Pocos artistas hemos
conocido que posean una personalidad tan compleja e interesante como
la inglesa Anne Clark. Su propuesta estética, siempre en un segundo
plano en cuanto a popularidad es tremendamente original y abarca un
amplio rango de géneros y estilos. El hecho de contar con una voz
bastante limitada para cantar de forma profesional hizo que tuviera
que orientar sus propuestas hacia la “spoken word”, forma de
expresión que consistía en recitados de sus propios textos con
acompañamientos musicales que, a menudo, estaban creados por otros
artistas.
De madre irlandesa u padre
escocés, Anne fue una adolescente llena de inquietudes a quien la
educación formal pronto dejó de interesarle de modo que dejó los
estudios en cuanto pudo (a los 16 años) para ponerse a trabajar en
distintas ocupaciones que iban desde cuidadora de enfermos en una
institución mental hasta dependienta en una tienda de discos.
Procediendo del barrio londinense de Croydon, éste último trabajo
parecía casi algo natural ya que el barrio ha tenido siempre una
actividad comercial en el ámbito del comercio y el coleccionismo (no
sólo musical) que ha trascendido las fronteras británicas.
La tienda en la que trabajó,
Bonaparte Records, era también la propietaria de un pequeño sello
del mismo nombre lo que facilitó a Anne el contacto con todo tipo de
bandas de la escena londinense. Si a ello le añadimos su trabajo en
el Warehouse Theatre situado en el mismo barrio de Croydon, la
integración de la artista con el entorno musical de la época fue
total y hasta llegó a compartir escenario con los primeros Depeche
Mode en el Cabaret Futura, club fundado por Richard Strange en el
Soho que se convirtió en un centro de referencia para la actividad
artística en la transición de la década de los setenta a la de los
ochenta.
Anne se dedicaba
fundamentalmente a la escritura, en particular de poesía, con textos
pesimistas dotados de un extraño romanticismo melancólico. Tras un
primer disco en el que ella se encargaba de música y textos, pero a
partir del segundo inició una colaboración que se prolongaría
durante varios años con David Harrow, teclista que trabajaba también
en el Warehouse Theatre. Como fruto de ese trabajo conjunto llegaron
varios discos de los que surgieron algunos importantes éxitos en el
ámbito del pop electrónico en los primeros ochenta. Tras un breve
paréntesis en el que Anne publicó “Pressure Points” sin Harrow
(la parte musical fue realizada en colaboración con John Foxx), el
duo volvió a juntarse para crear “Hopeless Cases”, nuestro disco
favorito de la artista sin duda alguna, en el que encontramos grandes
canciones y alguna que otra obra maestra.
Aparte de David Harrow, en
el disco colaboraría también Charlie Morgan cuya importancia es
capital en las dos piezas instrumentales del trabajo, firmadas por él
y Anne Clark a dúo. En el resto del disco, todos los textos son de
Anne y las músicas de Harrow con una única excepción que
señalaremos en su momento.
Anne Clark |
“Poem Without Words I: –
The Third Meeting” - Abre el disco un instrumental electrónico de
corte minimalista em sus primeros momentos que está concebido como
un “in crescendo” que suma nuevos elementos con cada repetición
del ciclo principal a la vez que incrementa el ritmo hasta acabar con
un acorde de cuerdas prolongado que desemboca en el segundo corte.
“Homecoming” - Nos
recibe un vivo ritmo electrónico sobre el que se desarrollan
diferentes secuencias propias del tecno-pop de la época y que
recordaban a hitos anteriores de la discografía de Anne como “Our
Darkness”. El estribillo se basa en una pegadiza melodía sintética
muy efectiva y todo el aparato instrumental constituye un fondo ideal
para acompañar un texto, ora cantado, ora recitado en el que la
artista narra un reencuentro entre dos personas que culmina en una
intensa relación sexual.
“Up” - Muy diferente es
la siguiente pieza en la que el ritmo es mucho más contenido
primando las construcciones sonoras electrónicas más abstractas
entre las que se destaca una flauta “sampleada” que dibuja la
melodía principal en los primeros instantes. Anne renuncia aquí a
cantar y sencillamente recita un breve texto que se funde a la
perfección con todo el aparato sonoro diseñado por Harrow.
“Cane Hill” -
Adelantábamos en el comienzo de la entrada que uno de los primeros
trabajos de Anne fue como asistente en un hospital psiquiátrico.
“Cane Hill” era el nombre del mismo y el poema recoge lo
desolador del ambiente que reinaba en aquel lugar. El paisaje sonoro
que diseñan Clark y Harrow es estremecedor, con samples de voces
fantasmales que suenan a lo largo de toda la pieza sobre un monótono
ritmo que repica constantemente durante la composición. El ambiente
de toda la pieza es fantasmagórico y nos sitúa en un lugar
desolador perfectamente descrito con los certeros versos de Anne.
“This Be the Verse” - El
único texto ajeno que aparece en el disco es este poema del escritor
Philip Larkin aparecido en el que fue su último libro, “High
Windows”. La música de Anne es burlona, con metales sintéticos
formando un ritmo casi circense al que contribuyen el resto de
arreglos. Una miniatura que apenas sobrepasa el minuto de duración y
que nos lleva hasta uno de los mejores temas del disco.
“Now!” - Charlie Morgan
toma el lugar de David Harrow como coautor de la pieza, una
espectacular muestra de pop electrónico llena de brillantes
secuencias que se podrían codear con lo mejor del género en
aquellos años (pensamos en grupos como Propaganda, por ejemplo). La
voz de Anne, sin ser la más brillante ni mucho menos, funciona bien
desgranando un texto brillante como casi todos los del disco.
“Hope Road” - Una serie
de “samples” vocales forman la base de la pieza de un modo
similar a lo que ocurría en temas anteriores como “Moments in
Love” de Art of Noise o “O Superman” de Laurie Anderson. El
texto cuenta un desengaño de la protagonista que conoce a alguien en
una fiesta con quien espera volver a verse más adelante comprobando
que la forma de contacto que éste le facilita es falsa. Es un tema
más bien anecdótico dentro del disco, especialmente porque a partir
de aquí llega lo mejor de todo el trabajo con diferencia.
“Armchair Theatre” - Los
clásicos sonidos electrónicos de la época, con sus torpes
emulaciones de instrumentos reales se suceden en los primeros
instantes de un tiempo medio que funciona como un tema instrumental
hasta que Anne recita un breve texto en el tramo final. La letra,
cruda como la mayoría de las que salen de su pluma, nos habla de la
soledad tras la ruptura y de cómo, en realidad, ésta ya está ahí
antes de que la separación se lleve a cabo.
“Leaving” - Las dos
últimas piezas del disco son dos verdaderas obras maestras
completamente diferentes entre sí. La primera es una intensa canción
de pop electrónico con una letra absolutamente magistral (nuestra
favorita de todas cuantas ha escrito Anne) que funciona perfectamente
como pieza musical y como narración. Sobre una secuencia rítmica
llena de fuerza se suceden melodías electrónicas de gran brillantez
que realzan el recitado de la artista. La producción alcanza niveles
épicos con un uso magistral de los ecos para añadir dramatismo a
determinados pasajes del texto. En suma, una de las más
impresionantes canciones de su autora que podría haberse convertido
en un “hit”, quizá con una letra menos sincera.
“Poem Without Words II: Journey By Night” - Cerrando el trabajo llega un tema distinto a todo lo demás que había hecho Anne Clark hasta entonces. Verdadera poesía sonora en forma de pieza de piano de corte neoclásico que se acerca al minimalismo de Wim Mertens cuando comienza a sonar la tuba haciendo las veces de base rítmica. La aparición de las cuerdas es lo único que hacía falta para elevar la pieza a la categoría de obra maestra a la que aludíamos anteriormente. Es una verdadera pena que Anne no profundizase en esta faceta de modo que esta incursión queda como una rareza en medio de su discografía; una gema sin igual que muchos matarían por haber compuesto.
El texto de “Leaving” es una despedida de una belleza sin igual en la que Anne nos pide que la recordemos por lo que fue, no por lo que es ahora. Tampoco por lo que no pudo llegar a ser o por lo que nunca volverá a ser. Anne es una de esas artistas a las que guardamos un hueco muy especial en nuestra discoteca y todos sus trabajos, en menor o mayor medida, merecen mucho la pena; tanto los anteriores a este “Hopeless Cases” como los que llegaron después aunque es cierto que en nuestro corazoncito siempre la recordaremos, como ella nos pide, por lo que fue. Por lo que fue en este momento de 1987 en que alumbró un disco raro, minoritario casi por vocación pero que contiene algunas composiciones maravillosas. Con todo, Anne es una artista con mucho que decir aún que sigue trabajando y dando recitales con muy buena acogida. Volveremos en el futuro a hablar de ella con toda seguridad recomendando a quienes aún no la conozcan, que le den una oportunidad a su particular universo creativo.
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