Cada cierto
tiempo, Philip Glass se permite regalarnos una obra en la que su música, tanto
en su faceta de compositor como en la de intérprete, adopta un papel
secundario. Se trata de colaboraciones con otros artistas procedentes de mundos
musicales alejados del solemne academicismo occidental en su mayoría,
representantes de otros estilos bien diferentes, con raíces en el folclore más
antiguo de sus respectivas tierras. El ejemplo más paradigmático sería el
extraordinario disco “Passages” firmado por Glass a dúo con el maestro indio
Ravi Shankar. Tendríamos que remontarnos a muchos años antes con la banda
sonora de la película “Chappaqua” para encontrar la primera colaboración entre
ambas figuras y también a la más similar conceptualmente al disco que
hoy tratamos. En aquella ocasión, la música estaba escrita por Shankar y Glass
se encargó de la transcripción de algunos pasajes a la notación musical
occidental.
Otros ejemplos de este cruce de culturas en los que Glass ha
estado envuelto los podemos encontrar en su música para “The Screens” con el
maestro de la kora, el gambiano Foday Musa Suso, en sus colaboraciones con los
brasileños de Uakti o, más recientemente, con “Orion”, esa obra multicultural
en la que se confronta su música con la de otros artistas de todo el mundo como
el canadiense Ashley MacIsaac, la griega Elefteria Arvanitaki o la virtuosa
china de la pipa, Wu Man.
La última incursión de Glass en folclores ajenos, por así
decirlo, tuvo lugar en el pintoresco pueblo mejicano de Real de Catorce, una
pequeña población de origen minero de apenas 1400 habitantes. Consistía en un
concierto que el músico daría al piano acompañado de dos artistas locales,
miembros de la cultura Wixarrika. Glass, de quien es conocida su, llamémosle,
“inquietud espiritual” por todo tipo de creencias religiosas de todo el mundo,
tomó contacto décadas atrás con algunos miembros de esta pequeña comunidad. Le
llamó la atención cómo habían resistido la llegada de cultos ajenos,
especialmente durante la era de los conquistadores, manteniendo una cosmología
y unas creencias fuertemente arraigadas en la naturaleza y con el Sol como
centro de toda su espiritualidad. Hay que tener en cuenta la especial
localización del pueblo, en una zona montañosa y de difícil comunicación (hoy
en día, la principal vía de entrada a Real de Catorce es a través de un túnel
de más de 2 kilómetros de longitud excavado en la montaña).
El concierto, que sería bautizado como el “Concierto del
sexto sol” o “Concert of the Sixth Sun”, como reza en la portada del disco,
tendría lugar en una humilde sala del pueblo con la asistencia de unas pocas
decenas de espectadores. En él, Philip Glass al piano, Daniel Medina de la Rosa
al violín y Roberto Carillo Cocio a la guitarra, interpretarían una serie de
piezas de carácter fundamentalmente improvisado, basadas en la tradición de los
Wixarika. Hagamos notar aquí que, aunque hayamos presentado a los artistas
locales como intérpretes de violín y guitarra, ambos instrumentos distan
bastante de sus “hermanos” clásicos y son, en comparación, bastante más
rudimentarios por lo que también su sonido tiene un deje ancestral muy
particular.
Imagen del peculiar concierto. |
"Deer Flowers” – La guitarra con su inconfundible sabor
latinoamericano y un sonido que recuerda de inmediato al cuatro venezolano es
la que abre el concierto con una serie de acordes repetitivos. Glass al piano
se limita en estos momentos a un simple acompañamiento haciendo tiempo para la
entrada del violín. Es este instrumento el que se hace con el protagonismo a
continuación merced a una serie de repeticiones de una melodía muy similar a la
que ya interpretaba la guitarra. Toda esta humilde construcción musical sirve
de fondo para la voz del violinista Daniel Medina de la Rosa que entona una
serie de cantos en el idioma local. Como toda música de raíz, hay algo
tremendamente atrayente en la melodía, en su repetición continua como si de un
mantra se tratara. Glass sabe hacerse a un lado ocupando un lugar casi
anecdótico en la pieza resaltando así el poder evocador de los dos Wixarrika. Quizá
la referencia más próxima para el seguidor “glassiano” sean algunos momentos
del disco “The Screens” con Foday Musa Suso en los que la música de Glass
parece desaparecer en favor de la del artista “invitado” que se convierte así
en principal.
“Wise Man” – Escuchando la segunda pieza del concierto
empezamos a notar cuál es la verdadera implicación de Glass en el mismo, que es
mucho más profunda de lo que pensábamos. En una primera impresión podríamos
pensar que estamos ante una prolongación de la canción anterior. Escuchamos
patrones rítmicos similares, los instrumentos apenas cambian un par de acordes
y la letanía del cantante es muy similar. Es entonces cuando nos damos cuenta
de la similitud conceptual con las grandes obras minimalistas de Glass en los setenta:
ese “Music in Twelve Parts” en el que variaciones mínimas sobre un tema austero
a más no poder se suceden de un modo casi imperceptible. Uno diría que ese
mismo proceso es el que escuchamos aquí. Profundizando en las, a priori,
imposibles relaciones entre la tradición y la escuela minimalista más radical,
hay muchos momentos en la interpretación de Glass al piano en este movimiento
que nos remiten a ese desmesurado monumento musical que es el “The Well-Tuned
Piano” de LaMonte Young.
“Hikuri” – Asistimos ahora a un giro con una melodía algo más
estructurada que las anteriores, más cercana y hasta reconocible en gran parte.
El piano de Glass, aún confinado a un segundo plano, gana en presencia y se
convierte en parte fundamental del armazón rítmico desde las sombras. El “hikuri”
es otra forma de denominar al peyote y en la tradición wixarrika, simboliza el
tránsito del espíritu de Tamautz Kauyumari a la planta Tatei Hikuri. Cabe
recordar aquí que los wixarrika están considerados como los últimos
descendientes de los toltecas, a cuya cultura dedicó Glass su séptima sinfonía
hace unos años. El hikuri fue el objeto central del segundo movimiento de ésta.
“Falling Rocks” – Cerrando el disco volvemos a escuchar la
voz de Daniel a lo largo de toda la pieza que vuelve a tener las mismas
características de las dos primeras del disco. La única novedad radica en
algunas progresiones esporádicas de Glass al piano que se salen del guión de
los primeros movimientos.
Real de Catorce a finales del S.XIX. Hoy no ha cambiado demasiado. |
Nuestras sensaciones sobre este disco no terminan de ser
buenas. En anteriores trabajos de estas características, la implicación en el
aspecto compositivo de Glass era mucho mayor y claramente reconocible. Dudamos
mucho en esta ocasión que la mayoría de aficionados al músico norteamericano
fueran capaces de reconocerle en esta grabación si llegasen a escucharla sin
saber que Glass está implicado. En ese sentido, nos recuerda mucho a algunos
fragmentos de “Orion” en los que se escuchaba, sencillamente, música
tradicional de los países envueltos en el espectáculo sin una particular
presencia de Glass como autor. Es éste un disco raro que sólo recomendaríamos a
lo que en el mundillo del coleccionismo se conoce como “completistas”. En todo
caso, y como novedad llamativa que es la aparición de este “Concert of the
Sixth Sun” hace unas semanas, no está de más reseñarla aquí. Como siempre, si
os ha picado la curiosidad lo suficiente como para querer haceros con el disco,
éste se puede adquirir en los enlaces habituales:
Para escuchar algunos fragmentos del disco, sólo tenéis que ir a la correspondiente página de itunes
Interesante entrada.
ResponderEliminarSin duda alguna este es un trabajo menor de Glass, y como mucho y tal como se señala en la entrada para los completistas. Aún siendo un gran aficionado a la obra de Glass y después de haber escuchado algunos fragmentos, el mismo no es una grabación que me llame la atención.
Por desgracia Glass a veces lleva a cabo proyectos un tanto desiguales que todo y teniendo su inconfundible huella, no dejan de ser obras menores dentro de su extensa y nutrida discografía.
De todas formas siempre es interesante saber de este músico.
Muy buena entrada.
Un saludo.
Es una pena que reseñen discos que no entienden y por eso sus "sensaciones" no sean buenas. Son un poco limitados, podrían hacerlo mejor.
ResponderEliminar