La idea de hacer un disco a dúo con
otro artista es una de las que siempre rondan la cabeza de muchos
músicos de todos los tiempos. Bien pensado, ofrece una serie de
ventajas teóricas que no hay que tomar a la ligera. Por un lado, el
contacto, el intercambio de ideas y las sinergias que pueden surgir
de esa llamada “química” que a veces se produce al poner en
común dos talentos distintos constituyen una posibilidad que siempre
merece la pena explotar. Por otra parte, y desde el punto de vista
meramente comercial, supone para cada uno de los artista implicados
la oportunidad de introducirse en el grupo de seguidores del otro con
lo que eso conlleva de cara a las ventas de discos futuros.
En el otro lado de la balanza
encontramos los problemas de ego tan habituales en las grandes
estrellas o la simple incompatibilidad de caracteres que pueden
arruinar cualquier opción de que la colaboración llegue a buen
puerto o arroje algún resultado digno del nombre de sus autores.
Ejemplos de ambos casos tenemos a montones aunque creemos que el
disco del que hablamos hoy estaría en el primer grupo.
A primera vista, una colaboración
entre dos músicos pertenecientes al mismo género y especialistas en
el mismo instrumento tiene el riesgo de que surja algún tipo de
rivalidad que haga del trabajo conjunto una especie de competición
para ver quién es el más brillante de los dos, quién destaca sobre
el otro o quién tiene mayor peso. Si hubo algo de eso en este disco,
no se notó demasiado. La autoría de los temas que integran el
trabajo se reparte de forma equitativa (todo lo que puede serlo con
un número impar de composiciones). Si la balanza se inclina hacia
uno de ellos por un ajustado 6 a 5 bien puede deberse a que éste
jugaba en casa: el disco apareció en su sello discográfico y los
músicos de acompañamiento formaron parte de su trío a comienzos de
los años 80.
Hablamos de dos guitarristas
imprescindibles en el jazz moderno que han trabajado junto a los
mejores y se han labrado un nombre respetado en sus respectivas
carreras en solitario. Tanto John Scofield como Pat Metheny son ya
auténticas instituciones en su género musical aunque en el momento
en que apareció el disco, el segundo se hallaba en medio de una gran
controversia entre los seguidores del “Metheny ECM” y los del
nuevo “Metheny Geffen”, de un sonido más dulcificado y
comercial, algo que para parte de los aficionados fue considerado
como una traición. Quizá por ahí sea más fácil encontrar una
explicación a este trabajo junto a Scofield en el que podemos
escuchar un jazz más próximo al de aquel primer Metheny y, por
supuesto, al del propio Scofield que es quien, como decíamos antes,
juega de local: El disco se publica en Verve, su sello por aquel
entonces y tanto el bajista Steve Swallow como el batería Bill
Stewart fueron miembros del John Scofield Trío (de hecho, Stewart
había seguido colaborando con Scofield con regularidad desde
entonces). El reparto de las intervenciones de cada guitarrista, de
cara a la identificación por parte del oyente es muy curioso: cada
uno de ellos ocupa uno de los canales del estéreo.
Metheny y Scofield en el Festival de Jazz de Vitoria |
“I Can See Your House from Here” -
Una melodía muy definida abre la pieza y se repite durante los
primeros compases de la misma sin apenas variaciones salvo las
procedentes de la incorporación del segundo guitarrista
enriqueciendo algunos fragmentos. La pieza está firmada por Scofield
pero no difiere en exceso del estilo de su “partenaire” por lo
que ambos artistas encuentran en ella un excelente campo de
expresión. Junto a ellos, la batería de Stewart raya a un nivel
particularmente alto.
“The Red One” - Llega el turno para
Metheny que nos ofrece una pieza electrificada con retazos rockeros
que el artista explotaría más adelante en “Imaginary Day”.
Junto a ellos, escuchamos el inconfusible sonido de la guitarra
sintetizada de Pat en un largo solo pleno de energía y
magistralmente apoyado por Scofield.
“No Matter What” – Volvemos con
John como autor de esta pieza y la siguiente del disco. Escuchamos
ahora sonidos más intimistas, las guitarras pierden toda agresividad
y las baquetas se cambian por escobillas. El oyente aficionado al
jazz más clásico que podría haber comenzado a hacerse cruces con
los dos primeros cortes del trabajo, seguramente encontrará aquí un
motivo para proseguir la escucha de un modo algo más relajado.
Escuchamos una magnífica pieza llena de talento en la que nos parece
apreciar por primera vez en el disco una mayor complicidad del
bajista Steve Swallow con los dos protagonistas.
“Everybody's Party” - Sin salirnos
de los estándares del jazz, asistimos a un ligero cambio hacia el
blues con toques funk muy interesantes. La pieza se abre con un riff
bastante sencillo a partir del cual Scofield y Metheny alternan
diferentes solos realmente interesantes que demuestran un perfecto
entendimiento entre ambos artistas.
“Message to My Friend” - Volvemos a
Metheny que nos muestra una composición preciosa, desnuda, sin
aditamentos superfluos y con un aroma a bossa nova que nos recuerda
que estamos en la época inmediatamente posterior a esa obra maestra
que fue “Secret Story”.
“No Way Jose” - Regresa ahora
Scofield con una de las composiciones más animadas y complejas del
disco en todos los aspectos, desde los ritmos hasta las propias
melodías. El comienzo es abrumador pero no tardamos en entrar en una
sección algo más tranquila en la que brilla con luz propia la
sección rítmica. A partir de ahí encontramos una serie de duetos
entre ambos guitarristas que se ajustan a las expectativas que suelen
albergarse cuando se trata de un disco de estas características.
“Say the Brother's Name” - Entramos en un segmento dominado por Metheny, autor de las próximas tres piezas del disco. La primera sigue ahondando en los ritmos brasileños a los que se adaptan perfectamente las guitarras (acústicas en esta ocasión) de ambos músicos. De nuevo la referencia del “Secret Story” (de sus piezas más intimistas) es notable.
“S.C.O.” - La batería nos da la
bienvenida a una pieza compleja en la que los ritmos varían
continuamente de forma paralela al despliegue de una intrincada red
de sonido por parte de los dos guitarristas. Pasada la introducción
asistimos a un breve duelo entre bajo y batería que da paso al solo
principal de Metheny. Jazz en estado puro que seguro que reconcilia
de alguna forma a los detractores del guitarrista no del todo
conformes con el enfoque que tomaba su carrera en solitario en aquel
entonces.
“Quiet Rising” - A lo largo del trabajo comprobamos que Metheny no duda ni un instante en desnudarse artísticamente mostrandonos varias composiciones llenas de sentimiento en las que prescinde de todo adorno. Éste es otro ejemplo claro de esto que decimos. Junto a él, el trío de Scofield interpreta a la perfección el papel que le toca .
“One Way to Be” - La recta final la
ocupan dos piezas de Scofield. La primera de ellas, veloz e intensa,
sin apenas descanso para la guitarra principal en toda la extensión
del tema nos muestra todo el talento improvisatorio del artista
perfectamente secundado por sus compañeros.
“You Speak My Language” - Cerrando
el disco escuchamos un tema que comienza como un blues improvisado a
duo entre las dos guitaras que evoluciona enseguida hacia sonidos y
formas más propiamente jazzísticos con un Scofield descomunal y un
no menos acertado Metheny dando la réplica.
Cuando hablamos de músicos del corte
de Metheny y Scofield o de un género como el jazz, un disco
colaborativo tiene más sentido que en muchos otros casos en los que
los artistas involucrados parecen metidos con calzador. Así, es
fácil entender por qué en este caso no estamos ante un fiasco sino
ante un disco magnifico muy disfrutable por los seguidores de
cualquiera de los dos artistas y por los del jazz en general.
Os dejamos con una muestra de lo que ambos guitarristas son capaces de hacer en directo:
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