La disolución de Dead Can Dance a
finales de los años noventa vino precedida, como suele ocurrir, de
los primeros trabajos discográficos de uno de sus miembros en
solitario. Fue Lisa Gerrard quien primero dio ese paso con la
publicación en 1995 de “The Mirror Pool” aunque lo cierto es que
la cantante había realizado ya alguna banda sonora por su cuenta.
Desde aquel momento, la actividad de
Lisa fue en aumento y comenzó una serie de colaboraciones, a cual
más interesante, con músicos como Pieter Bourke, Patrick Cassidy o
Hans Zimmer así como intervenciones puntuales en trabajos de Orbital
o Delerium.
Entre unos y otros, el segundo trabajo
firmado por Lisa Gerrard en solitario tardaría en llegar más de 10
años respecto al primero (si tenemos en cuenta sólo discos creados
como tales y no bandas sonoras). Ese tiempo no transcurrió en vano y
en “The Silver Tree” apreciamos una importante evolución de una
artista cuyos primeros trabajos sonaban como una extensión de lo que
hacía en Dead Can Dance y que ahora mostraba un estilo diferenciado.
Es imposible sustraerse a la tremenda personalidad de la voz de Lisa
que hace que prácticamente cualquier cosa que cante suene
inmediatamente a ella pero teniendo eso en cuenta, su progresiva
separación del sonido de su colaboración con Brendan Perry es cada
vez más notable como se aprecia en el trabajo del que hablamos hoy.
Siempre inquietante: Lisa Gerrard. |
“In Exile” - El disco arranca con
un sonido oscuro, abisal, gracias a los arreglos orquestales de
Patrick Cassidy (quien volverá a hacer esa labor en otro corte del
disco) y los sintetizadores de la propia Lisa. Aparece entonces la
voz grave de la australiana en uno de sus registros más tenebrosos
entonando un estremecedor lamento. El acompañamiento, como ocurrirá
en el resto del disco, es sobrio e inquietante, más, si cabe, de lo
habitual en los trabajos precedentes de la artista.
“Shadow Hunter” - Continúa el disco con el tono inquietante, reforzado por la percusión tribal tan característica de discos anteriores pero con un espíritu aún más ominoso de lo habitual. Es inevitable una escucha intranquila de estos primeros momentos del disco.
“Come Tenderness” - Por fin
escuchamos la voz de Lisa en sus registros más habituales, a
cappella en el comienzo y reforzada por samples vocales y densas
capas de sintetizador más tarde. A su modo, es una canción luminosa
y esperanzada, solemne, hechizante. Un rayo de esperanza entre tanta
oscuridad.
“The Sea Whisperer” - Continuando
con el espíritu del tema precedente, seguimos escuchando la cara
amable de Lisa Gerrard, por momentos cercana a sus colaboraciones en
los discos de This Mortal Coil. Es esta una música que no conoce
comparación posible si no es con la de la propia artista que, no en
vano, es una de las voces más personales e inconfundibles del
panorama discográfico de las últimas décadas.
“Mirror Medusa” - Regresamos a los
sordos rumores electrónicos rasgados esta vez por cuerdas sintéticas
en un nuevo corte ambiental en el que la voz de Gerrard descansa para
emerger más adelante en el disco. Es una pieza de tono muy
cinematográfico pero que sólo puede acompañar pasajes con escasa
iluminación, opresivos, amenazadores. Retratos de lugares en los que querríamos
estar el menor tiempo posible.
“Space Weaver” - La única pieza
del disco cuya autoría es compartida la firman la propia Lisa y el
compositor australiano Michael Edwards, especialista en música de
cine. Ambos artistas volverían a colaborar en el futuro en alguna
banda sonora. La canción comienza como una balada ambiental y se
convierte, merced a la aparición de un cadencioso ritmo programado,
en un tema electrónico que podía figurar en cualquier recopilación
“chill out”. Las armonías vocales del segmento final de la pieza
consiguen elevar mucho, en todo caso, nuestra impresión global del
tema.
“Abwoon” - Una de las dos composiciones del disco que no son nuevas es esta pieza que ya apareció en el trabajo “Immortal Memory” que Lisa Gerrard publicó junto con Patrick Cassidy en 2004. Se trata de una canción muy espiritual (en el citado disco llevaba el subtítulo, o quizá traducción, de “Our Father”) que se acerca más de lo habitual en la la intérprete a ciertas piezas “new age” de décadas pasadas.
“Serenity” - Escuchamos una
guitarra por primera vez en el disco que repite como un mantra una
serie de acordes monótonos alrededor de los cuales se arremolinan
densas texturas electrónicas que sirven de base para el canto
monódico primero y acompañado por distintas voces dobladas más
tarde de la artista australiana. Es un tema hipnótico que termina
quizá demasiado pronto.
“Towards the Tower” - La pieza más
larga del disco vuelve a contar con arreglos de Patrick Cassidy.
Disfrutamos en ella de un viaje por lo más interesante del universo
musical de Lisa Gerrard: juegos electrónicos, ritmos programados
combinados con percusión ancestral, fragmentos vocales que recuerdan
a los mejores momentos de Dead Can Dance, interludios góticos
adornados con el fúnebre tañir de las campanas y todo con una
intensidad incesante. La pieza concluye con un bellísimo lamento
próximo en espíritu a “The Host of Seraphim”, una de las más
recordadas piezas de los citados Dead Can Dance.
“Wandering Star” - Dos breves temas nos acercan al final del disco. La primera de ellas es esta canción en la que los sintetizadores y la zanfona en un segundo plano realzan la extraordinaria voz de nuestra artista.
“Sword of the Samurai” - El último
interludio instrumental del disco es una suma de sonidos ambientales
de corta duración que cumple su papel de transición hacia el que
probablemente sea el tema estelar de la obra.
“Devotion” - La canción fue una de
las nuevas composiciones que los miembros de Dead Can Dance regalaron
a su público en su gira norteamericana de 2005 y es aquí rescatada
por Lisa Gerrard para darle el sitio que merece. Como ocurría con el
fragmento final de “Towards the Tower”, se trata de otra digna
heredera de “The Host of Seraphim”. No hacen falta más que unas
pocas notas extendiéndose con suavidad hasta el límite de la
capacidad vocal de Lisa con un escueto acompañamiento electrónico
para sumergir al oyente en un estado de trance casi místico, tal es
la emoción que la vocalista australiana es capaz de transmitir desde
lo más profundo de su espíritu.
“The Valley of the Moon” - Siempre
ha habido algo de la herencia de sus antepasados irlandeses en la
música de Lisa Gerrard y, de vez en cuando, ese legado se hace
evidente como ocurre en esta maravillosa canción en la que un cierto
aire celta se mezcla con atmósferas electrónicas dignas del mejor
Brian Eno. Excepcional forma de poner fin a un disco revelador como
pocos.
No hemos profundizado aún demasiado en
el blog en la trayectoria de Dead Can Dance, siendo como es una banda
fundamental en las últimas décadas dentro de los tipos de música
que solemos tocar aquí. Trataremos de ir ampliando poco a poco el
retrato del grupo salpicándolo con discos como éste de una de sus
integrantes principales (Brendan Perry ya tuvo sendos espacios para
cada uno de sus discos en solitario). Mientras van llegando esas
futuras entradas, es buen momento para recomendar “The Silver
Tree”, un trabajo diferente pero atractivo como pocos.
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