Cuenta Mike Oldfield que el año 1984 fue, con toda probabilidad, el más intenso de toda su trayectoria profesional. Tras superar una serie de desavenencias artísticas con Richard Branson, el dueño de Virgin Records, y, a la sazón, “jefe” del músico desde la publicación de “Tubular Bells”, Oldfield decidió hacer lo que la discográfica le pidiera. Aún estaba fresco el éxito de “Moonlight Shadow” y de la gira que sucedió a la publicación del álbum “Crises” cuando surgió la posibilidad de hacer la banda sonora para la nueva película del productor David Puttnam: “The Killing Fields”. Puttnam era amigo de Richard Branson y tenía una larga lista de películas en su haber que compartían una característica común: las bandas sonoras de las mismas eran una parte fundamental de la obra y, muchas veces, se encargó su creación a músicos no especialmente destacados por esa labor. Ese era el caso de “Lisztomania” con banda sonora de Rick Wakeman, “Midnight Express” con Giorgio Moroder, “Chariots of Fire” con Vangelis o “Local Hero” con Mark Knopfler. Más tarde continuó con la fórmula encargado a Enya la música de “The Frog Prince”.
Durante una reunión propiciada por Branson, Oldfield interpretó “Moonlight Shadow” en el despacho de Puttnam y quedaron en hablar más adelante. La cosa quedó ahí. El músico se trasladó a Villars-Sur-Ollon, en los Alpes Suizos por motivos fiscales y allí comenzó a trabajar en el que sería su próximo disco y la gira correspondiente. En las semanas anteriores al traslado, Oldfield había terminado varias tomas de lo que sería la banda sonora de “The Killing Fields” pero fue en plena grabación de su propio disco cuando el músico recibió una llamada urgente recordandole que la película estaba casi terminada y que sólo faltaba su música. Había un detalle más: los productores querían una partitura orquestal. Presionado por Branson, Oldfield detuvo las sesiones de su disco para terminar la banda sonora con sus sintetizadores para después enviársela a David Bedford quien se encargaría de la orquestación.
Una vez resuelto ese “problema”, el músico completó lo que sería “Discovery”, su nuevo disco que iba a repetir la fórmula de “Crises” o “Five Miles Out” para satisfacción de Richard Branson, responsable según la historia “oficial” del giro de Oldfield hacia el pop en detrimento de las largas suites instrumentales que le habían caracterizado en sus primeros discos. Lo cierto es que, desde “Five Miles Out”, las canciones habían ido ganando espacio a los largos cortes épicos hasta el punto que “Crises” repartía sus dos caras entre los dos tipos de contenido. Con “Discovery” ni siquiera iba a ser así ya que el único instrumental apenas superaría los diez minutos de duración e iba a compartir la “cara b” del disco con otras dos canciones.
El “retiro” suizo de Oldfield iba a hacer que la nómina de músicos participantes en “Discovery” fuera notablemente inferior a la de sus últimos discos. Mike iba a tocar absolutamente todos los instrumentos salvo la batería que correría por cuenta de Simon Philips. Como vocalista repite Maggie Reilly en la parte femenina y aparece Barry Palmer para la masculina aunque éste ya había grabado con Oldfield el single “Crime of Passion” aparecido en enero de 1984. El título del disco, “Discovery”, alude al periodo de descubrimiento de las posibilidades de un estudio moderno que Oldfield hizo en las semanas posteriores a la grabación. El músico, junto con Simon Philips, acudió con todas las cintas grabadas en la montaña suiza a los estudios de Frank Farian, productor de moda y responsable, entre otros, de los grandes éxitos de Boney-M. En sus propias palabras, fue aquella la primera vez que asumió el rol total de compositor, intérprete y productor en toda la extensión de la palabra, aprovechando el estudio de grabación y la tecnología del momento para hacer, virtualmente, cualquier cosa que se le ocurriera con su música.
El lago Genova, inspiración para Oldfield durante la grabación del disco. |
“To France” - El disco se abre con una extraordinaria melodía de tono folclórico que recuerda de algún modo al comienzo de “Ommadawn”. Enseguida nos introducimos en un ambiente electrónico en el que escuchamos la inconfundible voz de Maggie Reilly, sin duda, la vocalista a la que todo fan de Oldfield le tiene un mayor aprecio. Enseguida escuchamos esos característicos rasgueos rítmicos de guitarra tan presentes en el gran “hit” del músico: “Moonight Shadow” completando la lista de elementos fundamentales de la canción. Es este un gran tema y una de las mejores piezas de Oldfield en el ámbito del pop. Imprescindible.
“Poison Arrows” - Sin solución de continuidad, una transición electrónica nos lleva hasta el segundo corte del disco en el que Barry Palmer es el vocalista. Curiosamente, todo el protagonismo, en nuestra opinión, se lo lleva Simon Philips con una sensacional interpretación de la batería. La canción gana mucho cuando llegamos a la sección central, puramente instrumental y es que la limitada voz de Palmer siempre nos ha parecido un lastre en todo el disco. “Poison Arows”, con todo, es una buena canción que podría haber sido aún mejor con otro vocalista.
“Crystal Gazing” - Con un marcado ritmo y una interesantísima producción se presenta la segunda canción interpretada por Maggie Reilly en el trabajo. Es un pieza repetitiva con algún arreglo electrónico de aire clásico verdaderamente logrado (los “samples” de oboe, por ejemplo) y unas cuidadas partes de guitarra.
“Tricks of the Light” - Mucho más rockera y con un enfoque descaradamente comercial es la siguiente canción en la que los dos vocalistas del disco comparten espacio. Sin ser una maravilla, estamos ante una canción muy efectiva que de alguna forma anticipa esa maravilla que Oldfield publicaría sólo como single un tiempo después: “Pictures in the Dark”, ya con Anita Hegerland como acompañante de Barry Palmer.
“Discovery” - En determinados momentos, Oldfield ha querido acercarse a un rock algo más “duro”. Sucedía en muchas partes del instrumental “Crises” del disco anterior y en canciones como “Shadow on the Wall” del mismo trabajo. Esta canción entraría dentro de ese grupo y, como nos ocurría con la anteriormente citada, nos resulta tremendamente impostada. Hay algo que no funciona con Oldfield cuando trata de entrar en terrenos cercanos al hard rock y no tiene que ver con la parte instrumental, que está bien resuelta, sino con la vocal. Tampoco creemos que sea una cuestión achacable al vocalista de turno pese a todas las objeciones que podemos poner a Palmer.
“Talk About Your Life” - Tiene que ser Maggie Reilly de nuevo la que nos reconcilie con Oldfield en esta canción de comienzo etéreo en el que se rodea de texturas electrónicas hasta la entrada de la sección rítmica. El estribillo recupera el tema central de “To France” de una forma muy acertada antes de pasar a la segunda parte de la canción donde escuchamos unos bonitos juegos de voces en los que el músico aprovecha al máximo las posibilidades de la tecnología en el estudio.
“Save By a Bell” - Cerrando la parte vocal del disco tenemos esta ensoñación electrónica en la que Oldfield explota las posibilidades sonoras del Fairlight CMI para acompañar a Barry Palmer en una deliciosa balada que se transforma radicalmente en el estribillo hasta convertirse en una aguerrida balada rockera en la que se alternan momentos casi oníricos con pasajes mas enérgicos.
“The Lake” - El disco se cierra con un instrumental, largo en comparación con las canciones anteriores pero escaso para lo que Oldfield acostumbraba a hacer hasta entonces. La base del mismo, como la de todo el disco en realidad, es el sampler Fairlight, aparato que revolucionó buena parte de las producciones de los años ochenta codo con codo con su gran rival: el Synclavier. El tema se abre con una serie de melodías repetitivas que se van duplicando, mezclandose con sus propios ecos hasta formar un precioso canon que ocupa los primeros instantes de la pieza. Luego entramos en una sección más rockera en la que las guitarras de Oldfield homenajean a los clásicos del rock instrumental como The Shadows imitando los inconfundibles sonidos de Hank Marvin. Pasada la tempestad volvemos a la calma con un pasaje en el que destaca la batería de Simon Philips como el mejor acompañante del propio Oldfield que empieza a lucir su muestrario de guitarras. Hay un momento en este tramo, con una especie de coro electrónico de tono épico que podría ser considerado un precedente del colosal “Amarok” que llegaría años más tarde. Volvemos a las voces “sampleadas” formando secuencias rítmicas con la inestimable ayuda de Philips en un tramo intenso que nos acerca a la parte final con un brillante “in crescendo”. La pieza concluye con una delicada parte de guitarra de Oldfield, primero con la eléctrica y luego acompañado por la acústica. Un breve interludio en el que volvemos a las melodías de la introducción de la pieza sirve al músico para tomar aire y levantar el vuelo en un precioso final que consigue cerrar la composición en lo más alto.
Para muchos seguidores, entre los que nos incluímos, “Discovery” fue el último gran disco de Oldfield en su etapa en Virgin antes de su espectacular resurrección con “Amarok”. En él encontramos algunas de sus mejores canciones y un largo instrumental en el que todavía encontramos parte de la magia de antaño. Cierto es que la variedad tímbrica no es la de sus primeros trabajos. El uso intensivo del Fairlight al que hemos aludido en varias ocasiones tiene como contrapartida la reducción del número de instrumentos que aparecen en la grabación. Este, digamos, “defecto”, no es tan importante aquí como para devaluar el disco en conjunto pero anticipa algo que en el futuro se iba a acusar mucho más. Será, en todo caso, materia de otra entrada cuando llegue el momento.
"The Lake", en directo en San Sebastián:
Este disco de Mike Oldfield me gusta mucho, igual que el Crises. Pero hasta aquí. Todo el pop que hizo en adelante, por mucho que venga firmado por uno de mis músicos de cabecera, directamente lo detesto.
ResponderEliminarPor el contrario, no le encuentro ninguna pega a la voz de Barry Palmer. De hecho, uno de los mayores aciertos del disco en mi opinión es la alternancia de vocalistas entre temas, lo que da lugar a un interesante contraste de voces (la voz "cristalina" de Reilly y la voz "sucia" de Palmer).
Y el instrumental, aunque se me hace muy corto, me parece uno de los mejores momentos de toda su carrera.
A pesar de ser un disco vocal (prefiero mil veces al Oldfield instrumental) me parece un grandísimo trabajo cuya escucha se me pasa volando.
Saludos! David.