La variante más
arriesgada de la música de Steven Wilson es, sin duda, la que aborda bajo el
nombre de Bass Communion. Tras esa denominación, el polifacético artista
explota su faceta electrónica dentro de estilos tan alejados de la
comercialidad como son el “ambient” o la “drone music”. El disco que hoy
comentamos llegó en un raro momento en la carrera de Wilson en el que apenas
estaba lanzando trabajos nuevos. El año anterior había grabado “Deadwing” con
Porcupine Tree y un single de la serie “Cover Version” firmado con su propio
nombre. El resto de trabajos publicados fueron conciertos (tanto de Porcupine
Tree como de Blackfield). Por el contrario, su actividad como Bass Communion se
encontraba en un momento dulce con discos y colaboraciones que aparecían cada
pocos meses. “Loss” iba a ser otro de esos lanzamientos pero contaba con una
característica distintiva. Parecía un trabajo más pulido y reflexivo que los
demás; dentro de la discografía de Bass Communion hay discos de estudio más complejos
y otros que surgen de improvisaciones en directo. Éste estaría en el primer
grupo.
Cuando Steven
Wilson comenzó a publicar discos con éste pseudónimo, no sólo le sirvió para
explotar a fondo su vena electrónica sino también para despojar de ella a la
música de Porcupine Tree. Desde entonces, Bass Communion ha sido una vía de
escape a través de la que el músico ha mantenido una línea regular de
publicaciones que, si lo observamos detenidamente, es la más extensa de su ya
prolífica carrera. En el momento de su publicación “Loss” fue un vinilo con una
tirada limitada de 450 ejemplares pero como es costumbre cuando hablamos de los
proyectos de Wilson, poco después fue reeditado en CD y acompañado de un DVD
con la correspondiente mezcla en 5.1.
El disco consta
en realidad de una pieza de unos cuarenta minutos de duración dividida en dos
partes sólo por la necesidad que imponía en su momento el formato de vinilo.
Portada original de la primera tirada en vinilo. |
“Part 1” –
Comienza el disco con un sordo golpe, como de un pesado fardo que cae desde una
mesa e inmediatamente después escuchamos unas notas perdidas de piano. Un piano
desafinado, herido, con un discurso agónico, a borbotones. Recuerda a esas
viejas películas en las que alguien fallece justo cuando va a pronunciar el
nombre de su asesino. De fondo comenzamos a escuchar un pulso rítmico fantasmagórico
que se transforma en ruidos muy tenues que contribuyen a conformar una atmósfera
onírica. Mientras tanto, el piano sigue sonando. Quizá un poco más desafinado.
Quizá es el oyente el que comienza a no poder fiarse de sus sentidos. El rumor
de fondo va creciendo y creemos escuchar entre el crepitar de un viejo disco de
vinilo, la señal telefónica perdida de una vieja línea analógica, pequeños
golpes indeterminados, algún viejo artilugio rodando por el suelo del piso
superior... A estas alturas no queremos abrir los ojos por miedo a lo que
podemos encontrar a nuestro alrededor si conseguimos alcanzar el interruptor de
la luz. Durante unos instantes, el piano desaparece y es sustituido por el
sonido de algún tipo de barra metálica golpeando sin demasiada fuerza cerca de
nosotros. El rumor es ahora mucho más perceptible y en algún sitio canta un ominoso
coro. El pianista ya no está pero alguien ocupa su sitio y contempla el
instrumento con un gesto entre curioso y sorprendido mientras golpea algunas
teclas sin demasiado sentido. No importa ya porque el rumor lo ocupa todo en
forma de viento helado que trae consigo voces del más allá.
“Part 2” – La segunda parte es bastante diferente a pesar de partir de elementos similares. El piano vuelve a aparecer pero ahora suena en sus registros más graves y lo hace con acordes muy espaciados, sin un discurso coherente como lo era, a su modo, el de la primera parte. El acompañamiento es más electrónico que antes, probablemente a base de manipulaciones del propio eco del piano combinadas con efectos clásicos del género “planeador-secuencial” de los años setenta. Seguimos, no obstante, inmersos en una atmósfera opresiva e inquietante. El título del disco hace referencia a una pérdida y debe tratarse de una muy dolorosa para que la música que la represente sea tan oscura e inquietante. Del mismo modo que ocurría en la primera parte del disco, conforme pasan los minutos, el peso del piano de difumina ganando presencia progresivamente el ruido: sonidos indeterminados y efectos de ruido blanco. Así, el tramo final es un ejercicio de mezcla de texturas sonoras y efectos sonoros que solo un músico como Steven Wilson puede crear.
Es evidente que
la música de Bass Communion no es para todo tipo de oyentes. Si hemos llegado a
la convención de llamarla “ambient” es por cuestiones descriptivas pero que
nadie espere demasiados puntos en común con los nombres más representativos del
género. A nuestro juicio, “Loss” es una de las mejores entregas del proyecto y
por ello la traemos aquí, conscientes de que no es una música sencilla de
asimilar. Ni siquiera cumpliría la prendida función principal del “ambient”
(aunque habría mucho que decir al respecto). No sirve para acompañar de un modo
utilitario al oyente mientras este hace otras cosas. No es música que suena
indiferente sino que tiene un importante componente desasosegante, que pone en
guardia al oyente. No podemos evitar la sensación de que cuanto más tratamos de
decir sobre “Loss” más lejos nos encontramos de describirlo adecuadamente por
lo que recomendamos al oyente interesado que se haga con el disco para juzgar
por sí mismo. Nada más fácil (que no económico) que acudir a los habituales
enlaces:
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