la
misión de crear una expectación en el oyente ante el final, ambición que no se
ve defraudada ya que el último movimiento está a la altura del primero y lo
supera en muchos momentos compartiendo las mismas características en cuanto a
ritmo e intensidad cerrando así un disco más que recomendable.
Aunque hoy en día internet es una poderosísima fuente de
información a través de la cual, todo aficionado tiene medios sobrados para
descubrir músicos afines a sus gustos, de vez en cuando nos gusta recurrir a
sistemas parecidos a los que seguíamos años atrás. Hace un par de décadas era
muy habitual comprar discos recopilatorios en los que figuraban uno o dos
artistas de nuestro gusto para, de paso, encontrarnos muchos otros nombres
desconocidos para nosotros y que, por afinidad con los anteriores, acababan
formando parte poco después de nuestras discotecas. El equivalente ahora lo
encontramos en los discos de intérpretes clásicos que incluyen una pieza de,
pongamos por caso, Philip Glass. En nuestro afán por seguir al compositor
norteamericano nos hacemos con ese disco en el que su música aparece acompañada
de obras de otros compositores. Ese juego repetido una y otra vez en el tiempo
nos ha permitido ensanchar hasta límites insospechados el repertorio sonoro de
nuestra discoteca y nos ha reportado grandes momentos. Os invitamos a participar
en él con éste título como punto de partida. Podéis encontrar “La Merle Noir”
en los enlaces acostumbrados. Además, en el primero de ellos tienen disponible la escucha de varios fragmentos del disco:
Por último, y aunque no pertenece al disco, os dejamos un vídeo en el que las dos intérpretes del CD hacen gala de sus habilidades con sus respectivos instrumentos:
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