“Baby, I’m
been breaking glass in your room again”. Así comienza una de las
canciones que integran el mítico disco de David Bowie titulado “Low” del que ya
hablamos aquí tiempo atrás. Unos años más tarde, Philip Glass podría haber
hecho suya la frase cambiando su apellido por el del autor del disco en un
divertido juego de palabras ya que, efectivamente, el compositor norteamericano
se permitió el lujo de “romper” metafóricamente a Bowie (a su música,
lógicamente) transformando un icono del pop rock de los años setenta como era
“Low” en una sinfonía, bautizada inicialmente como “Low Symphony” a secas y que
hoy, tras haber sido engrosado el ciclo sinfónico de Glass con otras nueve
obras, es más conocida como la primera sinfonía de su autor.
La sinfonía tiene tal mezcla de ideas en ella que se
convierte en un símbolo perfecto de una forma de hacer música que bien podría
abarcar las últimas décadas del siglo pasado. Para empezar, el disco original
nace de la colaboración artística de dos personajes de gran categoría como son
David Bowie y Brian Eno quienes en el momento de componer el disco estaban
influidos por otro grupo icónico de la época como era Krafwerk pero también por
el minimalismo americano del propio Glass y, especialmente, de Steve Reich. No
es, por tanto, extraño, que el compositor se fijase en parte del material del
disco cuando Dennis Russell Davies le encargó en 1992 la composición de una
sinfonía para, como solía decir medio en broma, medio en serio, “evitar que se
convirtiese en uno de esos compositores de ópera que nunca se deciden a
escribir sinfonías”. Hay que añadir aquí que Glass tardó en empezar pero una
vez que lo hizo, ha construido un ciclo sinfónico realmente robusto que se ha
saltado, incluso, la histórica maldición de la novena sinfonía. Cuando el
compositor habla de la idea de utilizar como inspiración el disco de Bowie y
Eno (aunque sólo Bowie lo firma, Glass les menciona a ambos situándolos en un
mismo nivel) lo hace como algo natural. Al igual que muchos otros músicos
“clásicos” basaron algunas de sus obras más conocidas en material ajeno
(procedente del folclore en la mayoría de las ocasiones), él creyó adecuado
partir de una obra rock para escribir su sinfonía porque, ¿qué es el rock sino
el folk, la música popular de nuestro tiempo? Explica el músico que en “Low”
encontró un ejemplo del uso de técnicas compositivas clásicas y de vanguardia
con las que él mismo trabajaba en muchos momentos, integradas en un tipo de
música alejado, en principio, del academicismo más estricto con lo que se
convertía en una obra en la frontera que separaba mundos muy diferentes,
convirtiéndose así en el punto de partida perfecto para una sinfonía
contemporánea.
Lo cierto es que “Low” constaba de once canciones de las que
Glass utiliza sólo dos que serían la base del primer y tercer movimiento de la
sinfonía mientras que el segundo estaría inspirado en una canción grabada en
las mismas sesiones que el disco pero que no formó parte del mismo
originalmente. Sí lo hizo de alguna reedición posterior que, con toda probabilidad, fue la que tomó como base el
compositor norteamericano para su obra aunque nunca se consideró una canción
del disco y en las ediciones más recientes de “Low” no aparece.
Dennis Russel Davies grabó la “Low Symphony” con la Brooklyn
Philharmonic Orchestra en diferentes sesiones con cada sección de la orquesta
interpretando su parte por separado y mezclando el resultado final en el
estudio en lo que fue una de las primeras referencias de Point Music, sello
independiente que Glass estaba lanzando en aquel entonces. La grabación que hoy
comentamos es muy diferente a aquella. Davies dirige ahora la Orquesta
Sinfónica de Basilea y junto a ella interpreta en vivo la obra completa con lo
que eso supone en cuanto a vigor y coherencia musical. Sirve, además, para
rescatar una obra que, si no estaba descatalogada como parte del viejo catálogo
de Point Music, le debe faltar poco. Con ello, y teniendo en cuenta que Glass,
a través de Orange Mountain Music se ha hecho con los derechos de las grabaciones
de sus obras para Nonesuch, es de esperar que las sinfonías que van de la
segunda a la quinta no tarden en ser publicadas de nuevo en el sello del músico
(de la sexta en adelante ya aparecieron en el mismo).
Glass y Bowie en una foto promocional de la época de la primera grabación de la sinfonía. |
“Movement I – Subterraneans” – Originalmente, “Subterraneans”
era un tema cuasi-instrumental de corte electrónico que cerraba el disco “Low”.
Una pieza experimental en la que el papel de Brian Eno era innegable y cuyo uso
de cintas magnetofónicas y manipulaciones electrónicas bebía directamente de la
vanguardia clásica. Sólo en la parte final, tras un sólo de saxo, escuchamos
una breve letra. Glass comienza la adaptación con la orquesta interpretando una
lenta melodía mientras las flautas repiten incesantemente una serie de breves
arpegios. El movimiento se desarrolla muy lentamente mientras se van
incorporando diferentes secciones y músicos a la interpretación. Tras varios
minutos en los que el compositor se limita a jugar con un número muy limitado
de elementos hasta llegar al ecuador del movimiento cuando la pieza se
revitaliza mediante la aparición de las percusiones y de un ritmo mucho más
vivo. Los vientos esbozan una serie de melodías extraídas de la pieza original
que, sin llegar a cristalizar en un tema central de esos que no puedes quitarte
de la cabeza, funcionan muy bien en este contexto.
“Movement II – Some Are” – La pieza que inspira el
movimiento central de la sinfonía, ni siquiera aparecía en el disco, como ya
hemos dicho. Se trata de una intrigante canción en la que Bowie interpreta una
melodía deliciosa acompañado, casi al unísono, por un piano y una serie de
efectos electrónicos. Un tema que se desarrolla con una gran lentitud, casi
parsimoniosa y que contrasta brutalmente con el tratamiento que Glass le da en
el segundo movimiento de su sinfonía. Lo que en manos de Bowie era una pieza
llena de quietud, en manos de Glass se transforma en un movimiento vibrante en
el que hasta la melodía principal, idéntica en cuanto a las notas empleadas,
cambia de forma radical convirtiéndose en un auténtico torbellino, apoyado por
la orquesta en pleno, con un papel principal reservado para las percusiones. El
estilo propio del Glass orquestal aparece aquí aportando su forma de entender
la música de modo que la simbiosis es total: Glass se aprovecha de la gran
melodía de Bowie y Eno y la transforma en algo aún mejor haciéndola suya en
buena parte. Tras el inicio en donde el tributo al tema original es evidente,
asistimos a una sección central igualmente brillante pero 100% glassiana con
fragmentos deudores de “Glassworks” o “Koyaanisqatsi”. En el tramo final,
volvemos a escuchar la melodía del comienzo del movimiento cerrándose así la parte
más destacada de la sinfonía en nuestra opinión.
“Movement III – Warszawa” – Para cerrar la sinfonía, Glass
escoge el que, probablemente, sea el tema más estremecedor de todo el disco.
Otra pieza sintética en la que destaca la triste melodía central de flauta y
los inquietantes cantos finales. Curiosamente es la única pieza de “Low” cuya
autoría está compartida entre Bowie y Eno aunque, repetimos, la sombra del
ex-miembro de Roxy Music es alargada. Glass opta por un tratamiento conservador
que parece un sencilla transcripción de la pieza original perdiendo por ello
gran parte de la intensidad y la fuerza que poseía aquella. Poco a poco, sin
embargo, Glass va llevando la obra a su terreno con ligeras variaciones en el
tema central que termina por sonar familiar a los seguidores del compositor
hasta el punto de casi olvidar su origen. Con todo, y tomando como referencia
la pieza que inspira el movimiento, éste tercer y último de la sinfonía sale
perdiendo claramente con su contrapartida en el disco de Bowie y Eno.
Es muy difícil analizar un trabajo como este sin caer en la comparación constante con la obra original y, a pesar de la dificultad de luchar contra el recuerdo de un disco que, sin duda, es una de las grandes obras de arte del rock, Glass sale airoso en muchos momentos (no es casual que Bowie incluyese la versión sinfónica de "Some Are" en algún recopilatorio propio) aunque en otros, cosa que creemos inevitable, no consigue librarse del tremendo peso del disco del músico británico. Pese a todo, recomendamos el disco tanto a los seguidores de uno como a los de otro artista e incluimos en la terna a Eno, ya que el propio Glass lo hace así. El disco, que ha aparecido recientemente y toma el relevo de la grabación original de la sinfonía de 1993, puede adquirirse en los siguientes enlaces:
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